DISCLAMIER

Nada de esto es propiedad mía, solo son traducciones realizadas a partir del fanfic creado por ChoicesHP, la saga Crepúsculo y todos sus personajes pertenece a Stephanie Meyer. No nos adjudicamos ningún crédito de autoría de las historias.

viernes, 27 de noviembre de 2015

CAPITULO 19. FEBRIL. Libro Tres. BELLA

 FEBRIL
Traducción: ALEJANDRA MORALES RUEDA.
Prefacio”. Carlisle leyó.
—Deberías saltarte eso, solo mantendrá a Eddy preocupado— Emmett rio.
Edward volteó los ojos y motivó a Carlisle para seguir leyendo.
Ahora ya no era una pesadilla, porque la línea de hábitos negros avanzaba hacia nosotros a través de la niebla helada, agitada por sus pies.
—Oh, no— Dijo Esme preocupada.
—Te dije que debías saltártelo — Emmett dijo emocionado—pero no me importa en realidad.
Vamos a morir, me dije llena de pánico. Sentía una gran desesperación por aquel ser precioso que yo protegía, pero incluso pensar en ello era una falta de concentración que no me podía permitir. Se aproximaron de forma fantasmal con las ropas negras agitándose ligeramente por el movimiento. Vi cómo curvaban sus manos como garras del color de los huesos. Comenzaron a dispersarse para acercarse a nosotros desde todos los ángulos. Estábamos rodeados e íbamos a morir.
—Esto no se acaba, hasta que se acaba—Emmett dijo—no dejaremos que esos bastardos ganen.
Y entonces, tras la explosión de luz de un rayo, toda la escena se transformó, aunque no había cambiado nada, porque los Vulturis aún nos amenazaban, en posición de ataque. Lo que realmente cambió fue el modo en que yo contemplaba la imagen, porque de repente sentí un deseo incontrolable de que lo hicieran, quería que cargaran. El pánico se transformó en un ansia de sangre que me hizo encorvarme, con una sonrisa en el rostro, y un rugido enredado entre mis dientes desnudos.
— ¡Esa es la actitud, hermana! — Dijo Emmett mientras sonreía.
— En realidad no suena a Bella—Murmuró Alice.
— ¡Obviamente!, ella es un vampiro ahora… sus instintos la alientan a pelear y proteger— dijo Emmett.
—Punto a su favor— dijo Jasper.
—Parece que la pelea con los Vulturis realmente pasará en este libro— Edward frunció el ceño, era un pensamiento terrible.
—Si— Emmett sonrió—pero, ¿Por qué te preocupas por eso ahora?
Edward gruñó y Carlisle decidió seguir leyendo, “febril”.
Y Edward se estremeció ante el título del capítulo. Todos lo hicieron, recordando su propia experiencia; excepto Alice.
El dolor era desconcertante.
— ¿Desconcertante? —Varios dijeron. No era la forma en que ellos le llamarían.
Exactamente eso, me sentía desconcertada. No podía entender, no le encontraba sentido a lo que estaba ocurriendo. Mi cuerpo intentaba rechazar el suplicio, y me absorbía una y otra vez una oscuridad que me evitaba segundos o incluso minutos enteros de agonía, haciendo que fuera aún más difícil mantenerse en contacto con la realidad.
—Eso no suena nada bien—dijo Emmett— Recuerdas cada segundo del dolor ardiente.
—Aunque, es antes de la transformación—dijo Carlisle calmadamente.
Intenté hacer que se separaran, el dolor y la realidad. La irrealidad era negra y en ella no me dolía tanto. La realidad era roja y me hacía sentir como si me aserraran por la mitad, me atropellara un autobús, me golpeara un boxeador, me pisotearan unos toros y me sumergieran en ácido, todo a la vez. La realidad era sentir que mi cuerpo se retorcía y enloquecía aunque yo no podía moverme, posiblemente debido al mismo dolor. La realidad era saber que había algo mucho más importante que toda esta tortura, pero ser incapaz de recordar qué era.
Edward se estremeció con cada palabra de la explicación, como si pudiera sentir su dolor.
La realidad había llegado demasiado rápido. En un momento, todo era como debía ser, rodeada por la gente que amaba, y sus sonrisas. De alguna manera era como si, aunque me resultara inverosímil, hubiera conseguido todo por lo que había luchado. Y sin embargo, sólo una pequeña cosa, insustancial, había ido mal. Observé sin ver la inclinación de la copa, que vertió la sangre oscura hasta manchar la blancura inmaculada del sofá.
—Entonces, es antes—dijo Emmett.
— ¿Por qué tuvimos que escuchar la estúpida versión del perro callejero entonces? — Rosalie siseó.
—Para saber de la imprimación— sugirió Emmett al momento que sonreía satisfecho.
Rosalie y Edward le gruñeron.
Me tambaleé hacia el desastre en un acto reflejo, aunque ya había visto las otras manos, más rápidas, pero mi cuerpo había continuado estirándose, intentando alcanzarlo... Pero dentro de mí, algo tiraba en la dirección opuesta. Desgarrándome. Quebrándome. Una agonía. La negrura se había enseñoreado de todo y me había arrastrado en una ola de tortura. No podía respirar, ya había estado a punto de ahogarme antes, pero esto era diferente, porque me ardía la garganta. Me estaba haciendo pedazos, partiéndome, cortándome...
—oh si… mucho mejor…tan descriptivo—Emmett dijo.
Más oscuridad.
Las voces, esta vez, gritaban cuando regresó el dolor.
— ¡La placenta se ha desprendido!
Algo más agudo que un cuchillo me rasgó: aquellas palabras adquiriendo sentido, algo peor que todas las otras torturas. Sabía lo que significaba la expresión «placenta desprendida». Eso quería decir que mi bebé se estaba muriendo en mi interior.
— ¡SACALO! —Le chillé a Edward, ¿por qué no lo había hecho ya?—
—Si Eddy, ¿Que estabas pensando? — Preguntó Emmett.
—Se la respuesta de eso… él quería darle morfina primero—Dijo Jasper.
— ¿Cómo lo supiste? … —Emmett rio.
—No tengo idea—Jasper rio, también.
—Idiotas—dijeron Rosalie y Alice al unísono.
—…. ¡No puede respirar! ¡Hazlo YA!
—La morfina...
¿Él quería esperar para darme analgésicos mientras se moría nuestro bebé?
—Idiota— todos los hermanos de Edward dijeron.
—No, no... ¡AHORA! —bramé casi ahogándome, incapaz de terminar la frase. La luz de la habitación se cubrió de puntos negros cuando una fría punzada de un nuevo ataque de dolor me atravesó el estómago, parecía una cuchillada helada. Todo iba mal... Luché de forma automática para proteger mi útero, mi bebé, a mi pequeño Edward Jacob…
— ¡Ja!... te dije que era Edward Jacob—Emmett rio.
…pero estaba muy débil. Me dolían los pulmones, porque ya había quemado todo el oxígeno. El dolor se desvaneció de nuevo aunque esta vez yo intenté aferrarme a él. Mi bebé, mi bebé se estaba muriendo... ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Segundos o minutos? El dolor se había ido, y me había dejado aturdida, sin sentir nada. Tampoco podía ver nada, aunque sí escuchar. Había recuperado el aire en mis pulmones otra vez, que entraba y salía en forma de gruesas burbujas raspándome la garganta.
— ¡Quédate conmigo, Bella! ¿Me oyes? ¡Aguanta! ¡Quédate, no me dejes! Haz que ese corazón tuyo siga latiendo.
¿Jacob? Jacob seguía aún aquí, intentando salvarme. Claro, me hubiera gustado decirle. Claro que haría que mi corazón siguiera latiendo. ¿Acaso no se lo había prometido a los dos?
—Es muy terca para no seguir adelante—Dijo Emmett— No sé por qué estabas preocupado.
Intenté sentir mi corazón, encontrarlo, pero me hallaba completamente perdida dentro de mi propio cuerpo. No podía percibir las cosas como antes, ya que nada parecía estar en su sitio habitual. Pestañeé y supe dónde tenía los ojos, podía ver la luz. No era lo que estaba buscando, pero era mejor que nada. Mientras mis ojos luchaban para adaptarse, Edward susurró:
—Renesmee.
¿Reméseme? ¿No era el niño pálido y perfecto de mi imaginación? Sentí un momento de pánico y después un flujo cálido.
Todos sonrieron ante eso.
Renesmee. Quería poner mis labios en movimiento, quería que las burbujas de aire se convirtieran en murmullos en mi lengua. Forcé mis manos entumecidas a alzarse.
—Déjamela... Dámela...
La luz se movió, destrozando las manos cristalinas de Edward. Las chispas estaban teñidas de púrpura por la sangre que cubría su piel. Y había aún más rojo sobre sus manos. Algo pequeño, que se debatía, lo manchaba de sangre. Rozó el cuerpecito cálido con mis débiles brazos, casi como si yo misma la sostuviera. La piel húmeda ardía, estaba tan caliente como la de Jacob.
—No... Estaba más caliente—dijo Carlisle.
—Si… es muy ardiente—Dijo Emmett entre risas.
Edward lo fulminó con la mirada.
Mis ojos se enfocaron, de pronto, todo me pareció perfectamente claro. Renesmee no lloraba, pero respiraba con rápidos y sorprendidos jadeos. Tenía los ojos abiertos, con una expresión tan sorprendida que parecía casi divertida.
Las chicas y Edward sonrieron ante eso.
Su pequeño rostro de una redondez perfecta estaba cubierto de una espesa capa de rizos ensangrentados, enmarañados y apelmazados. Sus pupilas me resultaban familiares, aunque de un sorprendente color marrón chocolate.
—Supongo que eso significa que ella no cree que sus ojos son asombrosos—Dijo Edward
Bajo toda aquella sangre, su piel parecía pálida, de un cremoso color marfil, toda menos sus mejillas, que llameaban coloradas. Aquel rostro diminuto era tan absolutamente perfecto que me dejó aturdida. Era incluso más hermosa que su padre. Algo increíble, imposible.
—Sí, tendrás problemas con ella—Emmett se rio— Desde el primer momento al parecer.
—Renes... mee —susurré—. Qué... bonita... eres.
Ese rostro tan imposible se iluminó repentinamente con una sonrisa ancha y deliberada. Detrás de sus labios como conchas rosadas había un juego completo de dientes de leche de color nieve. Inclinó la cabeza hacia delante, contra mi pecho, hurgando para acurrucarse contra el calor de mi cuerpo. Tenía la piel cálida y sedosa, pero distinta de la mía. Y entonces el dolor volvió de pronto, una sola cuchillada nueva y jadeé. Se la llevaron. Mi bebé con cara de ángel ya no estaba en ningún sitio. No podía verla ni sentirla. ¡No!, quise gritar, ¡devolvédmela!
—La verás de Nuevo—dijo Edward— Solo necesitas mejorarte antes.
— ¿Puede estar cerca de Renesmee? —Preguntó Emmett—Me refiero a que… tiene un corazón que late…”
—No lo sé—Dijo Edward, mirando a Carlisle.
—Ya veremos—dijo Carlisle— Pero teniendo en cuenta que hay siete de nosotros…. Estoy seguro de que se nos ocurrirá algo.
Pero era presa de una enorme debilidad. Sentí los brazos durante un momento como si fueran mangueras de goma vacías y después como si nada fueran. No podía percibirlos en absoluto. No podía ni sentirme a mí misma. La oscuridad se extendió sobre mis ojos con más solidez que antes hasta velármelos del todo, como una gruesa venda, firme y apretada; pero no sólo me cubría los ojos, sino todo mi ser, con un peso aplastante. Intentar apartarla era un esfuerzo agotador. Sabía que me sería mucho más fácil rendirme, dejar que la oscuridad me aplastara hacia abajo, abajo, abajo, hasta un lugar donde no hubiera dolor, ni cansancio, ni preocupación, ni miedo.
— ¡Pero…no puedes ceder! — Emmett la alentó.
Si hubiera sido únicamente por mí, no habría sido capaz de luchar durante mucho más tiempo. Era sólo una humana, con nada más que fuerzas humanas. Había intentado convivir con lo sobrenatural durante demasiado tiempo, tal y como había dicho Jacob.
—Pero lo que se necesita es fuerza de voluntad y tú tienes mucha—dijo Jasper.
Porque si hubiera escogido ponérmelo fácil, dejar que aquella nada oscura me tragara, les hubiera hecho daño. Edward, su vida y la mía estaban ahora retorcidas la una en torno a la otra hasta formar un único hilo. Si uno se cortaba, quedarían cortados los dos.
Edward se estremeció ante eso, pero no porque él no pensara que fuera cierto o que él no lo hubiera hecho eso en un segundo si ella se hubiera ido. No, él se estremeció porque ella estaba en lo correcto, y ella hubiera hecho lo mismo si él se hubiera ido.
Si él se marchaba, yo no podría sobrevivir. Si la que se iba era yo, él tampoco podría con ello. Y un mundo sin Edward parecía algo absolutamente sin sentido. Edward debía existir.
—Y tú también deberías—Edward sonrió.
….Jacob—
—Él no importa—Dijo Rosalie.
Jacob, aquel que siempre me decía adiós, una y otra vez, pero que seguía acudiendo cuando le necesitaba. Jacob, a quien había herido tantas veces que debería juzgárseme por criminal. ¿Es que iba a considerar siquiera el hacerle daño de nuevo, de la peor manera posible? Él se había quedado conmigo a pesar de todo. Y lo único que me había pedido es que yo hiciera lo mismo.
—No eres para él—murmuró Rosalie.
Pero estaba tan oscuro que ni siquiera podía ver sus rostros. Nada parecía real, y eso dificultaba mucho seguir en la brecha. Seguí empujando contra la oscuridad aunque era ya casi un acto reflejo. Ya no intentaba apartarla, sino simplemente aguantarla, para no dejar que me aplastara por completo. Yo no era el gigante Atlas y la oscuridad parecía tan pesada como la bóveda celeste. No era capaz de echármela a los hombros. Todo cuanto podía hacer era impedir que acabara conmigo por completo. Éste era un tipo de patrón que se había aplicado a toda mi vida: nunca había sido lo bastante fuerte para enfrentar las cosas que estaban fuera de mi control, como atacar a mis enemigos o superarlos. O evitar el dolor. Siempre débil y humana. La única cosa que había conseguido era mantenerme en marcha. Soportarlo todo. Sobrevivir. Hasta ahora había sido suficiente. Hoy también lo sería. Lo soportaría todo hasta que llegara la ayuda. Sabía que Edward haría todo lo posible y no se rendiría. Pues yo tampoco. Mantuve a raya la oscuridad de la inexistencia por unos centímetros. Pero no era suficiente, no bastaba con mi determinación. Conforme el tiempo avanzaba, la oscuridad ganaba por décimas y centésimas a esos cuantos centímetros míos. Necesitaba algo de donde extraer más fuerza.
—Piensa en algo—Edward la alentó.
—Sabes que estará bien— Dijo Alice— Su corazón latía en el último capítulo.
Ni siquiera podía situar el rostro de Edward ante mi vista. Ni el de Jacob, Alice, Rosalie, Charlie, Renée, Carlisle o Esme... Nada. Esto me aterrorizaba y me pregunté si no sería ya demasiado tarde.
— ¿De verdad creía que podía tirar a los demás si ella no podía tirar a Edward? Alice preguntó.
—Ella no me mencionó —Emmett hizo mala cara.
—A mí tampoco— Jasper frunció el ceño.
—Bueno, me mencionó— Rosalie sonrió. Ella nunca creyó que fuera a mencionarla.
—Debió haberse sentido agradecida por tu ayuda—Edward sonrió a su hermana. Él estaba agradecido también.
Sentí cómo me deslizaba, como si no hubiera nada a lo que pudiera agarrarme.
¡No!, tenía que sobrevivir a esto. Edward dependía de mí. Y Jacob. Charlie, Alice Rosalie, Carlisle, Renée, Esme...
—Emmett, Jasper— Emmett agregó, con mala cara aún.
….Renesmee. Y entonces, aunque no podía ver nada, repentinamente pude sentir algo. Imaginé que podía percibir de nuevo mis brazos, como unos miembros fantasmales. Y en ellos, algo pequeño, duro, y muy, muy cálido. Mi bebé. Mi pequeña pateadora.
—Ah...Renesmee le ayuda— Rosalie dijo.
— ¿Continua siendo su pequeña pateadora aunque no sea el niño que pensó que sería? —Emmett preguntó.
—Claro… Renesmee era la de las pataditas, después de todo—Dijo Esme.
—Bien—Emmett sonrió.
Lo había conseguido. Contra todo pronóstico, había sido lo suficientemente fuerte para sobrevivir a Renesmee, y quería mantenerme a su lado hasta que fuera lo bastante fuerte para vivir sin mí. Ese punto de calor en mis brazos espectrales parecía tan real. Me apreté contra él un poco más. Era justo donde debía de estar mi corazón. Sujetándome fuerte al cálido recuerdo de mi hija, supe que sería capaz de luchar contra la oscuridad tanto como fuera necesario. Aquella tibieza al lado de mi corazón se hizo cada vez más real, más y más cálida. Más caliente. Era un calor tan real que resultaba difícil creer que se trataba sólo de mi imaginación. Más caliente.
—Ok, ahora está hablando del veneno— Emmett declaró lo ya obvio.
Edward se congeló en su lugar, sabiendo lo que ella estaba a punto de pasar.
Como si estuviera sujetando el extremo equivocado de unas tenacillas para rizar el pelo, mi respuesta automática fue dejar caer aquello que me abrasaba los brazos, pero no había nada en ellos. Mis brazos no estaban acurrucados contra mi pecho. Eran cosas muertas que yacían en alguna parte a mis costados. El ardor estaba en mi interior. La sensación de quemazón aumentó, se intensificó, alcanzó el tope y volvió a incrementarse otra vez hasta que sobrepasó cuanto había sentido alguna vez en mi vida. Sentí el pulso latir detrás del fuego que arreciaba ahora en mi pecho y comprendí que había encontrado mi corazón de nuevo, justo cuando hubiera preferido no hacerlo. Porque en ese momento deseaba haber abrazado la oscuridad mientras tuve la oportunidad.
—El dolor vale la pena al final—Dijo Emmett— Solo debes superarlo.
Deseaba alzar los brazos y desgarrarme el pecho hasta abrirlo para poder arrancarme el corazón, cualquier cosa con tal de desprenderme de esa tortura, pero no sabía dónde tenía las extremidades y no era capaz de mover ni uno de mis dedos desaparecidos. James rompiéndome una pierna con su pie. Aquello no había sido nada en comparación, como un lugar mullido, como descansar en una cama de plumas. Lo habría preferido cientos de veces. Cien roturas de pierna. Las habría preferido y me habría sentido agradecida incluso. La sensación experimentada cuando el bebé me astilló las costillas y se abrió paso hacia la superficie, destrozándome por el camino, tampoco había sido nada en comparación con esto. Era como flotar en una piscina de agua fría. Lo habría preferido mil veces, oh, sí, y habría estado agradecida. El fuego despidió más calor y quise gritar, suplicar que alguien me matara antes de vivir ni un segundo más con aquel dolor, pero no podía mover los labios, porque el peso estaba aún allí, aplastándome.
— ¿Por qué no? —Preguntó Edward de repente, saliendo de su estado de shock. —Eras capaz de moverse.
—No estoy seguro—Dijo Carlisle—Pero le diste morfina… quizás sea lo que la estaba afectando.
—Bien— Dijo Edward— Pensé que le ayudaría con el dolor…
—Al menos sé que no podría haberme ayudado a mí—Dijo Emmett. Él ya se había preguntado eso, cuando Carlisle le dijo que lo había intentado antes de que se convirtiera.
—Sí, pero habría protegido nuestros oídos—Dijo Edward— Gritaste demasiado.
—Como tu no lo hiciste—Emmett lo fulminó con la mirada.
Me di cuenta de que no era la oscuridad la que me presionaba hacia abajo, sino mi cuerpo, que se había vuelto tan pesado... Me enterraba en las llamas que se abrían camino desde mi corazón, expandiéndose con un dolor imposible a través de mis hombros y mi estómago, escaldando su trayecto hasta mi garganta y lamiendo mi rostro. ¿Por qué no me podía mover? ¿Por qué no podía gritar? Esto no formaba parte de ninguna leyenda.
—No, pero tú nunca haces cosas que son parte de nuestras historias— Dijo Emmett —Tú debes salir y hacer tus propias historias.
Mi mente estaba insoportablemente lúcida, aguzada por aquel fiero dolor, y vi la respuesta casi tan pronto como pude formular la pregunta. La morfina. Parecía que hacía ya millones de muertes atrás cuando lo habíamos discutido, Edward, Carlisle y yo. Edward y Carlisle habían tenido la esperanza de que, con suficientes analgésicos, fuera posible luchar contra el dolor que producía la ponzoña. Carlisle lo había intentado con Emmett, pero el veneno había quemado la medicina, achicharrándole las venas. No había habido tiempo suficiente para que se extendiera.
Mantuve mi rostro relajado y asentí y agradecí a mis escasas estrellas de la suerte que Edward no pudiera leerme la mente.
— ¿Por qué? —Preguntó Edward. Y para responderle Carlisle sólo continuó leyendo.
Porque ya antes habían convivido la morfina y la ponzoña en mi sistema y por ello sabía la verdad. Sabía que el aturdimiento de la medicina era completamente irrelevante mientras la ponzoña ardiera en mis venas, pero por supuesto, nunca se me ocurrió mencionar siquiera este hecho, como ningún otro que le indujera a echarse atrás y no transformarme.
—Es cierto—Alice rio— Ella te conoce muy bien.
Lo que nunca imaginé fue ese posible efecto de la morfina: inmovilizarme y amordazarme. Mantenerme paralizada mientras me quemaba. Conocía todas las historias. Sabía que Carlisle se había mantenido lo más quieto posible mientras ardía para evitar que le descubrieran. Sabía que no era nada bueno gritar, como me había contado Rosalie. Y yo había esperado que quizá podría comportarme como Carlisle y que creería las palabras de Rosalie y mantendría la boca cerrada. Porque sabía que cada grito que se escapara de entre mis labios sería un tormento para Edward.
Edward suspiró y sonrió tristemente por eso.
—Es muy considerado de su parte— Dijo Esme, aunque Esme hubiese deseado que Edward no hubiera sabido que era lo que ella hacia… el ciertamente sufriría por eso.
Y ahora parecía un espantoso chiste que se hubieran cumplido mis deseos. Pero si no podía gritar, ¿cómo iba a poder pedirles que me mataran?
Emmett rio al respecto.
—No es gracioso—Alice siseó por Edward, quien estaba paralizado de nuevo.
Únicamente deseaba morir. O mejor, no haber nacido nunca. Toda mi existencia no podía compensar este dolor. No merecía la pena vivir todo esto sólo a cambio de un latido más de mi corazón. Dejadme morir, dejadme morir, dejadme morir. Y durante un espacio que parecía no acabarse nunca, esto fue todo lo que sucedió. Sólo una tortura ardiente y mis gritos insonoros, suplicando que me llegara la muerte. Nada más, ni siquiera sentía pasar el tiempo, que de este modo se hizo infinito, sin principio ni final. Un inacabable momento de dolor. El único cambio sobrevino cuando el dolor se redobló de forma repentina y casi imposible. La mitad inferior de mi cuerpo, más insensibilizada por la morfina, de pronto se prendió también en llamas. Alguna conexión rota debía de haberse curado entretejiéndose en ese momento con los dedos abrasadores del fuego.
Esme suspiró simpáticamente… ella había sentido algo similar.
Aquella quemazón infinita me abrasó con saña. Puede que pasaran segundos o días, semanas o años pero en algún momento el tiempo volvió a adquirir significado de nuevo. Ocurrieron tres cosas a la vez, que surgieron de tal modo que no tenía idea de cuál había sido la primera: el tiempo reemprendió su marcha, el peso causado por la morfina desapareció, y me sentí más fuerte. Podía sentir cómo recuperaba el control de mi cuerpo poco a poco, y esos pequeños logros fueron mis primeros indicadores del paso del tiempo. Lo supe cuando noté que era capaz de retorcer los dedos de mis pies y los de las manos, para convertirlos en puños. Lo supe, pero no hice nada.
—Vean… de carácter fuerte— Jasper sonrió—Cuesta mucho no moverse o gritar bajo ese nivel de dolor.
Aunque el incendio no disminuyó ni un solo grado. De hecho, más bien comencé a desarrollar una nueva capacidad de experimentarlo, una nueva sensibilidad para poder apreciarlo, para percibir por separado cada una de aquellas abrasadoras lenguas de fuego que lamían mis venas, pero a pesar de ello, pude pensar.
—Ah… su mente se está expandiendo— Dijo Emmett— llegando a ser como la nuestra.
—No estoy segura de que la tuya se haya 'expandido' alguna vez—Rosalie bromeo.
Recordé por qué no debía gritar. Recordé el motivo por el cual me había obligado a soportar esta agonía indescriptible. Y también recordé que había algo por lo que merecería la pena soportar semejante suplicio aunque ahora pudiera parecer casi imposible. Esto sucedió justo a tiempo, para ayudarme a resistir cuando los pesos abandonaron mi cuerpo. Nadie que me estuviera observando habría apreciado cambio alguno. Pero a mí, que luchaba por mantener los gritos a raya y aquella paliza encerrada en los límites de mi cuerpo, donde no pudiera hacer daño a nadie más, me hizo sentir como si en vez de estar atada a la estaca donde ardía, me estuviera aferrando a ella para mantenerme pegada al fuego.
—No conozco a mucha gente que haya podido hacer eso—Alice resopló.
—Sí, ella es increíble—Dijo Emmett—pero es muuuy… Bella.
—Concuerdo— Alice sonrió.
Sólo me quedaba la fuerza justa para sostenerme allí, inmóvil, mientras me achicharraba viva. El sentido del oído se aguzó más y más, y pude contar los latidos retumbantes y frenéticos de mi corazón marcando el tiempo. Pude contar también la respiración superficial que jadeaba entre los dientes. Pude contar también las sordas respiraciones regulares que procedían de alguien que estaba muy cerca, a mi lado.
—Me pregunto quién será—Emmett soltó la carcajada, mirando a Edward.
— ¿No debería esta con Renesmee? —Esme frunció el ceño.
—Podríamos llevársela—Dijo Alice— Estoy segura que a ella también le gustaría ver a 'mami'.
—Ok—Dijo Esme.
…Éstas se movían con más lentitud, de modo que me concentré en ellas para calcular el tiempo con más facilidad. Más regulares aún que el péndulo de un reloj, aquellas respiraciones me empujaron a través de los segundos achicharrantes hacia el final. Continué sintiéndome más fuerte, y mis pensamientos se aclararon. Cuando percibí nuevos ruidos, pude escuchar. Eran pasos ligeros, y el susurro del aire agitado por una puerta abierta. Los pasos se acercaron más y sentí una presión sobre la parte interior de mi muñeca. No pude percibir la frialdad de sus dedos. La quemazón había arrasado cualquier recuerdo que pudiera tener de lo que era el frescor.
— ¿Todavía no hay ningún cambio?
—Ninguno.
Sentí una ligera presión, un aliento contra mi piel abrasada.
—No queda ningún resto de olor a morfina.
—Ya lo sé.
—Bella, ¿puedes oírme?
—Parece que ella simplemente no puede ganar contigo—Emmett sacudió su cabeza.
—Sí, ahora te preocuparas porque ella no está haciendo nada—Jasper rio.
Supe, más allá de toda duda, que si destrababa los dientes perdería y comenzaría a chillar, chirriar, y retorcerme y sacudirme. Si abría los ojos, si incluso sólo torcía un dedo de una mano, cualquier cambio fuera el que fuera, sería el final de mi autocontrol.
— ¿Bella? ¿Bella, amor? ¿Puedes abrir los ojos? ¿Puedes apretarme la mano?
Una nueva presión sobre mis dedos. Se me hacía aún más duro no responder a esta voz, pero permanecí paralizada. Sabía que el dolor que se percibía en su voz no era nada comparado al que sería si él se daba cuenta, porque ahora sólo se temía que pudiera estar sufriendo.
—Si ella abriera su boca… tú sabrías que ella está sufriendo—Dijo Emmett.
—Quizá, Carlisle, quizá haya llegado demasiado tarde.
Alice giró los ojos— De ser así su corazón no seguiría latiendo.
Su voz sonaba amortiguada y se quebró al llegar a la palabra «tarde». Mi resolución flaqueó durante un segundo.
—Escucha su corazón, Edward. Late con más fuerza que el de Emmett en su momento
—Ella es más fuerte que tú, Emmett— Jasper bromeó.
—No lo es—Dijo Emmett— Solo su corazón.
—Sí... Bueno, todos podríamos habernos dado cuenta de eso, o ¿no? —Esme sonrió.
—Supongo que sí—Carlisle sonrió también.
—Aun así eso no significa que ella sea más fuerte—Dijo Emmett con mala cara.
—Oh, ella lo será—le recordó Jasper— Espero que ella recuerde retarte en combate, brazo a brazo.
—No va a apalearme—afirmó Emmett confiado.
Carlisle apenas reanudó la lectura en ese momento.
Nunca había escuchado nada tan lleno de vida. Ella va a estar perfecta. Sí, había tenido razón permaneciendo quieta. Carlisle le devolvería la seguridad en sí mismo. No necesitaba sufrir conmigo.
— ¿Y la... la columna?
—Sus heridas no eran peores que las de Esme, así que la ponzoña la curará igual que a ella.
—Pero está tan quieta. Debo haber hecho algo mal.
—Si… todo va bien... Eddy debió haber hecho algo mal—Emmett rio.
—O quizás algo bien, Edward. Hijo, has hecho lo mismo que hubiera hecho yo y más. No estoy seguro de que yo hubiera tenido la persistencia, la fe que ha sido necesaria para salvarla. Deja ya de reprocharte nada a ti mismo. Bella va a estar bien.
Se oyó un susurro quebrado.
—Debe de estar pasando un verdadero calvario.
—No lo sabemos. Ha tenido una gran cantidad de morfina en su sistema y no conocemos qué efecto habrá causado en su experiencia de la transformación.
—No... ella está en agonía—Dijo Emmett, no alegre como siempre, pero continúa con el aliento suficiente.
—Me pregunto si estás tratando de hacer sentir mejor a Edward—Jasper reflexionó.
—Espero que no esté en agonía—dijo Carlisle, sin responder realmente a pregunta.
Sentí una ligera presión en el pliegue del codo y otro susurro.
—Bella, te amo. Bella, lo siento.
Deseaba tanto poder contestarle, pero no quería hacerle sentir más dolor. No mientras me quedaran fuerzas para mantenerme inmóvil. Mientras sucedía esto, el fuego incontrolable continuó abrasándome. Pero ahora había más espacio en mi cabeza. Espacio para reflexionar sobre su conversación, para recordar lo que había ocurrido, para mirar hacia el futuro... Un espacio infinito también para sufrir.
—Si solo tu pudieras cerrar las puertas de esos cuartos de dolor—Dijo Emmett.
…Y también para preocuparme.
—Claro… no podría ser bella si no pudiera preocuparse—Jasper rio.
¿Dónde estaba mi bebé? ¿Por qué no se encontraba aquí? ¿Por qué no hablaban de ella?
—Porque, obviamente, Eddy está preocupado por ti justo ahora—Emmett soltó la carcajada.
—No, yo me voy a quedar aquí —susurró Edward, contestando a una pregunta que no se había formulado—. Ya se las apañarán como puedan.
—Una situación muy interesante —replicó Carlisle—. Y yo que pensaba que lo había visto ya todo.
—Me ocuparé de eso más tarde. Nos ocuparemos —algo presionó suavemente mi palma abrasada.
—Estoy seguro de que entre los cinco podemos evitar que esto desemboque en un derramamiento de
sangre.
Edward suspiró.
—No sé de qué lado ponerme. Me dan ganas de azotarlos a los dos. Bueno, más tarde.

—Pienso que ellos hablan del cachorrito y de ti, bebé—Emmett continuó riendo.
—Probablemente peleando por Renesmee—agregó Jasper y eso causó que Rosalie les siseara.
—Me pregunto qué pensará Bella de esto... de qué lado se pondrá —musitó Carlisle.
—Es una buena pregunta—Dijo Emmett— ¿Qué haría bella cuando se enterara de la imprimación?”.
—Esa es una difícil—Jasper dijo pensativo.
—Apuesto que matará al cachorrito—Emmett se rio—Bueno, al menos lo mutila.
—De acuerdo— Dijo Jasper —creo que apostaré contigo.
Emmett sonrió—Estoy seguro de que va a sorprenderme. Siempre lo hace.
—Sí, ella ciertamente lo hace—Edward sonrió.
Los pasos de Carlisle se alejaron de nuevo y me sentí frustrada de que no se hubiera explicado más. ¿Acaso estaban hablando de forma tan misteriosa sólo para molestarme?
—Yo a menudo me pregunto eso—Emmett se rio entre dientes.
Volví a contar las respiraciones de Edward para marcar el paso del tiempo.
Diez mil novecientas cuarenta y tres respiraciones más tarde, unos pasos que sonaban distintos se deslizaron con un susurro en la habitación. Más ligeros. Más... rítmicos.
—Alice—todos dijeron.
Era extraño que pudiera distinguir aquellas sutiles diferencias entre pasos que nunca había sido capaz
de escuchar en toda mi vida.
— ¿Cuánto tiempo más queda? —preguntó Edward.
—No debe de ser mucho ya —le contestó Alice—. ¿Ves cómo se le aclara la piel? La veo mucho
mejor —suspiró.
— ¿Todavía sientes un poco de amargura?
—Eso no ayuda—Alice murmuró.
—Sí, y gracias por recordármelo —gruñó ella—. Tú también deberías sentirte humillado, si te dieras cuenta de que estás maniatado por tu propia naturaleza. Veo mejor a los vampiros, porque yo soy una, también veo bien a los humanos, porque fui una. Pero no puedo con esas razas mestizas porque no son nada que yo haya experimentado. ¡Bah!
—Eso tiene sentido—dijo Carlisle, y Alice hizo una cara al respecto…. Respecto al párrafo anterior.
—Céntrate, Alice.
—Eres la que le pregunto que si estaba amargada—dijo Emmett—si no quieres que te responda no deberías preguntarle.
—Vale. Bella se ve ahora casi bien.
Se hizo un largo silencio y después Edward suspiró. Era un sonido nuevo, más feliz.
—Parece verdad que ella va a recuperarse —dijo tras respirar hondo.
Edward sonrió por eso.
—Sabía que lo haría, desde hace tiempo—Alice volteó los ojos.
—Pero ahora lo he dicho—Edward se encogió de hombros.
—Claro que sí.
—No eras tan optimista hace dos días.
—No podía ver bien hace dos días. Pero ahora que ella está libre de todos los puntos ciegos se distingue muy bien.
—Dos días” dijo Carlisle—eso fue muy rápido.
—Sí, un disparo de veneno al corazón debe trabajar de maravilla—Emmett rio entre dientes.
— ¿Podrías concentrarte un poco por mí? Sobre el tiempo... Dame una estimación.
Alice suspiró.
—Qué impaciente. Vale. Dame un segundo...
Una respiración silenciosa.
—Gracias, Alice —su voz sonó más alegre.
Emmett comenzó a reír.
¿Cuánto tiempo quedaba? ¿Es que no podían decirlo en voz alta para que pudiera enterarme?
Y ahora reía fuertemente.
¿Es que era eso demasiado pedir? ¿Cuántos segundos más seguiría ardiendo? ¿Diez mil? ¿Veinte? ¿Otro día más, ochenta y seis mil cuatrocientos? ¿Más aún?
—Se va a convertir en una belleza deslumbrante.
Edward gruñó quedamente.
—Siempre lo ha sido.
Alice resopló.
—Ya sabes lo que quiero decir. Mírala.
Edward no contestó, pero las palabras de Alice me concedieron la esperanza de que quizá no tuviera el aspecto de un ladrillo de carbón al que creía parecerme.
Edward giro los ojos y Emmett se rio de eso.
A estas alturas yo no debería ser más que una pila de huesos socarrados. Cada célula de mi cuerpo se había visto reducida a cenizas. Escuché el aire agitarse debido a la marcha de Alice. Distinguí claramente el siseo de la tela cuando se movió, al rozarse. Oía también con nitidez el silencioso zumbido de la luz que colgaba del techo. Escuché la ligera brisa que soplaba en el exterior de la casa. Podía percibirlo todo. En el piso inferior alguien estaba viendo un partido de béisbol. Los Marineros ganaban por dos carreras.
—Es mi turno —oí que le decía Rosalie con voz brusca a alguien y recibió un bajo gruñido en
respuesta.
—Oye, tú —advirtió Emmett.
Alguien siseó.
—Emmett siendo pacifico una vez más—Dijo Jasper sacudiendo su cabeza—el mundo se ha vuelto loco.
Escuché a ver si podía distinguir algo más, pero no se percibía nada más que el partido. El béisbol no era lo suficientemente interesante para distraerme del dolor,
—Nada te distrae del dolor—Edward dijo miserablemente.
…así que volví a quedarme pendiente de las respiraciones de Edward, contando los segundos. El dolor cambió veintiún mil novecientos diecisiete segundos y medio más tarde. Mirando el lado bueno de las cosas, pareció disminuir en las puntas de los dedos de los pies y de las manos. Lentamente, pero al menos suponía una novedad. A lo mejor es que esto era lo que tenía que ocurrir, que el dolor estuviera ya desvaneciéndose... Pero después llegaron las malas noticias. El fuego de mi garganta tampoco era igual que antes, porque ahora también me hacía estar muerta de sed y seca como un hueso. Tan sedienta. .. Ardiendo por culpa del fuego y también ahora por la sed...
—Ahora que lo menciona, estoy algo sedienta—dijo Alice
—Debiste haber ido a cazar con el resto entonces—Emmett bromeó.
—Tengo cosas más importantes que hacer—Alice se encogió de hombros.
Y otra mala noticia: el fuego de mi corazón ardió con más virulencia. Pero ¿cómo era eso posible? Los latidos de mi corazón, ya demasiado rápidos, incrementaron el ritmo: el fuego los impulsaba a una marcha casi frenética.
—Carlisle —llamó Edward.
Su voz sonaba baja, pero muy clara. Supe que Carlisle podría oírla y que estaría en la casa o en sus inmediaciones. El fuego se retiró de las palmas de mis manos, dejándolas dichosamente libres de dolor y frescas, pero se instaló en mi corazón, que ardía con tanta fuerza como el sol y latía a una furiosa y nueva velocidad. Carlisle entró en la habitación con Alice a su lado. Sus pasos sonaban tan distintos, que incluso podía decir que el que iba a la derecha era Carlisle, y un paso por delante de Alice.
—Escuchad —les indicó Edward.
El sonido más fuerte que se oía en la habitación era el de mi corazón desenfrenado, que latía al ritmo del fuego.
—Ah —dijo Carlisle—, ya casi ha terminado.
El alivio que sentí ante sus palabras fue superado por el dolor insoportable de mi corazón. Tenía las muñecas libres, y también los tobillos. El fuego se había extinguido allí por completo.
—Muy pronto —convino Alice con impaciencia—. Traeré a los otros. ¿Debo hacer que Rosalie...?
—Sí... Es preferible que mantenga al bebé alejado.
¿Qué? No. ¡No! ¿Qué querían decir con eso de mantener al bebé apartado? ¿En qué estaban pensando?
—Qué serías un peligro para el bebé—dijo Edward tristemente.
Se me retorcieron los dedos, porque la irritación irrumpió a través de mi fachada perfecta. La habitación quedó en completo silencio mientras todos dejaban de respirar un segundo en respuesta
—Está viva—Gritó Emmett dramáticamente.
—Idiota—Rosalie siseó.
—Se cualquier manera, es más asertivo si dices que 'no está muerta’—Jasper señaló.
—Es solo que así no suena igual de bien—Emmett se encogió de hombros.
Una mano apretó mis dedos díscolos.
— ¿Bella? ¿Bella, amor?
¿Podría contestarle sin gritar? Lo consideré durante un momento y entonces el fuego rasgó mi pecho inundándolo de más calor, extrayéndolo de mis codos y mis rodillas. Mejor no intentarlo siquiera.
—Haré que suban ya —dijo Alice, con un punto de urgencia en su tono y escuché el siseo del aire cuando se precipitó afuera. Y entonces..., ¡oh! Mi corazón despegó batiendo como las palas de un helicóptero, con el sonido de una sola nota sostenida; parecía que se abriría camino a través de mis costillas. El incendio llameó en el centro de mí pecho, absorbiendo los restos de llamas del resto de mi cuerpo para alimentar el más abrasador de los rescoldos. El suplicio fue lo bastante intenso como para aturdirme y romper el fuerte asidero de la estaca. La espalda se me arqueó, doblándome como si el fuego me estuviera alzando desde el corazón. No dejé que ninguna otra parte de mi cuerpo rompiera filas hasta que mi torso se derrumbó contra la mesa. Se inició una batalla en mi interior: mi corazón que se aceleraba contra el fuego que lo atacaba y ambos iban perdiendo. El fuego fue domado, habiendo consumido ya todo lo que era combustible y mi corazón galopaba hacia su último latido.
Edward frunció el ceño, no le gustaba como sonaba eso, aunque sabía lo que vendría.
El fuego se encogió, concentrándose en aquel órgano que era lo último humano que quedaba en mí, con una oleada final insoportable. Esa llamarada fue contestada por un profundo golpe sordo, que sonó como a hueco. Mi corazón tartamudeó un par de veces y después latió sólo una vez más. Y ya no hubo ningún otro sonido. Ni una respiración, ni siquiera la mía. Durante un momento, lo único que pude comprender fue la ausencia de dolor. Y entonces abrí los ojos y miré maravillada hacia arriba.
—Eso es todo—dijo Carlisle y le pasó el libro a Rosalie.

sábado, 31 de octubre de 2015

CAPITULO 18. ESTO NO TIENE NOMBRE

18. Esto no tiene nombre
TRADUCCIÓN: ALEJANDRA MORALES RUEDA.
“No hay palabras para esto”. Leyó Jasper.
Rosalie sostuvo en brazos el cuerpo de Bella. Ésta chorreaba sangre y se estremecía, presa de sacudidas tan bruscas que daba la impresión de estar siendo electrocutada. Tenía cara de ida, pues había perdido la conciencia. Era la furibunda agitación del usurpador que llevaba en su vientre la que zarandeaba el cuerpo inerte.
-"Esto no está bien, esto no está bien", Edward gimió, enseguida observó a Carlisle. "¿Por qué demonios te fuiste?"
-"Lo siento", Carlisle suspiró, compartiendo el pensamiento de Edward “esto no es bueno”. -"Pero estoy seguro que puedes lidiar con eso, el añadió en su firme y convincente voz."
Los dos hermanos Cullen se quedaron helados durante una milésima de segundo, y luego entraron en acción como torbellinos. Rosalie aseguró el cuerpo de la embarazada entre sus brazos y, gritando tan deprisa que resultaba imposible entender cada palabra por separado, ella y su hermano subieron disparados las escaleras hasta llegar al segundo piso. Salí a la carrera detrás de ellos.
— ¡Morfina! —le gritó Edward a Rosalie.
—Ponte al habla con Carlisle, Alice —chilló la Barbie.
Los seguí hasta la biblioteca, cuyo espacio central se parecía un montón al área de emergencia de un hospital. Las luces de un blanco cegador iluminaban a la parturienta, tendida encima de una mesa; bajo los focos, la piel le brillaba de un modo fantasmagórico. La pobre se agitaba como un pez en la arena. Rosalie la fijó a la mesa y de un brusco tirón le rasgó la ropa mientras Edward le inyectaba algo con una jeringuilla. ¿Cuántas veces me la había imaginado desnuda? Yo qué sé.
Edward silbó por eso, no solamente por la declaración, sino también porque no era el momento para pensar en ello. Ahora, no podía mirarla, pues temía no ser capaz de sacarme esas imágenes de la sesera.
"Ayudanos, imbecil” Rosalie sibó, ellos necesitaban a Carlisle “más cerca” para asegurarse que pudiera saber lo que estaba pasando, y así pudiera ser de ayuda.
¿Qué ocurre, Edward?, masculló Carlisle.
— ¡El feto se está asfixiando!
— ¡La placenta se ha desprendido!
Bella recuperó el sentido en algún momento de ese proceso y reaccionó a esas palabras con un chillido que me perforó los tímpanos.
— ¡SÁCALO! —bramó—. ¡No puede respirar! ¡Hazlo YA!
Mientras hablaba a grito pelado, vi estallar las venas oculares que, ya rotas, se extendieron como arañas rojas por el blanco de los ojos.
—La morfina... —gruñó Edward.
"No te preocupes por eso… debes sacar al bebé ahora” Gritó Rosalie.
“Es más importante”, dijo Esme; El dolor físico no es nada en comparación de otros tipos de dolor.
—No, no... ¡AHORA!
Otro borbotón de sangre sofocó los alaridos de la parturienta. Su esposo le alzó la cabeza mientras le limpiaba la boca a la desesperada con el fin de que ella pudiera respirar de nuevo. Alice entró en la habitación como una flecha y colocó un pequeño auricular azul bajo el pelo de Rosalie. Luego reculó un paso, con esos ojos dorados suyos abiertos hasta la desmesura, ardientes y ávidos de sangre. Rosalie siseaba al teléfono como una posesa. La piel de Bella parecía más purpúrea y amoratada que blanca bajo el chorro de luz de los focos, y líquidos de un rojo intenso fluían debajo de la epidermis del abultado vientre. Rosalie apareció con un escalpelo en la mano.
-"Pensé que necesitarías nuestros dientes", comentó Emmett con tono preocupado.
—Espera a que le haga efecto la morfina —le pidió Edward a voz en grito.
—No hay tiempo —le replicó Rosalie—. El bebé se muere.
—Ella está en lo correcto Edward, cada segundo es crítico… crítico para ambos— Dijo Carlisle.
Bajó la mano hasta situarla sobre el estómago de Bella y con la lanceta practicó en la piel una incisión, por donde brotó un chorro de sangre negruzca. Era como si alguien hubiera volcado un cubo lleno hasta los bordes o hubiera abierto un grifo. Bella se retorció, pero no gritó, pues seguía sin poder respirar. Entonces, a Rosalie se le fue la pelota y le cambió la expresión del semblante mientras echaba hacia atrás los labios para dejar vía libre a los colmillos. Los ojos le relumbraron de pura sed.
—Maldición, se dijo a sí misma.
—No dejaré que los dañes, dijeron Edward y Alice al unísono.
—Espera…. No es momento para ser débiles— dijo Rosalie regañándose a sí misma— pero no tan malo como hace un momento.
— ¡No, Rose! —chilló Edward.
Él no podía hacer nada: tenía los brazos ocupados en mantener a su esposa incorporada para que pudiera respirar. Me lancé contra Rosalie de un brinco, sin molestarme en entrar en fase.
—"Así que, él está dispuesto a pelear contigo"— Emmett dijo, haciendo que su voz sonara alegre, tratando de romper la tensión del cuarto.
El escalpelo se me hundió bien hondo en el brazo izquierdo cuando le caí encima y choqué contra su cuerpo de piedra, empujándola hacia la puerta. Le puse la mano derecha en el careto, bloqueándole los dientes y tapándole las napias.
—"Eso no va a dañarla", Dijo Emmett.
—"Pero podría hacer que pare de sonreír"— Dijo Jasper— "es un buen movimiento."
—Tienen que sacarme de aquí— agregó Rosalie.
Aproveché la presa de mi mano en torno a sus morros para darle la vuelta al cuerpo de la rubia y poderle patear a gusto las tripas; pero, caray, las tenía tan duras que era como dar puntapiés al hormigón. Acabó golpeando el marco de la puerta, uno de cuyos lados se dobló. El pinganillo del móvil reventó en tropecientos mil cachitos. Alice apareció en ese momento y la aferró por el pescuezo para arrastrarla hacia el vestíbulo. Algo sí tuve que reconocerle a la Barbie. No se empleó a fondo en la pelea. Quería que ganásemos
—"Obviamente", dijo Rosalie con cierto Alivio en su voz, pero continuaba preocupada.
Por eso me dejó que la zarandease de esa manera, para que salváramos a Bella: bueno, mejor dicho, para que salvásemos a la cosa.
—Para salvarlos a ambos, masculló ella.
Extraje la hoja de un tirón.
— ¡Sácala de aquí, Alice! —Gritó Edward—. Entrégasela a Jasper y mantenla fuera... ¡Jacob! ¡Te necesito!
No vi cómo Alice terminaba el trabajo, pues me di la vuelta para regresar junto a la mesa de operaciones, donde Bella se estaba poniendo azul y nos miraba con ojos redondos como platos.
—"No"— Edward gimió.
— ¡Masaje cardíaco! —me refunfuñó Edward, con tono urgente y perentorio. —¡Va!
Estudié las facciones del vampiro en busca de algún indicio de que fuera a darle un ataque como a Rosalie, pero no había en él más que una determinación feroz.
Carlisle sonrió, sonrió fugazmente por eso. Su hijo había aprendido a la clave para controlar su monstruo interior completamente.
— ¡Haz que siga respirando! He de sacar al bebé antes de...
Dentro del cuerpo de la agonizante se oyó otro chasquido, de esos que suenan cuando se produce un buen destrozo. Pero fue más estruendoso que los anteriores, tanto que Edward y yo nos quedamos como dos pasmarotes a la espera de que ella reaccionara y soltara un alarido. Nada. Antes había flexionado las piernas como reacción ante el dolor, pero ahora estaba despatarrada de un modo muy poco natural, y las extremidades descansaban flácidas sobre la mesa de operaciones.
— ¡Su columna vertebral! —exclamó con voz ahogada. 
-"¡No!"— Edward gritó desesperadamente.
-"Ella estará bien, hijo"— Dijo Carlisle— apoyando una mano tranquilizadora en su hombro, aunque la que Jasper tenía sobre él probablemente estaba funcionando mejor para eso.
— ¡Sácaselo, ahora ya no va a sentir nada! —le refunfuñé al tiempo que le lanzaba el escalpelo. Me incliné sobre Bella para estudiar sus vías respiratorias sin apreciar obstrucción alguna. Le tapé la nariz con los dedos, le abrí bien la boca y la cubrí con la mía antes de soplar con fuerza para insuflarle aire a sus pulmones. Su cuerpo se agitó; así supe que no había obstrucción alguna en la garganta. Sus labios sabían a sangre.
—"Es Bueno que él este aquí"— Dijo Carlisle.
Percibí el latido desacompasado de su corazón. Aguanta, Bella, le pedí con fiereza mientras le
insuflaba otro soplo de aire a su cuerpo. Lo prometiste. Que tu corazón no se detenga.
Escuché un chapoteo delator, el del escalpelo al deslizarse por el vientre, y el goteo incesante de la sangre sobre el suelo. El siguiente sonido me estremeció por lo inesperado y aterrador del mismo. Sonaba igual que cuando se abría una grieta en una superficie metálica. Al oírlo, mi memoria voló atrás en el tiempo, a la pelea mantenida meses con los neófitos; su carne chasqueaba del mismo modo cuando los desgarrabas. Me aventuré a lanzar una miradita. Vi el rostro de Edward pegado al bulto. Los dientes de vampiro eran un remedio infalible para destrozar la piel de vampiro. Me estremecí cuando insuflé más aire a la parturienta. Ella reaccionó tosiéndome a la cara. Parpadeó y movió los ojos sin ver nada.
— ¡Quédate conmigo, Bella! —le grité—. ¿Me oyes? ¡Aguanta! ¡Quédate, no me dejes! Haz que ese corazón tuyo siga latiendo.
Sus ojos se movieron, buscándome o buscándole, pero sin ver nada. Pese a todo, yo sí le devolví la mirada y la mantuve allí, clavada en sus ojos. En ese momento, de pronto, su cuerpo debajo de mis brazos se quedó quieto; la respiración había retomado una cadencia más o menos normal y el corazón le seguía latiendo.
Entonces comprendí el significado de aquella calma. Había terminado, el zarandeo interior había acabado. La criatura debía de estar fuera. Y así era.
—"Bien", Rosalie sonrió. Pero Edward continuaba preocupado… ellos apenas estaban a la “mitad del camino”.
—Renesmee —susurró Edward.
—"Es una niña"— dijo Edward, aun dentro de su preocupación — la de ambos ahora— ella no podía ayudar pero sonrió ante eso.
—"Apuesto a que es adorable"— Dijo Rosalie.
—"No puedo esperar por verla"— alardeó Alice.
—"Felicidades hermano"— Sonrió Jasper.
—"Sí, apuesto a que ella te tendrá pendiendo de su pequeño dedo en cualquier momento"— Emmett río.
—"Apuesto que ella nos tendrá pendiendo de su pequeño dedo"—lo corrigió Carlisle— "Estoy tan orgulloso de ti, hijo."
Bella se había colado. No era el niño con el que había fantaseado, lo cual no me sorprendía lo más mínimo. ¿En qué no se había equivocado la pobre?
—"Ella está en lo correcto en varias cosas, en realidad"— Dijo Alice, al momento en que volteó los ojos—"… sobre el nacimiento seguro del bebé."
No dejé de mirar aquellos ojos salpicados de puntos rojos, aunque noté cómo levantaba débilmente las manos.
—Déjamela... —pidió con voz rasposa—. Dámela.
Debería haber sabido que él iba a concederle cualquier petición, sin importar lo estúpida que fuera, pero ni en sueños habría pensado que le iba a prestar oídos en ese momento. No pensé en detenerle sólo por ese motivo.
—" ¿Qué hay de malo que ella sostenga a la bebé?" — Esme frunció el ceño.
Algo tibio me rozó el brazo, lo cual debería haber llamado mi atención, pues no parecía haber nada capaz de calentarme.
—"Hm...", Carlisle meritó sobre las nuevas noticias sobre el be…Renesmee.
No aparté la mirada del rostro de Bella. Ella parpadeó y al final mantuvo la mirada fija, viendo algo. Entonó un extraño y débil canturreo.
—Renes... mee. Qué... bonita... eres.
Entonces, jadeó, jadeó de dolor. Cuando quise mirar, ya era demasiado tarde. Edward había tomado a la cosa caliente y ensangrentada de los débiles brazos de Bella. Recorrí con la mirada la piel de Bella, bañada en sangre: la de su propio vómito, la de la criatura, que había salido embadurnada, y la procedente de dos puntitos situados encima del pecho derecho; parecían mordiscos con forma de medialuna.
—"Ok... tal vez que sostenga a la bebe no sea la mejor idea"— Emmett sonrió.
—"No, Renesmee" —murmuró Edward con un tono de voz que sonaba como si estuviera enseñando modales al monstruito.
—"Ella no es un monstruo", comentó Rosalie— "Y de antemano sabemos que ella tiene la capacidad de aprender."
No malgasté una mirada en ninguno de los dos. Sólo observaba a la madre cuando se le quedó la mirada extraviada y el corazón, tras una última sístole sin apenas fuerza, falló y se sumió en el silencio. El corazón de Bella debió de detenerse menos de medio latido, pues enseguida me puse a hacerle un masaje cardíaco. 
Edward se tensó.
—"Ella necesita el veneno justo ahora"— Carlisle murmuró.
Fui llevando la cuenta de cabeza, intentando mantener constante el ritmo de compresión y relajación.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Lo dejé durante un segundo y le practiqué otra insuflación boca a boca. Fui incapaz de ver nada más, pues tenía la mirada borrosa por culpa de las lágrimas, pero estaba muy al loro de los sonidos de la habitación: el gorgoteo de su corazón bajo mis compresiones, el latido de mi propio corazón y otro más, vibrante, ligero, rápido, que fui incapaz de situar.
—"¿Es ese el latido de "Renesmee?" —Preguntó Carlisle.
— "¿Tiene latido?" — Jadeo Edward, pero su mente se concentraba más en el bienestar de bella por ahora.
Me obligué a introducir más aire en la garganta de Bella.
— ¿A qué estás esperando? —le grité mientras, ya sin aliento, reanudaba el masaje cardíaco.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
—Vigila a la niña —oí decir a Edward con tono apremiante.
—Tírala por la ventana.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Alguien se unió a la conversación y dijo con boca pequeña:
—Dádmela a mí.
Edward y yo le gruñimos al mismo tiempo.
—"Parece que estas de vuelta, bebé". Emmett intentó sonreír.
—No hay tiempo que perder… dale a la bebe. Dijo Alice.
—Me he serenado —prometió Rosalie—. Dame a la niña, Edward. Me encargaré de ella hasta que Bella...
Le hice el boca a boca a la madre mientras los hermanos se pasaban a la hija. El aleteo del corazón se fue apagando: tump, tump, tump.
—Quita de ahí esas zarpas, Jacob.
Levanté la vista de los ojos en blanco de Bella sin dejar de masajear su corazón y me encontré a Edward sosteniendo una jeringuilla enorme, toda de plata, como si estuviera hecha de metal.
—"Otra jeringa… ¿Que estás haciendo?" — Preguntó Emmett.
De cualquier manera, Carlisle estaba mirando a Edward, su expresión denotaba impresión y orgullo al mismo tiempo.
— ¿Qué es eso?
Su mano de hierro apartó las mías. Se produjo un ligero chasquido cuando el manotazo me partió el meñique. Acto seguido, hundió la aguja en el corazón.
—Mi ponzoña —respondió mientras impulsaba hacia abajo el émbolo de la jeringa.
-"¡De ninguna manera!" — Emmett gritó y todos se quedaron mirando perplejos. "¿Es eso posible?"
—"Parece que sí", sonrió Carlisle— "Muy ingenioso".
Escuche la sacudida de su corazón, como si él lo hubiese utilizado paletas de resucitación.
—Sigue con el masaje —ordenó con voz helada y hueca. Hablaba con fiereza y de forma impersonal, como si fuera una máquina. Ignoré el dolor del dedo roto y continué masajeándole el corazón. Resultaba cada vez más difícil, como si el plasma sanguíneo se le parara en las venas, se le congelara y se espesara. Observé el comportamiento de Edward mientras yo me afanaba en que esa sangre, ahora viscosa, siguiera circulándole por las arterias.
Parecía estar besándola. Le rozó con los labios la garganta, las muñecas y el pliegue interior del codo. Escuché una y otra vez las obscenas perforaciones de los colmillos en la piel de Bella. Su marido estaba inoculándole veneno en el cuerpo por el mayor número posible de puntos.
—Si… eso también debería ayudar— comentó Carlisle, viendo nuevamente con orgullo a su hijo.
Acerté a ver cómo le lamía los cortes sangrantes. Antes de que me dieran arcadas o me cabreara, comprendí su propósito: sellar las heridas con saliva a fin de impedir la salida de la sangre o la ponzoña. Le practiqué el boca a boca, pero ya no había vida en ese cuerpo. El pecho reaccionaba subiendo tras cada insuflación. Seguí con el masaje mientras él trabajaba como un maníaco sobre ella en su desesperado intento de traerla de vuelta. Ni con toda la ayuda...
—"Por un demonio cierra la boca… ella estará bien". Edward siseo.
Allí no había nadie más, sólo él y yo.
Nos afanábamos encima de un cadáver.
No quedaba más de la chica que ambos habíamos amado, salvo esos restos quebrantados, ensangrentados y desfigurados. No íbamos a lograr traerla a la vida otra vez. Supe que era demasiado tarde y que había expirado cuando tomé conciencia de que la atracción había desaparecido. No encontré razón para seguir junto al cuerpo ahora que ella ya no lo habitaba, pues esa carne ya no podía atraerme. La disparatada necesidad de estar cerca de Bella había desaparecido, no sentía ninguna razón para estar al lado de ella.
-"Ella no estaba aquí más". Edward perdió el aliento.
—"Wow" —dijo Jasper, su mano continuaba en el hombre de Edward y el percibía una fuerte oleada de lo que Edward iba sintiendo como resultado de dicha expresión. El alivio era lo más confuso de la situación, Bella continuaba en peligro… pero cuando el sintió la rabia, la tristeza y la ansiedad comprendió mejor porque Edward prefería pensar de aquella manera.
-"Maldición"— Rosalie siseo, pareciendo haber llegado a la misma conclusión que sus hermanos.
—Bella estará bien, pensó Alice para si misma.
Tal vez desaparecido no era la palabra exacta. El tirón, la atracción, se había desplazado, pero ahora me empujaba en la dirección opuesta. 
Todos los sentimientos de Edward se intensificaban cada vez más en ese lugar, afortunadamente Jasper había apartado su mano justo antes de eso.
Me instaba a bajar las escaleras y salir por la puerta. Sentí el anhelo de marchar de allí para siempre jamás, para no volver…
—Vete, pues —me espetó Edward.
Volvió a apartarme las manos de un golpe para sustituirme. Genial. Ahora tenía rotos tres dedos. Los estiré con una cierta torpeza sin importarme las punzadas de dolor. El vampiro masajeaba su corazón parado más deprisa que yo. 
—No está muerta —gruñó—. Se va a recobrar. No estaba muy seguro de que me estuviera hablando a mí.
—Oh... creo que estoy hablándote— Edward gruñó, aun cuando él estaba preocupado por la seguridad de bella, comprendía lo que significaba para Jacob seguir ahí, incluso si no lo hacía odiaría a Jacob por haberse rendido de tal forma.
Me di la vuelta y me marché por la puerta con paso lento, muy lento, pues no era capaz de arrastrar los pies más deprisa. Entonces, ése era el océano de dolor y ésta, la orilla al otro lado de las aguas agitadas, tan lejana que no había sido capaz de ver ni de imaginar. Me sentí vacío ahora que había perdido todo objetivo en la vida. Salvar a Bella había sido mi cometido durante mucho tiempo y ya no podía ser salvada. Ella se había inmolado de forma voluntaria para que esa bestezuela la rasgara en dos. Había perdido la batalla y la guerra había acabado.
Durante el descenso de la escalera, sufría una tiritona cada vez que oía el sonido procedente de detrás, el de un corazón quieto al que se le quería obligar a funcionar a golpes. Qué no habría dado yo por poder verter lejía en mi cerebro hasta consumir todas las neuronas y quemar con ellas los minutos finales de Bella. Daría por buenas las lesiones cerebrales si conseguía librarme de esos recuerdos: los gritos, las hemorragias, los crujidos y los chasqueos mientras el monstruo recién nacido la desgarraba desde dentro para salir al exterior. 
Ninguno de los vampiros en la habitación gustaron de esos pensamientos, sin embargo, Rosalie no parecía percatarse de ellos.
Mi deseo habría sido salir pitando, bajar los escalones de diez en diez y cruzar el umbral de esa casa como una bala, pero los pies me pesaban como si fueran de plomo y nunca había estado tan hecho polvo. Bajé la escalera arrastrando los pies, como un viejo tullido. Me tomé un respiro en el último escalón, haciendo acopio de las últimas fuerzas para atravesar la puerta. Rosalie estaba de espaldas a mí, sentada en la esquina limpia del sofá blanco. Sostenía en brazos a la criatura, envuelta en una manta, al tiempo que la arrullaba y le hacía cucamonas. Debía de haber oído cómo me paraba al pie de la escalera, pero optó por ignorarme, entregada a los gozos de una maternidad robada. Tal vez fuera feliz ahora que tenía lo que quería y Bella jamás iba a acudir para quitarle a la niña. Me pregunté si no sería eso lo que había estado esperando esa arpía rubia durante todo este tiempo.
—"Nunca"— Rosalie logró decir, incapaz de desconcentrarse del todo, sin importar cuanto lo hubiese intentado.
 Sostenía algo oscuro en las manos además de la pequeña asesina, que profería unos sorbos ávidos. Olisqueé el olor dulzón de sangre en el ambiente. Sangre humana. Rosalie la estaba alimentando. El engendro ese deseaba sangre, ¿con qué otra cosa puede alimentarse a un monstruo capaz de mutilar brutalmente a su madre? Era como si estuviera bebiendo sangre de Bella. Tal vez incluso lo era.
— "¿Cómo podría estar bebiendo sangre de bella?" — Emmett preguntó— "Me refiero, a que ella lo hacía cuando estaba dentro de Bella pero, ¿Cómo podría estarlo haciendo ahora? No es como que encontremos la sangre de bella en la tienda."
Me volvieron las fuerzas cuando oí las succiones de la pequeña ejecutora mientras se alimentaba. Una oleada de fuerza, odio y calor, un calor rojo, cruzó mi mente, quemándolo todo y sin borrar ni un recuerdo. Las imágenes de la sesera seguían, calentándose al fuego vivo de aquel infierno, pero sin consumirse. Los temblores me hicieron estremecer de la cabeza a los pies, y no hice esfuerzo alguno para detenerlos.
—Él va a atacar— siseó Rosalie.
—No— Dijo Edward fríamente, habría sido mejor si pudiera hacerlo.
Rosalie seguía ensimismada con el engendro ese, y sin prestarme atención. No iba a ser lo bastante rápida como para detenerme con lo distraída que estaba. Sam tenía razón. Esa cosa era una abominación, su existencia….
Todos se encontraban deslumbrados por el libro ahora, era claro que Renesme no era una cosa.
…un hecho antinatural. Era un demonio maligno y desalmado, un ser sin derecho a existir. Algo que debía ser destruido. Después de todo, parecía que esa pulsión, esa atracción, no me había conducido hasta la puerta, pues ahora podía sentirla en mi interior, animándome, empujándome a avanzar. Me compelía a acabar con aquello y depurar el mundo de aquella aberración.
—Idiota— dijo Edward mientras cerraba sus ojos miserablemente.
—"Y él dice que Bella es la que está mal todo el tiempo"— gruñó Alice— ¿Cómo es que no puede ver lo que realmente pasa?
La Barbie intentaría matarme cuando la cosa hubiera muerto y yo me defendería. No estaba muy seguro de que tuviera tiempo de aniquilarla antes de que los demás acudieran en su ayuda. Tal vez sí, tal vez no. Me traía al pairo. En cualquier caso, me daba igual si los lobos me vengaban o si consideraban la reacción de los Cullen como una reacción justificada. Ahora, todo daba igual. Sólo me importaba mi propia justicia. Mi venganza. No iba a dejar vivir ni un minuto más a la responsable de la desaparición de Bella. Ella me habría odiado por eso, es más, habría querido matarme personalmente si hubiera sobrevivido. No me afectaba. Ella me había hecho mucho daño al dejarse degollar como un animal, ¿y acaso le había importado? Así que, ¿por qué iba a tener en cuenta ahora sus sentimientos? Y luego estaba Edward, demasiado ocupado en ese momento para leerme la mente mientras se ofuscaba como un loco y se negaba a aceptar esa muerte, intentando revivir a un cadáver…
De Nuevo, Edward no pensó que ese fuera el caso… él podía pensar en demasiadas cosas a la vez. Aun cuando su mayor concentración se encontraba en Bella, él estaba seguro que algo de esto, de sus habilidades, estaban en Renesmee también. Él sabía que ya amaba a su hija- la amaba desde el primer pensamiento que él escuchó de ella. Incluso ahora, su mente empezó a pensar que el estaría agradecido que al fin escucharía sus pensamientos, al momento que pensaba en el problema de Jacob. La única razón por la que no había actuado al respecto era porque él ya sabía cómo terminaría todo eso.
No iba a tener ocasión de cumplir mi promesa de matarle, tal y como pintaba la cosa, a menos que me las arreglase para ganar una lucha contra Rosalie, Jasper y Alice, tres contra uno, y ni yo apostaría a mi favor. Pero, en realidad, no le hubiera matado aunque hubiera tenido la ocasión. Me faltaba compasión para eso. No quería liberarle del peso de sus actos. ¿No sería mucho más justo y satisfactorio dejarle vivir sin absolutamente nada?
—Y él nos llama monstruos— siseó Rosalie.
Estaba tan lleno de odio que la simple posibilidad me hizo sonreír. No tendría a Bella ni a su progenie asesina ni a algunos miembros de su familia, a todos lo que me pudiera llevar por delante. Por supuesto, y a diferencia de Bella, que no podía revivir, Edward siempre podía recomponerlos, ya que no se me pasaba por la imaginación quedarme para incinerar los pedazos. Me pregunté si podría recomponer a la criatura cuando hubiera acabado con ella. Albergaba serias dudas. Había una parte de Bella en el engendro, por lo que debía haber heredado algo de su vulnerabilidad.
—"Probablemente el este en lo correcto en eso"—Dijo Carlisle, el se encontraba disgustado por la manera en que Jacob pensaba justo ahora—" Ella debería tener características de ambos de sus padres."
—"Lo que prueba que ella no es un monstruo sin alma"— siseó Rosalie.
Podía escuchar el redoble de su corazoncito. El corazón del engendro latía y el de la madre, no. Adopté todas estas decisiones en apenas un segundo. Las sacudidas aumentaban en intensidad y rapidez. Tensé los tobillos y me encogí para saltar mejor sobre la vampira rubia y servirme de los dientes para arrebatarle de los brazos esa criatura asesina. Rosalie volvió a hacerle arrullos al engendro tras dejar a un lado una botella de metal. La alzó en vilo para acariciarle la nariz con la mejilla. Ni a pedir de boca. La nueva posición era perfecta para mi golpe. Me incliné hacia delante. Noté cómo el fuego empezaba a cambiarme en el preciso momento en que la pulsión hacia la asesina crecía
Nunca había sentido la atracción con tanta fuerza, hasta el punto que me recordó al efecto de una orden impartida por un Alfa, como si fuera a aplastarme si no obedecía el mandato. En esta ocasión quería hacerlo. La asesina miró por encima del hombro de Rosalie y clavó en mí la vista. No había conocido a ningún recién nacido concentrar la mirada de esa forma. Tenía unos ojos castaños, del color del chocolate con leche. Eran iguales a los de Bella. 
Edward sonrió, había conseguido su deseo con eso.
De pronto, se calmaron los temblores que sacudían mi cuerpo. Me inundó una nueva oleada de calor, más intenso que el de antes, pero era una nueva clase de fuego, uno que no quemaba. Un destello. Todo se vino al traste en mi interior cuando contemplé fijamente al bebé semi-humano y semi-vampiro con rostro de porcelana. Vi cortadas de un único y veloz tajo todas las cuerdas que me ataban a mi existencia, y con la misma facilidad que si fueran los cordeles de un manojo de globos. Todo lo que me había hecho ser como era —mi amor por la chica muerta escaleras arriba, mi amor por mi padre, mi lealtad hacia mi nueva manada, el amor hacia mis hermanos, el odio hacia mis enemigos, mi casa, mi vida, mi cuerpo, desconectado en ese instante de mí mismo—, clac, clac, clac... se cortó y salió volando hacia el espacio.
Edward cerró sus ojos al momento que gimió miserablemente por la situación, el apenas había podido abrazar a su hija antes de que esto pasara. 
Rosalie gemía sabiendo que lo que venía no sería de mucha ayuda, ella odiaba al perro callejero ahora mucho más. Todos tenían sentimientos encontrados, sin embargo la mayoría de ellos eran irritación y enojo. 
Pero yo no flotaba a la deriva. Un nuevo cordel me ataba a mi posición. Y no uno solo, sino un millón, y no eran cordeles, sino cables de acero. Sí, un millón de cables de acero me fijaban al mismísimo centro del universo. Y podía ver perfectamente cómo el mundo entero giraba en torno a ese punto. Hasta el momento, nunca jamás había visto la simetría del cosmos, pero ahora me parecía evidente. La gravedad de la Tierra ya no me ataba al suelo que pisaba. Lo que ahora hacía que tuviera los pies en el suelo era la niñita que estaba en brazos de la vampira rubia. Renesmee. 
Edward y Rosalie sisearon por eso. Ahora la llamaba por su nombre cuando hacia un momento era un monstruo para él… eso hizo a ambos cabrear.
Un sonido nuevo llegó procedente del segundo piso, el único capaz de llegarme al alma en ese momento interminable.
Un golpeteo frenético, un latido alocado... Un corazón en proceso de cambio.
Edward suspiro de Alivio, parte de su tensión se liberó, pero continuaba enojado.
—Ese fue el final del capítulo— dijo Jasper y enseguida hecho un vistazo a la siguiente página— Y creo que es el final de la parte de Jacob.
—Gracias Dios— Rosalie siseó.
—Veremos a Bella como vampira a continuación— Emmett dijo animoso.
— ¿No estás enervado por el hecho de que el perro pulgoso se haya imprimado en nuestra sobrina? — Rosalie le gruñó.
—No hay nada que yo pueda hacer al respecto— Emmett se encogió de hombros—Por otra parte estoy seguro que eso solamente me traerá más risas.
—Eres un… —siseó Rosalie.
—Edward, ¿Por qué mi visión parpadea? — Preguntó Alice bruscamente.
—Estoy preocupado—Le respondió honestamente.
—Bella está bien, tu hija nació de manera segura… sé que el hecho de que Jacob se haya imprimado de Renesmee es terrible pero eso puede repararse fácilmente… simplemente no dejamos que el perro callejero la vea— Rosalie dijo. No veo por qué preocuparse
—Bella apenas lo logró— Dijo Edward— no quiero que….
—Tenemos un mejor panorama del embarazo ahora— Dijo Carlisle— No voy a decir que todo irá con calma si deciden tener un hijo, pero diré que seré capaz de ayudarte mucho más de lo que lo hice en el libro.
—Por cualquier cosa, él estará ahí— Rosalie Dijo.
—Sí, estoy seguro que nos abasteceremos de suministros, para poder estar preparados a lo que venga— Dijo Carlisle— Y… fue un nacimiento complicado…
—Cierto—Dijo Edward— ¿Crees que ella estará segura si realmente pasara?
—Lo estoy— Dijo Carlisle.
—Bien— Dijo Edward.
—Ahh, mucho mejor, dijo Alice con alivio, su visión había regresado a “su lugar”.
—Me alegra que te sientas mejor—Dijo Edward—Continuemos leyendo.
—Ok, Carlisle sonrió al momento que tomaba el libro..

miércoles, 30 de septiembre de 2015

CAPITULO 17 COMPLETO ¿Qué pinta tengo? ¿Es que parezco el Mago de Oz? ¿Qué es lo que quieres, mi cabeza o mí corazón? Pues hala, tómalos, llévate todo lo que es mío.

CAPITULO 17.
¿Qué pinta tengo? ¿Es que parezco el Mago de Oz? ¿Qué es lo que quieres, mi cabeza o mí corazón? Pues hala, tómalos, llévate todo lo que es mío.

TRADUCCIÓN: Alejandra Morales Rueda (BFF).
-“¿Cómo me veo? ¿Parezco el Mago de Oz? ¿Necesitas un cerebro? ¿Necesitas un corazón? Anda, toma el mío,  toma todo lo que tengo.” Leyó Esme.
-¿Es ese todo el título del capítulo?- preguntó Emmett y Esme asintió con la cabeza, frunciendo el ceño.
-Título corto, entonces- agregó.
-¿Qué va a quitarle entonces? -Preguntó Esme- pero nadie supo la respuesta de eso.
 
Tenía algo similar a un plan mientras corría hacia el garaje de los Cullen. La segunda parte del mismo se centraba en el coche del chupasangre durante mi viaje de vuelta.

Edward  se estremeció por eso, pero solo era un auto… un buen auto que él amaba… pero un auto al fin de cuentas…  era mucho mejor estar lejos de Bella y él bebe, si él estaba a punto de explotar.

-“No deberías”, Rosalie susurró, no era solamente un auto para ella.

Pulsé el botón del mando a distancia del vehículo y me quedé a cuadros cuando me di cuenta de que el automóvil de luces parpadeantes del que procedían los pitidos no era el Volvo de Edward, sino otro coche, uno que destacaba y sobresalía en la larga hilera de vehículos que te hacían babear, cada uno a su manera. ¿Perseguía algún propósito especial al entregarme las llaves de un Aston Martin VI2 Vanquish o era pura casualidad?

Edward tragó saliva.

-Parece una casualidad para mi - Emmett rio entre dientes.

No me detuve a considerarlo para no cambiar la segunda parte de mi proyecto, por lo que me limité a dejarme caer sobre el suave asiento de cuero y puse en marcha el motor mientras me peleaba con el volante, que me rozaba en las rodillas. Cualquier otro día habría gemido de gusto al oír el ronroneo de ese motor, pero en aquel instante lo único que podía hacer era concentrarme a tope para ser capaz de conducirlo.
Encontré el botón de ajuste del asiento y me hundí hacia atrás mientras le metía un pisotón al acelerador. El deportivo salió hacia delante rápido como una bala.
Recorrí el estrecho y sinuoso camino en un periquete, pues el coche respondía de tal modo que daba la impresión de que estuviera conduciendo con la mente en vez de con las manos.
Atisbé durante unos instantes el lobuno rostro gris de Leah asomado con desasosiego entre los helechos cuando salí del camino flanqueado por la frondosa vegetación y me desvié hacia la autovía.

Me pregunto qué hará al respecto la pequeña loba-  Emmett dijo entre dientes.

Durante unos segundos me pregunté qué pensaría y luego comprendí que me importaba un comino.

-Hey, yo también. Emmett dijo con orgullo.

-Eso no es nada para estar orgulloso – Rossalie volteó los ojos.


Conduje hacia el sur, porque no tenía humor ni paciencia para soportar tráfico, transbordadores o cualquier otra cosa que me exigiera levantar el pie del acelerador. Aquél era mi maldito día de suerte, si se entiende por fortuna tomar a doscientos por hora una autovía espaciosa sin indicios de un solo poli ni de zonas de control de velocidad, de los que hay siempre en las inmediaciones de los núcleos urbanos, donde no se puede rebasar los cincuenta por hora.

-No debería manejar tan rápido- Esme dijo

-Si, sus reflejos no son tan buenos como los nuestros, Emmett agregó. Él podría chocar.


Menudo bajonazo. Me habría venido bien una pequeña persecución policial, por no mencionar que la licencia del coche estaba a nombre de la sanguijuela.

Nah, pensaríamos en una forma de acusar a alguien más- Emmett soltó 

Seguro que se las habría arreglado para salir bien librado, pero quizá le habría ocasionado algún que otro inconveniente. La única señal de vigilancia con que me topé fue un pelaje marrón vislumbrado entre los bosques que corrió en paralelo a mí durante unos pocos kilómetros en el área meridional de Forks. Tenía toda la pinta de ser Quil. Y también debió de verme, ya que desapareció al cabo de un minuto sin dar la voz de alarma. Me pregunté qué habría sido de él antes de que me invadiera de nuevo una absoluta indiferencia.

-De él deberíamos preocuparnos- dijo Edward preocupado- Solo hay dos de nosotros en casa.

Recorrí la larga autovía en forma de «u» de camino a la ciudad, la de mayor tamaño que había podido pensar. Ésa era la primera parte de mi plan.

Aquello parecía no acabar jamás, probablemente porque seguía dando vueltas en un lecho de cuchillos afilados, pero la verdad es que ni siquiera necesité dos horas antes de estar conduciendo por esa expansión urbana descontrolada que era en parte Tacoma y en parte Seattle. Levanté en ese momento el pie del acelerador, ya que no deseaba atropellar a ningún viandante. El plan era una auténtica sandez y no iba a funcionar, pero recordaba las palabras de Leah cada vez que me devanaba los sesos en busca de una solución a mi dolor.

-¿Qué dijo Leah? - Emmett preguntó

-El perro callejero tratará de imprimarse en alguien, Rosalie dijo, su voz casi  denotaba la esperanza de que él en realidad lo hiciera.

«La imprimación te alejaría de ella, ya sabes, y ya no tendrías que sufrir por su causa». Al parecer, lo peor del mundo no era quedarte sin opciones. Lo peor que podía pasarle a uno era sentirse así.

-No... Te aseguro que eso no es lo peor. Dijo Edward. Además, deberías saber que cualquier forma de amor es tomar tus propias decisiones. No es decisión tuya imprimarte.

-Sí, toma como ejemplo tu fijación por Bella, no es como que tengas mucha decisión a cerca de eso. Emmett rio entre dientes y a Edward y a Rosalie no pareció gustarles mucho su comentario.

Pero yo había visto a todas las chicas de La Push y de la reserva de los Makah y de Forks. Necesitaba ampliar el campo de acción de la caza. Pero ¿cómo encontrar a tu alma gemela por azar en medio del gentío? Bueno, para empezar necesitaba una multitud. Por eso estaba dando un garbeo en coche a la búsqueda de un lugar adecuado. Pasé por delante de un par de centros comerciales que probablemente habrían sido lugares estupendos para encontrar chavalas de mi edad, pero no tuve cuerpo para detenerme. ¿De veras quería experimentar la imprimación con una chica que se pasara todo el día metida en un centro comercial?

-Entonces, no solamente quieres imprimarte en alguien rápido, también eres exigente respecto al tema.  Jasper comentó entre risas.

-¿Qué hay de malo con salir al centro comercial?, Alice resopló indignada.

Continué hacia el norte, donde había más y más gente. Al final, encontré un enorme parque atestado de niños, familias, aficionados al monopatín, ciclistas, chavales jugando a hacer volar una cometa, gente de picnic y un poco de todo lo demás. Hacía un día estupendo, pero no me había dado cuenta hasta ese momento. Brillaba el sol, y la gente había salido a disfrutar de un día despejado. Dejé el deportivo en medio de dos plazas de minusválidos, sólo mientras iba en busca de un ticket, y me uní a la multitud.

-Imbécil-  Rosalie murmuró.

-… ¿y si alguien minusválido viene y tú has tomado su lugar?- Esme frunció el ceño.

-Estoy seguro que no lo hubiera hecho si hubiera pensando al respecto- Emmett comentó entre risas.

Estuve caminando por la zona un tiempo indefinido, pero se me hizo eterno. Di tantas vueltas que el sol pudo cambiar de lado en el cielo. Estudié la cara de todas las chicas que pasaron cerca de mí y me obligué a mirarlas de verdad, a advertir cuál era guapa, cuál tenía ojos azules, a cuál le favorecía el top de tirantes, y cuál se había maquillado en exceso. Hice un gran esfuerzo para encontrar algo interesante en cada rostro, quería estar seguro de que lo había intentado de verdad, y estuve pensando en cosas de este estilo: «Esa chica tiene una nariz bien bonita»; «ésa debería apartarse el pelo de los ojos»; «ésa de ahí, si tuviera un rostro tan bonito como los labios, podría protagonizar anuncios de pintalabios...».

-No deberías notar nada de eso-  Carlisle dijo.  Por lo menos, desde mi punto de vista,  tan pronto ves a la chica, lo sabes, sin importar como luce. 


De un modo u otro, el resultado fue el de siempre: nada, no sentí absolutamente nada ni siquiera cuando mis ojos se encontraron con los de la tía más buena del parque (y probablemente de la ciudad) y ella me contempló con un gesto especulativo que quizá fuera interés. Bueno, sí sentí algo, la misma urgencia de buscar una salida a mi dolor.

-Porque belleza no es lo que estás buscando- Carlisle dijo. Ni es la razón correcta para salir a buscar tu alma gemela. 

Comencé a percibir ciertos defectos en los semblantes a medida que transcurría el tiempo, entendiendo por tales todo cuanto me recordaba a Bella. Una tenía el mismo color de pelo. El parecido de los ojos de esa otra era excesivo. Los pómulos de aquella otra se le marcaban en el rostro del mismo modo. El ceño de la de ahí delante era igualito, lo cual me llevaba a preguntarme cuál era su preocupación... Fue entonces cuando me rendí. Era una estupidez rayana en la locura pensar que había elegido el lugar y el momento oportunos y que iba a topar con mi alma gemela mientras daba un paseo sólo porque estaba desesperado.

De todos modos, encontrarla allí iba contra la lógica. Si Sam estaba en lo cierto, el mejor lugar para encontrar a mi compañera genética era La Push, donde tenía más que claro que ninguna daba el tipo. Y si era Billy quien tenía razón, entonces ¿quién sabía qué haría de mí un lobo más fuerte?

-"OH!" –Exclamó Emmett al momento que ladeo su cabeza. ¿Es por  eso que no quieres estar con a una chica?

Edward ladeo la cabeza al momento que Alice, Jasper y Esme se sorprendieron de la pregunta.

-No puedo creer que no lo haya visto, murmuró Alice, por encima de todos aquellos comentarios que pudiesen haber figurado. Eran fáciles de distinguir... ya que Edward siempre tenía algún tipo de reacción a ellos.

-Puedo ver porque te sentirías de esa manera- Jasper susurró.

Anduve distraído de vuelta al coche. Me apalanqué sobre el capó y estuve jugueteando con las llaves. Es posible que yo fuera eso que Leah pensaba de sí misma, un punto muerto genético, algo que no debía pasar a la siguiente generación

-Estoy de acuerdo,  Rosalie mofó.

O también podía ser que mi vida fuera una broma macabra y cruel y no hubiera forma de escapar al colofón de la misma.

—Eh, tú, el del coche robado, hola, ¿estás bien?

-Me agrada esta chica, Emmett dijo con risas bajas.

Una chica de aspecto normal me estudiaba con la mirada. Parecía un pelín ansiosa. Lo sabía porque reconocía su rostro, ya lo había catalogado después de toda una tarde de mirarlas a todas: chica de piel blanca, pelo rojo áureo y ojos color canela, con la nariz y las mejillas llenas de pecas rojas.
—Si sientes remordimientos por haber mangado ese coche, siempre puedes entregárselo a la poli — continuó ella, con una sonrisa tan grande que se le formó un hoyuelo en la barbilla.
—No lo he robado, me lo han prestado —le espeté con una voz espantosa, como si hubiera estado llorando o algo así. Patético, colega.
—Seguro que puedes alegarlo delante del juez.

Emmett rio a causa de ese último comentario.

-No deberíamos dejarlo ir al juzgado por esto, Esme dijo bruscamente.


— ¿Necesitas algo?
—En realidad, no. Oye, tío, que estaba de broma con lo del coche. Es sólo que... Tienes pinta de estar preocupado y... Ah, perdona, me llamo Lizzie —me tendió la mano y yo la contemplé hasta que la bajó—. De todos modos, me preguntaba si podía ayudarte... —continuó, bastante más cortada—. Antes, parecías estar buscando a alguien.
La chica señaló el parque con un gesto y se encogió de hombros.

-Si, él buscaba a alguien entre las chicas - Emmett contestó.

—Sí.
Ella esperó.
—No necesito ayuda alguna —suspiré—. Ella no está aquí.

-Interesante manera de plantearlo,  Jasper dijo.  Lo hace sonar como que te levantaste a echar un vistazo.

—Vaya, lo siento.
—También yo —murmuré.
Le dirigí una segunda mirada. Lizzie. Era mona y lo bastante amable como para intentar echarle un cable a un desconocido gruñón con pinta de estar como una regadera. ¿Por qué no podía ser ella? ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado? Una chica guapa, agradable y con aspecto de ser divertida. ¿Por qué no?
—Es un deportivo precioso —comentó—. Es una auténtica vergüenza que los hayan dejado de fabricar. Me refiero a que el diseño del Vantage también es estupendo, pero hay algo que sólo lo tiene el Vanquish...

-"Vantage...lo que sea," Rosalie volteó los ojos.
-"Vamos cachorro... las chicas también saben de autos," Emmett comentó. "Es el tipo de chicas que quieres mantener cerca."

Una chica agradable. Y encima entendía de coches. La caña. La miré a la cara con más intensidad, muñéndome de ganas de saber cómo hacer que funcionara lo de la imprimación. Vamos, Jake, imprímala ya...

-“Se le llama invitarla a salir," Jasper dijo a tono bajo.  No tienes que imprimarla.

-Pero es lo único que le ayudará con el dolor. Esme suspiró.

— ¿Qué tal se conduce...? —quiso saber.
—Mejor de lo que puedas imaginar —le aseguré.
Me dedicó una de esas sonrisas amplias adornada con un hoyuelo, claramente complacida de haberme logrado sacar una respuesta medio civilizada. A regañadientes, pero al final acabé por devolverle la sonrisa.
Pero la sonrisa de Lizzie no conseguía mitigar el dolor infligido por los cuchillos afilados. No importaba lo mucho que lo intentara; no iba a juntar los pedazos de mi existencia de ese modo.
Yo no era capaz de alcanzar ese estadio más sereno y cuerdo en el que se hallaba Leah. Tampoco iba a ser capaz de enamorarme de una chica normal, no cuando bebía los vientos por otra persona.

-No, en realidad no. Esme susurró. No fue mi mejor viaje.

-Pero él debe de limpiar su cabeza, levantar su orgullo después de la tradición de Eddy. Emmentt  dijo.

-Sigo sin entender cómo es que podría pensar que Edward aceptaría a su familia como una tradición. Alice puso los ojos en blanco.   

Tal vez habría sido capaz de sobreponerme a toda la aflicción y haber recompuesto mi vida si el corazón de Bella hubiera dejado de latir diez años atrás. En tal caso, quizás habría podido invitar a Lizzie a dar una vuelta en un deportivo y hubiéramos hablado de marcas y de modelos para saber algo más sobre ella y descubrir si me gustaba como persona. Pero eso no iba a suceder, ahora no.
La magia no iba a salvarme. Iba a tener que soportar el suplicio como un hombre. Me tocaba aguantar.
Lizzie esperó, tal vez con la esperanza de que le ofreciera dar esa vuelta, o tal vez no.
—Más vale que le devuelva el coche a quien me lo prestó —murmuré.
—Me alegra saber que vas a ir por el buen camino —repuso con una sonrisa. —Sí, me has convencido.

Me vio entrar en el coche, todavía con la preocupación cincelada en el semblante, pues yo debía de tener la pinta de quien se va a tirar por un barranco.

Edward se tensó ante tal pensamiento. El no podía dejar de recordar el salto de Bella de aquel acantilado.

Y quizá lo habría hecho si eso hubiera servido para un hombre lobo. Ella se despidió con la mano mientras seguía el coche con la mirada.
Conduje de manera mucho más prudente durante los primeros kilómetros, pues no tenía prisa ni un destino adonde ir. Volvía a esa casa y a ese bosque, al dolor del que había escapado. Regresaba a la angustia de pelear a solas con esa criatura.
Vale, me estaba poniendo en plan folletín. No iba a estar solo del todo, pero la cosa se presentaba chunga. Leah y Seth iban a tener que pasarlo conmigo. Me alegraba que no fuera a durar mucho, porque el chaval no se merecía que le arruinara la paz de espíritu para los restos; ni tampoco Leah, claro, pero al menos se trataba de algo que ella comprendía. El padecimiento no era ninguna novedad para ella.
Suspiré con fuerza al recordar lo que la joven Clearwater quería de mí, sobre todo porque sabía que se iba a salir con la suya. Seguía mosqueado con ella, pero no podía dar la espalda al hecho de que estaba en mi mano hacerle la existencia más fácil, y ahora que la conocía mejor, pensaba que de estar las tornas al revés, probablemente ella sí lo hubiera hecho por mí. Al menos, sería tan interesante como extraño tener a Leah como compañera, y como amiga, pues una cosa era segura, nos íbamos a meter el uno en la piel del otro, y un montón. Ella no iba a dejar que me revolcara por los suelos de autocompasión, y eso yo lo valoraba positivamente. Lo más probable era que yo necesitara a alguien que me pateara las tripas de vez en cuando, pero a la hora de la verdad, ella era la única amiga que tenía alguna oportunidad de comprender por lo que yo estaba pasando.
Pensé en la caza matutina y en la proximidad de mentes que habíamos alcanzado durante un momento.
No había estado mal. Era algo diferente. Asustaba un poco y daba algo de corte, pero aunque fuera raro, no había resultado desagradable.

-¿Por qué no simplemente te acercas a ella? -Edward murmuró. Algo que había estado pensando pero no había querido decir en voz alta antes. ….-Gracias Emmett ahora todos saben de su miedo.

Yo no tenía por qué estar solo del todo. Y también sabía que a Leah le sobraban redaños para encarar conmigo los meses venideros. Meses y años. Me cansaba sólo de pensarlo. Me invadía una sensación similar a la del nadador que contempla el océano que ha de cruzar de una orilla a otra antes de poder descansar otra vez. Con tanto tiempo por delante, y aun así, qué poco faltaba antes de que comenzara todo. Quedaban tres días y medio antes de empezar, antes de arrojarme a ese océano, y ahí estaba yo, malgastando el escaso tiempo restante.

-Entonces, ¿alguien cree que dudará sus tres y medio días?- Emmett preguntó. Apuesto a  que solamente  aguanta una hora más.

-¿Te das cuenta de que estás hablando de la salud Bella justo ahora?-Edward siseo hacia él.

-"Er... olvídalo," Emmett exclamó.


Volví a conducir a toda pastilla.
Vi a Sam y Jared apostados como centinelas, uno a cada lado del camino, mientras subía por la carretera que conducía a Forks. Se habían escondido a conciencia entre el denso ramaje del sotobosque, pero les estaba esperando y sabía qué buscaba. Los saludé con un asentimiento de cabeza cuando pasé entre ellos sin que me preocupara lo más mínimo qué habrían hecho durante mi día de viaje. También envié un saludo a Leah y a Seth cuando circulé a velocidad moderada por el camino de acceso a la casa de los Cullen. Empezaba a oscurecer y a este lado del estrecho los nubarrones eran espesos, pero fui capaz de ver el brillo de sus ojos cuando reflejaron las luces de los faros. Más tarde se lo explicaría todo. Me iba a sobrar tiempo.

Los pensamientos de Emmett rondaban cerca de su comentario anterior y Edward no dejaba de mirarlo por eso.


Me sorprendió que Edward me esperase en el garaje. No le había visto separarse de Bella en días. Pero a ella no le había pasado nada malo a juzgar por la expresión de su rostro. De hecho, su semblante era mucho más tranquilo que los días de atrás. Se me formó un nudo en el estómago cuando recordé de dónde procedía esa paz.

A pesar que las palabras de Jacob fueron muy lúgubres, todos sonreían cosa que le hizo sentir mayor paz a Edward.


Se me había olvidado la segunda parte del plan: estampar el coche. ¡Qué mal! Bueno, probablemente tampoco habría tenido narices para destrozar ese coche tan estupendo, y tal vez él se lo había imaginado, de ahí que me lo hubiera prestado.
—Debemos hablar de un par de cosas, Jacob —me soltó en cuanto apagué el motor.
Inspiré hondo y aguardé cerca de un minuto antes de salir del coche y lanzarle las llaves.
—Gracias por el préstamo —contesté con acritud; al parecer, debía devolver el favor- Cosa por la que Edward frunció el ceño, estaba seguro que no era lo que él pensaba, sin embargo, era obvio que  tenía algo en mente.

—En primer lugar, sé cuánto te revienta imponer tu autoridad en la manada, pero...

-¿Que con su mandada? Jasper preguntó.  Entrecerrando sus ojos.
-No se… eso fue inesperado, dijo Carlisle.

Pestañeé atónito. ¿Cómo se le ocurría hablar de eso ahora?
— ¿Qué...?
—Si no puedes o no quieres controlar a Leah, entonces yo...

-Leah! - Emmett rio. Me pregunto que hizo ella… oh, Eddy, No podría haber sido tan malo viendo que solo estas irritado. Él tuvo que agregar esa última parte puesto que Edward lo está observando de Nuevo.

— ¿Leah? —Le interrumpí, hablando entre dientes—. ¿Qué ha sucedido?
—Se presentó en casa para averiguar por qué te habías marchado tan de repente —contestó con rostro severo—. Intenté explicárselo. Supongo que no podía haber acabado bien.
— ¿Qué hizo?
—Cambió de fase y se convirtió en mujer para...
— ¿De veras? —le interrumpí, francamente sorprendido

-Debiste haberla enfadado realmente, Emmett comentó entre risas.

¿Que Leah había bajado la guardia en la guarida del enemigo? No daba crédito a mis oídos.
—Quería hablar con... Bella.


Todos los hermanos de Edward rieron al respecto.

— ¿Con Bella?
—No voy a dejar que vuelva a desquiciarla —ahora sí, Edward sacó toda la mala leche y el cabreo acumulados—. Me da igual que ella se crea cargada de razones. No le hice daño, por supuesto, pero la expulsaré de la casa si esto vuelve a suceder. Pienso tirarla de cabeza al río...

Hombre,  en realidad desearía saber lo que ella acaba de decir. Emmett rio.
Realmente debió haber sido algo bueno. Jasper se unió a las risas.

—Aguarda. ¿Qué dijo?
Nada de aquello tenía sentido. Edward aprovechó que inspiraba hondo para recobrar la compostura.
—Leah empleó un tono de innecesaria crueldad. No voy a fingir que comprendo las razones por las que Bella no te deja ir, pero sé que no se comporta de ese modo con el propósito de hacerte daño. Ella sufre por el dolor que nos inflige a ti y a mí, al pedirte que te quedes. Las recriminaciones de Leah estaban fuera de lugar y de tono, y Bella rompió a llorar...
—Espera un momento... ¿Me estás diciendo que Leah se puso a pegarle gritos a Bella por mí?

Ciertamente esto se está volviendo una telenovela. Emmett dijo. No puedo esperar por ver lo que pasará en seguida.
El vampiro asintió una sola vez con brusquedad.

—Tuviste en ella una defensora de lo más vehemente. Vaya.
—Yo no se lo pedí.
—Lo sé.
Puse los ojos en blanco. Por supuesto que lo sabía, el telépata estaba al tanto de todo lo que se cocía.


-Estúpido sabelotodo. Susurró Emmett

-Él se refiere a que lo sabe todo, excepto lo que piensa Bella. Alice sonrió. 

-Una Buena novela, una corta. Emmett se emocionó inmediatamente.

Pero esto tenía que ver con Leah. Ver para creer. ¿Quién se la habría imaginado metiéndose con su forma humana en la madriguera de los chupasangres para quejarse por el mal trato que me daban?
—No puedo prometerte que vaya a controlar a Leah —repuse—. No pienso hacerlo, pero sí tengo intención de hablar con ella muy en serio, ¿vale? Y no creo que se repita. Leah no es de las que se muerden la lengua y se lo guardan dentro, así que probablemente lo habrá soltado todo hoy.
—Eso puedo asegurártelo.
—De todos modos, también hablaré con Bella. No ha de sentirse mal, pues esto sólo tiene que ver conmigo.
—Ya se lo he dicho.
—Ya lo creo que se lo habrás dicho. ¿Se encuentra bien?
—Ahora duerme. Rose está con ella.
De modo que la psicópata ahora se llamaba «Rose». Él se había pasado completamente al lado oscuro.

Todos, excepto Rosalie claro, rieron al respecto.
Creo que es más como un “se acercó al lado de la luz”, Alice sonrió.

Ignoró ese pensamiento y continuó enrollándose a gusto a la hora de contestar a mi pregunta.

—En cierto modo, ahora se encuentra mejor, si dejamos a un lado el ataque de culpabilidad que le provocaron las diatribas de Leah — ya mejor.
Los dos tortolitos estaban acaramelados ahora que Edward podía oír al monstruo. Qué bonito—.

Eso ciertamente hace mejor las cosas para ella. Dijo Rosalie

Es algo más que eso —continuó él con un hilo de voz—. Ahora que puedo oír los pensamientos del bebé, sabemos que él, o ella, goza de unas facultades mentales muy desarrolladas. Nos entiende, bueno, hasta cierto punto.

-"Wow," Carlisle dijo emocionado. -Me pregunto que significará eso.

-Significa que criar al bebé a nuestra manera será probablemente fácil. Rosalie comentó.

-Talvez, sin embargo, no sabemos qué tan desarrollado se encuentre el bebé. Carlisle dijo.

Me quedé boquiabierto.
— ¿Hablas en serio?
—Sí. Parece tener una vaga noción de lo que le hace daño a la madre e intenta evitarlo lo máximo posible. El bebé ya la ama.

Edward esbozó una gran sonrisa por eso, ¿Qué más podría pedir?

-Oh, Edward, Esme sonrió como anticipo a un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Ella estaba muy feliz por su hijo.

Le lancé una mirada fulminante, parecía que los ojos estaban a punto de salírseme de las cuencas.
Debajo de ese escepticismo, identifiqué de inmediato el factor clave. Edward había cambiado de opinión cuando el feto le había convencido del amor que sentía hacia la madre. Él no podía odiar a lo que amaba a Bella, y ésa era la razón por la que probablemente tampoco me odiaba a mí,

-Ese es uno de los factores, dijo Edward. Sin embargo, yo no habría sido tentado a odiarte en primer lugar, si no hubiese sido por Bella. "

Aunque, sin embargo, había una diferencia sustancial: yo no la estaba matando.

-… Es que acaso, ¿no puedes verlo de esa manera?, que probablemente el bebé este bien… que no es un monstro, Esme gimió.

-No... él no está permitiéndose verlo de esa manera. Dijo Carlisle.

El vampiro siguió a su bola, haciendo caso omiso de todos aquellos pensamientos míos.
—El desarrollo es mayor de lo estimado, o eso creo. En cuanto regrese Carlisle...
— ¿No ha vuelto el grupo de caza...? —le atajé de forma abrupta mientras pensaba de inmediato en las siluetas de Sam y Jared, de guardia en los arcenes de la carretera. ¿Tenían curiosidad por saber qué estaba pasando?
—Alice y Jasper, sí. Carlisle envía toda la sangre conforme la adquiere, pero esperaba conseguir más... Al ritmo que le crece el apetito, Bella habrá consumido este suministro en otro día más a lo sumo.
Carlisle se ha quedado a fin de probar suerte con otro vendedor. Yo lo considero innecesario, pero él desea cubrir cualquier eventualidad.
— ¿Y por qué es innecesario? ¿Y si necesita más?
Vigilaba y estudiaba todos los detalles de mi reacción cuando me lo soltó:
—Voy a intentar convencer a Carlisle para que saque al bebé en cuanto regrese.


-Y ahí van sus tres y medio días,… y la salud de bella es Buena. Emmett dijo con apenas el aire suficiente.

— ¿Qué...?
—El pobre parece hacer todo lo posible por evitar movimientos bruscos, pero le resulta muy difícil debido a lo mucho que ha crecido. Esperar es una locura, pues el feto se ha desarrollado mucho más de lo que había supuesto Carlisle. Bella es demasiado frágil para esperar.

El anuncio me dejó fuera de combate y tuve suerte de que no se me doblaran las piernas. Antes había contado con que jugara a mi favor el aborrecimiento que Edward le tenía a la cosa. Ahora, me daba cuenta de que había considerado el plazo de cuatro días como algo hecho y seguro. Contaba con ellos 

-El obviamente no sabe absolutamente nada acerca del embarazo. Esme susurró.

Edward esperó. Identifiqué otro cambio en su semblante mientras me esforzaba por normalizar la respiración.
—Crees que va a conseguirlo —murmuré.
—Sí, de eso también quería hablar contigo —no logré articular palabra, por lo que él siguió al cabo de un minuto—.

Edward ser encontraba sonriendo… sonriendo de verdad esta vez.

-¿Qué vas a preguntarle? Emmett preguntó.

-En realidad no importa, Edward frunció el ceño y continúo sonriendo.

-Sí —repitió—. Hemos esperado a que el feto se hubiera formado del todo, lo cual ha sido una verdadera locura a juzgar por los peligros... Cualquier dilación podría resultar fatal en este momento, pero no veo razón para que todo acabe mal si adoptamos las medidas oportunas con antelación y actuamos con rapidez. Conocer los pensamientos del bebé es de una ayuda inestimable. Por suerte,
Bella y Rose están de acuerdo conmigo. Nada nos impide actuar ahora que las he convencido de que el pequeño está a salvo si procedemos...
— ¿Cuándo volverá Carlisle? —inquirí, todavía en voz baja, pues no había recuperado el aliento.
—Mañana al mediodía.
Las piernas se me doblaron y me hubiera metido una galleta contra el suelo si no me hubiera agarrado al coche. Edward hizo ademán de tenderme las manos, pero luego se lo pensó mejor y bajó los brazos.
—Lo lamento de veras, Jacob, lamento el dolor que esto te causa. Aunque me odies, he de admitir que no siento lo mismo hacia ti. Te considero como un... pariente en muchos sentidos

-¿De verdad lo ves como un hermano? Le preguntó Emmett a Edward
Pero Edward no le escuchaba. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral cuando escuchó aquellas palabras.

-Al menos, un hermano de armas, finalmente contestó Edward. -Me apena tu sufrimiento más de lo que percibes, pero Bella va a sobrevivir —añadió con una nota fiera e incluso violenta en la voz—, y yo sé lo mucho que eso te importa...
Lo más probable es que tuviera razón. Era difícil de saber. La cabeza me daba vueltas.
—Por eso, detesto hacer esto en el preciso momento en que has de hacer frente a tantas cosas, pero hablando claro: se nos acaba el tiempo. He de pedirte algo, suplicártelo si es preciso.

-Suenas tan dramático siempre cuando le hablas al cachorrito- Dijo Jasper- demasiado formal.

—Ya no me queda nada —repuse con voz ahogada.
Alzó una mano de nuevo con la aparente intención de ponérmela en un hombro, pero luego volvió a dejarla caer como antes y suspiró.
—Soy consciente de lo mucho que nos has dado —continuó—, pero hay algo que tú y sólo tú puedes hacer. Le pido esto al verdadero Alfa de la manada, Jacob, se lo ruego al heredero de Ephraim.
Callé, claro, como si estuviera yo para contestarle.
—Solicito tu permiso para desviarnos de los términos del tratado sellado con Ephraim. Deseo tu permiso para hacer una excepción. Pido tu autorización para salvar la vida de Bella. Sabes que lo haré de todos modos, pero no quiero romper tu confianza si existe una forma de evitarlo. Jamás hemos tenido intención de echarnos atrás en la palabra dada y no vamos a hacerlo ahora, al menos, no a la ligera. Apelo a tu comprensión, Jacob, porque tú sabes exactamente las razones que me impulsan a obrar. Deseo que la alianza entre nuestros clanes sobreviva cuando esto concluya.

-Di que sí, cachorrito. No quiero mudarme. Dijo Emmett.


Intenté tragar saliva.
Sam, pensé, necesitas a Sam.
—No. Sam ostenta una autoridad usurpada. La tuya es auténtica. Nunca se la vas a arrebatar, lo sé, pero sólo tú puedes concederme en buena ley lo que te estoy pidiendo

-Y de repente serás la autoridad sobre el funcionamiento de la mandad. Comenzó Jasper.

-Aparentemente, dijo Edward mientras frunció el ceño.


Esa decisión no es cosa mía.
—Lo es, Jacob, y tú lo sabes. Tu palabra en este asunto nos absolverá o nos condenará a todos. Eres el único capaz de concederme esto.
No lo sé. Soy incapaz de hilvanar dos ideas seguidas.
—No tenemos mucho tiempo —volvió la vista atrás, en dirección a la casa.
No, no lo había. Mis días habían menguado hasta convertirse en horas.
No sé. Déjame pensar. Dame un respiro, ¿de acuerdo?
—Sí.
Eché a andar en dirección a la casa y él me siguió. La ligereza con la que me había puesto a caminar en la oscuridad con un vampiro pisándome los talones se me antojó una locura, pero aun así, no me sentía incómodo, la verdad. La sensación se parecía a caminar con cualquier otra persona, bueno, cualquier persona que oliera mal.

-Justo atrás de ti - Emmett dijo entre risas.

Se produjo un movimiento de ramas en los matojos del lindero del bosque con el prado y luego sonó un aullido lastimero. Seth se contorsionó para pasar entre los helechos y se acercó corriendo a grandes zancadas.
—Hola, chaval —murmuré.
Agachó la cabeza y yo le di unas palmadas en el lomo.
—Todo va de película —le mentí—. Luego te lo cuento. Perdona que haya salido pitando de ese modo. Me dedicó una gran sonrisa.
—Ah, y le dices a tu hermana que se relaje un poco, ¿vale? Ha sido suficiente.
Seth asintió una vez.

-No es como que te vaya a hacer ningún bien. Emmett susurró.

—Vuelve al tajo —esta vez le empujé un poco en el lomo—. Enseguida te lo explico con detalle.
Seth se frotó contra mis piernas y luego dio media vuelta para salir disparado entre los árboles.
—Tiene una de las mentes más puras y sinceras que he leído jamás —musitó Edward cuando el lobo hubo desaparecido—. Eres afortunado de compartir sus pensamientos.

-Si, él es realmente un buen chico. Dijo Edward. Y un “mente abierta”.

—Lo sé —refunfuñé.
Reanudamos la caminata hacia el edificio. Alzamos la cabeza en cuanto oímos el gorgoteo de alguien mientras bebía a través de una pajita. A mi acompañante le entraron todas las prisas del mundo y se precipitó por las escaleras del porche antes de perderse en el interior de la residencia.
—Bella, cielo, pensé que dormías —le oí decir—. Lo siento. No me habría ausentado de haberlo sabido.
—No te preocupes. Me he despertado por culpa de la sed. Es estupendo saber que Carlisle va a traer más sangre. El niño va a necesitarla cuando esté fuera.

-Es cierto, Dijo Carlisle. Necesitará algo así, sin embargo me pregunto si el podrá comer comida humana también.

-El probablemente lo hará, Dijo Edward, pero juzgando por lo que Bella está pasando creo que la sangre será la parte más importante de su dieta.

—Cierto, bien pensado.
—Me pregunto si va a precisar de algo más.
—Supongo que no tardaremos en averiguarlo.
Traspasé el umbral.
—Al fin —dijo Rosalie.
Bella volvió los ojos hacia mí de inmediato y su rostro quedó dominado por esa sonrisa suya tan irresistible, pero duró sólo un instante; luego, le temblaron los labios y desapareció la alegría. A continuación, apretó la boca, como si intentara no llorar.

-"Leah realmente trabajó un buen número con ella. Emmett dijo.

-Argh, solamente está estresando más a Bella. Rosalie gruñó.

Me entraron ganas de meterle un bofetón a Leah en esa estúpida bocaza suya. —Hola, Bella —me apresuré a decir—. ¿Cómo va todo?
—Estoy bien —contestó.
—Ha sido un gran día, ¿no? Hay un montón de novedades.
—No tienes que hacerlo, Jacob.
—No sé de qué me hablas —repuse.
Me encaminé hacia el sofá y me senté en el brazo más cercano a su cabeza. Edward ya se había sentado en el suelo. Bella me dirigió una mirada de reproche.
—Lo siento t... —comenzó a decir.
Hice un gesto a modo de pinza con los dedos índice y pulgar y le pellizqué los labios

Edward puso los ojos en blanco y Rosalie volvió a gruñir.

La intentona tuvo tan poca fuerza que me costó creer que lo pretendiera de verdad. Negué con la cabeza.
—Te dejaré hablar cuando no seas estúpida.
—Vale, no lo diré —logró responder entre dientes.
Retiré la mano.
— ¡... tanto! —se apresuró a decir, y luego sonrió.

Edward y Alice soltaron la carcajada a base de tal comentario.

Puse los ojos en blanco, pero le devolví la sonrisa, y cuando le miré a los ojos, vi en ellos todo lo que había estado buscando en el parque.
Mañana sería otra persona diferente pero, si las cartas venían bien dadas, seguiría viva, y al fin y al cabo, eso era lo importante, ¿o no? Ella me miraría con los mismos ojos, o casi. Sonreiría con los mismos labios, más o menos.

-Bueno, ella no lo hará mañana….especialmente la parte de sonreír. Dijo Emmett

Edward ladeo con tristeza su cabeza al respecto, no había nada que él pudiese hacer respecto al dolor.

Ella seguiría conociéndome mejor que nadie, salvo los telépata capaces de leerme la mente. Puede que Leah resultara una compañía interesante e incluso una amiga de verdad, alguien dispuesto a dar la cara por mí, pero no era mi mejor amiga, no del mismo modo que Bella. Si dejábamos a un lado mi amor imposible hacia ella, existía también el vínculo de la amistad, y me salía de lo más hondo.
Mañana podía ser mi enemiga o tal vez mi aliada, y por cómo pintaba el asunto, una u otra cosa iba a ser decisión mía.

-Supongo que todos sabemos lo que dirá. Emmett dijo.

Suspiré.
De acuerdo, pensé, entregando lo último que me quedaba por dar. Adelante, sálvala. Aquello me hizo sentir vacío. El heredero de Ephraim te da su permiso y tienes mi palabra de que esto no va a ser considerado como una vulneración del tratado. Los demás van a tener que echarme la culpa, pero tienes razón, nadie puede negar que esté en mi derecho de dar esta aprobación.

-"Er... ¿Por qué no lo entiendo? ¿No ese so lo que Sam dijo al principio del primer capítulo sobre el punto de vista del cachorro? Preguntó Jasper. Él no pensó que la transformación de Bella violara el tratado.

-Si pero, mucho ha pasado desde aquella ocasión. Carlisle dijo. Es difícil decir lo que la otra manada piensa justo ahora.

—Gracias —respondió Edward en voz tan baja que Bella no pudo oírle.
Pero pronunció esa palabra con tal fervor que pude ver por el rabillo del ojo cómo el resto de los vampiros se volvían a mirar.
—Bueno, ¿y qué tal te ha ido el día? —inquirió Bella, haciendo un esfuerzo por que la pregunta sonara lo más informal posible.
—Estupendo. Di una vuelta en coche y luego estuve paseando por un parque. —Suena bien.
—De primera.
De pronto, hizo un mohín.
— ¿Rose...?
— ¿Otra vez? —la Barbie soltó una risa nerviosa.
—Creo que me he bebido dos litros en la última hora —me explicó Bella.
Edward y yo nos quitamos de en medio mientras Rosalie acudía para alzar a Bella del sofá y llevarla al servicio.
— ¿Me dejáis caminar? —pidió Bella—. Tengo las piernas agarrotadas.
— ¿Estás segura? —le preguntó su marido.
—Rose me sostendrá si me tropiezo, y es muy posible, porque no me veo los pies con esta tripa.


-Y pasaba todo el tiempo, incluso antes del embarazo.  Emmett rio.

Rosalie la incorporó con sumo cuidado y no retiró las manos de los hombros de la embarazada, que alargó los brazos hacia delante e hizo una ligera mueca de dolor.
—Qué bien me sienta... —suspiró—. Uf, estoy enorme —y era cierto: estaba tremenda. La tripa parecía un continente propio e independiente de Bella—. Aguanta un día más —dijo mientras se daba unas palmaditas en el vientre.
De pronto, me abrumó una oleada de mortificante congoja, no pude evitarlo, pero hice de tripas corazón para eliminar de mi rostro toda huella de sufrimiento. Podía ocultarlo un día más, ¿no?

-Un día suena a demasiado tiempo para el también. Emmett sonrió

—De acuerdo, entonces. Yupi... Oh, no.
Bella había dejado el vaso encima del sofá, y acababa de volcarse hacia un lado en ese mismo momento, derramando la sangre de intenso color rojo sobre la tela blanca del asiento.
A pesar de que tres manos intentaron impedirle cualquier movimiento, ella se encorvó inmediatamente y alargó la mano para recogerlo.
Se escuchó en la estancia una débil rasgadura de lo más extraño. Provenía del centro del cuerpo de Bella. — ¡Oh! —jadeó. Entonces, Bella perdió el equilibrio y se precipitó hacia el suelo

 -¡No!, Edward jadeó, su vos denotaba pánico y él se veía peor que en cualquier otra parte de este libro.

-Está bien, la tenemos. Rosalie murmuró. Todo va a estar bien. 

Rosalie reaccionó en el acto y la cogió, impidiendo su caída. Y su esposo también estaba allí, con las manos tendidas por si acaso. Todos habían olvidado el manchurrón del sofá.
— ¿Bella? —preguntó Edward con los ojos desorbitados y las facciones dominadas por el pánico.
Bella soltó un grito medio segundo después.

Edward se puso tenso de nuevo, y todos cayeron en pánico.

En realidad, no era un grito, era un alarido de dolor que helaba la sangre en las venas. Un gluglú sofocó aquel horrísono bramido. Las pupilas de sus ojos giraron hasta acabar mirando hacia el interior de las cuencas mientras su cuerpo se retorcía y se doblaba en dos sobre los brazos de Rosalie. Entonces, Bella vomitó un torrente de sangre.


-Ahí está, Dijo Esme, entregándole el libro a Jasper y el rápidamente lo tomó y comenzó  leer.