ALERTA, EXCESO DE INFORMACIÓN.
“Ah,”
Alice sonrió, viendo algo que antes no había podido ser capaz de ver hasta ese
momento.
Edward
rompió su estado de congelamiento, sintiéndose un poco aturdido, pero
sonriéndole a Alice, “Voy a conocerla.”
“Parece
que sí,” dijo Alice, de forma rápida, para empezar a pensar en otras cosas…
ella no quería que el supiera demasiado sobre su visión.
Ella abrió los ojos con desmesura a causa
del asombro y luego palmeó un costado del vientre.
— Lo siento, peque.
Edward permaneció a la escucha con la cabeza
ladeada hacia la barriga de su mujer.
— ¿En qué piensa ahora?
—quiso saber Bella con avidez.
— El fet... Él o ella
está... —hizo una pausa y alzó la mirada para contemplar los ojos de Bella—.
Está feliz —apostilló Edward con una nota de incredulidad en la voz.
Todo el mundo estaba sonriendo ahora.
La madre contuvo la respiración. Resultaba
imposible no ver en sus ojos un brillo fanático, el de la adoración y la
devoción. Unas gruesas lágrimas le desbordaron los ojos y le corrieron en
silencio por las mejillas y los labios curvados en una sonrisa.
Cuando miraba a su esposa, el rostro de
Edward ya no mostraba temor, enfado, tormento o ninguno de los sentimientos que
le habían desgarrado desde su llegada. Estaba fascinado con ella.
“Eso
tiene que ser surrealista para mí”, dijo Edward. No creía que la sonrisa que
tenía en el rostro se le fuera a borrar alguna vez.
—Claro que eres feliz, bonito, por
supuesto que sí —canturreó con las mejillas bañadas en lágrimas mientras se
acariciaba el vientre—. ¿Cómo no ibas a serlo, estando sano y salvo, y siendo
tan querido? Te quiero mucho, pequeño E. J. Por supuesto que eres feliz.
“¿EJ?”
cuestionó Edward.
“Ella
nombro al bebé” dijo Rosalie emocionada. “¿Qué piensas que es?, ¿Edward Jr.?”
“En
realidad soy Edward Jr… si cuentas el hecho de que mi padre también se llamaba
Edward,” dijo Edward.
“Así
que es probable que sea Edward Jacob,” Emmett se rió entre dientes.
“Argh,”
Rosalie gruñó y le dio un golpe en la cabeza a su marido. “No tienes que decir
eso.”
“Tú
lo pediste,” Emmett se encogió de hombros, riendo.
“Está
bien… podría vivir con eso,” dijo Rosalie.
— ¿Cómo le has llamado?
—preguntó Edward con curiosidad.
Ella volvió a sonrojarse.
— Le he puesto un nombre,
en cierto modo... No pensé que tú quisieras, bueno, ya sabes...
— ¿E.J.?
— Tu padre también se
llamaba Edward, ¿no?
— Sí, en efecto, pero
¿qué significa...? —hizo una pausa y luego dijo—: Vaya. — ¿Qué?
— A él también le gusta
mi voz.
“Aw,”
repitieron las chicas.
— Naturalmente que sí
—por el tono de su voz parecía que estaba alcanzando el culmen de la dicha —.
Tienes la voz más hermosa del mundo. ¿A quién no le iba a gustar?
— ¿Has previsto una
alternativa? —preguntó Rosalie—.
“No…
ella solo quiere pensar que al bebé le encanta su voz también,” bromeó Edward.
“No
me importaría escuchar eso,” murmuró Rosalie con una sonrisa, “pero pienso que
estoy feliz porque lo están, Edward… será mucho más fácil contigo de nuestro
lado.”
— ¿Qué ocurre si él
resulta ser ella?
“Va
a ser una ell-ella,” dijo Emmet. “Oh mierda, no, va a ser un chico.”
Jasper
simplemente le sonrió. Iba a ganar esta apuesta.
Bella se enjugó las lágrimas con el dorso
de la mano.
— He estado haciendo
algunas combinaciones. He jugado con Renée y Esme. Estaba pensando en algo así
como... Ruh-nez-may.
“Esa
es una idea novedosa,” dijo Alice. “Me gusta.”
“Sin
duda es algo que se le ocurría a Bella,” dijo Rosalie, sonriendo con
aprobación.
“Es
mucho más fresco que EJ, también,” dijo Jasper sonriendo a Emmett, quien estaba
frunciendo el ceño.
“Ella
me va a incluir en el nombre,” dijo Esme, conmovida. Ella definitivamente hubiera
estado llorando lágrimas de alegría en este momento si pudiera.
“Es
un nombre único para un bebé muy especial,” Edward sonrió.
“Pensé
que habías dicho que querías un niño,” interrogó Emmett; alguien tenía que
estar de su lado.
“Lo
hago,” dijo Edward lentamente y luego respondió con honestidad. “Pero realmente
no importa si es niño o niña… voy a amar a mi… nuestro bebé.”
Una
vez más las chicas emitieron sonidos de ternura por eso y él sonrió hasta que
sintieron incómodas, pero él siguió sonriendo.
— ¿Ruhnezmay?
— R-e-n-e-s-m-e-e. ¿Es
demasiado raro?
— No, me gusta —le
aseguró Rosalie.
— Todavía sigo pensando
en mi criatura como si fuera un chico, un Edward.
“Pero
sería extraño tener dos Edwards… sería mejor si solo fuera Renesmee,” dijo
Jasper.
Su marido se quedó mirando a las musarañas
y con el rostro inexpresivo mientras permanecía a la escucha.
— ¿Qué...? —preguntó
Bella, con un rostro tan resplandeciente que se veía desde lejos—. ¿Qué piensa
ahora?
Él no contestó en un primer momento, pero
luego, dejándonos anonadados a todos, apoyó tiernamente la oreja sobre el
vientre de Bella.
— Te quiere —susurró
Edward, que parecía encandilado—. Te adora por encima de todo.
En ese momento supe que me hallaba
totalmente solo.
Me quise dar de bofetadas cuando tomé
conciencia de lo mucho que había contado con aquel aborrecible vampiro. ¡Qué
idiota...! Era como confiar en una sanguijuela. Al final, iba a traicionarme.
Por supuesto.
“Argh,”
dijo Rosalie, tratando de que no tuviera en ella… pero era difícil.
Había contado con tenerle de mi parte y
que las pasara canutas, peor que yo, y por encima de todo, había contado con él
para odiar aún más que yo a esa cosa revoltosa que mataba a Bella.
“Mala
suerte… supéralo y deja de pensar en esa mierda,” dijo Rosalie.
“Y
vuelve a notar cosas sobre el bebé,” añadió Alice.
Había confiado en él para ese fin.
Y ahí estaban ahora, juntos los dos,
inclinados sobre el invisible retoño de monstruo cuya existencia les encendía
chiribitas en los ojos.
Rosalie estaba mirando el libro. Él estaba arruinando la
imagen feliz de que se acaba de pintar.
Ahora estaba yo solo con todo el odio y la
pena. Resultaba tan atroz como estar sometido a tormento, como arrastrarse
lentamente sobre un lecho de cuchillos afilados, tan insoportable que
recibirías la muerte con una sonrisa sólo para librarte de una cosa así.
“Y
la sensación de que buscas ese dolor, por estar parloteando sobre esta mierda,”
siseó Rosalie.
El calor me permitió sacudirme el
agarrotamiento de los músculos y ponerme en pie.
Tres cabezas se alzaron de pronto.
Presencié cómo mi sufrimiento ondulaba en las facciones de
Edward como si de la superficie de una
charca se tratara cuando él me leyó la mente.
— Ay —exclamó con voz
estrangulada.
No sabía qué hacer. Estaba allí de pie,
temblando de los pies a la cabeza, listo para salir por patas a la menor
oportunidad.
Edward se dirigió enseguida hacia una
mesita de esquina con movimientos sinuosos y extrajo algo de uno de los
cajones; acto seguido, me lo tiró y yo lo tomé de forma refleja.
—Ve, Jacob, sal de aquí.
No me habló con dureza, sino más bien como
alguien que preserva una vida. Me estaba ayudando a encontrar la vía de huida tan
deseada.
Miré la palma de la mano, donde descansaba
el juego de llaves de un coche.
“Ese
es el final del capítulo,” dijo Emmett.
“Esto
es simplemente genial,” Rosalie seguía echando humo. “Se acaba de ir en una
parte que yo realmente quería leer y ahora tenemos que leer acerca de este
perro callejero dar un paseo.”
“Al
parecer,” Emmett se encogió de hombros, “pero al menos sabemos que Eddy está de
acuerdo con todo el asunto del embarazo ahora.”
“Cierto,”
dijo Rosalie, tomando una respiración profunda para calmarse. “Piensa en lo
positivo.”
“Eso
es correcto,” dijo Esme, tomando el libro que su hijo tenía.