FEBRIL
Traducción: ALEJANDRA MORALES RUEDA.
“Prefacio”. Carlisle leyó.
—Deberías saltarte eso, solo mantendrá a Eddy preocupado— Emmett rio.
Edward volteó los ojos y motivó a Carlisle para seguir leyendo.
Ahora ya no era una pesadilla, porque la línea de hábitos negros avanzaba hacia nosotros a través de la niebla helada, agitada por sus pies.
—Oh, no— Dijo Esme preocupada.
—Te dije que debías saltártelo — Emmett dijo emocionado—pero no me importa en realidad.
Vamos a morir, me dije llena de pánico. Sentía una gran desesperación por aquel ser precioso que yo protegía, pero incluso pensar en ello era una falta de concentración que no me podía permitir. Se aproximaron de forma fantasmal con las ropas negras agitándose ligeramente por el movimiento. Vi cómo curvaban sus manos como garras del color de los huesos. Comenzaron a dispersarse para acercarse a nosotros desde todos los ángulos. Estábamos rodeados e íbamos a morir.
—Esto no se acaba, hasta que se acaba—Emmett dijo—no dejaremos que esos bastardos ganen.
Y entonces, tras la explosión de luz de un rayo, toda la escena se transformó, aunque no había cambiado nada, porque los Vulturis aún nos amenazaban, en posición de ataque. Lo que realmente cambió fue el modo en que yo contemplaba la imagen, porque de repente sentí un deseo incontrolable de que lo hicieran, quería que cargaran. El pánico se transformó en un ansia de sangre que me hizo encorvarme, con una sonrisa en el rostro, y un rugido enredado entre mis dientes desnudos.
— ¡Esa es la actitud, hermana! — Dijo Emmett mientras sonreía.
— En realidad no suena a Bella—Murmuró Alice.
— ¡Obviamente!, ella es un vampiro ahora… sus instintos la alientan a pelear y proteger— dijo Emmett.
—Punto a su favor— dijo Jasper.
—Parece que la pelea con los Vulturis realmente pasará en este libro— Edward frunció el ceño, era un pensamiento terrible.
—Si— Emmett sonrió—pero, ¿Por qué te preocupas por eso ahora?
Edward gruñó y Carlisle decidió seguir leyendo, “febril”.
Y Edward se estremeció ante el título del capítulo. Todos lo hicieron, recordando su propia experiencia; excepto Alice.
El dolor era desconcertante.
— ¿Desconcertante? —Varios dijeron. No era la forma en que ellos le llamarían.
Exactamente eso, me sentía desconcertada. No podía entender, no le encontraba sentido a lo que estaba ocurriendo. Mi cuerpo intentaba rechazar el suplicio, y me absorbía una y otra vez una oscuridad que me evitaba segundos o incluso minutos enteros de agonía, haciendo que fuera aún más difícil mantenerse en contacto con la realidad.
—Eso no suena nada bien—dijo Emmett— Recuerdas cada segundo del dolor ardiente.
—Aunque, es antes de la transformación—dijo Carlisle calmadamente.
Intenté hacer que se separaran, el dolor y la realidad. La irrealidad era negra y en ella no me dolía tanto. La realidad era roja y me hacía sentir como si me aserraran por la mitad, me atropellara un autobús, me golpeara un boxeador, me pisotearan unos toros y me sumergieran en ácido, todo a la vez. La realidad era sentir que mi cuerpo se retorcía y enloquecía aunque yo no podía moverme, posiblemente debido al mismo dolor. La realidad era saber que había algo mucho más importante que toda esta tortura, pero ser incapaz de recordar qué era.
Edward se estremeció con cada palabra de la explicación, como si pudiera sentir su dolor.
La realidad había llegado demasiado rápido. En un momento, todo era como debía ser, rodeada por la gente que amaba, y sus sonrisas. De alguna manera era como si, aunque me resultara inverosímil, hubiera conseguido todo por lo que había luchado. Y sin embargo, sólo una pequeña cosa, insustancial, había ido mal. Observé sin ver la inclinación de la copa, que vertió la sangre oscura hasta manchar la blancura inmaculada del sofá.
—Entonces, es antes—dijo Emmett.
— ¿Por qué tuvimos que escuchar la estúpida versión del perro callejero entonces? — Rosalie siseó.
—Para saber de la imprimación— sugirió Emmett al momento que sonreía satisfecho.
Rosalie y Edward le gruñeron.
Me tambaleé hacia el desastre en un acto reflejo, aunque ya había visto las otras manos, más rápidas, pero mi cuerpo había continuado estirándose, intentando alcanzarlo... Pero dentro de mí, algo tiraba en la dirección opuesta. Desgarrándome. Quebrándome. Una agonía. La negrura se había enseñoreado de todo y me había arrastrado en una ola de tortura. No podía respirar, ya había estado a punto de ahogarme antes, pero esto era diferente, porque me ardía la garganta. Me estaba haciendo pedazos, partiéndome, cortándome...
—oh si… mucho mejor…tan descriptivo—Emmett dijo.
Más oscuridad.
Las voces, esta vez, gritaban cuando regresó el dolor.
— ¡La placenta se ha desprendido!
Algo más agudo que un cuchillo me rasgó: aquellas palabras adquiriendo sentido, algo peor que todas las otras torturas. Sabía lo que significaba la expresión «placenta desprendida». Eso quería decir que mi bebé se estaba muriendo en mi interior.
— ¡SACALO! —Le chillé a Edward, ¿por qué no lo había hecho ya?—
—Si Eddy, ¿Que estabas pensando? — Preguntó Emmett.
—Se la respuesta de eso… él quería darle morfina primero—Dijo Jasper.
— ¿Cómo lo supiste? … —Emmett rio.
—No tengo idea—Jasper rio, también.
—Idiotas—dijeron Rosalie y Alice al unísono.
—…. ¡No puede respirar! ¡Hazlo YA!
—La morfina...
¿Él quería esperar para darme analgésicos mientras se moría nuestro bebé?
—Idiota— todos los hermanos de Edward dijeron.
—No, no... ¡AHORA! —bramé casi ahogándome, incapaz de terminar la frase. La luz de la habitación se cubrió de puntos negros cuando una fría punzada de un nuevo ataque de dolor me atravesó el estómago, parecía una cuchillada helada. Todo iba mal... Luché de forma automática para proteger mi útero, mi bebé, a mi pequeño Edward Jacob…
— ¡Ja!... te dije que era Edward Jacob—Emmett rio.
…pero estaba muy débil. Me dolían los pulmones, porque ya había quemado todo el oxígeno. El dolor se desvaneció de nuevo aunque esta vez yo intenté aferrarme a él. Mi bebé, mi bebé se estaba muriendo... ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Segundos o minutos? El dolor se había ido, y me había dejado aturdida, sin sentir nada. Tampoco podía ver nada, aunque sí escuchar. Había recuperado el aire en mis pulmones otra vez, que entraba y salía en forma de gruesas burbujas raspándome la garganta.
— ¡Quédate conmigo, Bella! ¿Me oyes? ¡Aguanta! ¡Quédate, no me dejes! Haz que ese corazón tuyo siga latiendo.
¿Jacob? Jacob seguía aún aquí, intentando salvarme. Claro, me hubiera gustado decirle. Claro que haría que mi corazón siguiera latiendo. ¿Acaso no se lo había prometido a los dos?
—Es muy terca para no seguir adelante—Dijo Emmett— No sé por qué estabas preocupado.
Intenté sentir mi corazón, encontrarlo, pero me hallaba completamente perdida dentro de mi propio cuerpo. No podía percibir las cosas como antes, ya que nada parecía estar en su sitio habitual. Pestañeé y supe dónde tenía los ojos, podía ver la luz. No era lo que estaba buscando, pero era mejor que nada. Mientras mis ojos luchaban para adaptarse, Edward susurró:
—Renesmee.
¿Reméseme? ¿No era el niño pálido y perfecto de mi imaginación? Sentí un momento de pánico y después un flujo cálido.
Todos sonrieron ante eso.
Renesmee. Quería poner mis labios en movimiento, quería que las burbujas de aire se convirtieran en murmullos en mi lengua. Forcé mis manos entumecidas a alzarse.
—Déjamela... Dámela...
La luz se movió, destrozando las manos cristalinas de Edward. Las chispas estaban teñidas de púrpura por la sangre que cubría su piel. Y había aún más rojo sobre sus manos. Algo pequeño, que se debatía, lo manchaba de sangre. Rozó el cuerpecito cálido con mis débiles brazos, casi como si yo misma la sostuviera. La piel húmeda ardía, estaba tan caliente como la de Jacob.
—No... Estaba más caliente—dijo Carlisle.
—Si… es muy ardiente—Dijo Emmett entre risas.
Edward lo fulminó con la mirada.
Mis ojos se enfocaron, de pronto, todo me pareció perfectamente claro. Renesmee no lloraba, pero respiraba con rápidos y sorprendidos jadeos. Tenía los ojos abiertos, con una expresión tan sorprendida que parecía casi divertida.
Las chicas y Edward sonrieron ante eso.
Su pequeño rostro de una redondez perfecta estaba cubierto de una espesa capa de rizos ensangrentados, enmarañados y apelmazados. Sus pupilas me resultaban familiares, aunque de un sorprendente color marrón chocolate.
—Supongo que eso significa que ella no cree que sus ojos son asombrosos—Dijo Edward
Bajo toda aquella sangre, su piel parecía pálida, de un cremoso color marfil, toda menos sus mejillas, que llameaban coloradas. Aquel rostro diminuto era tan absolutamente perfecto que me dejó aturdida. Era incluso más hermosa que su padre. Algo increíble, imposible.
—Sí, tendrás problemas con ella—Emmett se rio— Desde el primer momento al parecer.
—Renes... mee —susurré—. Qué... bonita... eres.
Ese rostro tan imposible se iluminó repentinamente con una sonrisa ancha y deliberada. Detrás de sus labios como conchas rosadas había un juego completo de dientes de leche de color nieve. Inclinó la cabeza hacia delante, contra mi pecho, hurgando para acurrucarse contra el calor de mi cuerpo. Tenía la piel cálida y sedosa, pero distinta de la mía. Y entonces el dolor volvió de pronto, una sola cuchillada nueva y jadeé. Se la llevaron. Mi bebé con cara de ángel ya no estaba en ningún sitio. No podía verla ni sentirla. ¡No!, quise gritar, ¡devolvédmela!
—La verás de Nuevo—dijo Edward— Solo necesitas mejorarte antes.
— ¿Puede estar cerca de Renesmee? —Preguntó Emmett—Me refiero a que… tiene un corazón que late…”
—No lo sé—Dijo Edward, mirando a Carlisle.
—Ya veremos—dijo Carlisle— Pero teniendo en cuenta que hay siete de nosotros…. Estoy seguro de que se nos ocurrirá algo.
Pero era presa de una enorme debilidad. Sentí los brazos durante un momento como si fueran mangueras de goma vacías y después como si nada fueran. No podía percibirlos en absoluto. No podía ni sentirme a mí misma. La oscuridad se extendió sobre mis ojos con más solidez que antes hasta velármelos del todo, como una gruesa venda, firme y apretada; pero no sólo me cubría los ojos, sino todo mi ser, con un peso aplastante. Intentar apartarla era un esfuerzo agotador. Sabía que me sería mucho más fácil rendirme, dejar que la oscuridad me aplastara hacia abajo, abajo, abajo, hasta un lugar donde no hubiera dolor, ni cansancio, ni preocupación, ni miedo.
— ¡Pero…no puedes ceder! — Emmett la alentó.
Si hubiera sido únicamente por mí, no habría sido capaz de luchar durante mucho más tiempo. Era sólo una humana, con nada más que fuerzas humanas. Había intentado convivir con lo sobrenatural durante demasiado tiempo, tal y como había dicho Jacob.
—Pero lo que se necesita es fuerza de voluntad y tú tienes mucha—dijo Jasper.
Porque si hubiera escogido ponérmelo fácil, dejar que aquella nada oscura me tragara, les hubiera hecho daño. Edward, su vida y la mía estaban ahora retorcidas la una en torno a la otra hasta formar un único hilo. Si uno se cortaba, quedarían cortados los dos.
Edward se estremeció ante eso, pero no porque él no pensara que fuera cierto o que él no lo hubiera hecho eso en un segundo si ella se hubiera ido. No, él se estremeció porque ella estaba en lo correcto, y ella hubiera hecho lo mismo si él se hubiera ido.
Si él se marchaba, yo no podría sobrevivir. Si la que se iba era yo, él tampoco podría con ello. Y un mundo sin Edward parecía algo absolutamente sin sentido. Edward debía existir.
—Y tú también deberías—Edward sonrió.
….Jacob—
—Él no importa—Dijo Rosalie.
Jacob, aquel que siempre me decía adiós, una y otra vez, pero que seguía acudiendo cuando le necesitaba. Jacob, a quien había herido tantas veces que debería juzgárseme por criminal. ¿Es que iba a considerar siquiera el hacerle daño de nuevo, de la peor manera posible? Él se había quedado conmigo a pesar de todo. Y lo único que me había pedido es que yo hiciera lo mismo.
—No eres para él—murmuró Rosalie.
Pero estaba tan oscuro que ni siquiera podía ver sus rostros. Nada parecía real, y eso dificultaba mucho seguir en la brecha. Seguí empujando contra la oscuridad aunque era ya casi un acto reflejo. Ya no intentaba apartarla, sino simplemente aguantarla, para no dejar que me aplastara por completo. Yo no era el gigante Atlas y la oscuridad parecía tan pesada como la bóveda celeste. No era capaz de echármela a los hombros. Todo cuanto podía hacer era impedir que acabara conmigo por completo. Éste era un tipo de patrón que se había aplicado a toda mi vida: nunca había sido lo bastante fuerte para enfrentar las cosas que estaban fuera de mi control, como atacar a mis enemigos o superarlos. O evitar el dolor. Siempre débil y humana. La única cosa que había conseguido era mantenerme en marcha. Soportarlo todo. Sobrevivir. Hasta ahora había sido suficiente. Hoy también lo sería. Lo soportaría todo hasta que llegara la ayuda. Sabía que Edward haría todo lo posible y no se rendiría. Pues yo tampoco. Mantuve a raya la oscuridad de la inexistencia por unos centímetros. Pero no era suficiente, no bastaba con mi determinación. Conforme el tiempo avanzaba, la oscuridad ganaba por décimas y centésimas a esos cuantos centímetros míos. Necesitaba algo de donde extraer más fuerza.
—Piensa en algo—Edward la alentó.
—Sabes que estará bien— Dijo Alice— Su corazón latía en el último capítulo.
Ni siquiera podía situar el rostro de Edward ante mi vista. Ni el de Jacob, Alice, Rosalie, Charlie, Renée, Carlisle o Esme... Nada. Esto me aterrorizaba y me pregunté si no sería ya demasiado tarde.
— ¿De verdad creía que podía tirar a los demás si ella no podía tirar a Edward? Alice preguntó.
—Ella no me mencionó —Emmett hizo mala cara.
—A mí tampoco— Jasper frunció el ceño.
—Bueno, me mencionó— Rosalie sonrió. Ella nunca creyó que fuera a mencionarla.
—Debió haberse sentido agradecida por tu ayuda—Edward sonrió a su hermana. Él estaba agradecido también.
Sentí cómo me deslizaba, como si no hubiera nada a lo que pudiera agarrarme.
¡No!, tenía que sobrevivir a esto. Edward dependía de mí. Y Jacob. Charlie, Alice Rosalie, Carlisle, Renée, Esme...
—Emmett, Jasper— Emmett agregó, con mala cara aún.
….Renesmee. Y entonces, aunque no podía ver nada, repentinamente pude sentir algo. Imaginé que podía percibir de nuevo mis brazos, como unos miembros fantasmales. Y en ellos, algo pequeño, duro, y muy, muy cálido. Mi bebé. Mi pequeña pateadora.
—Ah...Renesmee le ayuda— Rosalie dijo.
— ¿Continua siendo su pequeña pateadora aunque no sea el niño que pensó que sería? —Emmett preguntó.
—Claro… Renesmee era la de las pataditas, después de todo—Dijo Esme.
—Bien—Emmett sonrió.
Lo había conseguido. Contra todo pronóstico, había sido lo suficientemente fuerte para sobrevivir a Renesmee, y quería mantenerme a su lado hasta que fuera lo bastante fuerte para vivir sin mí. Ese punto de calor en mis brazos espectrales parecía tan real. Me apreté contra él un poco más. Era justo donde debía de estar mi corazón. Sujetándome fuerte al cálido recuerdo de mi hija, supe que sería capaz de luchar contra la oscuridad tanto como fuera necesario. Aquella tibieza al lado de mi corazón se hizo cada vez más real, más y más cálida. Más caliente. Era un calor tan real que resultaba difícil creer que se trataba sólo de mi imaginación. Más caliente.
—Ok, ahora está hablando del veneno— Emmett declaró lo ya obvio.
Edward se congeló en su lugar, sabiendo lo que ella estaba a punto de pasar.
Como si estuviera sujetando el extremo equivocado de unas tenacillas para rizar el pelo, mi respuesta automática fue dejar caer aquello que me abrasaba los brazos, pero no había nada en ellos. Mis brazos no estaban acurrucados contra mi pecho. Eran cosas muertas que yacían en alguna parte a mis costados. El ardor estaba en mi interior. La sensación de quemazón aumentó, se intensificó, alcanzó el tope y volvió a incrementarse otra vez hasta que sobrepasó cuanto había sentido alguna vez en mi vida. Sentí el pulso latir detrás del fuego que arreciaba ahora en mi pecho y comprendí que había encontrado mi corazón de nuevo, justo cuando hubiera preferido no hacerlo. Porque en ese momento deseaba haber abrazado la oscuridad mientras tuve la oportunidad.
—El dolor vale la pena al final—Dijo Emmett— Solo debes superarlo.
Deseaba alzar los brazos y desgarrarme el pecho hasta abrirlo para poder arrancarme el corazón, cualquier cosa con tal de desprenderme de esa tortura, pero no sabía dónde tenía las extremidades y no era capaz de mover ni uno de mis dedos desaparecidos. James rompiéndome una pierna con su pie. Aquello no había sido nada en comparación, como un lugar mullido, como descansar en una cama de plumas. Lo habría preferido cientos de veces. Cien roturas de pierna. Las habría preferido y me habría sentido agradecida incluso. La sensación experimentada cuando el bebé me astilló las costillas y se abrió paso hacia la superficie, destrozándome por el camino, tampoco había sido nada en comparación con esto. Era como flotar en una piscina de agua fría. Lo habría preferido mil veces, oh, sí, y habría estado agradecida. El fuego despidió más calor y quise gritar, suplicar que alguien me matara antes de vivir ni un segundo más con aquel dolor, pero no podía mover los labios, porque el peso estaba aún allí, aplastándome.
— ¿Por qué no? —Preguntó Edward de repente, saliendo de su estado de shock. —Eras capaz de moverse.
—No estoy seguro—Dijo Carlisle—Pero le diste morfina… quizás sea lo que la estaba afectando.
—Bien— Dijo Edward— Pensé que le ayudaría con el dolor…
—Al menos sé que no podría haberme ayudado a mí—Dijo Emmett. Él ya se había preguntado eso, cuando Carlisle le dijo que lo había intentado antes de que se convirtiera.
—Sí, pero habría protegido nuestros oídos—Dijo Edward— Gritaste demasiado.
—Como tu no lo hiciste—Emmett lo fulminó con la mirada.
Me di cuenta de que no era la oscuridad la que me presionaba hacia abajo, sino mi cuerpo, que se había vuelto tan pesado... Me enterraba en las llamas que se abrían camino desde mi corazón, expandiéndose con un dolor imposible a través de mis hombros y mi estómago, escaldando su trayecto hasta mi garganta y lamiendo mi rostro. ¿Por qué no me podía mover? ¿Por qué no podía gritar? Esto no formaba parte de ninguna leyenda.
—No, pero tú nunca haces cosas que son parte de nuestras historias— Dijo Emmett —Tú debes salir y hacer tus propias historias.
Mi mente estaba insoportablemente lúcida, aguzada por aquel fiero dolor, y vi la respuesta casi tan pronto como pude formular la pregunta. La morfina. Parecía que hacía ya millones de muertes atrás cuando lo habíamos discutido, Edward, Carlisle y yo. Edward y Carlisle habían tenido la esperanza de que, con suficientes analgésicos, fuera posible luchar contra el dolor que producía la ponzoña. Carlisle lo había intentado con Emmett, pero el veneno había quemado la medicina, achicharrándole las venas. No había habido tiempo suficiente para que se extendiera.
Mantuve mi rostro relajado y asentí y agradecí a mis escasas estrellas de la suerte que Edward no pudiera leerme la mente.
— ¿Por qué? —Preguntó Edward. Y para responderle Carlisle sólo continuó leyendo.
Porque ya antes habían convivido la morfina y la ponzoña en mi sistema y por ello sabía la verdad. Sabía que el aturdimiento de la medicina era completamente irrelevante mientras la ponzoña ardiera en mis venas, pero por supuesto, nunca se me ocurrió mencionar siquiera este hecho, como ningún otro que le indujera a echarse atrás y no transformarme.
—Es cierto—Alice rio— Ella te conoce muy bien.
Lo que nunca imaginé fue ese posible efecto de la morfina: inmovilizarme y amordazarme. Mantenerme paralizada mientras me quemaba. Conocía todas las historias. Sabía que Carlisle se había mantenido lo más quieto posible mientras ardía para evitar que le descubrieran. Sabía que no era nada bueno gritar, como me había contado Rosalie. Y yo había esperado que quizá podría comportarme como Carlisle y que creería las palabras de Rosalie y mantendría la boca cerrada. Porque sabía que cada grito que se escapara de entre mis labios sería un tormento para Edward.
Edward suspiró y sonrió tristemente por eso.
—Es muy considerado de su parte— Dijo Esme, aunque Esme hubiese deseado que Edward no hubiera sabido que era lo que ella hacia… el ciertamente sufriría por eso.
Y ahora parecía un espantoso chiste que se hubieran cumplido mis deseos. Pero si no podía gritar, ¿cómo iba a poder pedirles que me mataran?
Emmett rio al respecto.
—No es gracioso—Alice siseó por Edward, quien estaba paralizado de nuevo.
Únicamente deseaba morir. O mejor, no haber nacido nunca. Toda mi existencia no podía compensar este dolor. No merecía la pena vivir todo esto sólo a cambio de un latido más de mi corazón. Dejadme morir, dejadme morir, dejadme morir. Y durante un espacio que parecía no acabarse nunca, esto fue todo lo que sucedió. Sólo una tortura ardiente y mis gritos insonoros, suplicando que me llegara la muerte. Nada más, ni siquiera sentía pasar el tiempo, que de este modo se hizo infinito, sin principio ni final. Un inacabable momento de dolor. El único cambio sobrevino cuando el dolor se redobló de forma repentina y casi imposible. La mitad inferior de mi cuerpo, más insensibilizada por la morfina, de pronto se prendió también en llamas. Alguna conexión rota debía de haberse curado entretejiéndose en ese momento con los dedos abrasadores del fuego.
Esme suspiró simpáticamente… ella había sentido algo similar.
Aquella quemazón infinita me abrasó con saña. Puede que pasaran segundos o días, semanas o años pero en algún momento el tiempo volvió a adquirir significado de nuevo. Ocurrieron tres cosas a la vez, que surgieron de tal modo que no tenía idea de cuál había sido la primera: el tiempo reemprendió su marcha, el peso causado por la morfina desapareció, y me sentí más fuerte. Podía sentir cómo recuperaba el control de mi cuerpo poco a poco, y esos pequeños logros fueron mis primeros indicadores del paso del tiempo. Lo supe cuando noté que era capaz de retorcer los dedos de mis pies y los de las manos, para convertirlos en puños. Lo supe, pero no hice nada.
—Vean… de carácter fuerte— Jasper sonrió—Cuesta mucho no moverse o gritar bajo ese nivel de dolor.
Aunque el incendio no disminuyó ni un solo grado. De hecho, más bien comencé a desarrollar una nueva capacidad de experimentarlo, una nueva sensibilidad para poder apreciarlo, para percibir por separado cada una de aquellas abrasadoras lenguas de fuego que lamían mis venas, pero a pesar de ello, pude pensar.
—Ah… su mente se está expandiendo— Dijo Emmett— llegando a ser como la nuestra.
—No estoy segura de que la tuya se haya 'expandido' alguna vez—Rosalie bromeo.
Recordé por qué no debía gritar. Recordé el motivo por el cual me había obligado a soportar esta agonía indescriptible. Y también recordé que había algo por lo que merecería la pena soportar semejante suplicio aunque ahora pudiera parecer casi imposible. Esto sucedió justo a tiempo, para ayudarme a resistir cuando los pesos abandonaron mi cuerpo. Nadie que me estuviera observando habría apreciado cambio alguno. Pero a mí, que luchaba por mantener los gritos a raya y aquella paliza encerrada en los límites de mi cuerpo, donde no pudiera hacer daño a nadie más, me hizo sentir como si en vez de estar atada a la estaca donde ardía, me estuviera aferrando a ella para mantenerme pegada al fuego.
—No conozco a mucha gente que haya podido hacer eso—Alice resopló.
—Sí, ella es increíble—Dijo Emmett—pero es muuuy… Bella.
—Concuerdo— Alice sonrió.
Sólo me quedaba la fuerza justa para sostenerme allí, inmóvil, mientras me achicharraba viva. El sentido del oído se aguzó más y más, y pude contar los latidos retumbantes y frenéticos de mi corazón marcando el tiempo. Pude contar también la respiración superficial que jadeaba entre los dientes. Pude contar también las sordas respiraciones regulares que procedían de alguien que estaba muy cerca, a mi lado.
—Me pregunto quién será—Emmett soltó la carcajada, mirando a Edward.
— ¿No debería esta con Renesmee? —Esme frunció el ceño.
—Podríamos llevársela—Dijo Alice— Estoy segura que a ella también le gustaría ver a 'mami'.
—Ok—Dijo Esme.
…Éstas se movían con más lentitud, de modo que me concentré en ellas para calcular el tiempo con más facilidad. Más regulares aún que el péndulo de un reloj, aquellas respiraciones me empujaron a través de los segundos achicharrantes hacia el final. Continué sintiéndome más fuerte, y mis pensamientos se aclararon. Cuando percibí nuevos ruidos, pude escuchar. Eran pasos ligeros, y el susurro del aire agitado por una puerta abierta. Los pasos se acercaron más y sentí una presión sobre la parte interior de mi muñeca. No pude percibir la frialdad de sus dedos. La quemazón había arrasado cualquier recuerdo que pudiera tener de lo que era el frescor.
— ¿Todavía no hay ningún cambio?
—Ninguno.
Sentí una ligera presión, un aliento contra mi piel abrasada.
—No queda ningún resto de olor a morfina.
—Ya lo sé.
—Bella, ¿puedes oírme?
—Parece que ella simplemente no puede ganar contigo—Emmett sacudió su cabeza.
—Sí, ahora te preocuparas porque ella no está haciendo nada—Jasper rio.
Supe, más allá de toda duda, que si destrababa los dientes perdería y comenzaría a chillar, chirriar, y retorcerme y sacudirme. Si abría los ojos, si incluso sólo torcía un dedo de una mano, cualquier cambio fuera el que fuera, sería el final de mi autocontrol.
— ¿Bella? ¿Bella, amor? ¿Puedes abrir los ojos? ¿Puedes apretarme la mano?
Una nueva presión sobre mis dedos. Se me hacía aún más duro no responder a esta voz, pero permanecí paralizada. Sabía que el dolor que se percibía en su voz no era nada comparado al que sería si él se daba cuenta, porque ahora sólo se temía que pudiera estar sufriendo.
—Si ella abriera su boca… tú sabrías que ella está sufriendo—Dijo Emmett.
—Quizá, Carlisle, quizá haya llegado demasiado tarde.
Alice giró los ojos— De ser así su corazón no seguiría latiendo.
Su voz sonaba amortiguada y se quebró al llegar a la palabra «tarde». Mi resolución flaqueó durante un segundo.
—Escucha su corazón, Edward. Late con más fuerza que el de Emmett en su momento
—Ella es más fuerte que tú, Emmett— Jasper bromeó.
—No lo es—Dijo Emmett— Solo su corazón.
—Sí... Bueno, todos podríamos habernos dado cuenta de eso, o ¿no? —Esme sonrió.
—Supongo que sí—Carlisle sonrió también.
—Aun así eso no significa que ella sea más fuerte—Dijo Emmett con mala cara.
—Oh, ella lo será—le recordó Jasper— Espero que ella recuerde retarte en combate, brazo a brazo.
—No va a apalearme—afirmó Emmett confiado.
Carlisle apenas reanudó la lectura en ese momento.
Nunca había escuchado nada tan lleno de vida. Ella va a estar perfecta. Sí, había tenido razón permaneciendo quieta. Carlisle le devolvería la seguridad en sí mismo. No necesitaba sufrir conmigo.
— ¿Y la... la columna?
—Sus heridas no eran peores que las de Esme, así que la ponzoña la curará igual que a ella.
—Pero está tan quieta. Debo haber hecho algo mal.
—Si… todo va bien... Eddy debió haber hecho algo mal—Emmett rio.
—O quizás algo bien, Edward. Hijo, has hecho lo mismo que hubiera hecho yo y más. No estoy seguro de que yo hubiera tenido la persistencia, la fe que ha sido necesaria para salvarla. Deja ya de reprocharte nada a ti mismo. Bella va a estar bien.
Se oyó un susurro quebrado.
—Debe de estar pasando un verdadero calvario.
—No lo sabemos. Ha tenido una gran cantidad de morfina en su sistema y no conocemos qué efecto habrá causado en su experiencia de la transformación.
—No... ella está en agonía—Dijo Emmett, no alegre como siempre, pero continúa con el aliento suficiente.
—Me pregunto si estás tratando de hacer sentir mejor a Edward—Jasper reflexionó.
—Espero que no esté en agonía—dijo Carlisle, sin responder realmente a pregunta.
Sentí una ligera presión en el pliegue del codo y otro susurro.
—Bella, te amo. Bella, lo siento.
Deseaba tanto poder contestarle, pero no quería hacerle sentir más dolor. No mientras me quedaran fuerzas para mantenerme inmóvil. Mientras sucedía esto, el fuego incontrolable continuó abrasándome. Pero ahora había más espacio en mi cabeza. Espacio para reflexionar sobre su conversación, para recordar lo que había ocurrido, para mirar hacia el futuro... Un espacio infinito también para sufrir.
—Si solo tu pudieras cerrar las puertas de esos cuartos de dolor—Dijo Emmett.
…Y también para preocuparme.
—Claro… no podría ser bella si no pudiera preocuparse—Jasper rio.
¿Dónde estaba mi bebé? ¿Por qué no se encontraba aquí? ¿Por qué no hablaban de ella?
—Porque, obviamente, Eddy está preocupado por ti justo ahora—Emmett soltó la carcajada.
—No, yo me voy a quedar aquí —susurró Edward, contestando a una pregunta que no se había formulado—. Ya se las apañarán como puedan.
—Una situación muy interesante —replicó Carlisle—. Y yo que pensaba que lo había visto ya todo.
—Me ocuparé de eso más tarde. Nos ocuparemos —algo presionó suavemente mi palma abrasada.
—Estoy seguro de que entre los cinco podemos evitar que esto desemboque en un derramamiento de
sangre.
Edward suspiró.
—No sé de qué lado ponerme. Me dan ganas de azotarlos a los dos. Bueno, más tarde.
—Pienso que ellos hablan del cachorrito y de ti, bebé—Emmett continuó riendo.
—Probablemente peleando por Renesmee—agregó Jasper y eso causó que Rosalie les siseara.
—Me pregunto qué pensará Bella de esto... de qué lado se pondrá —musitó Carlisle.
—Es una buena pregunta—Dijo Emmett— ¿Qué haría bella cuando se enterara de la imprimación?”.
—Esa es una difícil—Jasper dijo pensativo.
—Apuesto que matará al cachorrito—Emmett se rio—Bueno, al menos lo mutila.
—De acuerdo— Dijo Jasper —creo que apostaré contigo.
Emmett sonrió—Estoy seguro de que va a sorprenderme. Siempre lo hace.
—Sí, ella ciertamente lo hace—Edward sonrió.
Los pasos de Carlisle se alejaron de nuevo y me sentí frustrada de que no se hubiera explicado más. ¿Acaso estaban hablando de forma tan misteriosa sólo para molestarme?
—Yo a menudo me pregunto eso—Emmett se rio entre dientes.
Volví a contar las respiraciones de Edward para marcar el paso del tiempo.
Diez mil novecientas cuarenta y tres respiraciones más tarde, unos pasos que sonaban distintos se deslizaron con un susurro en la habitación. Más ligeros. Más... rítmicos.
—Alice—todos dijeron.
Era extraño que pudiera distinguir aquellas sutiles diferencias entre pasos que nunca había sido capaz
de escuchar en toda mi vida.
— ¿Cuánto tiempo más queda? —preguntó Edward.
—No debe de ser mucho ya —le contestó Alice—. ¿Ves cómo se le aclara la piel? La veo mucho
mejor —suspiró.
— ¿Todavía sientes un poco de amargura?
—Eso no ayuda—Alice murmuró.
—Sí, y gracias por recordármelo —gruñó ella—. Tú también deberías sentirte humillado, si te dieras cuenta de que estás maniatado por tu propia naturaleza. Veo mejor a los vampiros, porque yo soy una, también veo bien a los humanos, porque fui una. Pero no puedo con esas razas mestizas porque no son nada que yo haya experimentado. ¡Bah!
—Eso tiene sentido—dijo Carlisle, y Alice hizo una cara al respecto…. Respecto al párrafo anterior.
—Céntrate, Alice.
—Eres la que le pregunto que si estaba amargada—dijo Emmett—si no quieres que te responda no deberías preguntarle.
—Vale. Bella se ve ahora casi bien.
Se hizo un largo silencio y después Edward suspiró. Era un sonido nuevo, más feliz.
—Parece verdad que ella va a recuperarse —dijo tras respirar hondo.
Edward sonrió por eso.
—Sabía que lo haría, desde hace tiempo—Alice volteó los ojos.
—Pero ahora lo he dicho—Edward se encogió de hombros.
—Claro que sí.
—No eras tan optimista hace dos días.
—No podía ver bien hace dos días. Pero ahora que ella está libre de todos los puntos ciegos se distingue muy bien.
—Dos días” dijo Carlisle—eso fue muy rápido.
—Sí, un disparo de veneno al corazón debe trabajar de maravilla—Emmett rio entre dientes.
— ¿Podrías concentrarte un poco por mí? Sobre el tiempo... Dame una estimación.
Alice suspiró.
—Qué impaciente. Vale. Dame un segundo...
Una respiración silenciosa.
—Gracias, Alice —su voz sonó más alegre.
Emmett comenzó a reír.
¿Cuánto tiempo quedaba? ¿Es que no podían decirlo en voz alta para que pudiera enterarme?
Y ahora reía fuertemente.
¿Es que era eso demasiado pedir? ¿Cuántos segundos más seguiría ardiendo? ¿Diez mil? ¿Veinte? ¿Otro día más, ochenta y seis mil cuatrocientos? ¿Más aún?
—Se va a convertir en una belleza deslumbrante.
Edward gruñó quedamente.
—Siempre lo ha sido.
Alice resopló.
—Ya sabes lo que quiero decir. Mírala.
Edward no contestó, pero las palabras de Alice me concedieron la esperanza de que quizá no tuviera el aspecto de un ladrillo de carbón al que creía parecerme.
Edward giro los ojos y Emmett se rio de eso.
A estas alturas yo no debería ser más que una pila de huesos socarrados. Cada célula de mi cuerpo se había visto reducida a cenizas. Escuché el aire agitarse debido a la marcha de Alice. Distinguí claramente el siseo de la tela cuando se movió, al rozarse. Oía también con nitidez el silencioso zumbido de la luz que colgaba del techo. Escuché la ligera brisa que soplaba en el exterior de la casa. Podía percibirlo todo. En el piso inferior alguien estaba viendo un partido de béisbol. Los Marineros ganaban por dos carreras.
—Es mi turno —oí que le decía Rosalie con voz brusca a alguien y recibió un bajo gruñido en
respuesta.
—Oye, tú —advirtió Emmett.
Alguien siseó.
—Emmett siendo pacifico una vez más—Dijo Jasper sacudiendo su cabeza—el mundo se ha vuelto loco.
Escuché a ver si podía distinguir algo más, pero no se percibía nada más que el partido. El béisbol no era lo suficientemente interesante para distraerme del dolor,
—Nada te distrae del dolor—Edward dijo miserablemente.
…así que volví a quedarme pendiente de las respiraciones de Edward, contando los segundos. El dolor cambió veintiún mil novecientos diecisiete segundos y medio más tarde. Mirando el lado bueno de las cosas, pareció disminuir en las puntas de los dedos de los pies y de las manos. Lentamente, pero al menos suponía una novedad. A lo mejor es que esto era lo que tenía que ocurrir, que el dolor estuviera ya desvaneciéndose... Pero después llegaron las malas noticias. El fuego de mi garganta tampoco era igual que antes, porque ahora también me hacía estar muerta de sed y seca como un hueso. Tan sedienta. .. Ardiendo por culpa del fuego y también ahora por la sed...
—Ahora que lo menciona, estoy algo sedienta—dijo Alice
—Debiste haber ido a cazar con el resto entonces—Emmett bromeó.
—Tengo cosas más importantes que hacer—Alice se encogió de hombros.
Y otra mala noticia: el fuego de mi corazón ardió con más virulencia. Pero ¿cómo era eso posible? Los latidos de mi corazón, ya demasiado rápidos, incrementaron el ritmo: el fuego los impulsaba a una marcha casi frenética.
—Carlisle —llamó Edward.
Su voz sonaba baja, pero muy clara. Supe que Carlisle podría oírla y que estaría en la casa o en sus inmediaciones. El fuego se retiró de las palmas de mis manos, dejándolas dichosamente libres de dolor y frescas, pero se instaló en mi corazón, que ardía con tanta fuerza como el sol y latía a una furiosa y nueva velocidad. Carlisle entró en la habitación con Alice a su lado. Sus pasos sonaban tan distintos, que incluso podía decir que el que iba a la derecha era Carlisle, y un paso por delante de Alice.
—Escuchad —les indicó Edward.
El sonido más fuerte que se oía en la habitación era el de mi corazón desenfrenado, que latía al ritmo del fuego.
—Ah —dijo Carlisle—, ya casi ha terminado.
El alivio que sentí ante sus palabras fue superado por el dolor insoportable de mi corazón. Tenía las muñecas libres, y también los tobillos. El fuego se había extinguido allí por completo.
—Muy pronto —convino Alice con impaciencia—. Traeré a los otros. ¿Debo hacer que Rosalie...?
—Sí... Es preferible que mantenga al bebé alejado.
¿Qué? No. ¡No! ¿Qué querían decir con eso de mantener al bebé apartado? ¿En qué estaban pensando?
—Qué serías un peligro para el bebé—dijo Edward tristemente.
Se me retorcieron los dedos, porque la irritación irrumpió a través de mi fachada perfecta. La habitación quedó en completo silencio mientras todos dejaban de respirar un segundo en respuesta
—Está viva—Gritó Emmett dramáticamente.
—Idiota—Rosalie siseó.
—Se cualquier manera, es más asertivo si dices que 'no está muerta’—Jasper señaló.
—Es solo que así no suena igual de bien—Emmett se encogió de hombros.
Una mano apretó mis dedos díscolos.
— ¿Bella? ¿Bella, amor?
¿Podría contestarle sin gritar? Lo consideré durante un momento y entonces el fuego rasgó mi pecho inundándolo de más calor, extrayéndolo de mis codos y mis rodillas. Mejor no intentarlo siquiera.
—Haré que suban ya —dijo Alice, con un punto de urgencia en su tono y escuché el siseo del aire cuando se precipitó afuera. Y entonces..., ¡oh! Mi corazón despegó batiendo como las palas de un helicóptero, con el sonido de una sola nota sostenida; parecía que se abriría camino a través de mis costillas. El incendio llameó en el centro de mí pecho, absorbiendo los restos de llamas del resto de mi cuerpo para alimentar el más abrasador de los rescoldos. El suplicio fue lo bastante intenso como para aturdirme y romper el fuerte asidero de la estaca. La espalda se me arqueó, doblándome como si el fuego me estuviera alzando desde el corazón. No dejé que ninguna otra parte de mi cuerpo rompiera filas hasta que mi torso se derrumbó contra la mesa. Se inició una batalla en mi interior: mi corazón que se aceleraba contra el fuego que lo atacaba y ambos iban perdiendo. El fuego fue domado, habiendo consumido ya todo lo que era combustible y mi corazón galopaba hacia su último latido.
Edward frunció el ceño, no le gustaba como sonaba eso, aunque sabía lo que vendría.
El fuego se encogió, concentrándose en aquel órgano que era lo último humano que quedaba en mí, con una oleada final insoportable. Esa llamarada fue contestada por un profundo golpe sordo, que sonó como a hueco. Mi corazón tartamudeó un par de veces y después latió sólo una vez más. Y ya no hubo ningún otro sonido. Ni una respiración, ni siquiera la mía. Durante un momento, lo único que pude comprender fue la ausencia de dolor. Y entonces abrí los ojos y miré maravillada hacia arriba.
—Eso es todo—dijo Carlisle y le pasó el libro a Rosalie.