18. Esto no tiene nombre
TRADUCCIÓN: ALEJANDRA MORALES RUEDA.
“No hay palabras para esto”. Leyó Jasper.
Rosalie sostuvo en brazos el cuerpo de Bella. Ésta chorreaba sangre y se estremecía, presa de sacudidas tan bruscas que daba la impresión de estar siendo electrocutada. Tenía cara de ida, pues había perdido la conciencia. Era la furibunda agitación del usurpador que llevaba en su vientre la que zarandeaba el cuerpo inerte.
-"Esto no está bien, esto no está bien", Edward gimió, enseguida observó a Carlisle. "¿Por qué demonios te fuiste?"
-"Lo siento", Carlisle suspiró, compartiendo el pensamiento de Edward “esto no es bueno”. -"Pero estoy seguro que puedes lidiar con eso, el añadió en su firme y convincente voz."
Los dos hermanos Cullen se quedaron helados durante una milésima de segundo, y luego entraron en acción como torbellinos. Rosalie aseguró el cuerpo de la embarazada entre sus brazos y, gritando tan deprisa que resultaba imposible entender cada palabra por separado, ella y su hermano subieron disparados las escaleras hasta llegar al segundo piso. Salí a la carrera detrás de ellos.
— ¡Morfina! —le gritó Edward a Rosalie.
—Ponte al habla con Carlisle, Alice —chilló la Barbie.
Los seguí hasta la biblioteca, cuyo espacio central se parecía un montón al área de emergencia de un hospital. Las luces de un blanco cegador iluminaban a la parturienta, tendida encima de una mesa; bajo los focos, la piel le brillaba de un modo fantasmagórico. La pobre se agitaba como un pez en la arena. Rosalie la fijó a la mesa y de un brusco tirón le rasgó la ropa mientras Edward le inyectaba algo con una jeringuilla. ¿Cuántas veces me la había imaginado desnuda? Yo qué sé.
Edward silbó por eso, no solamente por la declaración, sino también porque no era el momento para pensar en ello. Ahora, no podía mirarla, pues temía no ser capaz de sacarme esas imágenes de la sesera.
"Ayudanos, imbecil” Rosalie sibó, ellos necesitaban a Carlisle “más cerca” para asegurarse que pudiera saber lo que estaba pasando, y así pudiera ser de ayuda.
¿Qué ocurre, Edward?, masculló Carlisle.
— ¡El feto se está asfixiando!
— ¡La placenta se ha desprendido!
Bella recuperó el sentido en algún momento de ese proceso y reaccionó a esas palabras con un chillido que me perforó los tímpanos.
— ¡SÁCALO! —bramó—. ¡No puede respirar! ¡Hazlo YA!
Mientras hablaba a grito pelado, vi estallar las venas oculares que, ya rotas, se extendieron como arañas rojas por el blanco de los ojos.
—La morfina... —gruñó Edward.
"No te preocupes por eso… debes sacar al bebé ahora” Gritó Rosalie.
“Es más importante”, dijo Esme; El dolor físico no es nada en comparación de otros tipos de dolor.
—No, no... ¡AHORA!
Otro borbotón de sangre sofocó los alaridos de la parturienta. Su esposo le alzó la cabeza mientras le limpiaba la boca a la desesperada con el fin de que ella pudiera respirar de nuevo. Alice entró en la habitación como una flecha y colocó un pequeño auricular azul bajo el pelo de Rosalie. Luego reculó un paso, con esos ojos dorados suyos abiertos hasta la desmesura, ardientes y ávidos de sangre. Rosalie siseaba al teléfono como una posesa. La piel de Bella parecía más purpúrea y amoratada que blanca bajo el chorro de luz de los focos, y líquidos de un rojo intenso fluían debajo de la epidermis del abultado vientre. Rosalie apareció con un escalpelo en la mano.
-"Pensé que necesitarías nuestros dientes", comentó Emmett con tono preocupado.
—Espera a que le haga efecto la morfina —le pidió Edward a voz en grito.
—No hay tiempo —le replicó Rosalie—. El bebé se muere.
—Ella está en lo correcto Edward, cada segundo es crítico… crítico para ambos— Dijo Carlisle.
Bajó la mano hasta situarla sobre el estómago de Bella y con la lanceta practicó en la piel una incisión, por donde brotó un chorro de sangre negruzca. Era como si alguien hubiera volcado un cubo lleno hasta los bordes o hubiera abierto un grifo. Bella se retorció, pero no gritó, pues seguía sin poder respirar. Entonces, a Rosalie se le fue la pelota y le cambió la expresión del semblante mientras echaba hacia atrás los labios para dejar vía libre a los colmillos. Los ojos le relumbraron de pura sed.
—Maldición, se dijo a sí misma.
—No dejaré que los dañes, dijeron Edward y Alice al unísono.
—Espera…. No es momento para ser débiles— dijo Rosalie regañándose a sí misma— pero no tan malo como hace un momento.
— ¡No, Rose! —chilló Edward.
Él no podía hacer nada: tenía los brazos ocupados en mantener a su esposa incorporada para que pudiera respirar. Me lancé contra Rosalie de un brinco, sin molestarme en entrar en fase.
—"Así que, él está dispuesto a pelear contigo"— Emmett dijo, haciendo que su voz sonara alegre, tratando de romper la tensión del cuarto.
El escalpelo se me hundió bien hondo en el brazo izquierdo cuando le caí encima y choqué contra su cuerpo de piedra, empujándola hacia la puerta. Le puse la mano derecha en el careto, bloqueándole los dientes y tapándole las napias.
—"Eso no va a dañarla", Dijo Emmett.
—"Pero podría hacer que pare de sonreír"— Dijo Jasper— "es un buen movimiento."
—Tienen que sacarme de aquí— agregó Rosalie.
Aproveché la presa de mi mano en torno a sus morros para darle la vuelta al cuerpo de la rubia y poderle patear a gusto las tripas; pero, caray, las tenía tan duras que era como dar puntapiés al hormigón. Acabó golpeando el marco de la puerta, uno de cuyos lados se dobló. El pinganillo del móvil reventó en tropecientos mil cachitos. Alice apareció en ese momento y la aferró por el pescuezo para arrastrarla hacia el vestíbulo. Algo sí tuve que reconocerle a la Barbie. No se empleó a fondo en la pelea. Quería que ganásemos
—"Obviamente", dijo Rosalie con cierto Alivio en su voz, pero continuaba preocupada.
Por eso me dejó que la zarandease de esa manera, para que salváramos a Bella: bueno, mejor dicho, para que salvásemos a la cosa.
—Para salvarlos a ambos, masculló ella.
Extraje la hoja de un tirón.
— ¡Sácala de aquí, Alice! —Gritó Edward—. Entrégasela a Jasper y mantenla fuera... ¡Jacob! ¡Te necesito!
No vi cómo Alice terminaba el trabajo, pues me di la vuelta para regresar junto a la mesa de operaciones, donde Bella se estaba poniendo azul y nos miraba con ojos redondos como platos.
—"No"— Edward gimió.
— ¡Masaje cardíaco! —me refunfuñó Edward, con tono urgente y perentorio. —¡Va!
Estudié las facciones del vampiro en busca de algún indicio de que fuera a darle un ataque como a Rosalie, pero no había en él más que una determinación feroz.
Carlisle sonrió, sonrió fugazmente por eso. Su hijo había aprendido a la clave para controlar su monstruo interior completamente.
— ¡Haz que siga respirando! He de sacar al bebé antes de...
Dentro del cuerpo de la agonizante se oyó otro chasquido, de esos que suenan cuando se produce un buen destrozo. Pero fue más estruendoso que los anteriores, tanto que Edward y yo nos quedamos como dos pasmarotes a la espera de que ella reaccionara y soltara un alarido. Nada. Antes había flexionado las piernas como reacción ante el dolor, pero ahora estaba despatarrada de un modo muy poco natural, y las extremidades descansaban flácidas sobre la mesa de operaciones.
— ¡Su columna vertebral! —exclamó con voz ahogada.
-"¡No!"— Edward gritó desesperadamente.
-"Ella estará bien, hijo"— Dijo Carlisle— apoyando una mano tranquilizadora en su hombro, aunque la que Jasper tenía sobre él probablemente estaba funcionando mejor para eso.
— ¡Sácaselo, ahora ya no va a sentir nada! —le refunfuñé al tiempo que le lanzaba el escalpelo. Me incliné sobre Bella para estudiar sus vías respiratorias sin apreciar obstrucción alguna. Le tapé la nariz con los dedos, le abrí bien la boca y la cubrí con la mía antes de soplar con fuerza para insuflarle aire a sus pulmones. Su cuerpo se agitó; así supe que no había obstrucción alguna en la garganta. Sus labios sabían a sangre.
—"Es Bueno que él este aquí"— Dijo Carlisle.
Percibí el latido desacompasado de su corazón. Aguanta, Bella, le pedí con fiereza mientras le
insuflaba otro soplo de aire a su cuerpo. Lo prometiste. Que tu corazón no se detenga.
Escuché un chapoteo delator, el del escalpelo al deslizarse por el vientre, y el goteo incesante de la sangre sobre el suelo. El siguiente sonido me estremeció por lo inesperado y aterrador del mismo. Sonaba igual que cuando se abría una grieta en una superficie metálica. Al oírlo, mi memoria voló atrás en el tiempo, a la pelea mantenida meses con los neófitos; su carne chasqueaba del mismo modo cuando los desgarrabas. Me aventuré a lanzar una miradita. Vi el rostro de Edward pegado al bulto. Los dientes de vampiro eran un remedio infalible para destrozar la piel de vampiro. Me estremecí cuando insuflé más aire a la parturienta. Ella reaccionó tosiéndome a la cara. Parpadeó y movió los ojos sin ver nada.
— ¡Quédate conmigo, Bella! —le grité—. ¿Me oyes? ¡Aguanta! ¡Quédate, no me dejes! Haz que ese corazón tuyo siga latiendo.
Sus ojos se movieron, buscándome o buscándole, pero sin ver nada. Pese a todo, yo sí le devolví la mirada y la mantuve allí, clavada en sus ojos. En ese momento, de pronto, su cuerpo debajo de mis brazos se quedó quieto; la respiración había retomado una cadencia más o menos normal y el corazón le seguía latiendo.
Entonces comprendí el significado de aquella calma. Había terminado, el zarandeo interior había acabado. La criatura debía de estar fuera. Y así era.
—"Bien", Rosalie sonrió. Pero Edward continuaba preocupado… ellos apenas estaban a la “mitad del camino”.
—Renesmee —susurró Edward.
—"Es una niña"— dijo Edward, aun dentro de su preocupación — la de ambos ahora— ella no podía ayudar pero sonrió ante eso.
—"Apuesto a que es adorable"— Dijo Rosalie.
—"No puedo esperar por verla"— alardeó Alice.
—"Felicidades hermano"— Sonrió Jasper.
—"Sí, apuesto a que ella te tendrá pendiendo de su pequeño dedo en cualquier momento"— Emmett río.
—"Apuesto que ella nos tendrá pendiendo de su pequeño dedo"—lo corrigió Carlisle— "Estoy tan orgulloso de ti, hijo."
Bella se había colado. No era el niño con el que había fantaseado, lo cual no me sorprendía lo más mínimo. ¿En qué no se había equivocado la pobre?
—"Ella está en lo correcto en varias cosas, en realidad"— Dijo Alice, al momento en que volteó los ojos—"… sobre el nacimiento seguro del bebé."
No dejé de mirar aquellos ojos salpicados de puntos rojos, aunque noté cómo levantaba débilmente las manos.
—Déjamela... —pidió con voz rasposa—. Dámela.
Debería haber sabido que él iba a concederle cualquier petición, sin importar lo estúpida que fuera, pero ni en sueños habría pensado que le iba a prestar oídos en ese momento. No pensé en detenerle sólo por ese motivo.
—" ¿Qué hay de malo que ella sostenga a la bebé?" — Esme frunció el ceño.
Algo tibio me rozó el brazo, lo cual debería haber llamado mi atención, pues no parecía haber nada capaz de calentarme.
—"Hm...", Carlisle meritó sobre las nuevas noticias sobre el be…Renesmee.
No aparté la mirada del rostro de Bella. Ella parpadeó y al final mantuvo la mirada fija, viendo algo. Entonó un extraño y débil canturreo.
—Renes... mee. Qué... bonita... eres.
Entonces, jadeó, jadeó de dolor. Cuando quise mirar, ya era demasiado tarde. Edward había tomado a la cosa caliente y ensangrentada de los débiles brazos de Bella. Recorrí con la mirada la piel de Bella, bañada en sangre: la de su propio vómito, la de la criatura, que había salido embadurnada, y la procedente de dos puntitos situados encima del pecho derecho; parecían mordiscos con forma de medialuna.
—"Ok... tal vez que sostenga a la bebe no sea la mejor idea"— Emmett sonrió.
—"No, Renesmee" —murmuró Edward con un tono de voz que sonaba como si estuviera enseñando modales al monstruito.
—"Ella no es un monstruo", comentó Rosalie— "Y de antemano sabemos que ella tiene la capacidad de aprender."
No malgasté una mirada en ninguno de los dos. Sólo observaba a la madre cuando se le quedó la mirada extraviada y el corazón, tras una última sístole sin apenas fuerza, falló y se sumió en el silencio. El corazón de Bella debió de detenerse menos de medio latido, pues enseguida me puse a hacerle un masaje cardíaco.
Edward se tensó.
—"Ella necesita el veneno justo ahora"— Carlisle murmuró.
Fui llevando la cuenta de cabeza, intentando mantener constante el ritmo de compresión y relajación.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Lo dejé durante un segundo y le practiqué otra insuflación boca a boca. Fui incapaz de ver nada más, pues tenía la mirada borrosa por culpa de las lágrimas, pero estaba muy al loro de los sonidos de la habitación: el gorgoteo de su corazón bajo mis compresiones, el latido de mi propio corazón y otro más, vibrante, ligero, rápido, que fui incapaz de situar.
—"¿Es ese el latido de "Renesmee?" —Preguntó Carlisle.
— "¿Tiene latido?" — Jadeo Edward, pero su mente se concentraba más en el bienestar de bella por ahora.
Me obligué a introducir más aire en la garganta de Bella.
— ¿A qué estás esperando? —le grité mientras, ya sin aliento, reanudaba el masaje cardíaco.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
—Vigila a la niña —oí decir a Edward con tono apremiante.
—Tírala por la ventana.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Alguien se unió a la conversación y dijo con boca pequeña:
—Dádmela a mí.
Edward y yo le gruñimos al mismo tiempo.
—"Parece que estas de vuelta, bebé". Emmett intentó sonreír.
—No hay tiempo que perder… dale a la bebe. Dijo Alice.
—Me he serenado —prometió Rosalie—. Dame a la niña, Edward. Me encargaré de ella hasta que Bella...
Le hice el boca a boca a la madre mientras los hermanos se pasaban a la hija. El aleteo del corazón se fue apagando: tump, tump, tump.
—Quita de ahí esas zarpas, Jacob.
Levanté la vista de los ojos en blanco de Bella sin dejar de masajear su corazón y me encontré a Edward sosteniendo una jeringuilla enorme, toda de plata, como si estuviera hecha de metal.
—"Otra jeringa… ¿Que estás haciendo?" — Preguntó Emmett.
De cualquier manera, Carlisle estaba mirando a Edward, su expresión denotaba impresión y orgullo al mismo tiempo.
— ¿Qué es eso?
Su mano de hierro apartó las mías. Se produjo un ligero chasquido cuando el manotazo me partió el meñique. Acto seguido, hundió la aguja en el corazón.
—Mi ponzoña —respondió mientras impulsaba hacia abajo el émbolo de la jeringa.
-"¡De ninguna manera!" — Emmett gritó y todos se quedaron mirando perplejos. "¿Es eso posible?"
—"Parece que sí", sonrió Carlisle— "Muy ingenioso".
Escuche la sacudida de su corazón, como si él lo hubiese utilizado paletas de resucitación.
—Sigue con el masaje —ordenó con voz helada y hueca. Hablaba con fiereza y de forma impersonal, como si fuera una máquina. Ignoré el dolor del dedo roto y continué masajeándole el corazón. Resultaba cada vez más difícil, como si el plasma sanguíneo se le parara en las venas, se le congelara y se espesara. Observé el comportamiento de Edward mientras yo me afanaba en que esa sangre, ahora viscosa, siguiera circulándole por las arterias.
Parecía estar besándola. Le rozó con los labios la garganta, las muñecas y el pliegue interior del codo. Escuché una y otra vez las obscenas perforaciones de los colmillos en la piel de Bella. Su marido estaba inoculándole veneno en el cuerpo por el mayor número posible de puntos.
—Si… eso también debería ayudar— comentó Carlisle, viendo nuevamente con orgullo a su hijo.
Acerté a ver cómo le lamía los cortes sangrantes. Antes de que me dieran arcadas o me cabreara, comprendí su propósito: sellar las heridas con saliva a fin de impedir la salida de la sangre o la ponzoña. Le practiqué el boca a boca, pero ya no había vida en ese cuerpo. El pecho reaccionaba subiendo tras cada insuflación. Seguí con el masaje mientras él trabajaba como un maníaco sobre ella en su desesperado intento de traerla de vuelta. Ni con toda la ayuda...
—"Por un demonio cierra la boca… ella estará bien". Edward siseo.
Allí no había nadie más, sólo él y yo.
Nos afanábamos encima de un cadáver.
No quedaba más de la chica que ambos habíamos amado, salvo esos restos quebrantados, ensangrentados y desfigurados. No íbamos a lograr traerla a la vida otra vez. Supe que era demasiado tarde y que había expirado cuando tomé conciencia de que la atracción había desaparecido. No encontré razón para seguir junto al cuerpo ahora que ella ya no lo habitaba, pues esa carne ya no podía atraerme. La disparatada necesidad de estar cerca de Bella había desaparecido, no sentía ninguna razón para estar al lado de ella.
-"Ella no estaba aquí más". Edward perdió el aliento.
—"Wow" —dijo Jasper, su mano continuaba en el hombre de Edward y el percibía una fuerte oleada de lo que Edward iba sintiendo como resultado de dicha expresión. El alivio era lo más confuso de la situación, Bella continuaba en peligro… pero cuando el sintió la rabia, la tristeza y la ansiedad comprendió mejor porque Edward prefería pensar de aquella manera.
-"Maldición"— Rosalie siseo, pareciendo haber llegado a la misma conclusión que sus hermanos.
—Bella estará bien, pensó Alice para si misma.
Tal vez desaparecido no era la palabra exacta. El tirón, la atracción, se había desplazado, pero ahora me empujaba en la dirección opuesta.
Todos los sentimientos de Edward se intensificaban cada vez más en ese lugar, afortunadamente Jasper había apartado su mano justo antes de eso.
Me instaba a bajar las escaleras y salir por la puerta. Sentí el anhelo de marchar de allí para siempre jamás, para no volver…
—Vete, pues —me espetó Edward.
Volvió a apartarme las manos de un golpe para sustituirme. Genial. Ahora tenía rotos tres dedos. Los estiré con una cierta torpeza sin importarme las punzadas de dolor. El vampiro masajeaba su corazón parado más deprisa que yo.
—No está muerta —gruñó—. Se va a recobrar. No estaba muy seguro de que me estuviera hablando a mí.
—Oh... creo que estoy hablándote— Edward gruñó, aun cuando él estaba preocupado por la seguridad de bella, comprendía lo que significaba para Jacob seguir ahí, incluso si no lo hacía odiaría a Jacob por haberse rendido de tal forma.
Me di la vuelta y me marché por la puerta con paso lento, muy lento, pues no era capaz de arrastrar los pies más deprisa. Entonces, ése era el océano de dolor y ésta, la orilla al otro lado de las aguas agitadas, tan lejana que no había sido capaz de ver ni de imaginar. Me sentí vacío ahora que había perdido todo objetivo en la vida. Salvar a Bella había sido mi cometido durante mucho tiempo y ya no podía ser salvada. Ella se había inmolado de forma voluntaria para que esa bestezuela la rasgara en dos. Había perdido la batalla y la guerra había acabado.
Durante el descenso de la escalera, sufría una tiritona cada vez que oía el sonido procedente de detrás, el de un corazón quieto al que se le quería obligar a funcionar a golpes. Qué no habría dado yo por poder verter lejía en mi cerebro hasta consumir todas las neuronas y quemar con ellas los minutos finales de Bella. Daría por buenas las lesiones cerebrales si conseguía librarme de esos recuerdos: los gritos, las hemorragias, los crujidos y los chasqueos mientras el monstruo recién nacido la desgarraba desde dentro para salir al exterior.
Ninguno de los vampiros en la habitación gustaron de esos pensamientos, sin embargo, Rosalie no parecía percatarse de ellos.
Mi deseo habría sido salir pitando, bajar los escalones de diez en diez y cruzar el umbral de esa casa como una bala, pero los pies me pesaban como si fueran de plomo y nunca había estado tan hecho polvo. Bajé la escalera arrastrando los pies, como un viejo tullido. Me tomé un respiro en el último escalón, haciendo acopio de las últimas fuerzas para atravesar la puerta. Rosalie estaba de espaldas a mí, sentada en la esquina limpia del sofá blanco. Sostenía en brazos a la criatura, envuelta en una manta, al tiempo que la arrullaba y le hacía cucamonas. Debía de haber oído cómo me paraba al pie de la escalera, pero optó por ignorarme, entregada a los gozos de una maternidad robada. Tal vez fuera feliz ahora que tenía lo que quería y Bella jamás iba a acudir para quitarle a la niña. Me pregunté si no sería eso lo que había estado esperando esa arpía rubia durante todo este tiempo.
—"Nunca"— Rosalie logró decir, incapaz de desconcentrarse del todo, sin importar cuanto lo hubiese intentado.
Sostenía algo oscuro en las manos además de la pequeña asesina, que profería unos sorbos ávidos. Olisqueé el olor dulzón de sangre en el ambiente. Sangre humana. Rosalie la estaba alimentando. El engendro ese deseaba sangre, ¿con qué otra cosa puede alimentarse a un monstruo capaz de mutilar brutalmente a su madre? Era como si estuviera bebiendo sangre de Bella. Tal vez incluso lo era.
— "¿Cómo podría estar bebiendo sangre de bella?" — Emmett preguntó— "Me refiero, a que ella lo hacía cuando estaba dentro de Bella pero, ¿Cómo podría estarlo haciendo ahora? No es como que encontremos la sangre de bella en la tienda."
Me volvieron las fuerzas cuando oí las succiones de la pequeña ejecutora mientras se alimentaba. Una oleada de fuerza, odio y calor, un calor rojo, cruzó mi mente, quemándolo todo y sin borrar ni un recuerdo. Las imágenes de la sesera seguían, calentándose al fuego vivo de aquel infierno, pero sin consumirse. Los temblores me hicieron estremecer de la cabeza a los pies, y no hice esfuerzo alguno para detenerlos.
—Él va a atacar— siseó Rosalie.
—No— Dijo Edward fríamente, habría sido mejor si pudiera hacerlo.
Rosalie seguía ensimismada con el engendro ese, y sin prestarme atención. No iba a ser lo bastante rápida como para detenerme con lo distraída que estaba. Sam tenía razón. Esa cosa era una abominación, su existencia….
Todos se encontraban deslumbrados por el libro ahora, era claro que Renesme no era una cosa.
…un hecho antinatural. Era un demonio maligno y desalmado, un ser sin derecho a existir. Algo que debía ser destruido. Después de todo, parecía que esa pulsión, esa atracción, no me había conducido hasta la puerta, pues ahora podía sentirla en mi interior, animándome, empujándome a avanzar. Me compelía a acabar con aquello y depurar el mundo de aquella aberración.
—Idiota— dijo Edward mientras cerraba sus ojos miserablemente.
—"Y él dice que Bella es la que está mal todo el tiempo"— gruñó Alice— ¿Cómo es que no puede ver lo que realmente pasa?
La Barbie intentaría matarme cuando la cosa hubiera muerto y yo me defendería. No estaba muy seguro de que tuviera tiempo de aniquilarla antes de que los demás acudieran en su ayuda. Tal vez sí, tal vez no. Me traía al pairo. En cualquier caso, me daba igual si los lobos me vengaban o si consideraban la reacción de los Cullen como una reacción justificada. Ahora, todo daba igual. Sólo me importaba mi propia justicia. Mi venganza. No iba a dejar vivir ni un minuto más a la responsable de la desaparición de Bella. Ella me habría odiado por eso, es más, habría querido matarme personalmente si hubiera sobrevivido. No me afectaba. Ella me había hecho mucho daño al dejarse degollar como un animal, ¿y acaso le había importado? Así que, ¿por qué iba a tener en cuenta ahora sus sentimientos? Y luego estaba Edward, demasiado ocupado en ese momento para leerme la mente mientras se ofuscaba como un loco y se negaba a aceptar esa muerte, intentando revivir a un cadáver…
De Nuevo, Edward no pensó que ese fuera el caso… él podía pensar en demasiadas cosas a la vez. Aun cuando su mayor concentración se encontraba en Bella, él estaba seguro que algo de esto, de sus habilidades, estaban en Renesmee también. Él sabía que ya amaba a su hija- la amaba desde el primer pensamiento que él escuchó de ella. Incluso ahora, su mente empezó a pensar que el estaría agradecido que al fin escucharía sus pensamientos, al momento que pensaba en el problema de Jacob. La única razón por la que no había actuado al respecto era porque él ya sabía cómo terminaría todo eso.
…No iba a tener ocasión de cumplir mi promesa de matarle, tal y como pintaba la cosa, a menos que me las arreglase para ganar una lucha contra Rosalie, Jasper y Alice, tres contra uno, y ni yo apostaría a mi favor. Pero, en realidad, no le hubiera matado aunque hubiera tenido la ocasión. Me faltaba compasión para eso. No quería liberarle del peso de sus actos. ¿No sería mucho más justo y satisfactorio dejarle vivir sin absolutamente nada?
—Y él nos llama monstruos— siseó Rosalie.
Estaba tan lleno de odio que la simple posibilidad me hizo sonreír. No tendría a Bella ni a su progenie asesina ni a algunos miembros de su familia, a todos lo que me pudiera llevar por delante. Por supuesto, y a diferencia de Bella, que no podía revivir, Edward siempre podía recomponerlos, ya que no se me pasaba por la imaginación quedarme para incinerar los pedazos. Me pregunté si podría recomponer a la criatura cuando hubiera acabado con ella. Albergaba serias dudas. Había una parte de Bella en el engendro, por lo que debía haber heredado algo de su vulnerabilidad.
—"Probablemente el este en lo correcto en eso"—Dijo Carlisle, el se encontraba disgustado por la manera en que Jacob pensaba justo ahora—" Ella debería tener características de ambos de sus padres."
—"Lo que prueba que ella no es un monstruo sin alma"— siseó Rosalie.
Podía escuchar el redoble de su corazoncito. El corazón del engendro latía y el de la madre, no. Adopté todas estas decisiones en apenas un segundo. Las sacudidas aumentaban en intensidad y rapidez. Tensé los tobillos y me encogí para saltar mejor sobre la vampira rubia y servirme de los dientes para arrebatarle de los brazos esa criatura asesina. Rosalie volvió a hacerle arrullos al engendro tras dejar a un lado una botella de metal. La alzó en vilo para acariciarle la nariz con la mejilla. Ni a pedir de boca. La nueva posición era perfecta para mi golpe. Me incliné hacia delante. Noté cómo el fuego empezaba a cambiarme en el preciso momento en que la pulsión hacia la asesina crecía.
Nunca había sentido la atracción con tanta fuerza, hasta el punto que me recordó al efecto de una orden impartida por un Alfa, como si fuera a aplastarme si no obedecía el mandato. En esta ocasión quería hacerlo. La asesina miró por encima del hombro de Rosalie y clavó en mí la vista. No había conocido a ningún recién nacido concentrar la mirada de esa forma. Tenía unos ojos castaños, del color del chocolate con leche. Eran iguales a los de Bella.
Edward sonrió, había conseguido su deseo con eso.
De pronto, se calmaron los temblores que sacudían mi cuerpo. Me inundó una nueva oleada de calor, más intenso que el de antes, pero era una nueva clase de fuego, uno que no quemaba. Un destello. Todo se vino al traste en mi interior cuando contemplé fijamente al bebé semi-humano y semi-vampiro con rostro de porcelana. Vi cortadas de un único y veloz tajo todas las cuerdas que me ataban a mi existencia, y con la misma facilidad que si fueran los cordeles de un manojo de globos. Todo lo que me había hecho ser como era —mi amor por la chica muerta escaleras arriba, mi amor por mi padre, mi lealtad hacia mi nueva manada, el amor hacia mis hermanos, el odio hacia mis enemigos, mi casa, mi vida, mi cuerpo, desconectado en ese instante de mí mismo—, clac, clac, clac... se cortó y salió volando hacia el espacio.
Edward cerró sus ojos al momento que gimió miserablemente por la situación, el apenas había podido abrazar a su hija antes de que esto pasara.
Rosalie gemía sabiendo que lo que venía no sería de mucha ayuda, ella odiaba al perro callejero ahora mucho más. Todos tenían sentimientos encontrados, sin embargo la mayoría de ellos eran irritación y enojo.
Pero yo no flotaba a la deriva. Un nuevo cordel me ataba a mi posición. Y no uno solo, sino un millón, y no eran cordeles, sino cables de acero. Sí, un millón de cables de acero me fijaban al mismísimo centro del universo. Y podía ver perfectamente cómo el mundo entero giraba en torno a ese punto. Hasta el momento, nunca jamás había visto la simetría del cosmos, pero ahora me parecía evidente. La gravedad de la Tierra ya no me ataba al suelo que pisaba. Lo que ahora hacía que tuviera los pies en el suelo era la niñita que estaba en brazos de la vampira rubia. Renesmee.
Edward y Rosalie sisearon por eso. Ahora la llamaba por su nombre cuando hacia un momento era un monstruo para él… eso hizo a ambos cabrear.
Un sonido nuevo llegó procedente del segundo piso, el único capaz de llegarme al alma en ese momento interminable.
Un golpeteo frenético, un latido alocado... Un corazón en proceso de cambio.
Edward suspiro de Alivio, parte de su tensión se liberó, pero continuaba enojado.
—Ese fue el final del capítulo— dijo Jasper y enseguida hecho un vistazo a la siguiente página— Y creo que es el final de la parte de Jacob.
—Gracias Dios— Rosalie siseó.
—Veremos a Bella como vampira a continuación— Emmett dijo animoso.
— ¿No estás enervado por el hecho de que el perro pulgoso se haya imprimado en nuestra sobrina? — Rosalie le gruñó.
—No hay nada que yo pueda hacer al respecto— Emmett se encogió de hombros—Por otra parte estoy seguro que eso solamente me traerá más risas.
—Eres un… —siseó Rosalie.
—Edward, ¿Por qué mi visión parpadea? — Preguntó Alice bruscamente.
—Estoy preocupado—Le respondió honestamente.
—Bella está bien, tu hija nació de manera segura… sé que el hecho de que Jacob se haya imprimado de Renesmee es terrible pero eso puede repararse fácilmente… simplemente no dejamos que el perro callejero la vea— Rosalie dijo. No veo por qué preocuparse
—Bella apenas lo logró— Dijo Edward— no quiero que….
—Tenemos un mejor panorama del embarazo ahora— Dijo Carlisle— No voy a decir que todo irá con calma si deciden tener un hijo, pero diré que seré capaz de ayudarte mucho más de lo que lo hice en el libro.
—Por cualquier cosa, él estará ahí— Rosalie Dijo.
—Sí, estoy seguro que nos abasteceremos de suministros, para poder estar preparados a lo que venga— Dijo Carlisle— Y… fue un nacimiento complicado…
—Cierto—Dijo Edward— ¿Crees que ella estará segura si realmente pasara?
—Lo estoy— Dijo Carlisle.
—Bien— Dijo Edward.
—Ahh, mucho mejor, dijo Alice con alivio, su visión había regresado a “su lugar”.
—Me alegra que te sientas mejor—Dijo Edward—Continuemos leyendo.
—Ok, Carlisle sonrió al momento que tomaba el libro..
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