ALERTA, EXCESO DE INFORMACIÓN.
¾ con Bella no tiene otro nombre, está garantizando su muerte
al impedir toda interferencia. ¿Llegarías a ese extremo para tener un bebé?
¾ Sólo deseo lo que no puedo tener, Jacob. Quizá jamás habría
pensado en ello si no hubiera algo mal en mi cuerpo.
¾ ¿Llegarías a matar por eso?, inquirí. No dejé que se
escabullera sin contestar a mi pregunta.
¾ No es eso lo que ella hace. A tenor de su comportamiento,
me da la impresión de que está viviendo la experiencia de la maternidad a
través de otro, de Bella;
Rosalie
se hubiera ruborizado si pudiera… sí, eso es exactamente lo que estaba haciendo.
¾ y si ella me pidiera ayuda, en ese caso... Hizo una pausa
para considerarlo. Lo más probable es que hiciera lo mismo que la sanguijuela, incluso
a pesar de que no tengo a Bella en mucha estima.
“Entonces
tú y la chica lobo son la misma clase de per…” Emmett comenzó a burlarse de su
esposa.
“Tengo
una buena opinión de Bella,” le siseó Rosalie antes de que pudiera terminar. “Y
solo sigue aumentando ahora.”
Solté un gruñido entre dientes.
¾ Verás, si se volvieran las tornas, me gustaría que Bella
hiciera lo mismo por mí, y así es como se conduce Rosalie. Ambas haríamos lo
mismo.
¾ ¡Bah, eres tan mala como ellas!
¾ Eso es lo más irónico cuando sabes que no puedes tener
algo. Te convierte en un desesperado.
“Sería
bueno si continuaran ya,” dijo Jasper. “No estoy acostumbrado a que Rose este
en conflicto.”
“Lo
siento mucho” siseó Rosalie y él se encogió de hombros.
¾ Mira, éste es mi límite, hasta aquí. La conversación ha
terminado.
¾ Vale.
No me bastaba con que estuviera de acuerdo
en dejar la conversación. Necesitaba poner punto y final a aquello con mayor
contundencia.
Me hallaba a kilómetro y medio de donde
había dejado las ropas, de modo que cambié de fase y me encaminé hacia allí
tras adoptar mi forma humana. No pensé en nuestra conversación, y no por la ausencia
de temas sobre los que reflexionar, sino porque no lo aguantaba. Yo no
compartía los puntos de vista de Leah,
“Tener
la mente cerrada no es la mejor opción,” Carlisle frunció el ceño.
y no era fácil distanciarse de todo
aquello una vez que ella me había metido en la cabeza sus ideas y emociones.
No iba a permitir que ella me acompañase
cuando todo esto acabara. Podía ser desdichada en La Push, no me importaba. Me
bastaría con dar una simple orden con mi voz de Alfa, nadie iba a morirse porque
yo diera un solo mandato como cabeza de la manada.
“Sí,
solo se mantendría a una persona en un miseria constante… pero nadie moriría,”
dijo Emmett.
Era muy temprano cuando llegué a la casa.
Lo más probable era que Bella continuara dormida. Pensé en asomar la cabeza
para ver qué se estaba cociendo allí dentro y darles luego luz verde para que
fueran de caza. Después, me buscaría una zona de hierba mullida para dormir a
pierna suelta como humano. No pensaba volver a mi forma lupina hasta que Leah
hubiera conciliado el sueño.
“Supongo
que nuestra camas también huelen mal,” Esme suspiró. Su hospitalidad no estaba
funcionando realmente con los lobos.
A juzgar por la cantidad de bisbiseos
procedentes de la edificación, Bella estaba desvelada. Entonces oí el sonido de
una máquina procedente de lo alto de la escalera. ¿El aparato de Rayos X? Estupendo.
Parecía que el día cuatro de la cuenta atrás empezaba con una traca.
Alice me abrió la puerta antes de que
pudiera entrar.
Asintió en señal de reconocimiento.
— Hola, lobo.
— Hola, pequeñaja.
“Ah…
él sabe mi apodo para ti,” dijo Emmett.
“O
lo hace porque sabe que Alice es pequeña,” bromeó Edward.
El gran cuarto de estar se hallaba vacío y
todos los murmullos se escuchaban en el segundo piso.
— ¿Qué sucede ahí arriba?
Ella encogió sus pequeños hombros
puntiagudos.
—Creo que le ha roto algo más —sugirió con
indiferencia fingida, aunque la delataban los rincones enrojecidos de los ojos.
Aquello no sólo era un tormento para Edward y para mí. Alice también quería a Bella.
“Eso
el totalmente cierto,” dijo Alice.
“Pienso
que todos lo hacemos,” dijo Carlisle.
— ¿Otra costilla...?
—pregunté con voz ronca.
— No, esta vez ha sido la
pelvis.
Edward
se estremeció al oír eso.
Resultaba curioso lo mucho que me
afectaba. Cada novedad era una sorpresa. ¿Cuándo iba a salir de ese permanente
pasmo? A posteriori, cada nuevo desastre parecía algo más que obvio.
“No…
todos son sorprendentes,” Emmett no estaba de acuerdo.
Alice miró fijamente mis manos, presas de
un temblor incontrolable.
Entonces, se escuchó la voz de Rosalie en
el piso de arriba.
— ¿Lo ves? Te dije que no
había oído chasquido alguno. Necesitas revisarte los oídos, Edward.
“Pero
si tú eras el lector de mentes… ¡oh que horrible escena sería!” Emmett se rió.
No hubo respuesta.
La vampira hizo un mohín.
— Edward va a terminar
por hacer picadillo a Rosalie, sí, eso creo. Me sorprende que ella no se dé
cuenta, o tal vez piense que Emmett será capaz de frenarle.
“Lo
haría,” le aseguro Emmett, aunque ella no parecía necesitarlo.
— Puedo encargarme de
Emmett —me ofrecí.
“Vamos,
perro,” dijo Emmett. “veamos que lo que tienes.”
— Tú puedes ayudar a
Edward a destrozar a Rosalie.
Alice esbozó una media sonrisa.
La comitiva descendió las escaleras en ese
momento. Esta vez era Edward quien llevaba en brazos a Bella, blanca como la
pared, que sostenía con ambas manos una copa de sangre. Pude apreciar lo dolorida
que estaba por mucho que él se moviera para compensar sus sacudidas.
— Jake —me saludó con un
hilo de voz.
Me sonrió a pesar del dolor y yo me quedé
mirándola, sin decir nada.
Edward la depositó con todo cuidado en el
sofá y se sentó en el suelo, junto a su cabeza. Se me ocurrió de pasada que por
qué no la dejaban en el piso de arriba, pero luego supuse que sería idea de Bella.
Ella querría actuar con la mayor normalidad posible, lejos de la parafernalia
de un hospital, y su marido le seguía la corriente, por supuesto.
“Supongo…
pero me pregunto si no sería mejor si se queda arriba,” Edward se preocupó.
Carlisle bajó la escalera con paso lento y
la preocupación escrita en el rostro, hasta el punto de que, por una vez,
aparentaba ser lo bastante entrado en años como para ser un médico.
“¡Di
que no es así!” gritó Emmett dramáticamente.
— Hemos llegado casi
hasta medio camino de Seattle sin hallar rastro alguno de la manada, Carlisle
—anuncié—. Tenéis vía libre.
— Gracias, Jacob. La
noticia llega en un buen momento —dirigió una mirada a la copa que Bella
aferraba con todas sus fuerzas y agregó—: Nuestra necesidad es grande.
— Creo que podéis ir en
grupos de más de tres, de veras. Estoy convencido de que Sam permanece
acuartelado en La Push.
Carlisle cabeceó en señal de asentimiento.
Me asombraba la facilidad con que aceptaba mi consejo.
— Si lo crees así, Alice,
Esme, Jasper y yo iremos primero. Luego, Alice puede llevarse a Emmett y
Rosal...
— Ni en broma —bufó
Rosalie—. Emmett puede acompañarte ahora.
— Tú también deberías ir
de caza —repuso Carlisle con voz amable.
El ademán conciliador del doctor no
suavizó el discurso de Rosalie.
“No,
no podría… en esta situación,” dijo Rosalie.
— Y lo haré, pero en el
mismo grupo que él —refunfuñó mientras señalaba a Edward con un movimiento
brusco de la cabeza; luego, se echó hacia atrás los cabellos.
Carlisle suspiró.
Jasper y Emmett bajaron los escalones en
un abrir y cerrar de ojos y Alice se unió a ellos cerca de la puerta trasera
abierta en la pared de cristal. Esme se dirigió enseguida hacia Alice.
Carlisle me puso una mano en el brazo. El
toque helado de su palma no me hizo gracia alguna, pero aun así no me aparté.
Seguí ahí, helado, quieto, en parte de puro pasmo, y en parte porque no deseaba
herir sus sentimientos.
“Bueno,
al menos hay un vampiro al que no quiere herir los sentimientos,” Jasper
sonrió.”
— Gracias —repitió.
Luego, salió disparado por la puerta en
compañía de los otros cuatro vampiros.
Los seguí con la vista mientras
atravesaban el prado a toda prisa. Desaparecieron antes de darme ocasión de
inspirar otra vez. Su necesidad debía de ser más urgente de lo que había imaginado.
No hubo sonido alguno durante cerca de un
minuto. Noté que alguien me taladraba con la mirada y adiviné quién debía de
ser.
“Eso
no es una obviedad,” Emmett rodó los ojos.
“Evidentemente
lo es, para que tú lo supieras,” Alice bromeó.
Tenía pensado largarme para dormir a pata
suelta, pero la posibilidad de aguarle la mañana a Rosalie parecía demasiado
buena como para dejarla pasar.
Por eso, deambulé cerca del brazo del sofá
en donde se había sentado Rosalie y al tomar asiento, me estiré de tal modo que
mi cabeza basculó hacia Bella y el pie izquierdo acabó delante del rostro de Rosalie.
— Puaj, que alguien saque
al perro —murmuró al tiempo que arrugaba la nariz.
“Bien
hecho, bebé,” se rió Emmett.
— A ver si te sabes este
chiste, psicópata. ¿Cómo muere la célula del cerebro de una rubia?
“Bueno,
este es uno nuevo al menos,” dijo Emmett.
“Va
a ser viejo en un segundo,” Rosalie gruñó.
Ella no dijo ni mu.
— ¿Y bien? —inquirí—. ¿Te
sabes el final del chiste o no?
La Barbie no apartó la mirada de la
pantalla y me ignoró con toda premeditación.
— ¿Se lo sabe? —le
pregunté a Edward, en cuyas facciones no había atisbo alguno de humor; sin
embargo, pese a todo, me contestó:
— No.
— Genial. Seguro que este
chiste te encanta, sanguijuela... La célula cerebral de una rubia muere... en
soledad.
“Oh,
esto es tan malditamente histérico,” Rosalie rodó los ojos.
Rosalie siguió sin dirigirme una sola
mirada.
— He matado cientos de
veces más que tú, chucho sarnoso. No lo olvides.
— Algún día vas a
cansarte de amenazas, oh, reina de la belleza. Te prometo que me muero de ganas
de que eso ocurra.
“Yo
también,” murmuró Rosalie.
— Ya vale, Jacob —terció
Bella.
Bajé la mirada mientras ella fruncía el
ceño. Parecía que el buen rollo de ayer había desaparecido.
Bueno, tampoco tenía mayor interés en fastidiarla.
— ¿Deseas que me vaya?
—le ofrecí.
Ella parpadeó y aligeró el ceño antes de
que yo temiera o esperara que al final se hubiera hartado de mí. Parecía
totalmente sorprendida de que hubiera llegado a semejante conclusión.
— No, por supuesto que
no.
Edward
suspiró, “por supuesto que no,” repitió con gravedad.
Se me escapó un suspiro, y a Edward otro,
aunque casi imperceptible. Su marido habría preferido que ella me hubiera
despedido, bien que lo sabía yo, pero ni por las malas le habría pedido a Bella
nada que le hubiera hecho desgraciada.
— Tienes pinta de cansado
—comentó Bella.
— Estoy reventado
—admití.
— Ya me gustaría a mí
reventarte a palos, ya me gustaría... —murmuró la Barbie, demasiado bajo para
que su protegida la oyera.
“Doble
puntuación allí, bebé,” Emmett se rió.
Me repantigué bien a gusto en el sofá y
empecé a menear los pies desnudos delante de las napias de Rosalie, que se puso
tiesa como una escoba. Bella le pidió a Rosalie que le rellenara la copa y la
rubia salió disparada hacia las escaleras en busca de más sangre. Reinaba un
silencio sepulcral. Supuse que tal vez podría echar una cabezadita.
— ¿Has dicho algo?
—preguntó entonces Edward con un tono de manifiesta perplejidad.
“Que…esto…extraño”
dijo Emmett.
“Tienes
que utilizar más palabras si quieres que entendamos a que te refieres,” se
burló Jasper de él.
“Iba
a decir “¿qué es extraño?”, hasta que me di cuenta de que era extraño,” dijo
Emmett.
“Gracias
por aclarar eso,” Jasper continuó sonriéndole con la mirada.
Era extraño, ya que nadie había abierto el
pico y él tenía un oído tan fino como el mío y sabía que ninguno habíamos
hablado.
“Ves…
extraño,” dijo Emmett triunfantemente.
“Nadie
estaba en desacuerdo contigo,” dijo Jasper indiferentemente.
Clavó los ojos en Bella, que le devolvió
la mirada. Ambos parecían confusos.
— ¿Yo? —inquirió ella al
cabo de un segundo—. No he dicho nada.
Edward se removió hasta quedarse de
rodillas y se inclinó hacia delante con una expresión súbitamente concentrada.
Fijó los ojos negros en el rostro de su esposa.
— ¿Qué acabas de pensar
ahora mismo?
“¿Crees
que puedas escuchar sus pensamientos?” preguntó Jasper, mirando a Edward. “Eso
no es…”
“¡No
puede ser!” Alice y Rosalie dijeron ambas al mismo tiempo.
“¿Qué?”
preguntó Jasper un poco alarmado por su comportamiento.
“¿Estas
pensado lo que yo estoy pensando?” preguntó Alice emocionada.
“Sí,
ella lo hace,” contestó Edward por Rosalie. Él también estaba emocionado.
“¿Qué
está pasando aquí?” preguntó Emmett con impaciencia.
“Pensamos
que podría ser el bebé!” Edward y sus hermanas contestaron juntos.
“¿Te
refieres a la nombrada pequeña pateadora en el vientre…eso tiene que
excepcional” sonrió Emmett. “Deberías estar orgulloso Eddy.”
“Definitivamente me siento de esa manera
ahora,” Edward sonrió. “Emm, sólo sigue leyendo… quiero oír esto.”
Ella le miró con gesto de total confusión.
— Nada. ¿Qué ocurre?
— ¿Y en qué pensabas hace
un minuto? —insistió.
— Pues únicamente en...
la isla Esme... y en plumas.
Emmett
resopló ante eso. “Deberías estar orgulloso de eso también…”
“Lee,”
ordeno Edward con impaciencia.
Aquello me parecía un galimatías de
primera, pero entonces ella se puso roja como un tomate y tuve la corazonada de
que era mejor no saberlo.
— Di algo, lo que sea
—pidió él en un susurro.
— ¿Cómo qué...? ¿Qué
ocurre, Edward?
El rostro del interpelado volvió a
alterarse e hizo algo que me hizo abrir la boca y me dejó con la mandíbula
colgando; detrás de mí oí una exclamación entrecortada, era Rosalie, ya de
vuelta, que estaba tan alucinada como yo.
Edward se movió con extremo cuidado
mientras colocaba ambas manos sobre el enorme vientre redondeado.
Y
ahora todas las chicas estaban radiantes como Edward, quien estaba sonriendo
ampliamente para sí mismo.
— El fet... —tragó
saliva—. A la... al bebé le gusta el sonido de tu voz.
“Aw,”
exclamaron las chicas.
Reinó un silencio sepulcral durante una
fracción de segundo. No era capaz de mover un músculo ni de pestañear.
— ¡Cielo santo, puedes
oírle! —
“Exactamente
lo que siento,” Alice se rió.
gritó Bella.
Pero un segundo después contrajo la cara a
causa del dolor.
Edward movió la mano hasta el punto más
prominente de la barriga y acarició con suavidad la zona donde la cosa debía de
haber propinado la patada.
—Calla —musitó—. Le has asustado.
“Ah…
parece que papá está subiendo finalmente a bordo,” bromeó Emmett. Sin embargo
cuando dijo la palabra papá, Edward se congeló de nuevo, pero esta vez su expresión
le sorprendió… era una expresión parecida a la esperanza. Estas noticias, este
hecho, lo golpeo duro y sabía que su vida nunca iba a ser lo mismo de nuevo.
“Ah,”
Alice sonrió, viendo algo que antes no había podido ser capaz de ver hasta ese
momento.
Edward
rompió su estado de congelamiento, sintiéndose un poco aturdido, pero sonriéndole
a Alice, “Voy a conocerla.”
PERDONEN LA ESPERA, MAÑANA SUBO EL RESTO, MUCHAS GRACIAS POR COMPRENDERME CHICAS.
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