DISCLAMIER

Nada de esto es propiedad mía, solo son traducciones realizadas a partir del fanfic creado por ChoicesHP, la saga Crepúsculo y todos sus personajes pertenece a Stephanie Meyer. No nos adjudicamos ningún crédito de autoría de las historias.

jueves, 30 de julio de 2015

Capitulo 16 (Parte 2).

ACLARACIÓN: TODO EL CONTENIDO PERTENECE A STEPHANIE MEYER (LIBRO AMANECER EN NEGRITAS) Y CHOICESHP (FANFIC), TRADUCCIÓN SIN ANIMO DE LUCRO, SOLO ES UN PASATIEMPO. REPITO NADA DE ESTO ME PERTENECE. 

ALERTA, EXCESO DE INFORMACIÓN.
¾    con Bella no tiene otro nombre, está garantizando su muerte al impedir toda interferencia. ¿Llegarías a ese extremo para tener un bebé?
¾    Sólo deseo lo que no puedo tener, Jacob. Quizá jamás habría pensado en ello si no hubiera algo mal en mi cuerpo.
¾    ¿Llegarías a matar por eso?, inquirí. No dejé que se escabullera sin contestar a mi pregunta.
¾    No es eso lo que ella hace. A tenor de su comportamiento, me da la impresión de que está viviendo la experiencia de la maternidad a través de otro, de Bella;
Rosalie se hubiera ruborizado si pudiera… sí, eso es exactamente lo que estaba haciendo.
¾    y si ella me pidiera ayuda, en ese caso... Hizo una pausa para considerarlo. Lo más probable es que hiciera lo mismo que la sanguijuela, incluso a pesar de que no tengo a Bella en mucha estima.
“Entonces tú y la chica lobo son la misma clase de per…” Emmett comenzó a burlarse de su esposa.
“Tengo una buena opinión de Bella,” le siseó Rosalie antes de que pudiera terminar. “Y solo sigue aumentando ahora.”
Solté un gruñido entre dientes.
¾    Verás, si se volvieran las tornas, me gustaría que Bella hiciera lo mismo por mí, y así es como se conduce Rosalie. Ambas haríamos lo mismo.
¾    ¡Bah, eres tan mala como ellas!
¾    Eso es lo más irónico cuando sabes que no puedes tener algo. Te convierte en un desesperado.
“Sería bueno si continuaran ya,” dijo Jasper. “No estoy acostumbrado a que Rose este en conflicto.”
“Lo siento mucho” siseó Rosalie y él se encogió de hombros.
¾    Mira, éste es mi límite, hasta aquí. La conversación ha terminado.
¾    Vale.
No me bastaba con que estuviera de acuerdo en dejar la conversación. Necesitaba poner punto y final a aquello con mayor contundencia.
Me hallaba a kilómetro y medio de donde había dejado las ropas, de modo que cambié de fase y me encaminé hacia allí tras adoptar mi forma humana. No pensé en nuestra conversación, y no por la ausencia de temas sobre los que reflexionar, sino porque no lo aguantaba. Yo no compartía los puntos de vista de Leah,
“Tener la mente cerrada no es la mejor opción,” Carlisle frunció el ceño.
y no era fácil distanciarse de todo aquello una vez que ella me había metido en la cabeza sus ideas y emociones.
No iba a permitir que ella me acompañase cuando todo esto acabara. Podía ser desdichada en La Push, no me importaba. Me bastaría con dar una simple orden con mi voz de Alfa, nadie iba a morirse porque yo diera un solo mandato como cabeza de la manada.
“Sí, solo se mantendría a una persona en un miseria constante… pero nadie moriría,” dijo Emmett.
Era muy temprano cuando llegué a la casa. Lo más probable era que Bella continuara dormida. Pensé en asomar la cabeza para ver qué se estaba cociendo allí dentro y darles luego luz verde para que fueran de caza. Después, me buscaría una zona de hierba mullida para dormir a pierna suelta como humano. No pensaba volver a mi forma lupina hasta que Leah hubiera conciliado el sueño.
“Supongo que nuestra camas también huelen mal,” Esme suspiró. Su hospitalidad no estaba funcionando realmente con los lobos.
A juzgar por la cantidad de bisbiseos procedentes de la edificación, Bella estaba desvelada. Entonces oí el sonido de una máquina procedente de lo alto de la escalera. ¿El aparato de Rayos X? Estupendo. Parecía que el día cuatro de la cuenta atrás empezaba con una traca.
Alice me abrió la puerta antes de que pudiera entrar.
Asintió en señal de reconocimiento.
   Hola, lobo.
   Hola, pequeñaja.
“Ah… él sabe mi apodo para ti,” dijo Emmett.
“O lo hace porque sabe que Alice es pequeña,” bromeó Edward.
El gran cuarto de estar se hallaba vacío y todos los murmullos se escuchaban en el segundo piso.
   ¿Qué sucede ahí arriba?
Ella encogió sus pequeños hombros puntiagudos.
—Creo que le ha roto algo más —sugirió con indiferencia fingida, aunque la delataban los rincones enrojecidos de los ojos. Aquello no sólo era un tormento para Edward y para mí. Alice también quería a Bella.
“Eso el totalmente cierto,” dijo Alice.
“Pienso que todos lo hacemos,” dijo Carlisle.
   ¿Otra costilla...? —pregunté con voz ronca.
   No, esta vez ha sido la pelvis.
Edward se estremeció al oír eso.
Resultaba curioso lo mucho que me afectaba. Cada novedad era una sorpresa. ¿Cuándo iba a salir de ese permanente pasmo? A posteriori, cada nuevo desastre parecía algo más que obvio.
“No… todos son sorprendentes,” Emmett no estaba de acuerdo.
Alice miró fijamente mis manos, presas de un temblor incontrolable.
Entonces, se escuchó la voz de Rosalie en el piso de arriba.
   ¿Lo ves? Te dije que no había oído chasquido alguno. Necesitas revisarte los oídos, Edward.
“Pero si tú eras el lector de mentes… ¡oh que horrible escena sería!” Emmett se rió.
No hubo respuesta.
La vampira hizo un mohín.
   Edward va a terminar por hacer picadillo a Rosalie, sí, eso creo. Me sorprende que ella no se dé cuenta, o tal vez piense que Emmett será capaz de frenarle.
“Lo haría,” le aseguro Emmett, aunque ella no parecía necesitarlo.
   Puedo encargarme de Emmett —me ofrecí.
“Vamos, perro,” dijo Emmett. “veamos que lo que tienes.”
   Tú puedes ayudar a Edward a destrozar a Rosalie.
Alice esbozó una media sonrisa.
La comitiva descendió las escaleras en ese momento. Esta vez era Edward quien llevaba en brazos a Bella, blanca como la pared, que sostenía con ambas manos una copa de sangre. Pude apreciar lo dolorida que estaba por mucho que él se moviera para compensar sus sacudidas.
   Jake —me saludó con un hilo de voz.
Me sonrió a pesar del dolor y yo me quedé mirándola, sin decir nada.
Edward la depositó con todo cuidado en el sofá y se sentó en el suelo, junto a su cabeza. Se me ocurrió de pasada que por qué no la dejaban en el piso de arriba, pero luego supuse que sería idea de Bella. Ella querría actuar con la mayor normalidad posible, lejos de la parafernalia de un hospital, y su marido le seguía la corriente, por supuesto.
“Supongo… pero me pregunto si no sería mejor si se queda arriba,” Edward se preocupó.
Carlisle bajó la escalera con paso lento y la preocupación escrita en el rostro, hasta el punto de que, por una vez, aparentaba ser lo bastante entrado en años como para ser un médico.
“¡Di que no es así!” gritó Emmett dramáticamente.
   Hemos llegado casi hasta medio camino de Seattle sin hallar rastro alguno de la manada, Carlisle —anuncié—. Tenéis vía libre.
   Gracias, Jacob. La noticia llega en un buen momento —dirigió una mirada a la copa que Bella aferraba con todas sus fuerzas y agregó—: Nuestra necesidad es grande.
   Creo que podéis ir en grupos de más de tres, de veras. Estoy convencido de que Sam permanece acuartelado en La Push.
Carlisle cabeceó en señal de asentimiento. Me asombraba la facilidad con que aceptaba mi consejo.
   Si lo crees así, Alice, Esme, Jasper y yo iremos primero. Luego, Alice puede llevarse a Emmett y Rosal...
   Ni en broma —bufó Rosalie—. Emmett puede acompañarte ahora.
   Tú también deberías ir de caza —repuso Carlisle con voz amable.
El ademán conciliador del doctor no suavizó el discurso de Rosalie.
“No, no podría… en esta situación,” dijo Rosalie.
   Y lo haré, pero en el mismo grupo que él —refunfuñó mientras señalaba a Edward con un movimiento brusco de la cabeza; luego, se echó hacia atrás los cabellos.
Carlisle suspiró.
Jasper y Emmett bajaron los escalones en un abrir y cerrar de ojos y Alice se unió a ellos cerca de la puerta trasera abierta en la pared de cristal. Esme se dirigió enseguida hacia Alice.
Carlisle me puso una mano en el brazo. El toque helado de su palma no me hizo gracia alguna, pero aun así no me aparté. Seguí ahí, helado, quieto, en parte de puro pasmo, y en parte porque no deseaba herir sus sentimientos.
“Bueno, al menos hay un vampiro al que no quiere herir los sentimientos,” Jasper sonrió.”
   Gracias —repitió.
Luego, salió disparado por la puerta en compañía de los otros cuatro vampiros.
Los seguí con la vista mientras atravesaban el prado a toda prisa. Desaparecieron antes de darme ocasión de inspirar otra vez. Su necesidad debía de ser más urgente de lo que había imaginado.
No hubo sonido alguno durante cerca de un minuto. Noté que alguien me taladraba con la mirada y adiviné quién debía de ser.
“Eso no es una obviedad,” Emmett rodó los ojos.
“Evidentemente lo es, para que tú lo supieras,” Alice bromeó.
Tenía pensado largarme para dormir a pata suelta, pero la posibilidad de aguarle la mañana a Rosalie parecía demasiado buena como para dejarla pasar.
Por eso, deambulé cerca del brazo del sofá en donde se había sentado Rosalie y al tomar asiento, me estiré de tal modo que mi cabeza basculó hacia Bella y el pie izquierdo acabó delante del rostro de Rosalie.
   Puaj, que alguien saque al perro —murmuró al tiempo que arrugaba la nariz.
“Bien hecho, bebé,” se rió Emmett.
   A ver si te sabes este chiste, psicópata. ¿Cómo muere la célula del cerebro de una rubia?
“Bueno, este es uno nuevo al menos,” dijo Emmett.
“Va a ser viejo en un segundo,” Rosalie gruñó.
Ella no dijo ni mu.
   ¿Y bien? —inquirí—. ¿Te sabes el final del chiste o no?
La Barbie no apartó la mirada de la pantalla y me ignoró con toda premeditación.
   ¿Se lo sabe? —le pregunté a Edward, en cuyas facciones no había atisbo alguno de humor; sin embargo, pese a todo, me contestó:
   No.
   Genial. Seguro que este chiste te encanta, sanguijuela... La célula cerebral de una rubia muere... en soledad.
“Oh, esto es tan malditamente histérico,” Rosalie rodó los ojos.
Rosalie siguió sin dirigirme una sola mirada.
   He matado cientos de veces más que tú, chucho sarnoso. No lo olvides.
   Algún día vas a cansarte de amenazas, oh, reina de la belleza. Te prometo que me muero de ganas de que eso ocurra.
“Yo también,” murmuró Rosalie.
   Ya vale, Jacob —terció Bella.
Bajé la mirada mientras ella fruncía el ceño. Parecía que el buen rollo de ayer había desaparecido.
Bueno, tampoco tenía mayor interés en fastidiarla.
   ¿Deseas que me vaya? —le ofrecí.
Ella parpadeó y aligeró el ceño antes de que yo temiera o esperara que al final se hubiera hartado de mí. Parecía totalmente sorprendida de que hubiera llegado a semejante conclusión.
   No, por supuesto que no.
Edward suspiró, “por supuesto que no,” repitió con gravedad.
Se me escapó un suspiro, y a Edward otro, aunque casi imperceptible. Su marido habría preferido que ella me hubiera despedido, bien que lo sabía yo, pero ni por las malas le habría pedido a Bella nada que le hubiera hecho desgraciada.
   Tienes pinta de cansado —comentó Bella.
   Estoy reventado —admití.
   Ya me gustaría a mí reventarte a palos, ya me gustaría... —murmuró la Barbie, demasiado bajo para que su protegida la oyera.
“Doble puntuación allí, bebé,” Emmett se rió.
Me repantigué bien a gusto en el sofá y empecé a menear los pies desnudos delante de las napias de Rosalie, que se puso tiesa como una escoba. Bella le pidió a Rosalie que le rellenara la copa y la rubia salió disparada hacia las escaleras en busca de más sangre. Reinaba un silencio sepulcral. Supuse que tal vez podría echar una cabezadita.
   ¿Has dicho algo? —preguntó entonces Edward con un tono de manifiesta perplejidad.
“Que…esto…extraño” dijo Emmett.
“Tienes que utilizar más palabras si quieres que entendamos a que te refieres,” se burló Jasper de él.
“Iba a decir “¿qué es extraño?”, hasta que me di cuenta de que era extraño,” dijo Emmett.
“Gracias por aclarar eso,” Jasper continuó sonriéndole con la mirada.
Era extraño, ya que nadie había abierto el pico y él tenía un oído tan fino como el mío y sabía que ninguno habíamos hablado.
“Ves… extraño,” dijo Emmett triunfantemente.
“Nadie estaba en desacuerdo contigo,” dijo Jasper indiferentemente.
Clavó los ojos en Bella, que le devolvió la mirada. Ambos parecían confusos.
   ¿Yo? —inquirió ella al cabo de un segundo—. No he dicho nada.
Edward se removió hasta quedarse de rodillas y se inclinó hacia delante con una expresión súbitamente concentrada. Fijó los ojos negros en el rostro de su esposa.
   ¿Qué acabas de pensar ahora mismo?
“¿Crees que puedas escuchar sus pensamientos?” preguntó Jasper, mirando a Edward. “Eso no es…”
“¡No puede ser!” Alice y Rosalie dijeron ambas al mismo tiempo.
“¿Qué?” preguntó Jasper un poco alarmado por su comportamiento.
“¿Estas pensado lo que yo estoy pensando?” preguntó Alice emocionada.
“Sí, ella lo hace,” contestó Edward por Rosalie. Él también estaba emocionado.
“¿Qué está pasando aquí?” preguntó Emmett con impaciencia.
“Pensamos que podría ser el bebé!” Edward y sus hermanas contestaron juntos.
“¿Te refieres a la nombrada pequeña pateadora en el vientre…eso tiene que excepcional” sonrió Emmett. “Deberías estar orgulloso Eddy.”
 “Definitivamente me siento de esa manera ahora,” Edward sonrió. “Emm, sólo sigue leyendo… quiero oír esto.”
Ella le miró con gesto de total confusión.
   Nada. ¿Qué ocurre?
   ¿Y en qué pensabas hace un minuto? —insistió.
   Pues únicamente en... la isla Esme... y en plumas.
Emmett resopló ante eso. “Deberías estar orgulloso de eso también…”
“Lee,” ordeno Edward con impaciencia.
Aquello me parecía un galimatías de primera, pero entonces ella se puso roja como un tomate y tuve la corazonada de que era mejor no saberlo.
   Di algo, lo que sea —pidió él en un susurro.
   ¿Cómo qué...? ¿Qué ocurre, Edward?
El rostro del interpelado volvió a alterarse e hizo algo que me hizo abrir la boca y me dejó con la mandíbula colgando; detrás de mí oí una exclamación entrecortada, era Rosalie, ya de vuelta, que estaba tan alucinada como yo.
Edward se movió con extremo cuidado mientras colocaba ambas manos sobre el enorme vientre redondeado.
Y ahora todas las chicas estaban radiantes como Edward, quien estaba sonriendo ampliamente para sí mismo.
   El fet... —tragó saliva—. A la... al bebé le gusta el sonido de tu voz.
“Aw,” exclamaron las chicas.
Reinó un silencio sepulcral durante una fracción de segundo. No era capaz de mover un músculo ni de pestañear.
   ¡Cielo santo, puedes oírle! —
“Exactamente lo que siento,” Alice se rió.
gritó Bella.
Pero un segundo después contrajo la cara a causa del dolor.
Edward movió la mano hasta el punto más prominente de la barriga y acarició con suavidad la zona donde la cosa debía de haber propinado la patada.
—Calla —musitó—. Le has asustado.
“Ah… parece que papá está subiendo finalmente a bordo,” bromeó Emmett. Sin embargo cuando dijo la palabra papá, Edward se congeló de nuevo, pero esta vez su expresión le sorprendió… era una expresión parecida a la esperanza. Estas noticias, este hecho, lo golpeo duro y sabía que su vida nunca iba a ser lo mismo de nuevo.
“Ah,” Alice sonrió, viendo algo que antes no había podido ser capaz de ver hasta ese momento.

Edward rompió su estado de congelamiento, sintiéndose un poco aturdido, pero sonriéndole a Alice, “Voy a conocerla.”




PERDONEN LA ESPERA, MAÑANA SUBO EL RESTO, MUCHAS GRACIAS POR COMPRENDERME CHICAS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario