DISCLAMIER

Nada de esto es propiedad mía, solo son traducciones realizadas a partir del fanfic creado por ChoicesHP, la saga Crepúsculo y todos sus personajes pertenece a Stephanie Meyer. No nos adjudicamos ningún crédito de autoría de las historias.

lunes, 1 de agosto de 2016

CAPITULO 21. LA PRIMERA CAZA

CHICAS EL DIA DE HOY LES DEJO ESTOS DOS CAPITULOS NUEVOS, POR LOS CUALES TENEMOS QUE AGRADECER A LORENA ESPINOSA, MUCHAS GRACIAS POR TU AYUDA Y TU APOYO PARA QUE ESTA TRADUCCION CONTINUE.


CAPÍTULO 21: LA PRIMERA CAZA
Traducción: Lorena Espinosa.
“La primera caza” –leyó Alice sonriendo.

–¿Por la ventana? –inquirí mientras miraba hacia abajo desde una elevación de dos pisos.

No te preocupes, todo irá bien” dijo Edward alentador.

“No, Bella será el primer vampiro torpe del mundo” dijo Emmett sonriendo maliciosamente.

“Sabes que eso no va a pasar” dijo Jasper. “Vas a tener que encontrar tu entretenimiento en otro algún otro lugar.”

“Ah…” Emmett suspiró. “Bueno, estoy seguro de que me va a proporcionar alguna forma de entretenimiento.”

Nunca me había asustado la altura, pero poder ver todos los detalles con tanta claridad hacía que la perspectiva fuera bastante menos atractiva. Los ángulos de las rocas que se extendían abajo tenían un aspecto más agudo de como me los había imaginado.

“No importa… las rocas no pueden hacerte daño” rió Emmett.

Edward sonrió.

–Es la salida más conveniente. Si tienes miedo, puedo llevarte.

–¿Tenemos toda la eternidad por delante y a ti te preocupa el tiempo que perderemos si salimos por la puerta de atrás?

El frunció un poco el ceño.

–Renesmee y Jacob están en el piso de abajo…

“¿A quién le importa si el perro callejero está abajo?” murmuró Rosalie.

–Oh.

Claro, ahora yo era el monstruo. Tenía que mantenerme lejos de los olores que podrían disparar mi lado salvaje,

Emmett resopló ante eso.

“¿Qué? Ella tiene razón”dijo Jasper.

“Es gracioso pensar en Bella con un lado salvaje”dijo Emmett riendo.

En especial, de la gente que amaba, incluyendo a aquellos que aún no conocía.

–¿Renesmee está… bien… con Jacob ahí abajo? –susurré.

Edward maldijo entre dientes.

“Ella podría, pero no se ve como es Eddy” se rió Emmett.

Me di cuenta algo tarde de que debía de ser el corazón de Jacob el que había escuchado allí abajo. Puse ahora toda mi atención, pero solo se distinguía un pulso rápido. –No creo que ella le guste demasiado.

“Simplemente no lo hacen” dijo Edward antes de que Emmett pueda hacer un comentario… Sin embargo no lo paró de reír.

Los labios de Edward se tensaron de una manera extraña.

–Confía en mí, ella está completamente a salvo. Sé con detalle lo que Jacob está pensando.

Edward se estremeció ante la idea.

“Eso es aún peor que saber los pensamientos de un hombre que sale con tu hermana” se rió Emmett.

“A pesar de que no sería tan malo en este momento” dijo Carlisle. “Justo ahora, sería más bien un amor familiar.”

“Eso suena bastante malo para mí” se quejó Edward.

–Claro –murmuré y miré de nuevo hacia el suelo.

–¿Estás agobiada?

–Un poco. No sé cómo…

Era muy consciente de toda la familia allí a mis espaldas, observando en silencio. O casi en silencio. Emmett ya había empezado a reírse entre dientes. Si cometía un solo error, se revolcaría por el suelo.

“Tú lo sabes” rió Emmett.

Y entonces comenzarían los chistes sobre el único vampiro torpe del mundo…

“Por favor, deja que sea cierto” Emmett continuó riendo.

Por otra parte, Alice se había aprovechado de mi inconsciencia, durante la quemazón, para ponerme aquel vestido: no era lo que una se habría puesto para saltar o cazar. ¿Una cosa de seda azul hielo ajustada al cuerpo? ¿Para qué pensaba ella que iba a necesitar esto?

Alice puso mala cara.

“Apuesto a que ella se ve increíble” dijo Jasper. “Al igual que todo el mundo que vistes.”

“Pero a ella no le gusta” se encogió de hombros Alice.

“Claro que sí. No se siente cómoda para la caza nada más” dijo Edward, tratando de animar a Alice lo suficiente como para que ella lea.

“Y conociendo a Bella, estoy seguro de que va a arruinar el vestido” dijo Emmett y tres vampiros estaban mirándolo (Alice porque odiaba la idea de que se arruine el vestido y Jasper y Edward a causa de su estupidez). Sin embargo, Alice volvió a leer, por lo que la mirada de Edward no duró demasiado tiempo.

¿Acaso había luego una fiesta de cóctel?

–Observa cómo lo hago –dijo Edward y entonces, sin esfuerzo aparente, dio un paso hacia adelante desde la alta ventana abierta y saltó.

Atendí cuidadosamente, analizando el ángulo de sus rodillas al doblarse para absorber el impacto. El sonido de su aterrizaje fue muy bajo, un golpe sordo que podía haber sido igual que el de una puerta que se cierra despacio o un libro que se deja en una mesa con suavidad.

No parecía difícil.

Apreté los dientes mientras me concentraba e intenté copiar su paso casual hacia el vacío.

¡Ja! El suelo pareció moverse en mi dirección tan despacio que no tuve problema alguno en posicionar bien los pies. Y entonces me percaté… Pero ¿qué zapatos me había puesto Alice? ¿Cómo es posible que se le hubiera ocurrido elegir unos con tacón aguja? A esta mujer se le había ido la cabeza.

“Hmph” resopló Alice y Emmett rió más fuerte.

El único problema a la hora de contactar con el suelo fue colocar aquellos estúpidos zapatos de una forma tal que el aterrizaje no fuera diferente de lo que es avanzar un paso en una superficie plana.

“Aw…” suspiró Emmett.

“Es curioso como le resulta fácil cuando ella solía tener problemas para avanzar a veces” Jasper se rió.

“Pero ya no” Emmett suspiró de nuevo.

Absorbí el impacto del golpe con la punta de los pies, porque no quería romper los finos tacones. Llegué al suelo tan suavemente como Edward. Le sonreí con ganas.

–Muy bien. Qué fácil.

Él me devolvió la sonrisa.

–¿Bella?

–¿Sí?

–Lo has hecho con mucha gracilidad, incluso para un vampiro.

“De modo que incluso fue agraciado” Emmett hizo un puchero.

“Tal vez no, no sería la primera vez que Edward es exagerado en algo” dijo Jasper.

Reflexioné sobre ello durante un momento, y después sonreí abiertamente. Si solo lo hubiera dicho por decirlo, Emmett estaría rugiendo de risa. Pero nadie encontró gracioso su comentario, así que debía de ser cierto. Era la primera vez que nadie me aplicaba la palabra “gracilidad” en toda mi vida… o bueno, a lo largo de mi existencia.

–Gracias –le contesté.

Y entonces me quité los zapatos de satén plateado, uno detrás de otro, y los lancé hacia lo alto a través de la ventana abierta. Quizá con un poco más de fuerza de la necesaria, pero oí que alguien los recogía antes de que pudieran estropear los paneles del suelo.

“Oh, los preciosos zapatos” se quejó Alice.

Alice gruñía.

–Su sentido de la moda no parece haber mejorado a la par de su equilibrio.

Todo el mundo se rió de eso, a excepción de Alice.

“Yo sólo voy a tener que seguir trabajando en ella” murmuró Alice.

Edward me tomó de la mano y yo no pude menos que maravillarme de la suavidad y la agradable temperatura de su piel. Después nos lanzamos a través del patio trasero hacia la orilla del río. Yo le seguí el ritmo sin tener que hacer grandes esfuerzos.

El aspecto físico de todo esto estaba resultando de lo más fácil.

–¿Vamos a nadar? –le pregunté cuando nos detuvimos al lado del agua.

–¿Y estropear ese vestido tan bonito? No. Saltaremos.

“Bueno, al menos alguien está preocupado por el vestido” dijo Alice, sonriendo a su hermano.

Yo apreté los labios, considerando la idea. La otra orilla del río estaba casi a cuarenta metros de distancia.

–Tú primero –le dije.

Él me tocó la mejilla y dio dos rápidos pasos hacia atrás; después corrió ese espacio tomando impulso y saltando sobre una piedra plana firmemente anclada en el talud de la orilla. Estudié el movimiento, rápido como un rayo, del arco que trazó sobre el agua. Lo remató con una voltereta antes de desaparecer entre los grandes árboles que había al otro lado del río.

–Pero qué fanfarrón –mascullé, y escuché su risa invisible.

Me retrasé unos cinco pasos, solo por si acaso, y tomé una gran cantidad de aire.

De repente, volví a sentir una gran ansiedad. No por caerme o hacerme daño, sino por si le hacía algo al bosque.

“Ella se preocupa por eso” Edward se rió.

Había ido llegando con lentitud, pero ahora podía sentirla por completo: la cruda fuerza titánica que hacía estremecer mis miembros. De pronto, estuve segura de que si quería hacer un túnel bajo el río, no me llevaría mucho esfuerzo.

“Eh… me pregunto cuánto tiempo me tomaría” dijo Emmett. “Eso podría ser divertido.”

“Idiota” dijo Rosalie, pero Carlisle parecía divertido.

Los objetos que me rodeaban, los árboles, los arbustos, las rocas… la misma casa, empezaban a parecerme muy frágiles.

Confiando en que Esme no le tuviera especial cariño a ninguno de los árboles que bordeaban el río, comencé mi primera zancada. Y entonces me topé con la abertura del ajustado traje de satén a unos doce centímetros de la rodilla. ¡Alice!

“No es necesario un comienzo corriente” Alice rodó los ojos.

Bueno, Alice solía tratar las ropas como si fueran de usar y tirar, ¡no fuera a ponérselas nadie más de una vez!, así que seguro no le importaría esto. Me incliné para tomar con cuidado el dobladillo por la costura del lado derecho, aún entera, y ejerciendo la más pequeña cantidad de presión posible, desgarre el vestido hasta la parte superior del muslo. Y luego hice lo mismo con el otro lado.

“¡No!” dijo Alice con gravedad. “¿Cómo podría?”

“Estoy seguro que va a mejorar en el futuro con el uso de la ropa” trató Jasper de calmar a su esposa.

Mucho mejor.

Pude escuchar las risas sofocadas en alguna parte de la casa e incluso el sonido de alguien que hacía chirriar los dientes.

“Será mejor que no te rías” dijo Alice, mirando a Emmett, quien se encogió de hombros… sabía que era él.

Las carcajadas venían tanto del piso superior como del inferior y reconocí muy fácilmente las risitas rudas, guturales del primer piso, tan distintas de las otras.

“Perro estúpido” se quejó Alice.

¿Jacob también estaba observando? No me podía imaginar lo que él estaba pensando ahora ni qué rayos hacia aquí. Era capaz de representar en mi mente nuestra reunión, si es que algún día llegaba a perdonarme, en un futuro muy lejano, cuando yo estuviera más estable y el tiempo hubiera cerrado las heridas que le había infligido a su corazón.

No me volví para mirarlo ahora, preocupada por mis cambios de humor. No sería nada bueno si dejaba que una emoción cualquiera se adueñara por completo de mi estado de ánimo.

Jasper levantó una ceja. “Eso es un punto para ella, el darse cuenta de eso tan rápidamente”

Los miedos de Jasper también me habían puesto nerviosa a mí. Debía ir de caza antes de poder vérmelas con nada más. Intenté olvidarme de todo de modo que pudiera concentrarme.

–¿Bella? –me llamó Edward de entre los árboles, mientras su voz se acercaba más. –¿Quieres verlo de nuevo?

Lo recordaba todo perfectamente, claro, y no quería darle a Emmett nuevos motivos para que se divirtiera a mi costa.

“Oh, vamos” se quejó Emmett.

Esto era algo físico, y seguro que era instintivo. Así que volví a inhalar un gran trago de aire y corrí hacia el río.

Sin el estorbo de la falda, me bastó un salto largo para alcanzar la orilla del río. En una milésima de segundo. Y aún me sobró tiempo, ya que mis ojos y mi mente se movieron con tanta rapidez que solo necesité un paso. Me resultó muy sencillo apoyar el pie derecho sobre la piedra plana y ejercer la presión necesaria para enviar mi cuerpo impulsado por el aire, pero le había prestado más atención a la dirección que a la fuerza, no calculé bien esta última y empleé demasiada potencia. Al menos no me pasó al contrario, lo que me hubiera dejado chorreando. La distancia de cuarenta metros me pareció demasiado corta…

Fue algo extraño, electrizante, vertiginoso, pero muy breve. Me quedaba aún un segundo entero y ya había cruzado el río.

Temía que los árboles situados tan juntos fueran un problema, pero por el contrario resultaron de gran ayuda. Fue solo cuestión de adelantar una mano con seguridad, agarrarme de la primera rama que encontré y dirigirme hacia la tierra en la parte más densa del bosque. Me balanceé en la rama y después aterricé sobre las puntas de los dedos de mis pies, todavía a unos cinco metros del suelo, en otra amplia rama que pertenecía a un abeto de Sitka.

Fue fabuloso.

Escuché el sonido de la carrera de Edward aproximándose a mí por encima del repique de campanas de mis carcajadas de alegría. Mi salto había doblado la longitud del suyo. Cuando me alcanzó al lado del árbol, tenía los ojos abiertos como platos. Me bajé con habilidad desde la rama hasta su lado, aterrizando sin ruido sobre los talones.

–¿Me ha salido bien? –le pregunté, con la respiración acelerada por la excitación.

–Muy bien –la sonrisa aprobatoria y el tono ligero de su respuesta no acompañaban a la expresión sorprendida de sus ojos.

“¿Por qué tan sorprendido, Eddy?” preguntó Emmett.

“Ella es bastante buena en salto” dijo Edward.

“Creo que tiene que ver más con el hecho de que estas acostumbrado a ella como ser humano” dijo Jasper. “Hay que acostumbrarse a la idea de ella no es frágil nunca más”

–¿Podemos hacerlo de nuevo?

–Céntrate, Bella… Estamos en una expedición de caza.

–Ah, vale –asentí. –Caza, sí.

–Sígueme… si puedes.

Él era más rápido. No me entraba en la cabeza cómo podía mover las piernas con esa cegadora velocidad, estaba más allá de mi capacidad de comprensión. Sin embargo, yo era más fuerte, y cada una de mis zancadas equivalía a tres de las suyas. Así que ambos volamos a través de aquella red verde llena de seres vivientes, el uno al lado del otro, sin que esta vez tuviera que seguirle. Mientras corría no pude evitar el echarme a reír por la emoción, pero las carcajadas ni me hicieron perder velocidad ni me desconcentraron.

“Ah, le gusta demasiado correr” sonrió Edward.

Finalmente pude comprender por qué Edward nunca se golpeaba contra los árboles cuando corría, una cuestión que siempre había sido un misterio para mí. Era una sensación peculiar, la del equilibrio entre la velocidad y la claridad en la percepción de las cosas. Porque aunque atravesábamos aquella densa masa de color jade a velocidad de un cohete, y eso debería haber convertido todo lo que nos rodeaba en un irregular manchurrón verde, podía ver con toda claridad cada hoja diminuta de todas las pequeñas ramas de cada uno de los insignificantes arbustos a cuyo lado pasaba.

El viento provocado por mi velocidad hacía que mis cabellos y el vestido roto se agitaran detrás de mi: aunque yo sabía que no debería ser así, lo sentía cálido contra mi piel. Del mismo modo que tampoco hubiera debido percibir el suelo áspero del bosque como terciopelo bajo las plantas desnudas de los pies ni los brazos que agitaba a ambos lados de mi cuerpo como latigos, como plumas acariciadoras.

El bosque estaba mucho más vivo de lo que siempre supuse, lleno de pequeñas criaturas cuya existencia nunca habría adivinado y que abarrotaban las plantas que había a mi alrededor. Todos se quedaron en silencio tras nuestro paso, con el aliento contenido por el miedo. Los animales tenían una reacción mucho más sabia a nuestro olor que los humanos. ciertamente, había tenido el efecto contrario en mi caso.

“Sí, bueno, es que tú eres única” dijo Edward.

“A pesar de que está bien que los instintos animales son más fuertes que los humanos” dijo Jasper.

Creía que, en cualquier momento, me quedaría sin aliento, pero este salía y entraba sin esfuerzo. También supuse que sentiría cómo me ardían los músculos, pero mi fuerza parecía incrementarse mientras me acostumbraba a mi propia zancada. Esta se fue haciendo cada vez más larga, hasta que, muy pronto, Edward se vió obligado a esforzarse para mantener mi paso. Me eché a reír de nuevo, exultante, cuando le oí retrasarse.

“Eso es lo que supone, Eddy” dijo Emmett.

“¿Cómo sabes que ella realmente no es más rápida?” preguntó Edward.

“Porque te conozco” dijo Emmett. “Y ella sabe que tú eres el más rápido… estás tratando de hacer que se sienta bien.”

“Está funcionando, ¿no es así?” Edward se encogió de hombros con una sonrisa.

Mis pies descalzos tocaban el suelo ya de forma tan poco frecuente que me sentía más como si estuviera volando que corriendo.

–Bella –me llamó con sequedad.

La voz de mi marido sonaba monótona, incluso perezosa. No escuché nada más, se había detenido. Se me pasó por la cabeza la posibilidad de un motín, pero luego, con un suspiro, giré y fui dando saltos ligeros hasta situarme a su lado, a unos cien metros atrás. Lo miré expectante. Estaba sonriendo, con una ceja alzada. Estaba tan hermoso que no podía quitarle los ojos de encima.

–¿Quieres quedarte en este país? –me preguntó, divertido. –¿O planeas continuar hasta Canadá esta misma tarde?

–Está bien –admití, concentrándome menos en lo que estaba diciendo que en la manera hipnótica en la que se movían sus labios cuando hablaba. Era difícil no distraerse con tantas cosas nuevas que se ofrecían a mis nuevos y eficaces ojos. –¿Qué vamos a cazar?

–Alces. Estaba pensando en algo fácil por ser tu primera vez…

Su voz se desvaneció cuando mis ojos se entrecerraron a la mención de la palabra “fácil”.

Edward se rió de eso.

“Y aburrido… no te olvides de mencionar que es aburrido” dijo Emmett.

Pero no me iba a poner a discutir, estaba demasiado sedienta. Tan pronto como comencé a pensar en la reseca quemazón de mi garganta, se convirtió en lo único en lo que podía pensar, y cada vez se ponía peor.

“Aún así, el hecho de que no siempre esté pensando en la sed… es increíble” dijo Jasper. “Lo está haciendo mejor de lo que yo pensaba que lo haría”

Tenía la boca como si fueran las cuatro de la tarde en pleno junio en el Valle de la Muerte.

–¿Dónde? –le pregunté, examinando los árboles con impaciencia. Ahora que le había otorgado mi atención a la sed, parecía contaminar cualquier otro pensamiento que me pasara por la cabeza, filtrándose dentro de los pensamientos más agradables como correr, los labios de Edward, sus besos… y la sed abrasadora. No podía huir de ella.

–Estate quieta un minuto –me dijo él, poniéndome las manos suavemente sobre los hombros. La urgencia de la sed cedió al momento ante su contacto. –Ahora cierra los ojos –murmuró.

Cuando le obedecí, alzó las manos hasta mi rostro, acariciándome los pómulos. Sentí cómo se me aceleraba la respiración y esperé durante un momento a que se produjera el rubor que no se produciría.

“Así que, ¿estás tratando de distraerla?” preguntó Emmett.

“Creo que es más como que no puedo mantener mis manos lejos de ella” sonrió Edward.

–Escucha –me instruyó Edward. –¿Qué oyes?

Me dieron ganas de contestarle “todo”. Su voz perfecta, su aliento, el roce de sus labios entre sí cuando hablaba, el susurro de los pájaros atusándose las plumas en las copas de los árboles, sus corazoncillos aleteantes, la caída de las hojas de los arces, el chasquido ligero de las hormigas siguiéndose unas a otras en una larga línea mientras subían por la corteza del árbol más cercano… Pero yo sabía que se refería a algo específico, de modo que dejé que mis oídos se extendieran a todo mi alrededor, buscando cualquier cosa distinta al pequeño zumbido de la vida que me envolvía. había un espacio abierto cerca de nosotros, y que podía percibirlo porque el viento sonaba de forma diferente al cruzar la hierba expuesta al aire, y un pequeño arroyo de lecho rocoso. Y allí, cerca del ruido del agua, se oía el chasquido que producían unos animales bebiendo a lengüetazos y el alto batir sonoro de sus pesados corazones, impulsando densas corrientes de sangre…

Sentí como si se me hincharan las paredes de la garganta.

–¿Al lado del arroyo, hacia el noreste? –le pregunté, con los ojos todavía cerrados.

–Sí –su tono era de aprobación. –Ahora… espera que te llegue otra vez la brisa y… ¿qué hueles?

“Algo que no es demasiado apetecible” dijo Emmett. “Sobre todo porque son sólo alces”

Lo olía a él sobre todo… ese extraño perfume mezcla de miel, lilas y luz de sol, pero también el aroma rico de la tierra, de la putrefacción y del musgo, de la resina de los árboles perennes, el cálido efluvio como a nueces de los pequeños roedores guarecidos debajo de las raíces, y después, al extender de nuevo el radio de percepción, el olor limpio del agua, que me resultaba sorprendentemente poco apetecible a pesar de mi sed. Me centré en el agua y encontré el olor que me había pasado desapercibido con el sonido de los lengüetazos y del latir de los corazones. Había otro olor cálido, rico y penetrante, más fuerte que todo lo demás, pero tan poco atrayente como el mismo arroyo. Arrugué la nariz.

Él se echó a reír entre dientes.

–Ya lo sé, cuesta un poco acostumbrarse.

“A pesar de que es mucho más fácil si no estás acostumbrado a la sangre humana” suspiró Jasper.

–¿Tres? –intenté adivinar.

–Cinco. Hay dos más en los árboles que tienen detrás.

–¿Y qué hacemos ahora?

Su voz sonaba como si estuviera sonriendo.

–¿Tú que sientes que hay que hacer?

Pensé en el asunto, con los ojos aún cerrados, mientras escuchaba y aspiraba el olor. Otro ataque de sed ardiente se inchaba y aspiraba el olor. Otro ataque de sed ardiente se inmiscuyó en mi conciencia y, de repente, el hedor cálido y penetrante se me antojó menos desagradable. Al menos podría llevarme algo caliente y húmedo a mi boca reseca. Se me abrieron los ojos de golpe.

–No lo pienses –me aconsejó, mientras alzaba las manos de mi rostro y daba un paso hacia atrás. –Simplemente, sigue tus instintos.

Me dejé llevar a la deriva por el olor, sin ser apenas consciente de mis movimientos, y me deslicé como un fantasma por la pendiente inclinada hacia el estrecho prado donde fluía la corriente. Mi cuerpo cambió su postura de forma automática hasta agazaparme, muy pegada al suelo, mientras dudaba en el límite del bosque cubierto por los helechos. Pude ver un gran ciervo macho con dos docenas de puntas en la cornamenta que coronaba su cabeza justo al borde de la corriente, y los contornos punteados por las sombras de otros cuatro que se dirigían hacia el interior del bosque, en dirección este, a paso lento.

Me centré en el olor del macho, en aquel punto caliente de su cuello peludo donde el pulso cálido latía con más fuerza.

“Argh” se quejó Alice. Ella estaba empezando a tener sed. Edward y Carlisle tenían un aspecto similar; ninguno de ellos había cazado cuando los otros lo hicieron.

Eran solo unos treinta metros, dos o tres brincos, lo que había entre nosotros. Me tensé para dar el primer salto.

Pero el viento cambió cuando contraje los músculos para prepararme y sopló desde el sur con más fuerza. No me paré a pensar, sino que pasé volando por un camino perpendicular a mi plan original, asustando al ciervo, que salió disparado hacia el bosque, mientras yo abordaba una nueva fragancia tan atractiva que no me dejaba ninguna otra elección. Me resultaba imposible de evitar.

“No” dijo Edward, poniéndose rígido.

“Humanos” Carlisle se quedó sin aliento.

“¿Cómo pudiste permitir que esto suceda, Edward?” preguntó Alice. “Deberías haber percibido si había humanos”

“No sé” dijo Edward. “No debí haber pensado en eso”

“Debe ser que estabas con mucha sed” dijo Jasper. “No creo que hayas cazado desde que estuviste en Isla Esme.”

“Pero…” se quejó Edward. “Se suponía que no la dejara hacer esto”

“Por lo tanto, se desvió una vez… Ella va a estar bien” dijo Emmett.

“Eres feliz porque hiciste una apuesta…” Edward le gruñó.

“No es eso…” dijo Emmett con impaciencia. “Edward, todos tuvimos un desliz… a excepción de Carlisle y Rosalie, por supuesto… es sólo una parte de lo que somos.”

“Pero este es mi desliz… un desliz que la perseguirá a ella” frunció el ceño Edwad.

Alice decidió que era tiempo de seguir leyendo.

El olor me dominó por completo. Cuando lo rastreé me volví totalmente decidida, consciente solo de la sed y del aroma que prometía saciarla. La sed empeoró, tan dolorosa ahora que confundió todos mis pensamientos y comenzó a recordarme la quemazón de la ponzoña en mis venas.

Había solo una cosa que podía tener alguna oportunidad de alterar mi concentración ahora, un instinto mucho más poderoso, más básico que la necesidad de saciar aquel fuego… el instinto de protegerme del peligro. La supervivencia.

“Oh, querida” dijo Esme, sabiendo que Edward debe haber estado siguiéndola. Esa fue la única cosa que podría haber desencadenado ese sentido y que podría ser peligroso para él.

Edward, por el contrario, con mucho gusto tomaría cualquier cosa que le haría si con eso le impedía hacer daño a un ser humano… sabiendo lo que eso le haría a su conciencia.

Noté que me seguían, lo que me puso alerta de pronto. El empuje del aroma irresistible guerreó contra el impulso de volverme y defender mi caza. Me surgió una burbuja de sonido del pecho y se me retiraron los labios por sí mismos para exponer mis dientes. Mis pasos fueron perdiendo velocidad, la necesidad de protegerme la espalda luchando contra el deseo de saciar mi sed.

Entonces pude escuchar cómo ganaba ventaja mi perseguidor y el instinto de defensa venció. Cuando giré, el sonido que se iba alzando se abrió camino a través de mi garganta y salió hacia afuera.

El rugido salvaje que salió de mi propia boca fue tan inesperado que me dejó clavada en el suelo. Eso me desestabilizó, y me aclaró la cabeza durante un segundo. La niebla provocada por la sed cedió, aunque la sed continuó ardiendo.

“No sabía que el gruñido tenía ese efecto en la gente” se rió Emmett.

“No lo hace” dijo Jasper, mirando el libro con incredulidad, sin querer expresar la idea que le había golpeado en ese preciso momento. Edward lo miró con curiosidad, pero no dijo nada.

El viento cambió, trayendo el aroma de tierra húmeda y de la lluvia a punto de caer y lo estampó contra mi rostro, liberándome además de la fiera sujeción del olor, un olor tan delicioso que solo podía ser humano.

Edward dudó a unos cuantos pasos, con los brazos alzados como si fuera a abrazarme o sujetarme. Su rostro estaba atento y cauteloso cuando me quedé helada, horrorizada.

Me di cuenta de que había estado a punto de atacarlo. Con una fuerte sacudida, me enderecé, abandonando mi postura defensiva. Contuve el aliento cuando volví a concentrarme, temiendo el poder de la fragancia que giraba procedente del sur.

“¿Qué demonios?” dijo Emmett. “¿Ella lo impide?”

“¡No puedo creerlo!” dijo Alice.

“Ella es… yo… imposible” dijo Jasper.

“Todavía no está terminado” dijo Carlisle, su tono era de incredulidad, también.

Edward estaba aturdido, pero sonreía con orgullo.

Él pudo comprobar cómo regresaba la razón a mi rostro, y dio un paso hacia mí, bajando los brazos.

–He de irme de aquí –escupí entre dientes, usando el aliento que me quedaba.

El asombro le cruzó el rostro.

–Pero, ¿acaso serías capaz de irte?

No tuve tiempo para preguntarle lo que quería decir con eso. Comprendí que la habilidad de razonar con claridad me duraría tanto como pudiera evitar pensar en ello…

Rompí a correr de nuevo, una carrera acelerada y frenética justo hacia el norte, concentrándome solamente en la incómoda sensación de privación sensorial que parecía ser la única respuesta de mi cuerpo a la falta de aire. Mi objetivo era huir lo más lejos posible de aquel olor hasta que se perdiera por completo. Era imposible de encontrar, incluso aunque cambiara de opinión…

“No puedo creer que en realidad lo haya hecho” repitió Jasper.

“Su compasión debe ser casi tan fuerte como la tuya, Carlisle” dijo Esme.

“Ciertamente me ha sorprendido” sonrió Carlisle. “No estoy seguro de si incluso y podría haber hecho eso. Nunca estuve en medio de una caza con una persona tan cerca de mí en aquel entonces”

“Sí, pero te detuviste a ti mismo de la alimentación de un humano de todos modos” dijo Edward. “Eso no quiere decir que Bella no es sorprendente, por supuesto. Ella es increíble.”

“No hay ninguna razón por la debas ser tan presumido” se quejó Emmett.

Una vez más, fui consciente de que alguien me seguía, pero ahora estaba cuerda. Luché contra el instinto de respirar para usar los ingredientes del aire y constatar que era Edward. No tuve que pelear mucho, aunque estaba corriendo como nunca, disparada como una cometa a través del camino más directo que pude encontrar entre los árboles. Edward me alcanzó al cabo de un minuto escaso.

Se me ocurrió una nueva idea, y me quedé parada como una piedra, plantada sobre mis pies. Estaba segurade que allí me hallaba a salvo, pero contuve el aliento solo por si acaso.

“¿Por qué se detiene?” preguntó Alice.

“Te dije que no te gustaría esto” dijo Emmett con una voz cantarina y Edward se encogió de hombros.

Edward pasó volando a mi lado, sorprendido por mi súbita detención. Revoloteó y regresó a mi lado en un segundo. Puso las manos sobre mis hombros y me miró fijo a los ojos, atónito ante la emoción que dominaba mi rostro.

“Creo que esa es casi siempre la característica más dominante en su cara cuando está tratando contigo” se rió Jasper.

–¿Cómo has hecho eso? –me preguntó con exigencia.

–Antes dejaste que te ganara, ¿a que sí? –le repliqué a su vez, ignorando su pregunta. ¡Y yo que pensaba que lo estaba haciendo tan bien!

Emmett y Edward se rieron.

Cuando abrí la boca, probé el sabor del aire, que ahora no estaba contaminado por nado, sin traza alguna del perfume absorbente que atormentaba mi sed. Inhalé cuidadosamente.

Él se encogió de hombros y sacudió la cabeza, rehusando que le cambiara de tema.

–Bella, ¿cómo lo has hecho?

–¿Correr?

Contuve el aliento.

–Pero, ¿por qué has dejado de cazar?

–Cuando viniste tras de mí… lo siento tanto.

“¿Qué hizo ella?” preguntó Emmett.

Edward se rió a sabiendas de la declaración y la pregunta de su hermano.

–¿Por qué te disculpas conmigo? Soy el único que ha sido horriblemente descuidado. Yo he asumido que no habría nadie cerca de las sendas al uso, pero debería haberlo comprobado primero. ¡Qué error tan estúpido! No tienes nada por lo que disculparte.

–¡Pero te he gruñido! –estaba todavía horrorizada por haber sido capaz de tan horrible blasfemia.

Todo el mundo se reía ahora… Bella preocupándose por algo así.

“Yo sabía que ella todavía sería entretenida” dijo Emmett a través de su risa.

–Claro que lo hiciste. Eso es lo único natural, pero no puedo entender por qué has huido.

–¿Qué otra cosa podía hacer? –le pregunté. Su actitud me confundía. ¿Qué quería él que hubiera ocurrido? –¡Podía haber sido alguien que conociera!

Él me sorprendió, al explotar de repente en un ataque de fuertes risotadas, echando la cabeza hacia atrás y dejando que el sonido hiciera eco en los árboles.

–¿Por qué te ríes de mí?

“Eso no es muy agradable” reprendió Esme, a pesar de que fuera arruinada por la sonrisa en su rostro.

Se detuvo de pronto, y pude ver que recuperaba la expresión cautelosa.

¡Mantén el control!, pensé para mí. Tenía que vigilar mi temperamento. Me comportaba más como un joven hombre lobo que como un vampiro.

“Er… No creo que esa sea la mejor palabra” dijo Jasper. “Debe ser como un joven hombre lobo, un vampiro joven tiene que mantener la calma, también.”

“Me aseguraré de que ella sepa eso” sonrió Edward.

“Gracias” Jasper asintió con la cabeza.

–No me estoy riendo de ti, Bella. Me rió porque estoy en estado de shock… asombrado de verdad.

–¿Por qué?

–No deberías ser capaz de hacer nada de eso. No deberías ser… tan racional. No deberías estar aquí discutiendo conmigo con toda calma y frialdad. Y por encima de todo lo demás, no deberías ser capaz de interrumpirte en mitad de una caza cuando has percibido el olor a sangre humana en el aire. Incluso los vampiros maduros tienen dificultades en estos casos, por eso tenemos siempre mucho cuidado de que en los lugares donde cazamos no haya nada capaz de convertirse en una tentación para nosotros. Bella, te estás comportando como si tuvieras décadas en vez de días.

“Ciertamente parece que está destinada a ser un vampiro” dijo Alice. “Tienes que admitir, que lo hace bien”

“Supongo” dijo Edward, tratando de no sonreír.

“¿Vas a cambiar de opinión acerca de eso entonces?” preguntó Alice.

“Se está haciendo más difícil mantener mis viejas convicciones” suspiró Edward.

“Pensé que ya habías visto que esto ocurriera” dijo Rosalie. “Cuando Edward escuchó los pensamientos de Renesmee.”

“No, yo sólo vi la decisión de reunirse con ella” dijo Alice. “Hay mucho que tiene que pasar para que ese futuro llegué… quiero decir, Bella tiene que tomar una decisión, también.”

“Pero ella ya ha elegido a Edward en la realidad del libro” dijo Esme, de repente preocupada.

“Yo sé, y estoy segura de que lo hará en esta realidad también, pero ella todavía tiene que elegir su propio destino, ¿verdad?” Alice se encogió de hombros.

“Yo no sabía que podías ser tan generosa” bromeó Edward. “Pensé que la obligarías a hacer lo que querías.”

Alice le sacó la lengua y comenzó a leer de nuevo.

–Oh… sabía que todo iba a ser muy difícil, y por eso estaba tan en guardia. Ya esperaba que fuera así de duro.

Puso sus manos otra vez en mi rostro, y sus ojos estaban llenos de maravilla.

–No sé lo que daría por poder mirar dentro de tu mente justo en este momento.

Todo el mundo se rió de eso.

“Estoy contento de tener estos libros” dijo Edward, incluso si no eran lo que Bella pensaría en estos momentos… eran, en cierto modo.

Qué emociones tan poderosas. Estaba preparada para la parte de la sed, pero no para esto. Estaba tan segura de que no sería igual cuando él me tocara… Bueno, siendo sincera, no era lo mismo.

Era mucho más fuerte.

“Debido a que ahora sientes la manera en que los vampiros aman… es tan clara… nada puede romperlo” sonrió Edward.

Alcé los dedos para trazar los planos de su rostro y mis dedos se detuvieron en sus labios.

–Pensé que no me sentiría así durante mucho tiempo –y mi inseguridad hizo que esas palabras parecieran una pregunta. –Pero todavía te quiero.

Él parpadeó asombrado.

–¿Y cómo es que puedes concentrarte en eso? ¿No sientes una sed insoportable?

¡Claro que la sentía ahora, una vez que él había traído el tema a colación!

Todo el mundo se rió de eso, Emmett más fuerte, por supuesto.

Intenté tragar y luego suspiré, cerrando los ojos como había hecho antes para ayudarme a concentrarme. Dejé que mis sentidos se extendieran a mi alrededor, tensa esta vez ante la posibilidad de un nuevo ataque de aquel delicioso aroma prohibido.

Edward dejó caer los brazos, sin respirar siquiera, mientras yo escuchaba más y más lejos, extendiéndome por la red verde de vida, buscando a través de todos los olores para identificar algo que no fuera del todo repelente para mi sed. Había el ligero trazo de algo diferente, un tenue rastro que se dirigía hacia el este…

Se me abrieron los ojos de golpe, pero mi interés estaba aún centrado en mis sentidos más desarrollados cuando me volví y me lancé quedamente hacia el este. El terreno se alzó de forma acusada casi de pronto, y corrí agachada en postura de caza, cercana al suelo, acercándome a los árboles donde eso resultaba más fácil. Sentí más que oí a Edward detrás de mi, fluyendo de modo silencioso a través de los bosques, dejándome a mí la guía.

La vegetación fue raleando a medida que ascendíamos; el olor de la brea y la resina se volvió cada vez más fuerte, como la pista que seguía, un olor cálido, más intenso que el del alce y mucho más atractivo.

“Ah, así que ella se encontró algo más peligroso” se rió Emmett. “Bueno, al menos su primera comida será mejor que un alce”

Unos cuantos segundos más tarde pude escuchar el golpeteo sordo de unas patas inmensas, mucho más sutiles que el crujido de los cascos. El sonido se percibía arriba, en las ramas, más que en el suelo. De forma automática me lancé hacia las ramas ganando una posición más estratégica, a mitad de camino de un imponente abeto plateado.

El golpeteo sordo de las patas continuó escuchándose furtivo, ahora a mis pies. El suculento efluvio se percibía ya muy cerca. Mis ojos localizaron el movimiento que había provocado el sonido, vi la piel leonada de un gran felino deslizándose por la amplia rama de un abeto justo debajo de mí y hacia la derecha de donde yo me encontraba. Era grande, fácilmente cuatro veces mi tamaño. Tenía los ojos clavados en algo que había en el suelo debajo de nosotros, sin duda, estaba cazando, como yo. Capté el aroma de algo más pequeño, incluso comparado con el olor de mi presa, encogido en un arbusto a los pies del árbol. La cola del puma se retorcía de modo espasmódico, preparándose para saltar.

“Es un puma” sonrió Edward, era su animal favorito para la caza.

Con un pequeño impulso, volé por el aire y aterricé al lado del puma. Él sintió temblar la rama y se giró, chillando de sorpresa y desafío. Cerró el espacio que había entre nosotros, con los ojos brillantes de furia. Yo, que estaba ya medio enloquecida por la sed, ignoré sus colmillos expuestos y las garras engarfiadas y salté sobre él, derribándolo hasta caer al suelo del bosque.

No fue una gran lucha.

“Nunca lo es” suspiró Emmett.

Sus garras afiladas lo mismo hubieran sido dedos cariñosos si hubiéramos tenido en cuenta el impacto que tuvieron sobre mi piel. Tampoco sus dientes tuvieron mucho que hacer contra mi hombro o mi garganta.

“Me temo que tenías razón sobre el vestido” suspiró Alice.

“Creo que necesita algunas indicaciones en el arte de la caza” se rió Emmett.

Y su peso no era nada para mí. Mis dientes buscaron certeros su garganta y su resistencia instintiva fue lamentablemente débil contra mi fuerza. Encontré con facilidad el punto preciso donde el flujo de calor se concentraba.

Me costó menos esfuerzo que si hubiera estado mordiendo un trozo de mantequilla. Mis dientes eran como cuchillas de acero. Cortaron a través de la piel, la grasa y los tendones como si no estuvieran allí.

El sabor no era muy bueno, pero la sangre era caliente y húmeda, y suavizó la sed mordiente y desesperada mientras bebía con apresurada impaciencia. Los intentos del puma por luchar se hicieron cada vez más débiles y sus gritos se ahogaron con un gorgoteo. La calidez de su sangre irradió por todo mi cuerpo, calentándome hasta las puntas de los dedos de los pies y las manos.

“Creo que podríamos tener un viaje corto de caza después de esto” dijo Alice.

“De ninguna manera… tuviste tu oportunidad antes” sonrió Emmett.

“Yo preferiría seguir leyendo” secundó Edward, a pesar de que estaba tan sediento como Alice.

“Bien” Alice hizo un puchero. Iba a esoerar, porque no había manera de que se perdiera algo de esto.

El puma murió antes de que yo terminara. La sed ardió de nuevo cuando se quedó seco, y yo aparté lejos de mi cuerpo su carcasa vacía, disgustada. ¿Cómo podía sentirme sedienta después de todo esto?

“¿Cómo no estarlo?” dijo Emmett. “Una pequeña comida.”

 Me erguí completamente derecha en un solo movimiento rápido. Una vez de pie, me di cuenta de que estaba hecha un desastre. Me limpié la cara con el dorso del brazo e intenté arreglarme la ropa. Las garras, que tan ineficaces habían sido contra mi piel, habían tenido bastante éxito con el fino satén.

Alice suspiró una vez más antes de leer de nuevo.

–Mmm –ronroneó Edward. Alcé la mirada y lo encontré reclinado con aire casual contra el tronco de un árbol, observándome con un gesto pensativo en el rostro.

–Creo que debería haberlo hecho mejor –estaba cubierta de polvo, con el pelo enredado, el vestido manchado de sangre y colgando en harapos. Edward no regresaba de sus expediciones de caza con ese aspecto.

“Nadie llega de las expediciones de caza de esa manera” se rió Emmett.

“Creo que no me importa eso” dijo Edward con una mirada a lo lejos.

“¿Qué estás pensando, Eddy?” preguntó riendo Emmett.

–Lo has hecho estupendamente –me aseguró. –Es solo que… ha sido mucho más difícil para mi observar de lo que debería haber sido.

Alcé las cejas, confusa.

–Va en contra de mis principios –me explicó, –lo de dejarte luchar con pumas. No sabes el ataque de ansiedad que he sufrido durante todo el rato.

Todo el mundo se rió de eso, incluyendo a Edward.

–Qué tonto.

–Ya lo sé, pero no es fácil desprenderse de los viejos hábitos. De todas formas, me gustan los nuevos arreglos de tu vestido.

Alice lo miró.

Si hubiera podido ruborizarme lo habría hecho, así que cambié de tema.

–¿Por qué tengo sed todavía?

–Porque aún eres muy joven.

Suspiré.

–Y supongo que no hay ningún otro puma por aquí.

–Hay ciervos por todas partes, de todos modos.

Puse cara rara.

–No huelen ni la mitad de bien.

–Son herbívoros. Los carnívoros huelen más parecido a los humanos –volvió a explicarme.

“Yo no diría eso” dijo Emmett haciendo mala cara.

“Dije más parecido, no que huelen como ellos” se encogió de hombros Edward.

–No se le acercan ni de lejos a los humanos –le discutí, intentando no recordarlo.

–Podemos regresar –comentó de forma solemne, aunque había una chispa divertida en sus ojos.

“Idiota” murmuró Alice, aún echando humo por el comentario del vestido.

–Fueran quienes fueran los que estaban allí, si son hombres, lo más probable es que no les hubiera importado que los matasen si fueses tú quien lo hiciera –su mirada vagó de nuevo por mi vestido destrozado.

“¡Edward!” lo reprendió Esme.

“Lo siento” se encogió de hombros Edward.

–De hecho, probablemente pensarían que estaban ya muertos y en el cielo en el momento en que te vieran.

Puse los ojos en blanco y resoplé.

–Anda, vamos a cazar algunos de esos malolientes herbívoros.

Encontramos un gran rebaño de ciervos mulo mientras corríamos de regreso a casa. En aquella ocasión, él cazo conmigo, ahora que yo ya había aprendido. Me cargué un macho enorme, montando un desastre casi tan grande como el del puma. El acabó con dos antes de que yo hubiera terminado con el primero, sin que se le moviera un pelo de su sitio, y sin que le cayera ni una mancha en su camiseta blanca.

“Por supuesto que no” sonrió Edward.

“¿Qué más se puede esperar del perfecto Eddy” rió Emmett.

Perseguimos la manada aterrorizada y dispersa, pero, en vez de alimentarme de nuevo, esta vez yo observé con cuidado cómo se las apañaba para hacerlo de un modo tan pulcro.

Todas las veces que había deseado que Edward no me dejara atrás mientras cazaba, secretamente, me había sentido un poco aliviada. La verdad es que estaba segura de que verlo sería aterrador, espantoso. En definitiva, que verlo cazarlo mostraría ante mis ojos como el vampiro que era en realidad.

Edward frunció el ceño.

“Entonces es una buena cosa que pensara que nunca podría haber ido de caza contigo antes” dijo Emmett.

“No creo que sea eso lo que está pensando” dijo Alice.

“Sería un poco hipócrita si lo hace ahora” se rió Jasper.

Pero claro, resultaba muy distinto desde esta perspectiva, siendo vampira yo también. Aun así, dudaba de que, incluso a mis ojos humanos, la belleza de todo esto me hubiera pasado desapercibida.

“Claro que tendrían… que no habrías sido capaz de ver a Eddy en absoluto” dijo Emmett.

“Eso no es del todo cierto… ella nos vio cuando estábamos practicando… podría haberlo visto” dijo Jasper.

Era una experiencia sorprendentemente sensual observar cazar a Edward. Su salto suave era como el ataque sinuoso de una serpiente. Sus manos eran seguras, tan fuertes, tan por completo ineludibles… Sus labios llenos lucían perfectos cuando se separaban gráciles para mostrar sus dientes relumbrantes. Era glorioso. Sentí un estremecimiento tanto de deseo como de orgullo. Era mío.

“Todo tuyo” sonrió Edward.

Esme sonrió ante eso.

Nada lo separaría de mi a partir de ahora. Era demasiado fuerte para que nadie pudiera arrancarme de su lado.

Fue muy rápido. Se volvió hacia mi y observó con curiosidad mi mirada de deleite.

–¿Ya no tienes más sed? –me preguntó.

Yo me encogí de hombros.

–Me has distraído. Eres mucho mejor en esto que yo.

–Siglos de práctica –me sonrió. Sus ojos mostraban un encantador y desconcertante matiz dorado en ese momento.

–Solo uno –le corregí.

“Ja… ahí tienes” rió Emmett.

Él se echó a reír.

–¿Has terminado por hoy o quieres continuar?

–He terminado, creo –me sentía muy llena, incluso a punto de reventar. No estaba segura de cuánto líquido más me cabría en el cuerpo, aunque la quemazón de mi garganta solo había sido aplacada. Otra vez comprendí que la sed era una parte inevitable de esta vida.

Y merecía la pena.

“Sí… definitivamente vale la pena” dijo Edward y todo el mundo sonrió ante eso; todo lo que habían pensado que antes de esto, Edward no pudiera tener.

Me sentía bajo control. Quizás esa seguridad era falsa, pero me sentía realmente capaz de no matar a nadie por ese día. Si podía resistirme a unos humanos que me eran del todo desconocidos, ¿no iba a ser capaz de apañarme con el licántropo y el bebé medio vampiro que amaba?

“Sí, creo que sí” sonrió Edward.

“Eso espero” dijo Esme. “Ella tiene que ver a Renesmee.”

–Quiero ver a Renesmee –le dije. Ahora que mi sed parecía algo domesticada (casi cerca de haber sido erradicada), mis antiguas preocupaciones eran difíciles de olvidar. Quería unir a esa extraña que era mi hija con la criatura que había amado hasta hacía unos tres días. Era tan extraño, algo tan malo, no tenerla aún dentro de mi cuerpo. De pronto, me sentí vacía e incómoda.

Me tendió la mano y la tomé, sintiéndola más cálida que antes. Su mejilla parecía ligeramente ruborizada, y ya no había sombras debajo de los ojos.

Fui incapaz de resistir el acariciar su rostro una vez más. Y otra.

Casi se me olvidó que estaba esperando una respuesta a mi petición cuando me hundí en sus relumbrantes ojos dorados.

“Bueno, parece que soy irresistible” dijo Edward con aire de suficiencia.

Era casi tan difícil como resistirse al olor de la sangre humana, pero de algún modo mantuve clara en mi mente la necesidad de tener cuidado cuando me alcé sobre las puntas de los pies y lo envolví con mis brazos. Con cuidado.

Pero él no fue tan vacilante en sus movimientos. Sus brazos se cerraron en torno a mi cintura y me apretó con fuerza contra su cuerpo. Sus labios aplastaron los míos, pero los sentí suaves. Los míos ya no buscaron su lugar en los suyos, sino que siguieron también su propio camino.

Como antes, fue como si el tacto de su piel, sus labios y sus manos se hundieran a través de mi suave y dura piel hasta llegar a mis nuevos huesos y al mismo centro de mi cuerpo. No me había imaginado que pudiera amarlo más de lo que lo había hecho hasta ahora.

Mi vieja mente no hubiera sido capaz de soportar un amor tan excesivo. Tampoco mi corazón hubiera sido lo bastante fuerte para haberlo aguantado.

Tal vez esta era la parte de mi que se intensificaría en mi nueva vida. Como la compasión de Carlisle o la devoción de Esme. Probablemente, nunca sería capaz de hacer nada interesante ni especial como Edward, Alice o Jasper.

“Eh… ya haces algo interesante” Edward frunció el ceño.

“Sí… ella te ha bloqueado” se rió Emmett. “Eso suena muy interesante.”

“Ella bloquea a todos” le recordó Edward.

“Estoy seguro de que tiene un don” dijo Carlisle.

Quizá mi único mérito sería amar a Edward más de lo que nadie hubiera amado a otro en toda la historia del mundo.

“No es posible” dijo Jasper inmediatamente y envolvió sus brazos alrededor de Alice.

Podía vivir con eso.

Recordaba algunas cosas que antes había experimentado, como entrelazar mis dedos en su pelo o trazar los planos de su pecho, pero algunas otras eran nuevas. Él era nuevo, para mí. Era una experiencia completamente distinta que me besara sin miedo y con tanta fuerza. Respondí a su intensidad, y de pronto, nos caímos al suelo.

–Ops –exclamé y él se echó a reír debajo de mí. –No quería placarte de este modo. ¿Estás bien?

Él acarició mi cara.

–Algo mejor que bien.

“¿Sólo algo mejor? Preguntó Emmett, moviendo las cejas.

“Tal vez un poco más que eso” se rió Edward.

Y poco después una expresión perpleja cruzó su rostro. –¿Renesmee? –preguntó con inseguridad, intentando discernir qué era lo que más deseaba en esos momentos. Una cuestión difícil de resolver, porque quería demasiadas cosas a la vez.

No sabría decir si él hubiera preferido posponer nuestra vuelta a casa, y me resultaba muy duro pensar en nada que no fuera su piel contra la mía, teniendo en cuenta que del vestido ya no quedaba mucho, pero mi recuerdo de Renesmee, antes y después de su nacimiento, se iba convirtiendo cada vez más en una especie de sueño para mí. Más inverosímil. Todos mis recuerdos de ella eran recuerdos humanos y los rodeaba un aura de artificialidad. Lo que no había visto con esto ojos ni tocado con estas manos me parecía irreal.

“Deja de distraerla, Edward. Ella tiene que ver a su hija” dijo Esme bruscamente.

“Lo siento” dijo Edward.

“No parece que Edward tenga mucho contro de sí mismo en este momento” bromeó Jasper.

“Tengo un poco” murmuró Edward.

A cada minuto, la realidad de aquella pequeña extraña se me iba perdiendo más y más.

–Renesmee –reconocí, compungida, y me puse de nuevo en pie, tirando de él.

“Bueno” dijo Esme.

“Ese fue el final del capítulo” dijo Alice.

“Bueno” dijo Edward “Y estoy de acuerdo contigo, Esme, estoy deseando verla a Renesmee”

“¡Yo también!” dijo Rosalie con tanta rapidez que cuando todo el mundo lo decía, parecía que eran ecos de su propia declaración. “¡Así que date prisa y lee ya!”

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