TIC, TAC, TIC, TAC, TIC, TAC.
“Tic, tac, tic, tac, tic, tac,”
leyó Edward.
“Ah, esto suena a que
va a ser un capitulo fascinante,” gruñó Emmett.
- - Eh, Jake, tenía entendido que querías
que volviera al anochecer. ¿Cómo no has hecho que Leah me despertase antes de
quedarse frita?
- - Porque no necesité tu ayuda. Todavía
sirvo para esto. Seth
ya se estaba dirigiendo hacia la mitad norte del perímetro, la que había
elegido.
- - ¿Alguna novedad?
- - No. Nada de nada.
- - ¿Has explorado algo?
Se había percatado de uno de mis trayectos alternativos. Se
fue derecho hacia el nuevo sendero.
- - Sí, estuve dando una vuelta por ahí, ya
sabes, sólo para comprobar si los Cullen iban a salir de caza.
- - Bien pensado.
Seth dio media vuelta y se encaminó hacia el perímetro principal.
Resultaba más cómodo correr con él que con Leah. Todos los
pensamientos de la joven Clearwater tenían un punto cortante, a pesar de que
ella intentaba controlarse. Y lo intentaba de veras, pero la realidad era que
la muchacha no quería estar allí, toleraba a regañadientes la moderación de mi
postura hacia los vampiros.
“¿Él llama a esto
tolerancia?” se mofó Rosalie.
“Sí….para todo el
mundo menos para ti, claro está,” Emmett rio entre dientes.
Tampoco acababa de digerir la confortable camaradería establecida
entre su hermano y los Cullen, cuyos vínculos de amistad eran cada día más
fuertes.
“Es bueno saberlo,”
dijo Emmett. “Estoy de acuerdo con que el cachorro este alrededor.”
Resultaba, como poco, curioso, ya que había temido ser yo
el principal obstáculo. La loba y yo siempre habíamos andado a la greña cuando
estábamos en la manada de Sam, pero ahora no había rechazo alguno contra mí,
sólo contra los Cullen y Bella. ¿Por qué?
“Ella está agradecida
de poder escapar de su tortura… al menos un poco,” dijo Alice. “Ella debe estar
tan aliviada de no tener que escuchar más los pensamientos de Sam. Está allí,
protegiéndonos, después de todo.”
Tal vez la respuesta se reducía a una cuestión de mera
gratitud por no obligarla a marcharse o quizá porque ahora yo comprendía mejor
su hostilidad. Fuere como fuere, patrullar con Leah no resultaba tan malo como
había esperado, ni por asomo.
Aunque seguía siendo quisquillosa en todo lo demás. La
comida y las ropas enviadas por Esme habían ido a parar al río de inmediato,
“Eso simplemente fue
grosero,” dijo Alice. “Podría haber enviado al menos la ropa de regreso.”
“¿Por qué?, No es
como si fueras a dejarnos usarla de nuevo de cualquier forma,” dijo Emmett.
“Pero lo mandamos
para caridad… al menos alguien podría haberla usado,” le recordó Alice.
a pesar de que yo me había comido mi parte para dar ejemplo
de abnegación y sacrificio; sólo por eso, y no porque tuviera un olor de lo más
apetitoso una vez lejos del ulcerante hedor vampírico.
“Sí… claro, yo me
creo eso,” Emmett se rio entre dientes.
Además, a eso del mediodía había cazado un alce pequeño,
pero la presa no había satisfecho del todo su apetito y le había puesto aún de
más mala leche, porque a Leah le reventaba comer carne cruda.
“Me pregunto por qué
es así,” Carlisle reflexionó.
“Porque los humanos
prefieren cocinar sus alimentos,” dijo Emmett como si eso fuera obvio.
“Entonces podrías
pensar que a todos los lobos les molestaría comer de esa manera, pero por la
forma en la que Jacob está hablando, parece que solo Leah tiene un problema con
esto,” explicó Carlisle.
“Quizás no ha
aceptado al lobo dentro de ella,” dijo Jasper. “Quiero decir, ellos son lobos
en esa forma, pero obviamente, pueden
pensar todavía como humanos.”
“Si, eso tiene
sentido,” convino Carlisle. “Jacob mencionó lo diferente que fue cuando estaba
en su forma de lobo… cómo podría no sentirse de la misma manera que lo hacen
los humanos.”
“Y parece que Leah no
quiere que le guste ese lado,” dijo Alice.
“Yo no la culpo a
ella, ¿quién querría estar con el chucho?” Rosalie murmuró impacientemente, no
queriendo hablar más de esto. Ya tenía suficiente del chucho en esos capítulos.
- - ¿Y si damos una pasada rápida por el
este?,
sugirió Seth. Nos adentramos bien hondo y
verificamos si están o no al acecho en esa zona.
- - Algo así estaba pensando, coincidí,
mientras empezábamos a corretear, pero dejémoslo para cuando estemos despiertos
los tres. No quiero bajar la guardia. En todo caso, deberíamos hacerlo antes de
que los Cullen hagan una salida. Tendrá que ser pronto.
- - Vale.
Aquello me hizo pensar.
Si
los vampiros eran capaces de abandonar sin percances las inmediaciones de la
casa, en realida no tenían problema para seguir viaje. Lo cierto es que lo más
conveniente habría sido que se hubieran marchado en cuanto vinimos a avisarles.
Seguro que tenían medios para permitirse otras guaridas y también contaban con
amigos en el norte. La respuesta era manifiesta: «Tomad a Bella y marchaos».
Parecía la solución obvia a todos sus problemas.
Tal vez se lo sugiriera yo, aunque tenía pánico de que me
hicieran caso, pues no deseaba que Bella se fuera de allí y no saber jamás si
lo había logrado o no.
“Estoy segura de que
nosotros le avisaríamos, aunque nos fuéramos,” dijo Esme.
“Pero nosotros no
vamos a marcharnos,” dijo Carlisle con firmeza.
No, eso era una estupidez. Debía aconsejarles que se
marcharan. La permanencia de los Cullen en Forks carecía de sentido y sería
mejor para mí que Bella se marchase. No es que fuera a dolerme menos pero
resultaría más saludable.
Ahora bien, era muy fácil decirlo allí, cuando Bella no
estaba presente; ella, que se estremecía de alegría al verme y se agarraba a la
vida con uñas y dientes.
- Ah,
eso ya se lo he preguntado yo a Edward, me informó Seth.
- ¿Qué?
“Lo siento perro,
pero el cachorro se te adelantó,” Emmett rio entre dientes.
- Quise
saber por qué no se habían ido todavía. Podían haberse pirado con el aquelarre
de Tanya o algo parecido,
“El aquelarre de
Tanya… él los está llamando por su nombre también,” Emmett señaló.
Carlisle no dijo nada
ante eso, pero él estaba sonriendo. Estaba claro que Seth lo había aceptado
completamente.
- a
cualquier sitio lo bastante lejos como para que Sam no los persiguiera.
Me obligué a no olvidar que yo mismo había resuelto dar ese
consejo a los vampiros por ser la opción más adecuada, y por tanto, no debía
enfadarme con él si me había librado del muerto. Así que nada de malos modos.
“Claro… nada de malos
modos,” Emmett se rió.
- ¿Qué te dijo? ¿Esperan el hueco oportuno para escapar?
- No, no se marchan.
Aquello no tenía pinta
de ser una buena noticia precisamente.
“Sin embargo así es,” dijo Emmet con voz cantarina.
- ¿Por qué no? Quedarse es una estupidez.
- En realidad, no, repuso Seth, ahora a la defensiva. Requiere cierto tiempo acondicionar un lugar
con los medios técnicos que Carlisle tiene aquí, donde dispone de todo el
material necesario para cuidar de Bella y las credenciales para conseguir más.
Ésa es una de las razones por las que quieren organizar una salida de caza.
Carlisle cree que pronto va a necesitar más sangre para Bella, pues está a
punto de acabar con todas las bolsas de sangre acumuladas para ella. No le
gusta el ritmo de disminución de la reserva de O negativo y va a ir a comprar
más. ¿Sabías que es posible comprar
sangre si eres médico?
“Si, ya sabía eso,” dijo Emmett.
“Supongo que ella consume mucha sangre,” murmuró Carlisle,
“y mucho más rápido de lo que hubiera anticipado ya que ella está consumiendo
en lugar de necesitar una transfusión.”
“Algo que tú sabrás en nuestra realidad,” dijo Rosalie. “Al
igual que supiste que ella iba a necesitar sangre en primer lugar, esto le
ayudara.”
“Rosalie,” dijo Edward mirándola significativamente. No
estaba seguro de si esto iba a suceder y no quería oírla decirlo con total
naturalidad.
Todavía no estaba preparado
para mostrarme lógico.
- Me sigue pareciendo una completa gilipollez. ¿Acaso no
pueden llevarse la mayoría de los bártulos? Siempre pueden robar lo que les
falte, vayan donde vayan. ¿A quién le preocupa la mierda de las leyes cuando se
es un inmortal?
“Bueno, eso es verdad,” dijo Emmett.
“Sin embargo, es más fácil hacer las cosas de la manera
correcta,” dijo Carlisle.
- Edward no quiere correr el riesgo de trasladarla.
- Está mucho mejor.
- De veras que sí, coincidió Seth. - Pero ya sabes, tampoco es que pueda moverse demasiado. La cosa esa no
deja de dar patadas, y se las está haciendo pasar negras.
Esme suspiró. Esa fue una de las
alegrías de estar embarazada, pero no sonaba como algo bueno para Bella.
Se me llenó de bilis la
garganta y tuve que hacer un esfuerzo por tragar y que volviera al estómago.
- Ya, ya lo sé.
- Le ha roto otra costilla, me confió con tono sombrío.
“No deberías haber compartido eso”, soltó Rosalie, pero no
en el mismo tono que hubiera usado si fuera el chucho.
Me fallaron las patas y
la cadencia del trote bajó, me tambaleé un poco antes de recuperar mi ritmo.
- Carlisle la ha vendado otra vez. Ha dicho que sólo es otra
rotura, y entonces, va Rosalie y suelta no sé qué sobre que es un hecho
sobradamente conocido que hasta los bebés humanos normales rompen a veces
alguna costilla de la madre. Edward la fulminó con la mirada como si fuera a
arrancarle la cabeza.
Emmett se rió de eso, Rosalie rodó los
ojos.
- Lo malo es que no lo hizo.
Seth se había puesto en
modo «informativo», sabedor de lo mucho que me interesaba todo aquello, aunque
yo jamás le había pedido que pusiera la oreja a ver qué pescaba.
- Bella ha tenido fiebre de forma intermitente a lo largo del
día. Han sido unas décimas. Suda, tiene frío, y así... Carlisle no está muy
seguro de cómo actuar. Podría tratarse sólo de náuseas. Quizá los mecanismos
del sistema inmunológico de la madre no atraviesen su mejor momento.
"Grandioso... algo más para estar
preocupado," Edward se quejó.
"No voy a dejar que algo como eso
le afecte a ella, " Carlisle le aseguró. " Voy a preparar algo,”
- Sí, estoy seguro de que es una coincidencia.
- Ella está de muy buen humor, pese a todo. No deja de gastar
bromas cuando habla con Charlie, y se ríe y todo eso.
“¿Ella está hablando con Charlie? Preguntó Edward. “¿Por qué iba a estar
hablando con Charlie?”
"No lo sé", dijo Carlisle,
frunciendo el ceño. "Eso no tiene sentido en absoluto... no va a ser capaz
de verlo de nuevo, pase lo que pase".
- ¿Charlie? ¿Qué...? ¿A qué te refieres con eso de que habla
con Charlie?
Ahora le tocó a Seth
vacilar. Mi rabia le sorprendió.
- Imagino que él la telefonea a diario para charlar con ella,
y a veces también su madre. Bella ahora tiene mucho mejor aspecto, y eso se
nota en la voz, de modo que ella le asegura que está en vías de reponerse.
Todo el mundo se miraba confundido y moviendo la cabeza…
ella no debería decirle eso.
- ¿Reponerse? ¿En qué diablos están pensando los Cullen?
¿Cómo pueden alentar las esperanzas del padre para que todo sea peor cuando
ella muera? ¡Pensé que le estaban preparando para lo peor e intentaban que el
pobre hombre se fuera haciendo a la idea! ¿Por qué embauca Bella a su padre de
ese modo?
- Quizá no muera, apuntó Seth con cuidado.
“Muerta o no muerta, él no va a poder verla,” Edward frunció el ceño.
Respiré hondo y procuré
calmarme.
- Si sale bien de todo esto, Bella jamás
- volverá a ser una
mujer, Seth. Ella lo sabe tan bien como los demás. Si ella no la palma, va a
tener que hacer una muy convincente imitación de un cadáver, muchacho. Eso o
desaparecer. Creí que iban a intentar ponérselo fácil a Charlie. ¿Por qué...?
- Me da la impresión de que es idea de Bella. Su marido
preferiría hacer frente a las cosas de otro modo.
"Sí... puedo ver eso", dijo
Emmett, mirando a su hermano.
Una vez más estaba en
la misma longitud de onda que esa sanguijuela.
Corrimos en silencio
durante unos minutos. Comencé a explorar un nuevo camino, un poco hacia el sur.
- No te alejes demasiado.
- ¿Por qué?
- Bella me sugirió que te pidiera que la visitaras.
Encajé con fuerza los
dientes en las mandíbulas.
- Y Alice también quería verte. Me dijo que estaba hasta las
narices de andar dando vueltas por el ático como un murciélago en el campanario
de una iglesia.
Todo el mundo se rió de eso tanto como
Alice pareció molesta.
Seth soltó una
risotada.
– ¿Sabes? Estuve turnándome con Edward para hacer de
conmutador, para que Bella mantenga una temperatura estable. Le aportamos frío
o calor, según lo requiriera la ocasión. Supongo que puedo regresar yo si tú no
deseas ir.
“Por favor, di que no quieres ir,” refunfuño Edward. El
habría preferido tener a Seth allí.
“Pero tenemos que sabes lo que está pasando,” se quejó
Emmett.
“Argh”, gimieron Rosalie y Edward.
- No, es cosa mía, le espeté.
Y ellos se quejaron de nuevo.
- Vale.
Seth no hizo más
comentarios y se concentró con mucha intensidad en el bosque vacío.
Continué andando hacia
el sur en busca de alguna novedad y no di media vuelta hasta percibir los primeros
indicios de población; todavía no estábamos cerca de Forks, pero era mi deseo
evitar el rebrote de los rumores sobre avistamientos de lobos. Ya llevábamos
siendo invisibles desde hacía bastante tiempo.
“Excepto por Charlie te nota al final del último libro,” Emmett se rió entre
dientes.
A nuestro regreso,
traspasé el perímetro y me encaminé hacia la casa. Fui incapaz de detenerme a pesar
de saber que estaba cometiendo una estupidez. Lo mío debía de ser masoquismo o
algo por el estilo.
- Eres un tío de lo más normal, Jake, lo que ocurre es que la
situación es de lo más atípica.
“Hay un montón de cosas mal con él” contrarrestó Rosalie.
- Cierra esa bocaza, Seth, por favor.
- Cerrada.
Esta vez no vacilé
delante del umbral y lo crucé como si estuviera en mi propia casa. Supuse que
eso iba a enojar a Rosalie, pero mi esfuerzo fue en vano,
“Si… eso lo tendría que enojarla,” dijo Emmett, mirando a
su esposa y su expresión molesta.
ya que ni la Barbie ni
Bella se hallaban a la vista.
Miré a diestro y
siniestro con la esperanza de no haber reparado en ellas, pero no estaban; el
corazón empezó a golpetearme las costillas de un modo alocado y extraño.
— Se encuentra bien
—musitó Edward—, o estable, debería decir...
El vampiro se hallaba
en el sofá con la cabeza entre las manos. No había levantado la mirada ni siquiera
cuando me dirigió la palabra. Esme no se apartaba de su lado y le apretaba con
fuerza los hombros.
“Gracias
Mamá, estoy seguro de que necesito eso ", dijo Edward y Esme le sonrió.
- Hola, Jacob —me
saludó—. Me alegra tenerte de vuelta.
- Y a mí también —dijo
Alice con un hondo suspiro.
Bajó las escaleras
pavoneándose y me dedicó un mohín de reproche, como si llegara tarde a una
cita.
“Sí, su cita para ser el analgésico del pequeño diablillo,”
Emmett se
rió entre dientes.
— Eh... Hola —contesté.
Me sentí de lo más raro mientras me esforzaba por ser amable—. ¿Dónde está
Bella?
— En el servicio —me
respondió Alice—. La mayoría de su dieta es fluida, ya sabes. Además, tengo
entendido que ése es uno de los efectos del embarazo.
Me quedé allí como un
pasmarote, balanceándome, adelante y atrás.
— Qué bien —refunfuñó
Rosalie. Ladeé la cabeza a tiempo de verla llegar desde una sala semioculta por
las escaleras. Acunaba a Bella entre los brazos con ternura, pero a mí me puso
mala cara—. Sabía que algo apestaba.
Emmett y Rosalie se rieron ante eso.
Y entonces, igual que
la otra vez, el rostro de Bella se iluminó como el de un niño la mañana de Navidad.
Me miró como si le hubiera traído el mejor de los regalos.
“En
serio, ¿qué significa eso?” Preguntó Emmett. “¿Ella fue de esa manera durante
todos los libros?”
“No lo sé.” Dijo Edward, esperanzado y dudoso al mismo
tiempo del significado de las reacciones de Bella: y no sabía que era peor, no
estaba seguro cual respuesta quería que fuera la correcta.
Aquello era muy
injusto.
— Has venido, Jacob
—jadeó.
— Hola, Bells.
Esme y Edward se
levantaron. Observé el cuidado con el que la Barbie depositaba a la embarazada
en el sofá. A pesar del esmero empleado, Bella se puso blanca como la cal y
contuvo la respiración, como si se propusiera no emitir queja alguna por
intenso que fuera el dolor.
“Sí,
eso tendría sentido,” dijo Edward
“Ella no quiere que te preocupes más de lo que ya lo
haces,” agregó Jasper.
Edward le frotó la
frente con los dedos y luego llevó la mano al cuello. Intentó hacer pasar el
gesto como si le estuviera arreglando el pelo, pero a mis ojos aquello tenía la
pinta de una inspección médica en toda regla.
— ¿Tienes frío? —murmuró.
— Estoy bien.
— Recuerda el consejo de
Carlisle, Bella: no le restes importancia a las molestias —le instó Rosalie —
Eso no nos ayuda a cuidar de ti.
Todo el mundo se rió de eso, sabiendo
que es lo que estaba haciendo Rosalie.
— De acuerdo, tengo un
poco de frío. ¿Puedes pasarme esa manta, Edward?
Puse los ojos en
blanco.
— ¿No está eso un tanto
fuera de lugar estando yo aquí?
- Acabas de entrar, y
seguro que después de tirarte el día entero de un lado para otro -repuso Bella
-Descansa un minuto. Probablemente se me pasará el frío en un segundo.
La ignoré y me senté en el suelo, junto al sofá, mientras
ella todavía me estaba diciendo que debía hacer. Aunque llegados a ese punto,
no supe cómo moverme, pues tenía un aspecto tan frágil que me daba miedo la
idea de moverla o incluso de pasarle el brazo por el hombro. Al final me
acomodé en el sofá, me recliné con sumo cuidado contra ella y dejé que mi brazo
descansara sobre toda la extensión de los suyos al tiempo que le tomaba de la
mano. Entonces, puse la otra mano sobre su rostro. No era fácil determinar si
estaba más fría de lo habitual.
— Gracias, Jake —dijo con una nota de
escalofrío en la voz.
— De nada —repuse.
Edward se sentó junto al brazo del sofá, a los pies de
Bella, y no perdía de vista el rostro de su esposa.
Era demasiado esperar que nadie oyera los ruidos de mi
estómago, con los oídos tan finos que se gastaban todos los presentes en la
habitación.
—
¿Por
qué no le traes a Jacob algo de comida, Rosalie? —pidió Alice, a quien no veía
por haberse situado detrás del respaldo del sofá.
“¿Por qué no
consigues tu algo para él?” espetó Rosalie.
“Porque yo lo dije primero… y ahora es tu
turno,” Alice se rió de su rostro
ofendido.
Rosalie no salía de su asombro y dirigió una mirada
fulminante hacia el lugar de procedencia de la voz.
—
Te
lo agradezco mucho, Alice, pero preferiría no comer nada donde Rosalie haya
podido escupir.
Seguro que mi cuerpo metaboliza el salivazo como si fuera
veneno.
“Hm... Me pregunto qué pasaría con ellos... que son
diferentes a los humanos…” Carlisle comenzó a meditar.
“Ella no haría
algo tan terrible como eso,” espetó Esme.
A Rosalie no
parecía importarle llevar a cabo esa idea, pero lo pensó mejor al oír las palabras
de Esme.
—
Rosalie
jamás avergonzaría a Esme con semejante falta de hospitalidad.
—
Por
supuesto que no —espetó la rubia con una voz aterciopelada de la que desconfié
en el acto.
Se levantó y salió en estampida de la habitación.
“¿Qué vas a hacer?” Emmett y Esme preguntó al mismo
tiempo, en tonos totalmente diferentes.
“No sé,” Rosalie se encogió de hombros.
Edward suspiró.
—
Me
dirás si le ha echado veneno, ¿no? —le pregunté.
—
Sí
—prometió él.
Y por no sé qué extraña razón, le creí.
“Envenenarlo en este momento no sería una
decisión muy inteligente,” dijo Jasper. “Todos los lobos nos atacarían al mismo tiempo.”
Esme lo miró. “No
es por eso que sería un error de envenenarlo.”
“Er… Lo sé,” dijo
Jasper, bajando la cabeza a modo de disculpa.
Se
produjo un escándalo en la cocina, era un ruido extraño, como si el metal
protestara por el maltrato. Edward suspiró otra vez, pero una sonrisa le curvó un
poco los labios.
Entonces,
Rosalie estuvo de regreso antes de que yo pudiera darle más vueltas. Con una
burlona sonrisa de complacencia, depositó un cuenco plateado en el suelo, junto
a mí.
—
Vamos,
disfruta, perrito.
Aquello
debía de haber sido una fuente o una ensaladera, pero ella lo había vuelto del
revés hasta lograr que tuviera exactamente la forma de un plato para perros.
Emmett comenzó a reír a carcajadas mientras los
demás reían silenciosamente, excepto Esme, quien estaba frunciendo el ceño.
“Bien hecho, bebé” dijo Emmett volviendo a
reír.
La
rapidez y la maña me impresionaron, no pude evitarlo, y también el amor al
detalle demostrado por Rosalie, que había escrito la palabra «Fido» en un lado
con una letra excelente.
Emmett se rió aún más si es posible, igual que
Jasper y Alice. Rosalie los miró satisfecha.
La
comida parecía magnífica: nada menos que un bistec con patatas y una completa
guarnición. Por eso, le dije:
—
Gracias,
rubita.
Ella
me bufó.
—
Eh,
¿sabes cómo se llama a una rubia con cerebro?
“Aburrido”, dijo
Rosalie.
Le
pregunté, y le contesté sin esperar respuesta.
—
Golden
Retriever.
—
Ése
también lo había oído —repuso, ya sin sonreírme.
—
Lo
seguiré intentando —le prometí antes de centrarme en la comida.
Ella
torció el gesto con desagrado y puso los ojos en blanco.
“Sí,” dijo Emmett. De nuevo Rosalie había
reaccionado como su yo del libro tenía que haberlo hecho.
A
continuación, se sentó en uno de los brazos del sofá y comenzó a hacer zapping
en la enorme televisión a tal velocidad que era totalmente imposible que
estuviera buscando algún programa.
La
comida estaba buenísima a pesar de la hediondez a vampiro que flotaba en el
ambiente, y lo cierto era que empezaba a habituarme, por mucho que no me
muriera de ganas de adquirir ese hábito. En fin.
“Supongo que probablemente nos estamos
acostumbrando a él también,” dijo Emmett. “Bueno, eso está bien, si ellos
tienen que estar alrededor todo el tiempo, ¿cierto?”
Rosalie simplemente
lo miró. Ella no quería acostumbrarse. Ella sólo quería que desapareciera.
Estuve
considerando la posibilidad de ponerme a dar lametones al cuenco sólo para
hacer rabiar a la Barbie, pero en ese momento noté los dedos helados de Bella
recorriéndome el pelo hasta llegar al final del cuello.
—
Tal
vez ha llegado la hora de cortármelo, ¿no te parece?
—
Te
estás poniendo un tanto peludo, sí —dijo ella—, tal vez...
—
Déjame
adivinar, alguien de por aquí ha cortado el pelo en una peluquería parisina...
“No en París,” dijo Alice.
"Nadie cortó el pelo en una peluquería,
" dijo Emmett.
“Aun así… yo sería mejor que cualquiera de esos
peluqueros de todos modos,” Alice se encogió de hombros.
Ella
rió entre dientes.
—
Es
probable.
—
No,
gracias —le atajé antes de que pudiera hacerme una oferta en firme—. Estoy bien
todavía para unas cuantas semanas.
Aquel
diálogo me llevó a preguntarme durante cuánto tiempo iba a estar bien ella y
empecé a darle vueltas a cuál sería el modo más amable de formular esa
pregunta.
—
Esto...
Oye... ¿Cuándo es la gran fecha? Ya sabes, el día previsto para que nazca el
monstruito.
“Monstruito…creo que ese me gusta,” Emmett rio
entre dientes.
“No vas a llamar al bebé de esa forma,” Rosalie
siseó.
“Si lo digo con amor, estaría bien,” dijo
Emmett, agitando su enojo. “Aunque, aun me gusta pequeño pateador… es sin duda
más singular. Sólo a Bella podía ocurrírsele un apodo como ese.
Me
dio un manotazo en la nuca que me hizo el mismo efecto que el roce de una pluma
al caer. Pero no me respondió.
Emmett se rió de
eso y Edward lo miró.
“Eso no es
gracioso,” murmuró Edward.
—
Hablo
en serio —le insistí—. Me gustaría saber cuánto voy a tener que estar por aquí.
Y cuánto tiempo te vas a quedar, añadí para mis adentros. Entonces, me
volví para mirarla. Volvía a fruncir el ceño y tenía un brillo pensativo en los
ojos.
—
No
lo sé —admitió en un murmullo—. No exactamente. Es obvio que aquí no van a
aplicarse los nueve meses convencionales y los ultrasonidos tampoco nos sacan
de dudas, por lo que Carlisle hace cálculos tomando como referencia el volumen
de mi vientre. Se supone que en los embarazos normales se llega a unos cuarenta
centímetros cuando el bebé está completamente desarrollado —me informó mientras
llevaba el dedo al centro de su abultada tripa—. Eso hace un centímetro por
semana, ¿no? Pues esta mañana volvía a estar muerta de sed y he ganado dos
centímetros en un solo día, y a veces he aumentado incluso más...
¿El
feto crecía en un día lo de dos semanas? Los días pasaban volando. La vida se
le iba a marchas forzadas ¿Cuántos días podían quedarle a Bella si la cuenta
terminaba al llegar a los cuarenta centímetros? ¿Cuatro? Necesité más de un
minuto para acordarme de respirar.
“¿No son cinco?, quiero decir, ¿esos serían
diez centímetros, cierto?” preguntó Emmett.
“Pero ella dijo que a veces más de dos,” dijo
Carlisle. “Aparte, eso fue esta mañana… probablemente su vientre haya crecido
más.”
—
¿Estás
bien? —me preguntó Bella.
Me
limité a asentir, pues no estaba muy seguro de la voz que me iba a salir.
Edward
miró en otra dirección cuando escuchó mis pensamientos, pero pude verle el
semblante en el reflejo de la pared de cristal. Volvía a ser el de un hombre
consumido.
“Tener a los dos en la misma habitación es lo
peor,” murmuró Rosalie. “Estúpidas preocupaciones.”
“Ninguno de ellos lucha,” dijo Emmett.
“¿Qué?” preguntó Rosalie, confundida por lo que
dijo Emmett pero Edward estaba sacudiendo su cabeza.
“Dijiste guerreros, ¿cierto?” Emmett se rió entre dientes y Rosalie puso los ojos,
llamándole idiota de nuevo.
Resultaba
curioso cómo tener una fecha límite hacía aún más intolerable la posibilidad de
irme o de que se fuera ella. Me alegraba de que Seth me hubiera puesto al
tanto, pues así sabía que se iban a quedar allí. Habría sido insoportable estar
preguntándome si iban a marcharse en uno, dos o tres de esos cuatro días. Mis
cuatro días.
“En primer lugar, no sus cuatro días,” murmuró
Rosalie.
“Y en segundo lugar, no creo que estemos muy
seguros sobre la cuenta,” dijo Carlisle. “Dudo que este seguro de muchas cosas
con este embarazo.”
También
era extraño que estuviera cada vez más enganchado a ella, más y no menos,
incluso a sabiendas de que todo estaba a punto de acabar. Daba la impresión de
guardar cierta relación con su creciente barriga,
Una vez más, Edward
y Rosalie se estremecieron al oír eso y esta vez Carlisle entrecerró sus ojos
con ellos, preguntándose de qué se trataba... empezando a sacar conclusiones de
ello.
como
si al engordar, ganase también fuerza gravitatoria.
Carlisle recordó como había explicado Jacob que
la impronta hacía sentir a los hombres lobo y la relaciono con esa frase. Él miró a Edward de cerca, todavía sin decir nada, y se
preguntó si era eso.
Intenté
mirarla con cierta distancia durante cerca de un minuto a fin de mitigar su
poder de atracción.
Supe
que no era cosa de mi imaginación, que mi necesidad de ella era más fuerte que
nunca. Y eso..., ¿a santo de qué?, ¿Porque se estaba muriendo o porque sabía
que, incluso aunque sobreviviera, el mejor de los escenarios posibles, iba a
cambiar hasta convertirse en otra cosa, algo que no iba a comprender ni a conocer?
Bella
recorrió mi pómulo con el dedo. Cuando me tocó, yo tenía el rostro bañado en
sudor.
— Todo va a ir bien —me canturreó.
No
importaba la falta de significado de las palabras. Ella las pronunció como
quien canta esas nanas sin sentido a los niños. Duérmete niño, duérmete ya.
— Claro – musité.
Ella
se reclinó sobre mi brazo y apoyó la cabeza en mi hombro.
— Todavía no me creo que hayas venido.
Seth me lo aseguró, y Edward también, pero no les creía.
“Obviamente él no tenía elección en realidad,” Jasper frunció el ceño. “No entendía realmente lo que el
perro estaba sintiendo y no le gustaba eso.”
— ¿Por qué no? —pregunté con cierta
brusquedad.
— No estás a gusto aquí, pero has venido
igualmente.
— Querías que viniera.
Se
hizo el silencio durante cerca de un minuto. Edward volvió a la posición
anterior, con el rostro mirando a la televisión mientras Rosalie seguía
cambiando de un canal a otro. Debía de llevar seiscientos por lo menos. Me
pregunté cuánto tardaría en volver al primer canal.
“Diez minutos… pero eso sólo es porque la
máquina no puede mantener nuestro ritmo,” dijo Emmett.
— Gracias por venir —susurró Bella.
— ¿Puedo preguntar algo?
— Por supuesto.
Edward
fingía no prestarnos atención alguna, pero él sabía cuál era mi pregunta; a mí
no me engañaba.
— ¿Por qué quieres que esté aquí? Seth
podía haberte mantenido caliente y probablemente ese pequeño rebelde habría
estado feliz de rondar por la casa.
“Eso
es cierto,” Emmett se rió entre
dientes. “Pienso que nos gusta tenerlo alrededor”.
— Pero tú vas y sonríes como si yo fuera
tu preferido en el mundo entero cuando cruzo esa puerta.
— Eres uno de mis preferidos.
— Eso duele, y tú lo sabes.
— Sí —suspiró—. Lo siento.
— Vale, pero aun así sigues sin responder:
¿por qué?
Edward
miraba lejos otra vez, parecía ver por la ventana. Su rostro estaba en blanco
como si estuviera reflexionando.
“No te gusta escuchar esto, ¿cierto?” preguntó
Jasper.
“No del todo,” dijo Edward, preguntándose si yo
del libro podría adivinar la respuesta a eso – si tenía razón con su
pensamiento de ahora – o estaba demasiado absorto con la salud de Bella que no
podía pensar en otra cosa. Eso era más probable… estaba seguro de que su yo del
libro podría estar actuando diferente si sospechara la respuesta.
— Me siento completa cuando estás cerca.
Edward gruñó ante eso.
“Y esto aún menos” Jasper trató de reír, pero todo el mundo se vio afectado
por ese comentario.
— Tengo esa sensación propia de cuando
está reunida toda la familia... Bueno, quiero decir, la sensación que se debe
de sentir, porque nunca antes había tenido una familia numerosa. Es genial
—sonrió durante una fracción de segundo — Y no está completa si faltas tú.
— Bella, yo jamás he formado parte de tu
familia.
“Esperemos que eso
sea cierto,” Rosalie murmuró sombríamente, y Carlisle lo tomó como la
confirmación de su nueva teoría a menos que Rosalie, y muy probablemente
Edward, estuvieran pensándolo también.
Podía
haber ocurrido y habría estado a gusto en ese lejano futuro que murió antes de
tener una oportunidad de vivir.
— Tú siempre has formado parte de mi
familia —discrepó ella.
Rechiné
los dientes.
— Qué respuesta tan tonta.
— ¿Y cuál habría sido buena?
—Algo
así como: «Disfruto de tu dolor, Jacob».
“Idiota,” Alice murmuró, sabiendo que a Bella no le gustaría
escuchar eso.
Ella
dio un respingo.
— ¿Y a ti eso te parece mejor?
— Más cómodo y llevadero, seguro que sí.
Podría comprenderlo, sería capaz de asumirlo.
Bajé
los ojos para contemplar su rostro, tan cerca del mío. Apretaba con fuerza los
párpados cerrados y fruncía el ceño.
— Hemos perdido el hilo en algún momento,
Jacob. Nos hemos descompensado. Se suponía que tú ibas a formar parte de mi
vida. Puedo sentirlo y también tú —hizo una pausa de un segundo sin abrir los
ojos, como si estuviera a la espera de que yo lo negara. Continuó al comprobar
que no decía nada — Pero no de este modo. Hemos hecho algo mal. Yo lo he hecho.
Cometí un error y dejamos de estar en la misma onda.
“¿De qué diablos está hablando?” preguntó
Rosalie.
“Er... no lo sé”,
dijo Edward.
“Tal vez ella ha vuelto a pensar en él como un hermano,” dijo Alice. “Quiero
decir, eso es lo que ella originalmente dijo que se sentía por él.”
“Entonces, ¿Con
todo lo que paso en el último libro dejaron de estar en onda?” preguntó Emmett.
“Parecían fuera de
onda para mí,” dijo Bella, pero tampoco estaba realmente segura de lo que Bella
quería decir aquí.
Se
le apagó la voz y el ceño de preocupación se suavizó hasta convertirse en una
simple arruga en la comisura de los labios. Esperé a que ella echara más
vinagre en mis heridas, pero en ese momento, desde el fondo de su garganta
llegó un leve ronquido.
— Está agotada —intervino Edward en voz
baja—. Ha sido un día largo y duro. Creo que se hubiera tendido a dormir antes,
pero estaba esperándote.
No
le miré.
— Seth me ha dicho que tiene rota otra
costilla.
— Sí, y eso le dificulta la respiración.
— Genial.
— Infórmame cuando vuelva a subirle la
temperatura.
El
brazo en contacto con mi cuerpo se había entibiado, pero Bella tenía el otro
con carne de gallina.
Apenas
había levantado la cabeza en busca de una manta cuando Edward tomó una del
brazo del sofá y la extendió para cubrirla.
En
ocasiones, la capacidad telepática de Edward salvaba algunos momentos difíciles.
“Sí… Eddy tiene un buen uso algunas veces,”
estuvo de acuerdo Emmett.
Por
ejemplo, en ese instante. Tal vez yo no hubiera sabido expresar bien mi opinión
sobre lo que estaban a punto de hacer con Charlie. Menudo lío. Él únicamente
tuvo que hacerse eco de mi rabia...
— Sí, no es una buena idea —coincidió.
“Que molesto,” dijo Emmett.
“Él quería que yo le respondiera,” Edward rodó
los ojos.
“Todavía sigue siendo molesto,” dijo Emmett.
“Al menos podrías dejarlo term…”
Edward comenzó a
leer el libro antes de que Emmett pudiera terminar la frase,
causando que su hermano lo mirara.
— En tal caso, ¿por qué...?
¿Por
qué Bella le contaba a su padre que estaba en vías de recuperación cuando eso
únicamente iba a hacerle sentir más miserable a la larga?
— No soporta la ansiedad de Charlie...
—
¿Y
por eso es mejor...?
—
No,
no es mejor, pero en este momento no voy a obligarle a hacer nada que la
entristezca. Ahora, ella se siente mejor actuando de este modo. Ya me encargaré
del futuro en su momento.
“Bueno, eso suena como algo que puedes hacer,” dijo Emmett.
“Pero no es algo
que Bella podría hacer,” dijo Jasper.
“Lo sé,” Edward
estuvo de acuerdo. “Obviamente no ha pensado en cómo va afectar esto a Charlie...
"
Aquello
no tenía buena pinta. No era propio de Bella marear la perdiz y posponer la
pena de Charlie para que fuera otra persona quien la encarase. Incluso aunque
estuviera agonizante, esa actuación no parecía suya. O yo no la conocía, o ella
tenía otro plan.
—
Está
muy convencida de que va a salir con bien de ésta —dijo Edward.
—
Pero
no como humana —protesté.
—No, como humana, no, pero de todos modos espera ser capaz
de ver a Charlie de nuevo.
“¿En serio?”
Preguntaron varios vampiros. Ninguno de ellos tenía alguna razón para ver a un
humano que conocieran otra vez... Bueno, excepto por Rosalie, pero eso era de
una manera completamente diferente.
“Pero ella va a ser diferente,” Emmett argumentó.
“Y Charlie es seguro que lo va notar,”
dijo Jasper.
“Tal vez pensó en alguna forma de seguir
en contacto con él,” dijo Alice con
escepticismo.
Edward decidió que la mejor manera de
averiguar lo que pensaba era continuar leyendo, así que eso es lo que hizo.
Vale,
la cosa pintaba cada vez mejor.
—
Ver...
a... Charlie — al final, le miré echando chispas por los ojos — ¿Cómo va a ver
a Charlie cuando tenga la piel de un blanco centelleante y unos relucientes
ojos rojos? Yo no soy una sanguijuela y tal vez me esté perdiendo algo, pero
elegir a Charlie como su primera comida me parece de lo más extraño, la verdad.
Varios de ellos gruñeron ante eso.
“¡No va a ser su primer comida, estúpido
chucho!” gritó Rosalie.
“¡Como si fuéramos a dejar que le
hiciera daño a Charlie o a cualquier persona!” gritó Alice también.
“Como si fuera a dejarla acercarse a él
si pensara que pudiera lastimarlo,” siseó Edward. “Eso la mataría.”
Edward
suspiró.
—
Es
consciente de que no va a poder acercarse a su padre durante al menos un año.
Alberga la esperanza de andarse con rodeos y decirle que ha tenido que ir a un
hospital especial en las antípodas. Vamos, mantener el contacto a través de
llamadas telefónicas...
—
Eso
es una locura.
—
Sí.
—
Charlie
no es un estúpido. Incluso aunque Bella no le mate, ¿acaso crees que no va a
notar la diferencia?
—
Pues
ella confía en algo por el estilo —
“¿Qué?” preguntó
Edward con molestia en su voz todavía.
Le
fulminé con la mirada a la espera de una explicación.
—
Ella
no va a envejecer, por supuesto, por lo cual tiene un tiempo limitado, incluso
aunque Charlie se trague todos los embustes justificativos de sus alteraciones
— esbozó una sonrisa casi imperceptible —
¿Recuerdas cuando intentaste contarle a Bella lo de tu transformación?
¿Cómo conseguiste que lo adivinara...?
Cerré
la mano libre hasta convertirla en un puño.
—
¿Te
ha contado eso?
—
Sí,
cuando me estuvo explicando su... idea. Verás, no se le permite contarle a su
padre la verdad, pues eso sería demasiado peligroso para él, pero Charlie es un
hombre listo y práctico, por lo que Bella supone que él será capaz de crearse
su propia explicación y que llegará a una conclusión equivocada.
“mmm… supongo que eso podría funcionar,”
dijo Carlisle, incómodamente, “pero eso pondría a Charlie en más peligro.”
“Creo que lo preferiría de esa manera,”
dijo Esme. “Él querría ver a su hija de nuevo, incluso si eso lo pone en
peligro.”
Edward
lanzó un bufido — Después de todo, resulta difícil meter a los Cullen en el
estereotipo de los vampiros. Seguro que realiza alguna conjetura errónea sobre
nosotros, igual que ella en un principio, y nosotros la vamos a secundar.
“Me preguntó si pensaría en los
superhéroes, también,” Emmett se rió entre
dientes.
-
Ella
espera ser capaz de verle en persona... de vez en cuando.
—
Menuda
chifladura...
—
Sí
—admitió otra vez.
Dejar
que Bella hiciera planes respecto a este tema para tenerla contenta era una
flaqueza por parte de Edward. No podía terminar bien.
“Ehhh... entonces
supongo que Edward siempre será débil en esa forma,” bromeó Alice.
“Gracias,” se quejó Edward.
Lo
cual me hacía pensar que lo más probable era que él no esperara que su esposa
viviera para poner en práctica ese plan suyo sin pies ni cabeza. Entretanto, la
aplacaba a fin de que fuera feliz un poco más.
“Oh, cállate,” gruñó
Rosalie.
“Yo preferiría que
dejara de pensar así,” murmuró Edward depresivamente, viéndose más pálido de lo
normal otra vez.
Algo así como cuatro días más.
—
Lidiaré
con ese problema cuando toque —susurró; luego, volvió el rostro y miró a lo
lejos para que ni siquiera pudiera ver el reflejo de su semblante—. Ahora no
quiero causarle el menor dolor.
—
¿Son
cuatro días...?
—
Más
o menos —repuso sin levantar los ojos.
—
Y
entonces, ¿qué?
—
¿A
qué te refieres?
Me acordé de las palabras de Bella sobre el feto envuelto y
protegido por unas membranas tan fuertes como la piel de vampiro. ¿Y cómo
funcionaba eso? Dicho de otro modo, ¿cómo iba a salir ese feto del útero
materno?
“No creo que te vaya
a gustar la respuesta a eso,” dijo Carlisle.
“¿Por qué?, ¿sabes la
respuesta?” preguntó Emmett.
“Creo saberla,” dijo
Carlisle, “o por lo menos he pensado en algunas probables y ninguna de ellas sería
atractiva para Jacob.”
“¿Cuáles son?”,
preguntó Emmett, pero Edward no dejo que Carlisle respondiera ya que
probablemente Jacob las dijera en las siguientes frases.
—
No
hemos podido investigar mucho, pero a juzgar por la información disponible,
parece ser que las criaturas usan los dientes para escapar de la matriz
—susurró.
“Esto realmente ha
sucedido antes,” dijo Carlisle con entusiasmo, pero Edward comenzó a leer de
nuevo antes de que Carlisle pudiera decir más… aunque no pareció importarle en
absoluto y pensaba investigar este hecho tan pronto como tuviera algo más de
tiempo.
Necesité un tiempo para tragar la bilis.
—
¿Investigar...?
—pregunté con voz decaída.
—
No
has visto por aquí a Jasper ni Emmett por ese motivo,
“¿Elegiste a Emmett
para hacer la investigación?” dijo Alice con una risita sofocada.
“Ehhh… aparentemente,”
dijo Edward sonriendo un poco, también.
–
y
eso es lo que está haciendo ahora Carlisle: descifrar antiguas historias y
mitos a fin de tener algo con lo que trabajar aquí. Buscan cualquier cosa que
pueda ayudarnos a predecir la conducta de la criatura.
¿Historias...? Si había mitos antiguos, ¿eso significaba...
—
...
que tal vez no sea la primera de su clase? —comentó Edward,
“¿Por qué preguntas eso?” Jasper levantó una ceja.
—
anticipándose
a mi pregunta.
Edward leyó a modo de
explicación.
“Oh… lo siento,” dijo
Jasper.
—
Quizá.
Todo es de lo más impreciso. Es fácil que muchos mitos tengan su origen en el
miedo y en una imaginación calenturienta, aunque... —llegado a este punto, la
voz le flaqueó -. Los mitos humanos son ciertos, ¿no? Bueno, puede que éstos
también lo sean. Parecen estar localizados y vinculados...
—
¿Cómo
los habéis encontrado...?
—
Conocimos
a una mujer sudamericana versada en las tradiciones de su pueblo. Estaba al
tanto de las advertencias contra tales criaturas en las viejas historias que
habían pasado de una generación a otra.
“Si la historia es
verdadera, tenemos que hacer algo para agradecerle a Kauren por ayudarnos,”
murmuró Esme para sí.
—
¿En
qué consistían tales advertencias?
—
Había
que matar a la criatura nada más nacer, antes de que cobrara demasiada fuerza.
Exactamente lo que pensaba Sam. ¿Y si terminaba por tener
razón?
—
Las
leyendas dicen lo mismo de nosotros, por supuesto, que somos unos asesinos
desalmados y debemos ser destruidos.
Auch.
Emmett, Edward y Alice rieron ante eso. Rosalie siseó.
Edward soltó una risotada entre dientes.
—
¿Qué
cuentan esas historias acerca de las madres...?
Todos sabían la respuesta
a esa pregunta y este hecho se mostró en sus rostros.
El dolor crispó las facciones de Edward, quien puso una
cara que te daba ganas de llorar. Supe que no iba a darme una respuesta. Dudaba
que fuera capaz de articular palabra.
Rosalie había permanecido callada y tan quieta que casi
había llegado a olvidarme de su presencia, pero fue ella quien intervino para
responder.
—
Ninguna
sobrevivió, por supuesto.
“Lo siento,” dijo
Rosalie, sabiendo que eso sonaba frío, y Edward no lo tomaría bien.
Contestó sin hacer amago de ocultar la nota de mofa procedente
del fondo de su garganta. «Ninguna sobrevivió». Directa e indiferente.
—
Parir
en medio de los pantanos infestados de enfermedades sin otra asistencia que la
de un brujo que les untaba la cara con saliva de perezoso para alejar los malos
espíritus jamás ha sido el más seguro de los métodos. La mitad de los partos
normales acababan mal. Ninguno de ellos tuvo a su disposición lo mismo que este
bebé: cuidadores con una idea de sus necesidades, capacitados para atender sus
carencias, un médico con un conocimiento inigualable sobre la naturaleza
vampírica, y un plan pensado para conservar al niño lo más a salvo posible. El
bebé va a estar bien y la madre cuenta con la ponzoña de vampiro para reparar los
daños. Esas otras madres hubieran sobrevivido con toda probabilidad si hubieran
contado con los mismos medios... Si es que han existido, de eso no estoy nada
convencida.
Olisqueó con desdén.
“¿Te refieres a si
existieron doctores semejantes u otros bebes?” preguntó Emmett.
“Otros bebés por
supuesto… no sé cómo podrían haber existido antes,” dijo Rosalie. “¿no habríamos
oído hablar de ellos a estas alturas si fuera posible?”
“No necesariamente,”
dijo Carlisle. “Si solo una persona esta… creando a estos bebés… dudo que
nadie, excepto por él y los propios niños, sepa sobre ellos.”
Otra vez: el bebé, el bebé. Era como si no importara nada
más. La vida de Bella era un detalle menor para Rosalie, algo de lo que uno
podía desentenderse.
Rosalie frunció el ceño ante eso, pero no podía decir nada.
“No mencionaste nada
venenoso… así que supongo que quieres que ella sobreviva,” dijo Edward.
“Por supuesto que quiero
que ella sobreviva,” dijo Rosalie. “Estoy segura de que me ha llegado a gustar
Bella… estoy segura de ello. Además no me gustaría que vayas a matarte a ti
mismo.”
El rostro de Edward estaba blanco como la pared y tenía las
manos engarradas a modo de garras. Rosalie se giró en su sillón para poder
estar de espaldas a él, con un egoísmo absoluto y una plena indiferencia. Él
cambió de postura y se inclinó hacia delante.
—
Permíteme, le sugerí.
Rosalie entrecerró los ojos a Edward, que parecía como si estuviera
tratando de no sonreír.
Hizo una pausa y enarcó una ceja.
Tomé el cuenco de perro del suelo en silencio y luego lo
lancé con un giro de muñeca fuerte y veloz contra la nuca de la Barbie, donde
impactó de lleno, en medio de un gran estruendo, antes de salir rebotado y
cruzar toda la habitación para acabar partiendo el tope redondeado del grueso
poste de la escalera, que cayó a los pies de la misma.
Edward, Alice y Jasper
estaban riéndose de esto y Emmett estaba empujando su autocontrol al máximo para
no sonreír, aunque en su cabeza, se estaba riendo histéricamente. Rosalie los
miraba a todos ellos.
Bella se removió, pero no llegó a despertarse.
“Sueño pesado,” dijo
Emmett, haciéndole más difícil evitar reírse, pero no pudo aguantar por más
tiempo.
—
Estúpida
rubia —murmuré.
Rosalie volvió la cabeza muy despacio. Tenía unos ojos
llameantes.
—
Me
has manchado el pelo de comida.
Todos, excepto
Rosalie, estaban riendo ahora. Ellos simplemente no pudieron evitarlo.
“Bueno, parece que el
perro está muerto… fue agradable conocerlo,” Emmett se rió entre dientes, tratando de desviar la ira
de la mujer lejos de él.
Pues sí, eso había hecho...
Empezar una bronca. Me alejé de Bella a fin de no
perturbarla y me reí con tantas ganas que comenzaron a caerme lagrimones por la
cara. Enseguida noté la risa musical de Alice, que se unía a mis carcajadas desde
detrás del sofá.
Me pregunté por qué Rosalie no saltaba, pues me esperaba
algo así, pero entonces me di cuenta de que el ruido había terminado por
despertar a Bella.
“Suertudo,” murmuró
Emmett, sin dejar de reír.
—
¿Qué
es tan gracioso? —murmuró.
—
Le
he llenado el pelo de comida —le dije, riendo de nuevo en voz alta.
—
No
voy a olvidar esto, chucho —masculló Rosalie.
—
Es
fácil borrarle la memoria a una rubia —repliqué—. Basta con soplarle por el
oído, tiene la cabeza tan hueca que se le van las ideas.
—
A
ver si buscas chistes nuevos —me espetó.
—
Venga,
Jake, deja tranquila a Rosal... —Bella se interrumpió a mitad de frase e inhaló
con un ruido agudo.
Edward se apoyó en mí y se acercó a ella en un instante,
rompiendo la manta en el camino. Su esposa parecía tener convulsiones y
arqueaba la espalda, que ya no reposaba sobre el respaldo del sofá.
—
Sólo
se está estirando —jadeó ella.
Tenía los labios blancos como la cal y apretaba con fuerza
las mandíbulas; daba la impresión de que intentaba contener los gritos.
Edward le puso una mano en cada mejilla.
—
¿Carlisle...?
—llamó al patriarca con voz baja y tensa.
—
Aquí
estoy —contestó el doctor.
Ni le había oído venir.
— Estoy
bien, creo que ha pasado —dijo Bella. Seguía respirando con fatiga-. El pobre
niño no tiene bastante espacio, eso es todo. Está creciendo mucho.
Había que tener agallas para soportar ese tono de adoración
con el que hablaba de la criatura que la iba a rasgar, sobre todo después de la
insensibilidad mostrada por Rosalie. Me entraron ganas de tirarle algo también
a Bella.
Todo el mundo miró el libro al escuchar ese comentario.
Ésta no se dio cuenta de mi estado de ánimo.
—
¿Sabes...?
Me recuerda a ti —dijo entre jadeos, todavía con esa voz azucarada.
“Claro que le va a
gustar la comparación,” Emmett rió silenciosamente.
—
No
me compares con esa cosa —le espeté entre dientes.
—
Sólo
me refería al estirón que pegaste —replicó; parecía que mi comentario había
herido sus sentimientos.
“Llamaste al bebé
cosa, por supuesto que heriste sus sentimientos,” dijo Jasper.
Excelente—. De pronto, te hiciste altísimo. Cada minuto
eras más alto, podías verlo. Él es así también. Crece demasiado deprisa.
Me mordí la lengua para no decirle lo que pensaba con tanta
fuerza que me hice sangre. Sanaría antes de que terminara de tragarla, por
supuesto. Eso era lo que Bella necesitaba, ser fuerte como yo y tener capacidad
para curarse...
“O inyectarle veneno
de vampiro justo después del parto,” dijo Emmett. “Estoy seguro que eso también
funcionaría.”
Respiró con algo más de calma y, ya otra vez en el sofá, se
tumbó con el cuerpo desmadejado.
—
Mmm…
—murmuró Carlisle.
Descubrí los ojos del doctor fijos en mí cuando alcé la
vista.
—
¿Qué...?
—inquirí.
Edward ladeó la cabeza cuando supo la idea que le rondaba
al médico por la mente.
“Odio cuando haces
eso,” murmuró Emmett.
“Todos sabemos eso,”
Alice se rió entre dientes.
—
Como
ya sabes, me devanaba los sesos pensando en la composición genética de las
células fetales,
Jacob, y en los cromosomas del feto.
—
¿Y
qué?
—
Bueno,
tomando en consideración vuestras semejanzas...
—
¿Semejanzas?
¿Qué semejanzas? —refunfuñé. No me gustaba ni un pelo el uso del plural.
“Te pareces más al
bebé de lo que piensas,” Emmett rio entre dientes.
“No me gusta esa
comparación,” siseó Rosalie.
“Él está de acuerdo
contigo,” Emmett se rió más fuerte.
“Pero por razones muy diferentes,” Rosalie gruñó.
—
El
crecimiento acelerado y la imposibilidad de que Alice pueda veros.
Me quedé pasmado. Había olvidado totalmente la otra.
—
Bueno,
me estaba preguntando si a partir de ahí era factible obtener una respuesta, si
las similitudes son genéticas.
—
Veinticuatro
pares de cromosomas —concluyó Edward en voz baja.
“Ahora, ¿esto te
ayuda a determinar algo?” preguntó Rosalie.
“Es probable que no…
pero me da algo en que pensar,” dijo Carlisle.
—
No
lo sabe.
—
No,
pero es una hipótesis interesante para especular —dijo Carlisle con voz
conciliadora.
—
Ya,
claro, fascinante.
Bella reanudó su suave ronquido, acentuando a la perfección
el sarcasmo de mi frase.
Entonces, se enfrascaron en una conversación sobre genética
tan profunda que llegó un momento en el que únicamente era capaz de comprender
los artículos y las preposiciones, y mi propio nombre, por descontado. Alice se
unió a ellos, efectuando algún que otro comentario con esa vocecita de pájaro
tan llena de vida.
“Al final si tuvo un
uso,” dijo Carlisle. “Edward llegó a hablar de algo.”
“Supongo,” concedió Rosalie.
Incluso a pesar de ser el tema de la conversación, no
intenté averiguar las conclusiones a las que estaban llegando. Tenía otras
preocupaciones, otros hechos que debía poner en razón.
Primer hecho: Bella había mencionado la existencia de una
membrana fuerte como la piel de un vampiro; protegía a la criatura y era
impenetrable tanto para los ultrasonidos como para las agujas.
Segundo hecho: Rosalie había mencionado un plan para
conseguir sacar a la criatura sana y salva.
Tercer hecho: Edward había hablado de la existencia de
otras criaturas similares a este engendro en los mitos; seres que se abrían
camino desde el útero materno a mordiscos.
“Oh... vamos a tener que...” comenzó Emmett.
“Sí, es lo que
pensamos que tendríamos que hacer,” terminando por él.
“Bueno, diviértanse
con eso,” Emmett se encogió de hombres.
Me estremecí.
Eso era lo que confería una lógica retorcida a todo
aquello, porque, cuarto hecho, había muy pocas cosas capaces de cortar algo tan
duro como la piel de un vampiro. Los dientes de la criatura a medio formar eran
bastante fuertes si se daba crédito a los mitos. Yo tenía unos dientes muy
fuertes.
Y un vampiro también.
Resultaba muy difícil hacer la vista gorda, pero me hubiera
encantado ser capaz, ya que me hacía una idea bastante aproximada del método
ideado por Rosalie para sacar del útero a la cosa sana y salva.
“¿Cómo?,” Preguntó Emmett.
“Emm, ya dijo cómo,” dijo Alice rodando los ojos y Emmett
hizo una mueca.
“Eso es todo,” dijo
Edward, entregando el libro a Emmett.
Gracias... Esta super
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