CAPITULO 36: ANSIA DE SANGRE
TRADUCCIÓN: Lorena Espinosa.
"Ansia de sangre" leyó Edward.
"Me pregunto de que ansia de sangre está hablando" dijo
Emmett.
Llegaron con gran
pompa y aureolados por una belleza singular.
Aparecieron
alineados en una formación rígida y formal, pero no se trataba de una marcha a
pesar de lo conjuntado de su avance. Pasaban entre los árboles en perfecta
sincronía, como una procesión de sombras negras suspendidas a pocos centímetros
del suelo cubierto de nieve, de ahí ese desplazamiento suyo tan desenvuelto.
Las posiciones en
las zonas exteriores del destacamento estaban ocupadas por miembros equipados
con ropajes grises, pero la tonalidad se iba oscureciendo hasta llegar al más
intenso de los negros en el centro de la formación. Era imposible verles los
rostros, ensombrecidos y ocultos por las capuchas. El tenue roce de las pisadas
parecía música debido a la regularidad de la cadencia, era un latido de ritmo
intrincado que no mostraba ninguna vacilación.
No logré ver la
señal a cuya orden se desplegó la formación, tal vez porque no hubo indicación
alguna, sino milenios de práctica. Realizaron el movimiento con elegancia, pero
fue demasiado rígido y agarrotado como para recordar la apertura de los pétalos
de una flor, a pesar de que el colorido sugería tal semejanza. Se parecía más
al despliegue de un abanico, grácil, pero muy angulado. Las grises figuras
encapotadas se replegaron a los flancos mientras las de vestiduras más oscuras
avanzaron por el centro con movimientos muy precisos y esmerados.
Progresaron con
deliberada lentitud, sin prisa ni tensión ni ansiedad. Era el paso de los
invencibles.
"Y otra cosa muy alarmante para ver" dijo Jasper. "Sólo
la imagen que crea el libro me hace temblar. Estoy seguro de que marcharan al
igual que ha puesto nerviosos a todos."
"Por favor" Emmett rodo los ojos. "Un montón de chicos
que marchan en trajes no van a asustarme."
La escena me
recordaba demasiado a la vieja pesadilla, salvo ese deseo mío de verles las
caras y descubrir en ellos las sonrisas de la venganza. Los Vulturis se habían
mostrado demasiado disciplinados hasta aquel momento, como si quisieran no
evidenciar emoción alguna. No demostraron asombro ni consternación ante el
variopinto grupo de vampiros que los esperaba, una camarilla que de pronto, y
en comparación, parecía desorganizada y falta de preparación.
"Me pregunto si se les permite mostrar sorpresa" reflexionó
Jasper. "O si la voluntad de su amo es tan fuerte que ni siquiera son
capaces de eso."
"¿Por que lo preguntas?" preguntó Carlisle, frunciendo el
ceño.
"Me gustaría pensar que la guardia de los Volturi estaría
sorprendida" dijo Jasper. "Sé que se han enfrentado a otros
aquelarres que se han unido para luchar contra ellos, pero de alguna manera no
creo que sean tan grande como este. Pero no hay nada allí, y que no podría
haber sabido que esta cantidad de vampiros estarían allí. "
"Somos todos buenos para ocultar nuestras emociones" dijo
Carlisle. "El hecho de que no se ve, no significa que no lo están
sintiendo...tu no está allí, después de todo, así que no tienes idea de lo que
están sintiendo."
"Hm... tienes un punto allí" dijo Jasper.
Tampoco se sorprendieron
al ver al lobo gigante situado en el centro de nuestra formación.
Hice un recuento de
efectivos, no pude evitarlo. Eran treinta y dos, y eso sin contar a las dos
figuras de capas negras y aspecto frágil que merodeaban en la retaguardia.
Parecían las esposas. Lo protegido de su posición sugería que no iban a
participar en el ataque. Aun así, nos sobrepasaban en número. Seguíamos siendo
diecinueve combatientes y siete testigos que iban a presenciar cómo nos hacían
puré. Nos tenían en sus manos incluso contando con el concurso de los diez
lobos.
"Así que tienen tres más que nosotros, eso no es tanto... podemos
hacer esto" dijo Emmett.
"Pero tienen a Alec"
le recordó Jasper. "Él va a ser capaz de neutralizarnos a nosotros excepto
a Bella y a quien quiera que este tratando de proteger... No estoy seguro de si
eso sería suficiente para él, pero esa es la única oportunidad que tienen... tienes
que matar a Alec".
"Está bien, entonces" dijo Emmett. "Espero tener la
oportunidad."
—Se acercan los
casacas rojas, se acercan los casacas rojas —musitó Garrett para el cuello de
su camisa antes de soltar una risa entre dientes y acercarse un paso a Kate.
—Así que han venido
—comentó Vladimir a Stefan con un hilo de voz.
—Ahí están las
damas, y toda la guardia —contestó Stefan, siseante—. Míralos, todos juntitos.
Hicimos bien en no intentarlo en Volterra.
Emmett sonrió al pensar en que iban a Volterra y se encontraban una habitación vacía
y maldiciendo ese hecho.
Y entonces, mientras
los Vulturis avanzaban con paso lento y mayestático, como si esos efectivos no
bastasen, otro grupo comenzó a ocupar las posiciones de retaguardia en el
claro.
"Parece que han traído sus propios testigos" suspiró
Carlisle. "Aro siempre ha tenido un gusto por lo dramático."
"Esto se podría utilizar en nuestro beneficio, " dijo Jasper.
"Si los Volturi se detienen."
Aquella oleada de
vampiros parecía no tener fin y una miríada de emociones les alteraba los
semblantes, la viva antítesis de los rostros disciplinados e inexpresivos de la
guardia de los Vulturis. Al principio, reinó entre los recién llegados la
sorpresa y una cierta ansiedad al descubrir una inesperada fuerza de combate a
la espera, pero esa preocupación pasó enseguida y se sintieron seguros gracias
a la superioridad numérica y a su posición en retaguardia, detrás de la
imbatible tropa de los Vulturis. Las facciones de los vampiros recuperaron la
compostura y el gesto que tenían antes de habernos visto.
Los rostros eran tan
transparentes que resultaba fácil comprender su disposición de ánimo. Ese
gentío airado era presa del frenesí y todos reclamaban justicia. No había
comprendido que el tema de los niños inmortales levantaba ampollas entre los
hijos de la noche hasta que estudié aquellos semblantes.
"Es el peor crimen que se puede cometer" dijo Carlisle.
Esa horda abigarrada
y caótica de cuarenta y tantos vampiros eran los testigos de los Vulturis, los
encargados de extender la buena nueva de que se había erradicado el crimen una
vez que estuviéramos muertos y también de atestiguar que los cabecillas italianos
se habían limitado a actuar con imparcialidad. La mayoría parecía albergar
cierta esperanza no sólo de presenciar la masacre, sino también de participar a
la hora de desmembrarnos y quemarnos.
No íbamos a durar ni
un padrenuestro. Incluso aunque nos las ingeniáramos para neutralizar las
ventajas de los Vulturis, ellos nos podrían aplastar por el simple empuje
físico de sus cuerpos. Incluso aunque matáramos a Demetri, Jacob no iba a ser
capaz de dejar atrás a todos ellos.
"Claro que puede. Los lobos son más rápidos que los vampiros"
dijo Emmett. "Todo lo que tendría que hacer es romper a correr y estarán
bien."
"Me pregunto si realmente podría simplemente correr lejos"
dijo Carlisle. "Él estaría dejando atrás a su familia para luchar y morir
en una batalla que sólo es porque querían proteger su imprimación. Me imagino
que lo va a encontrar muy difícil de hacer."
"Pero lo haría" dijo Edward. "Debido a que su mundo es
Renesmee, y su seguridad significa para él más que cualquier otra cosa, podría
hacerlo."
Mis compañeros más
próximos lo percibían del mismo modo que yo, lo noté con claridad. La
desesperación flotaba en el ambiente más que nunca y me dejó totalmente
abatida.
Un vampiro de la
fuerza enemiga parecía no pertenecer a ninguno de los bandos. Identifiqué a
Irina mientras ella dudaba entre las dos compañías con una expresión diferente
a la de todos los demás. No apartaba la mirada horrorizada de la posición de
Tanya, situada en primera línea.
Esme se estremeció, sintiéndose mal por las hermanas de nuevo.
Edward profirió un
gruñido bajo pero elocuente.
—Alistair estaba en
lo cierto —avisó a Carlisle.
Carlisle bajó la cabeza, Edward y Jasper asintieron con la cabeza como
si ya supieran que ese el caso. Emmett se encogió de hombros con indiferencia;
en realidad no se preocupaba por sus razones.
"Entonces, ¿quiere decir que no se va detener esta lucha?"
preguntó Esme con voz temblorosa.
"Todavía puede haber una oportunidad" dijo Emmett. "Solo
tenemos que asustarlos realmente y mostrar lo maravilloso que somos."
"Tiene razón" dijo Jasper. "Si pudiéramos de alguna
manera probar que seríamos un oponente fuerte, tan fuerte que iban a perder
muchos de sus combatientes, entonces pueden parar. Aro no querría debilitarse
tanto. Pero aún así, es difícil ver que esta sucediendo, ya que todo es ahora
".
Vi cómo el aludido
interrogaba a mi marido con la vista.
—¿Que Alistair tenía
razón...? —preguntó Tanya en voz baja.
—Cayo y Aro vienen a
destruir y aniquilar —contestó Edward con voz sofocada. Habló tan bajo que sólo
fue posible oírle en nuestro bando—. Han puesto en juego múltiples estrategias.
Si la acusación de Irina resultara ser falsa, llegan dispuestos a encontrar
cualquier otra razón por la que cobrarse venganza, pero son de lo más optimistas
ahora que han visto a Renesmee. Todavía podríamos hacer el intento de
defendernos de los cargos amañados, y ellos deberían detenerse para saber la
verdad de la niña —luego, en voz todavía más baja, agregó—: Pero no tienen
intención de hacerlo.
Jacob jadeó,
malhumorado.
La procesión se
detuvo de sopetón al cabo de dos segundos y dejó de sonar la suave música
producida por el roce de los movimientos sincronizados.
"¡Wow! ¿Qué ha pasado?" preguntó Emmett.
"Me imagino que son los lobos" dijo Rosalie con desgana.
"Pero pensé que sabían de ellos ya" dijo Edward. "Aro
hubiera oído hablar de él en los pensamientos de Irina. Eso no lo debe
parar".
"Tal vez él no sabía cuántos de ellos hay" dijo Carlisle.
"Es posible que nunca le dijimos a los Denalis cuántos lobos hay."
La disciplina sin
mácula se mantuvo inalterable y los Vulturis permanecieron firmes y
completamente inmóviles a unos cien metros de nuestra posición. Oí el latido de
muchos corazones enormes, más cerca que antes, en la retaguardia y a los lados.
Me arriesgué a mirar con el rabillo del ojo a derecha e izquierda para
averiguar qué había detenido el avance de los Vulturis.
Los licántropos se
habían unido a nosotros.
Los lobos adoptaron
posiciones a cada extremo de nuestra desigual línea, adoptando sendas
formaciones alargadas en los flancos. Me percaté en un instante de que había
más de diez lobos. Identifiqué a los ya conocidos y supe que había otros a los
que no había visto nunca. Dieciséis licántropos distribuidos de forma
equitativa en los lados, diecisiete si contábamos a Jacob.
"O esa podría ser la razón, también" sonrió Carlisle.
"Y nunca nos dijeron" se quejó Emmett. "Hubiera sido
bueno saber eso."
"No es de extrañar que pararan" dijo Jasper. "¡Los
Volturis son superados en número! ¡Y por un ejército que contiene completamente
vampiros maduros! Brillante estrategia para sacarlos a continuación."
La altura y el
grosor de las garras hablaban bien a las claras de la juventud de los recién
llegados; eran muy, muy jóvenes.
"No" dijo Esme, odiando el hecho de que más niños fueron
llevados a esta pelea.
"No van a ayudar mucho en la lucha" Jasper frunció el ceño,
"pero esperemos que los números puedan poner suficientes dudas en la mente
de los Volturis" continuó, pero no parecía tan convencido de que ese sería
el caso.
«Debería haberlo
imaginado», pensé para mis adentros. La explosión demográfica de los hombres
lobo era inevitable con tanto vampiro suelto pululando por los alrededores.
Iban a morir más niños con aquella decisión. Me pregunté por qué Sam había
permitido aquello y luego comprendí que no le quedaba otro remedio. Si un solo
licántropo luchaba a nuestro favor, los Vulturis se asegurarían de rastrearlos
y perseguirlos a todos. Se jugaban el futuro de su especie en este envite.
Esme y Carlisle se estremecieron al escuchar eso.
E íbamos a perder.
De pronto, me
enfadé, y más que eso, se apoderó de mí un instinto homicida que disipó por
completo mi absoluta desesperación.
“Oh, es su sed de sangre "dijo Emmett." Y no va a perder esa
desesperanza ni un poco. "
Jasper estaba mirando el libro con gran interés ahora, pensando en cómo
era la ira de Bella para disparar el uso sus poderes; esto sólo podría ser una
buena cosa.
Edward estaba intrigado ahora, también, y rápidamente empezó a leer de
nuevo.
Un tenue fulgor
rojizo realzaba el perfil de las sombrías siluetas que tenía delante de mí. En
ese momento, únicamente deseaba contar con la oportunidad de hundir los dientes
en ellas, desmembrarlas y apilar las extremidades para prenderles fuego. Estaba
tan enloquecida que no habría vacilado en bailar alrededor de la pira mientras
se tostaban vivos.
Emmett se rió "podría tener que unirme a ella en eso."
y habría reído de
buena gana conforme se convertían en cenizas. Curvé hacia atrás los labios en
un gesto automático y proferí por la garganta un feroz gruñido que nacía en el
fondo de mi estómago. Comprendí que las comisuras de mis labios se habían
curvado en una sonrisa.
Junto a mí, Zafrina
y Senna corearon mi rugido ahogado. Edward y yo seguíamos tomados de la mano, y
él me la estrechó, conminándome a ser cauta.
Casi todos los
rostros de los Vulturis continuaban impasibles. Sólo dos pares de ojos
traicionaban esa aparente indiferencia. Aro y Cayo, en el centro del grupo y
cogidos de la mano, se habían detenido para evaluar la situación. La guardia al
completo los había imitado y se habían detenido a la espera de que dieran la
orden de matar.
"Ven lo que quiero decir acerca de sus sentimientos" frunció
el ceño Jasper. "Se siente extraño para mí."
Los cabecillas no se
miraban entre sí, pero era obvio que se hallaban en permanente contacto. Marco
tocaba la otra mano de Aro, pero no parecía tomar parte en la conversación. No
tenía una expresión de autómata, como la de los guardias, pero se mostraba casi
inexpresivo. Al parecer se encontraba completamente hastiado, como la vez
anterior que le vi.
"Una sombra viviente del hombre que solía ser" dijo Carlisle
con tristeza.
Los testigos de los
Vulturis inclinaron el cuerpo hacia delante, con las miradas clavadas en
Renesmee y en mí, pero continuaron en las lindes del bosque, dejando un amplio
espacio de maniobra entre ellos y los soldados. Irina asomó la cabeza por
encima de los Vulturis, a escasos metros de las dos ancianas de cabellos canos,
piel pulverulenta y ojos vidriados, y de los dos ciclópeos guardaespaldas.
"No tengo una buena sensación" Esme murmuró miserablemente.
Obviamente estaba pensando en Irina estando tan lejos y qué sucedería cuando
las cosas se pusieron peor.
Una mujer envuelta
en una de las capas de un tono de gris más oscuro se había situado detrás de
Aro. No podía estar segura del todo, pero daba la impresión de que le estaba
tocando la espalda. ¿Era ése el otro escudo, Renata? Me pregunté si ella sería
capaz de rechazarme.
No obstante, no iba
a desperdiciar mi vida intentando tumbar a Cayo y Aro. Había otros objetivos
más importantes.
"Sin embargo... Me pregunto qué pasaría si fuera a morir Aro"
murmuró Jasper. "Eso podría terminar realmente la lucha de manera más
eficiente."
"Sería terminar a los Volturis, pero estoy seguro de que no iba a
terminar esta pelea" dijo Edward. "Sus marionetas querrían vengarse
de su amo."
Peiné la línea rival
con la vista y no tuve dificultad alguna en localizar la posición de dos
pequeñas figuras envueltas en capas grises, no muy lejos de donde se cocían las
decisiones. Alec y Jane, probablemente los miembros más menudos de la guardia,
permanecían junto a Marco, flanqueados al otro lado por Demetri. Sus adorables
rostros no delataban emoción alguna. Lucían las capas más oscuras, en sintonía
con el negro puro de las de los antiguos. Los gemelos brujos, como los llamaba
Vladimir, eran la piedra angular de la ofensiva de los Vulturis. Las piezas
selectas de la colección de Aro.
Flexioné los
músculos mientras la boca se me llenaba de veneno.
Cayo y Aro recorrían
nuestra fila con esos ojos como ascuas ensombrecidas por las capas. Vi escrito
el desencanto en las facciones de Aro mientras su mirada iba y venía sin cesar,
en busca de una persona a la que echaba en falta. Frunció los labios con
disgusto.
Emmett se echó a reír. "Lo siento, la enana no está... no
conseguirás lo que viniste a buscar."
En ese instante, me
sentí más que agradecida por la deserción de Alice.
La respiración de
Edward aumentó de cadencia conforme la pausa se prolongaba.
—¿Qué opinas,
Edward? —preguntó Carlisle con un hilo de voz. Estaba ansioso.
—No están muy
seguros de cómo proceder. Sopesan las opciones y eligen los objetivos clave:
Eleazar, Tanya, tú, por descontado, y yo mismo. Marco está valorando la fuerza
de nuestras ataduras. Les preocupan sobremanera los rostros que no identifican,
Zafrina y Senna sobre todo, y los lobos, eso por supuesto. Nunca antes se
habían visto sobrepasados en número. Eso es lo que les detiene.
—¿Sobrepasados...?
—cuchicheó Tanya con incredulidad.
—No cuentan con la
participación de los espectadores —contestó Edward—. Son un cero a la izquierda
en un combate. Están ahí porque Aro gusta de tener público.
—¿Debería hablarles?
—preguntó Carlisle.
Edward adoptó una
expresión vacilante durante unos segundos, pero luego asintió.
—No vas a tener otra
ocasión.
Carlisle cuadró los
hombros y se alejó varios pasos de nuestra línea defensiva. Qué poca gracia me
hacía verle ahí solo y desprotegido.
Todo el mundo se puso tenso, no le gustaba eso.
Extendió los brazos
y puso las palmas hacia arriba a modo de bienvenida.
—Aro, mi viejo
amigo, han pasado siglos...
Durante un buen
rato, reinó un silencio sepulcral en el claro nevado. Pude percibir cómo iba
creciendo la tensión en mi marido cuando Aro evaluó las palabras de Carlisle.
La tirantez iba a más conforme transcurrían los segundos.
Entonces, Aro avanzó
desde el centro de la formación enemiga. El escudo del cabecilla, Renata, le
acompañó como si las yemas de sus dedos estuvieran pegadas a la túnica de su
amo. Las líneas Vulturis reaccionaron por vez primera. Un gruñido apagado cruzó
sus filas, pusieron rostro de combate y crisparon los labios para exhibir los
colmillos. Unos pocos guardias se acuclillaron, prestos para correr.
"Parece que no les gusta ver a su amo principal fuera del rango"
murmuró Jasper.
Aro alzó una mano a
fin de contenerlos.
—Paz.
Anduvo unos pocos
pasos más y luego ladeó la cabeza. La curiosidad centelleó en sus ojos
blanquecinos.
—Hermosas palabras,
Carlisle —resopló con esa vocecilla suya tan etérea—. Parecen fuera de lugar si
consideramos el ejército que has reclutado para matarnos a mí y mis allegados.
"Carlisle nunca establecería un ejército para ese propósito"
Esme frunció el ceño, no le gustaba esa idea en absoluto.
Carlisle sacudió la
cabeza para negar la acusación y le tendió la mano derecha como si no mediaran
cien metros entre ambos.
—Basta con que
toques mi palma para saber que jamás fue ésa mi intención.
"No" dijo Esme, tensa de nuevo. No quería que Carlisle
estuviera cerca de Aro o su ejército.
Aro entornó sus ojos
legañosos.
—¿Qué puede importar
el propósito, mi querido amigo, a la vista de cuanto has hecho?
A continuación,
torció el gesto y una sombra de tristeza le nubló el semblante. No fui capaz de
dilucidar si Aro fingía o no.
—No he cometido el
crimen por el que me vas a sentenciar.
—Hazte a un lado en
tal caso y déjanos castigar a los responsables. De veras, Carlisle, nada me
complacería más que respetar tu vida en el día de hoy.
—Nadie ha roto la
ley, Aro, deja que te lo explique —insistió Carlisle, que ofreció otra vez su
mano.
Cayo llegó en
silencio junto a Aro antes de que éste pudiera responder.
—Has creado y te has
impuesto muchas reglas absurdas y leyes innecesarias — siseó el anciano de pelo
blanco—. ¿Cómo es posible que defiendas el quebrantamiento de la única
importante?
—Nadie ha vulnerado
la ley. Si me escucharais...
—Vemos a la cría,
Carlisle —refunfuñó Cayo—. No nos tomes por idiotas.
"¿Por qué no? Estás idiota" dijo Emmett.
"No, Em" dijo Esme con voz temblorosa.
—Ella no es
inmortal, ni tampoco vampiro. Puedo demostrarlo en cuestión de segundos.
—Si ella no es una
de las prohibidas —le atajó Cayo—, entonces, dime, ¿por qué has reclutado un
batallón para defenderla?
"Dado que la van a matar a ella y a toda nuestra familia si no estuvieran"
siseó Rosalie.
—Son testigos como
los que tú has traído, Cayo. —Carlisle hizo un gesto hacia la linde del bosque,
donde estaba la horda enojada; algunos integrantes de la misma reaccionaron con
gruñidos—. Cualquiera de esos amigos puede declarar la verdad acerca de esa
niña, y también puedes verlo por ti mismo, Cayo. Observa el flujo de la sangre
por sus mejillas.
—¡Eso es un
subterfugio! —le espetó Cayo—. ¿Dónde está la denunciante? ¡Que se adelante!
—Estiró el cuello y miró a su alrededor hasta localizar a la rezagada Irina
detrás de las ancianas—. ¡Tú, ven aquí!
Esme estaba temblando por la preocupación y por la seguridad de Irina.
La interpelada le
miró con fijeza y desconcierto. Su rostro parecía el de quien no se ha
recuperado de la pesadilla de la que se ha despertado. Cayo chasqueó los dedos
con impaciencia. Uno de los guardaespaldas de las brujas se colocó junto a
Irina y le propinó un empellón. Ella parpadeó dos veces y luego echó a andar en
dirección a Cayo ofuscada por completo. Se detuvo a unos metros del cabecilla,
todavía sin apartar los ojos de sus hermanas.
Cayo salvó la
distancia existente y le cruzó la cara de una bofetada.
"Hey, no hagas eso" silbó Emmett y varias personas
enloqucieron.
El tortazo no debió
de hacerle mucho daño, pero resultó de lo más humillante. La escena recordaba a
alguien pateando a un perro. Tanya y Kate sisearon a la vez.
Irina se envaró y al
final miró a Cayo; éste señaló a Renesmee con uno de sus dedos engarfiados. La
niña seguía colgada a mi espalda, con los dedos hundidos en el pelaje de Jacob.
Cayo se puso púrpura al verme tan furiosa. Un gruñido retumbó en el pecho de
Jacob.
—¿Es ésa la cría que
viste? —preguntó Cayo—. La que era manifiestamente más que humana...
Irina nos miró con
ojos de miope, estudiando a mi hija por vez primera desde que pisó el claro.
Ladeó la cabeza con la confusión escrita en las facciones.
—¿Y bien...?—rezongó
el líder de los Vulturis.
—No... no estoy
segura —admitió ella con tono perplejo.
La mano del anciano
se tensó, como si fuera a abofetearla de nuevo.
—¿Qué quieres decir
con eso? —quiso saber Cayo en un susurro acerado.
—No es igual, aunque
creo que podría ser ella, es decir, me parece que lo es, pero ha cambiado. La
que vi no era tan grande como ésa...
"Hm... es una ayuda procedente de ella" dijo Jasper en voz
baja. Él también estaba preocupado por Irina estando en ese lado de la lucha
que se avecina. "En vista de que no hay manera de que podríamos haber
llegado a ella y al decir esto, tendrían que dar crédito a sus palabras."
Su interlocutor
soltó un jadeo entrecortado entre los dientes, de pronto perfectamente
visibles. La vampira enmudeció antes de terminar. Aro revoloteó hasta la altura
de Cayo y le puso una mano en el hombro a fin de calmarle.
—Sosiégate, hermano.
Disponemos de tiempo para dilucidar esto. No hay necesidad de apresurarse.
"Contrólate, no queremos hacer volar nuestros planes" tradujo
Edward con los dientes apretados. "Empieza a pensar en otra cosa que nos
condenará."
Cayo le volvió la
espalda a Irina con expresión malhumorada.
—Ahora, dulzura
—empezó Aro con voz melosa y aterciopelada mientras extendía la mano hacia la
confusa vampira—, muéstrame qué intentas decir.
Irina tomó la mano
del Vulturis con algunos reparos. Él retuvo la suya por un lapso no superior a
cinco segundos.
—¿Lo ves, Cayo?
—murmuró—. Obtener lo que deseamos es muy fácil.
El interpelado no le
respondió.
Aro miró con el
rabillo del ojo a su público y a sus tropas, luego se volvió hacia Carlisle.
—Al parecer, tenemos
un misterio entre manos. Da la impresión de que la niña ha crecido a pesar de
que el primer recuerdo de Irina correspondía de forma indiscutible al de una
inmortal. ¡Qué curioso!
—Esto es justo lo
que intentaba explicar —repuso Carlisle.
Hubo un cambio en el
tono de su voz, supuse que a causa del alivio. Ésa era la pausa en la que
habíamos depositado nuestras dubitativas esperanzas.
Yo no experimenté
alivio alguno. Me limité a esperar, insensible de pura rabia, al desarrollo de
la estrategia que me había anunciado Edward.
"Edward, ¿por qué tiene que decir eso en voz alta?" preguntó
Emmett. "Acabas de hacer que todo sea más tenso."
"Debido a que es importante que todo el mundo este en guardia"
susurró Edward.
Carlisle tendió la
mano una vez más.
Aro vaciló durante
un momento.
—Preferiría la
versión de algún protagonista de la historia, amigo mío. ¿Me equivoco al
aventurar que esta violación de la ley no es cosa tuya?
—Nadie ha
quebrantado la ley.
—Sea como sea, he de
obtener todas las caras de la verdad. —La voz sedosa de Aro se endureció—. El
mejor medio para conseguirlo es ese prodigio de hijo tuyo.
Edward hizo una mueca.
"Ves, que era una buena cosa que te oculte cosas" dijo Alice.
"Lo sé" suspiró Edward. "Odio ser la debilidad en
nuestro grupo. Él sabrá todo... todas nuestras fuerzas, todas nuestras
habilidades..."
"Es inevitable... a menos que sólo vayamos a empezar la
pelea" dijo Jasper. "Y todavía estamos esperando no hacerlo. Aro
podría no querer perder su preciosa guardia, pero eso no es nada en comparación
con lo que sentimos por nuestra familia..."
"Lo sé" frunció el ceño Edward.
Ladeó la cabeza en
dirección a Edward—. Asumo cierta participación por su parte a juzgar por cómo
se aferra la niña a la compañera neófita de Edward.
Naturalmente que
deseaba a mi marido. Se enteraría de los pensamientos de todos una vez que
pudiera ver los pensamientos de Edward; los de todos, salvo los míos.
Mi esposo se volvió
para depositar un beso apresurado en mi frente y en la de la niña. Luego, echó
a andar con grandes zancadas por el campo nevado. Palmeó la espalda de Carlisle
al pasar.
"Oh, vaya por Dios" dijo Esme, sus ojos preocupados estaban
en Edward.
"Es algo que se tiene que hacer" suspiró Edward.
Percibí un lloriqueo
apenas audible a mis espaldas. El miedo de Esme se dejaba notar.
Observé un aumento de
intensidad en el brillo de la neblina que envolvía a los Vulturis. No podía
soportar la visión de Edward cruzando el blanco campo a solas, pero todavía se
me hacía más difícil la idea de acompañarlo y poner a nuestra hija un paso más
cerca de nuestros adversarios. Me debatí, presa de sentimientos encontrados. Me
había quedado tan helada que un simple golpe habría hecho saltar mis
extremidades en mil esquirlas de hielo.
Detecté una mueca de mofa
en la sonrisa de Jane cuando Edward rebasó la mitad de la distancia de
separación entre ambas fuerzas y quedó más cerca de ellos que de nosotros.
El desdén de ese
mohín me sacó de mis casillas.
"Me gusta el sonido de eso" sonrió Emmett.
Mi rabia aumentó,
alcanzando incluso niveles superiores al ansia de sangre que había sentido
cuando vi lo mucho que arriesgaban los lobos en aquella batalla condenada al
fracaso. Paladeé el sabor de la locura. La demencia me cubrió con una oleada de
puro poder. Tenía los músculos en tensión y actué sin pensármelo dos veces.
Arrojé el escudo con todas mis fuerzas. Voló sobre el campo como una jabalina y
alcanzó una distancia imposible, multiplicando por diez mi mejor lanzamiento.
El esfuerzo me hizo
resoplar con furia.
"¡Wow! Ella podría proteger a todos con eso!" exclamó Jasper.
"¡Increíble!" dijo Carlisle.
Edward comenzó a leer rápidamente, con ganas de saber más acerca de
este poder.
El escudo se había
convertido en un estallido de pura energía, en una suerte de nube atómica hecha
de acero líquido. Latía como un ser vivo. Lo notaba desde el centro rematado en
punta hasta los bordes.
No podía permitir
que aquello volviera a su posición inicial como si se tratara de una tela elástica...
Y en ese momento de fuerza en estado puro vi con absoluta lucidez que la
resistencia y ese retroceso al estado anterior habían sido cosa de mi propia
invención. Me había aferrado a esa parte de mí como autodefensa y de forma
inconsciente no la había dejado ir. Ahora lo había hecho, había enviado mi
escudo a cincuenta metros largos de nuestra posición sin esfuerzo alguno y sin
que hubiera necesitado demasiada concentración. Lo noté tan sumiso a mi
voluntad como cualquier otro músculo. Lo impulsé hacia delante y le di una
forma larga y ovalada.
"¡Increíble!" repitió Carlisle.
"¡Bella es increíble!" dijo Emmett. "Esto nos debe dar
esa ventaja de la que has estado hablando, ¿verdad, Jazz?"
"Eso sin duda lo hará" dijo Jasper, sonriendo. "Ella es,
con mucho, más fuerte de lo que jamás imaginó que podría ser."
"Pensé que habías aprendido a no poner las expectativas sobre
ella, porque ella sólo las supera" sonrió Edward.
De pronto, pasó a
formar parte de mí todo cuanto estaba debajo de aquel escudo flexible de acero.
La fuerza vital de ese interior se presentaba ante mis sentidos como puntos
incandescentes, y me vi rodeada por un cegador chisporroteo de luz. Impulsé el
escudo hacia el vasto claro y suspiré de alivio cuando la figura iluminada de
Edward quedó bajo mi amparo. Sostuve allí la protección ovalada y contraje ese
nuevo músculo a fin de rodear a Edward e interponer entre él y nuestros
adversarios una lámina fina pero irrompible.
Todo había cambiado
en apenas un segundo, pero nadie se había percatado todavía de esa brusca
alteración, salvo yo. Mi esposo seguía caminando hacia el cabecilla de los
Vulturis.
"Ah, ¿no es el prefacio?" preguntó Emmett. "¿Lo que pasa
con todo el cambio?"
"Sí" Edward sonrió, "¿Quién hubiera sabido que sería
algo como esto?"
Se me escapó una
carcajada. Los demás me miraron, lo noté, y Jacob movió esos ojazos negros
suyos y me los clavó como si me hubiera vuelto loca.
"Eso es comprensible, dada la situación" dijo Edward.
Edward se detuvo a
escasos metros de Aro. Comprendí, no sin cierto pesar, que podía pero no debía
evitar el intercambio de imágenes mentales, pues el objetivo de todos nuestros
preparativos era conseguir que los Vulturis prestaran atención a nuestra
versión de la historia. La idea me causaba verdadero malestar físico, pero al
final, a regañadientes, retiré la protección y dejé expuesto a Edward. Se me
habían pasado las ganas de reír y me concentré por completo en mi marido, lista
para defenderle de inmediato si algo salía mal.
"Si algo salió mal, no creo que el escudo haría mucho bien"
dijo Jasper. "Ellos Ata..."
Esme se estremeció y su preocupación era tan intensa que Jasper se
detuvo a media frase.
Él alzó el mentón
con aire orgulloso y le ofreció una mano al líder de los Vulturis como si le
concediera un gran honor.
"Eso no es muy amable, Eddy" sonrió Emmett.
"Yo supongo que tengo mis razones para hacer eso" se encogió
de hombros Edward.
El anciano parecía
lisa y llanamente encantado, pero nunca llueve a gusto de todos. Renata
revoloteaba nerviosa a la sombra de su señor. El ceño de Cayo era tan hondo y
permanente que daba la impresión de que esa piel traslúcida y fina como el
papel iba a quedarse arrugada para siempre. La pequeña Jane exhibía los dientes
mientras, a su lado, Alec entornaba los ojos para concentrarse mejor. Intuí que
estaba listo para actuar en cuanto ella le avisara.
Aro se acercó sin
pausa alguna. En realidad, ¿qué debía temer? Las grandes sombras proyectadas
por los luchadores de ropajes gris claro, tipos fornidos como Félix, se
hallaban a escasos metros. Gracias a su don abrasador, Jane podía tumbar a
Edward contra el suelo y hacer que se retorciera de dolor. Alec le cegaría y le
atontaría antes de que pudiera dar un paso hacia él. Nadie sabía que yo tenía
el poder de detenerlos, ni siquiera mi marido,
"Lo que es muy bueno" dijo Alice.
"De esa manera Aro no sabría tampoco" agregó Jasper.
cuya mano tomó Aro
con una sonrisa de despreocupación; de inmediato, cerró los ojos con fuerza y
encorvó los hombros bajo el ímpetu de la primera oleada de información.
El Vulturis se
hallaba ahora al corriente de todas las estrategias, todas las ideas y todos
los pensamientos ocultos que Edward hubiera leído en las mentes de quienes
había tenido a su alrededor en el último mes. Y aún más, también iba a enterarse
de las visiones de Alice, de cada momento de silencio en nuestra familia, cada
imagen reproducida por la mente de Renesmee, cada beso, cada roce entre Edward
y yo... De eso, también.
"Ah, eso es repugnante" dijo Emmett. "Recuérdame que
nunca lo toque."
Siseé con
frustración. El escudo se agitó como reflejo de mi irritación, cambiando de
forma y encogiéndose a nuestro alrededor.
—Cálmate, Bella —me
susurró Zafrina.
Apreté los dientes.
Aro continuó
concentrado en los recuerdos de Edward, que, con los músculos del cuello
agarrotados, también había agachado la cabeza mientras leía la información que
su interrogador iba obteniendo de él, así como la reacción del anciano a todo
aquello.
"Me gustaría que la imagen que encuentre no sea curiosa"
Carlisle frunció el ceño. Aro querría a Edward, aunque sólo sea para ver en qué
medida este tipo de comunicación le servia.
Esta desigual ida y
vuelta se prolongó durante tanto tiempo que empezó a cundir el nerviosismo
entre los miembros de la guardia. Los murmullos crecieron hasta que Cayo ordenó
guardar silencio con un brusco ademán. Jane se inclinaba hacia delante, como si
no pudiera evitarlo, y el rostro de Renata estaba rígido a causa de la tensión.
Estudié a esa protectora tan poderosa que ahora parecía asustada y débil. Ella
era de gran utilidad para Aro, sin duda, pero seguro que no como guerrero. Su
trabajo no era luchar, sino proteger. No había ansia de sangre en ella. A pesar
de que yo era novata, supe que si la cosa hubiera estado entre ella y yo, la habría
borrado del mapa.
Emmett se rió.
Redirigí mi atención
a Aro cuando se enderezó. Abrió los ojos enseguida con expresión sobrecogida y
gesto precavido. No soltó la mano de Edward.
Éste tenía los
músculos algo más relajados.
—¿Lo ves? —preguntó
Edward con la voz sedosa que empleaba cuando estaba calmado.
—Sí, ya veo, ya
—admitió Aro. Curiosamente, parecía divertido—. Dudo que nunca se hayan visto
las cosas con tanta claridad entre dos dioses o dos mortales.
Edward gimió, incómodo porque a
Aro parecía que le gustaba ese medio de comunicación.
Los rostros de los
disciplinados miembros de la guardia mostraron la misma incredulidad que yo.
—Me has dado mucho
en lo que pensar, joven amigo, no esperaba tanto — prosiguió el anciano sin
soltar la mano de Edward, cuya posición rígida era la propia de quien escucha.
Pero no le contestó—. ¿Puedo conocerla? —pidió Aro, casi lo imploró, con
repentino interés—. En todos mis siglos de vida jamás había concebido la
existencia de una criatura semejante. Menudo apéndice a nuestras historias...
Todo el mundo se tensó de nuevo.
"Esto es lo que queríamos" recordó Carlisle.
"No me di cuenta de lo estresante que seria lo que queríamos era"
dijo Rosalie. "No quiero a ninguno cerca de ese monstruo."
"No va a hacer nada para hacerle daño" les aseguró Carlisle;
no de inmediato, agregó en su cabeza, y Edward se tensó.
—¿De qué va esto,
Aro? —espetó Cayo antes de que Edward tuviera ocasión de responder.
La simple
formulación de la pregunta hizo que atrajera a la niña contra mi pecho y la
acunara con gesto protector.
—De algo con lo que
tú ni siquiera has soñado, mi pragmático amigo. Tómate un momento para cavilar,
porque la justicia que pretendíamos aplicar no alcanza a este caso.
Edward entrecerró los ojos otra vez, no le gustaba la forma en que dijo
que tome un momento para reflexionar.
Cayo soltó un siseo
de sorpresa al oír semejantes palabras.
—Paz, hermano —le
advirtió Aro en tono conciliador.
Todo aquello eran
buenas noticias, en teoría. Se habían pronunciado las palabras que esperábamos
y parecía estar próximo el indulto que ninguno creíamos posible. Aro se había
abierto a la verdad y había admitido que no se había quebrantado la ley.
Pero yo mantenía los
ojos fijos en Edward, que seguía rígido y envarado. Luego, revisé mentalmente
la instrucción de Aro a Cayo, invitándole a «reflexionar», y percibí el doble
sentido del verbo.
"¿Doble sentido?" repitió Emmett. "¿Quieres decir que
piense en algo que podría condenarnos?"
"Sí, estoy bastante seguro de que es lo que significa" gruñó
Edward.
—¿Vas a presentarme
a tu hija? —volvió a preguntar Aro.
Cayo no fue el único
en sisear ante esa nueva revelación.
Edward asintió a
regañadientes. No obstante, Renesmee se había ganado a muchos otros. Y el
anciano siempre había dado la impresión de llevar la voz cantante entre los
Vulturis. ¿Actuarían los demás contra nosotros si él se ponía de nuestro lado?
El veterano líder
seguía sin soltar la mano de mi esposo, pero al menos contestó ahora a la
pregunta que el resto no había oído.
—Dadas las
circunstancias, considero aceptable un compromiso en este punto. Nos reuniremos
a mitad de camino entre los dos grupos.
Dicho esto, liberó
al fin a Edward, que se volvió hacia nosotros. El líder Vulturis se unió a él y
le pasó un brazo por el hombro de modo casual, como si fueran grandes amigos.
Todo para mantener el contacto con el cuerpo de Edward.
Comenzaron a cruzar
el campo de batalla en nuestra dirección.
La guardia entera
hizo ademán de echar a andar detrás de ellos, pero Aro alzó una mano con
desinterés y los detuvo sin dirigirles siquiera una mirada.
—Deteneos, mis
queridos amigos. En verdad os digo que no albergan intención de hacernos daño
alguno si nos mostramos pacíficos.
"Eso es muy cierto" dijo Carlisle.
Jasper lo estaba considerando, pero al final decidió que Carlisle tenía
razón... que no querían una pelea si se podría evitar. Por lo tanto, incluso si
esto era una buena manera de dar un golpe fuerte contra el enemigo, lo mejor
era que no se ataque.
El descontento de la
tropa se expresó con gruñidos y siseos de protesta, y la reacción fue más
ostensible que en la ocasión anterior.
—Amo —susurró con
ansiedad Renata, siempre cerca de su maestro.
—No temas, querida
—repuso él—. Todo está en orden.
—Quizá deberían
acompañarte algunos miembros de tu guardia —sugirió Edward—. Eso haría que el
resto se sintiera más cómodo.
El líder Vulturis
asintió como si esa sabia observación debiera habérsele ocurrido a él.
Chasqueó los dedos
un par de veces.
—Felix, Demetri.
Los dos vampiros se
situaron a su lado en un abrir y cerrar de ojos. No habían cambiado nada desde
nuestro último encuentro. Ambos eran altos y de pelo oscuro. Demetri era duro y
afilado como la hoja de una espada; Félix, corpulento y amenazador como una garrota
con púas de acero.
Los cinco se
detuvieron a mitad de camino.
—Bella, ven con
Renesmee —me pidió Edward—, y algunos amigos...
Respiré hondo. Se me
agarrotó el cuerpo como síntoma de mi oposición a la perspectiva de llevar a la
niña al centro del conflicto, pero confiaba en Edward. Él sabría si Aro
planeaba alguna traición sobre ese punto.
El cabecilla
Vulturis había llevado tres protectores a esa conferencia al más alto nivel,
por lo que decidí hacerme acompañar por otros dos.
"¡A mi! ¡A mi!" dijo Emmett con entusiasmo.
"Probablemente sería mejor elegir a Benjamin. Él sería más útil si
algo va mal" dijo Jasper, pensativo, aunque por supuesto se limitó a decir
que se burlaba de Emmett.
"Ella me va a escoger, lo sé" resopló Emmett. "Además,
soy una excelente opción si algo va mal..." agregó con una sonrisa,
pensando en una pelea entre él y Demetri.
Los elegí en menos
de un segundo.
—¿Jacob? ¿Emmett?
—pregunté en voz baja.
"Ves... te lo dije” sonrió Emmett "Bella cree que soy lo
suficientemente bueno."
Emmett se moría de
ganas de venir.
Todo el mundo se rió.
"Decías" bromeó Jasper.
"Hum..." Emmett hizo un puchero. "Bueno, al menos ella
me conoce."
y Jacob no iba a ser
capaz de quedarse atrás.
Ambos asintieron, y
Emmett lo hizo con una sonrisa de oreja a oreja.
Me flanquearon mientras
cruzaba el campo. Se levantó otro murmullo de descontento entre las filas de la
guardia en cuanto vieron mis elecciones. Era obvio que no confiaban en el
hombre lobo. Aro alzó una mano para acallar de nuevo las protestas.
—Tienes unas compañías de
lo más interesantes —le comentó Demetri a Edward en un cuchicheo.
El interpelado no le
respondió, pero Jacob dejó escapar entre los dientes un sordo gruñido.
Nos detuvimos a unos
pocos metros de Aro. Edward se deshizo del brazo de Aro y se unió a nosotros
con rapidez, tomando mi mano. Se produjo un momento de silencio cuando nos
encontramos unos frente a otros. Félix hizo una leve venia a modo de saludo.
—Hola otra vez,
Bella.
El guardia esbozó
una ancha sonrisa llena de arrogancia mientras vigilaba el movimiento del rabo
de Jacob con su visión periférica.
Edward miró el libro, recordando claramente lo que Félix había dicho
cuando se conocieron en el pasado.
—Hola, Félix
—contesté mientras dedicaba una seca sonrisa al ciclópeo vampiro.
—Tienes buen aspecto
—rió entre dientes—. Te sienta bien la inmortalidad.
—Muchas gracias.
—Bienvenida, es una
pena...
Interrumpió su
comentario a la mitad y quedó en silencio, pero no necesitaba las facultades
telepáticas de Edward para imaginar la frase completa: «Es una pena que vayamos
a matarte dentro de poco».
—Sí, qué pena,
¿verdad...? —murmuré.
Félix pestañeó.
Aro no prestó
atención alguna a nuestro intercambio dialéctico. Ladeó la cabeza con expresión
fascinada.
—Oigo el latido de
su extraño corazón —murmuró con una nota musical en la voz—. Huelo su extraño
efluvio. —Luego, volvió hacia mí sus ojos brumosos—. En verdad, joven Bella, la
inmortalidad te ha convertido en una criatura de lo más extraordinario. Parece
que hubieras estado predestinada a esta vida.
"Tiene razón, pero yo no sé si yo hubiera querido escuchar eso de
él" dijo Alice.
Asentí con la cabeza
en señal de reconocimiento por el piropo.
—¿Te gustó mi regalo?
—preguntó cuando fijó la mirada en mi collar.
—Es hermoso y muy,
muy generoso de tu parte. Gracias. Tal vez debí enviarte una nota de
agradecimiento.
Aro se echó a reír,
encantado.
—Sólo era una
chuchería que tenía por ahí. Me pareció un adorno adecuado para tu nuevo
rostro, como de hecho lo es.
Se produjo un siseo
en el centro de la línea de los Vulturis. Alcé la cabeza para mirar por encima
del hombro de Aro. Mmm. Al parecer, Jane no estaba muy contenta con la idea de
que su señor me hubiera enviado un presente.
"Aw, eso es muy malo" se rió Emmett.
"Por lo general, una Jane enojado sería malo" dijo Jasper,
sonriendo.
"Pero no puedo esperar a ver cómo se ve después de que ella se de
cuenta de lo que Bella puede hacer" dijo Emmett, terminando el pensamiento
de Jasper por él.
Aro carraspeó para atraer
mi atención.
—¿Puedo saludar a tu
hija, adorable Bella? —preguntó con dulzura.
Me obligué a
recordar que esto era lo que habíamos estado esperando. Hice frente a la
urgencia de dar media vuelta y huir con Renesmee. En vez de eso, me adelanté
dos pasos. Mi escudo quedó atrás, como una capa que protegía al resto de mi
familia y dejaba expuesta a mi niña. La sensación era espantosa.
El anciano se reunió
con nosotras, radiante.
—Pero si es...
maravillosa —murmuró—. Como tú y Edward —luego, con voz más alta, saludó—:
Hola, Renesmee.
La niña me miró de
inmediato. Asentí.
—Hola, Aro —contestó
con tono muy formal con esa voz suya, aguda y armoniosa.
El anciano abrió los
ojos, sorprendido.
—¿Qué es la cría?
—masculló Cayo desde su posición en retaguardia, claramente molesto por tener
que formular una pregunta.
"O el hecho de que está fuera de onda" sonrió Emmett.
—Mitad mortal, mitad
inmortal —le anunció Aro a su compañero y al resto de la guardia sin apartar la
mirada de Renesmee, pues seguía fascinado—. Esta neófita la concibió y la llevó
en su vientre mientras todavía era humana.
—Imposible —se burló
Cayo.
—¿Acaso los crees
capaces de engañarme, hermano? —A juzgar por la expresión, Aro se lo estaba
pasando en grande. Cayo dio un respingo.
"Vaya, me pregunto quién está a cargo allí" se rió Emmett.
—¿También es una
treta el latido de su corazón?
Cayo torció el gesto
y se sintió tan mortificado como si las amables preguntas de Aro hubieran sido
bofetadas.
—Obremos con calma y
cuidado, hermano —le advirtió Aro, todavía sonriendo a Renesmee—. Conozco bien
tu amor por la justicia, pero no es preciso aplicarla contra esta pequeña por
razón de su origen, y en cambio es mucho lo que queda por aprender de ella. No
compartes mi entusiasmo por la recopilación de historias, bien que lo sé,
hermano, pero muéstrate tolerante conmigo cuando añada un capítulo que me
sorprende por lo imposible del mismo. Hemos venido esperando sólo justicia y la
tristeza de una amistad traicionada, y ¡mira lo que hemos ganado a cambio! Un
nuevo y deslumbrante conocimiento sobre nosotros mismos y nuestras
posibilidades.
El vampiro le tendió
la mano a la niña, pero no era lo que ella deseaba. Se inclinó hacia delante y
se estiró hasta tocar el rostro de Aro con las yemas de los dedos.
Edward sacudió la cabeza.
"¿Qué más se puede esperar de tu hija?" dijo Emmett.
La reacción del
Vulturis no fue de sorpresa como solía ocurrir cuando Renesmee realizaba su
actuación. Él estaba acostumbrado al flujo de pensamientos y de recuerdos con
otras mentes, al igual que Edward.
La sonrisa de Aro se
ensanchó y suspiró de satisfacción.
—Brillante —musitó.
Renesmee volvió a
mis brazos y se relajó. Su carita estaba muy seria.
—Por favor —le pidió
ella.
—Naturalmente que no
tengo intención de herir a tus seres queridos, mi preciosa Renesmee —respondió
Aro, cuya sonrisa se tornó muy amable.
Hubo muecas y miradas de esperanza en esta frase, como todo el mundo el
reaccionó a ella de manera diferente.
El tono afectuoso y
confortante de su voz me engañó durante un segundo, hasta que oí el rechinar de
dientes de Edward y lejos, detrás de nuestras posiciones, el siseo ultrajado de
Maggie ante semejante embuste.
Ahora sólo había tensión en la sala.
—Me pregunto si...
—comentó Aro con gesto pensativo. No parecía haber tomado conciencia de la
reacción suscitada por su anterior afirmación. El anciano dirigió la vista
hacia Jacob de forma inesperada. Sus ojos no reflejaron el disgusto con que los
demás Vulturis contemplaban al gran lobo, antes bien, reflejaban una añoranza
incomprensible para mí.
"Me pregunto de qué se trata" murmuró Carlisle, pero Edward
no dejó de leer ya que era probable que respondieran a esta pregunta.
—No funciona de ese
modo —contestó Edward con tono desabrido, abandonando la cuidadosa neutralidad
de que había hecho gala hasta ese momento.
—Sólo era una idea
peregrina —repuso el anciano líder mientras valoraba el potencial de Jacob sin
tapujo alguno.
Luego, recorrió con
la mirada las dos líneas de licántropos situados detrás de nosotros. Fuera lo
que fuera que Renesmee le hubiera mostrado, de pronto, los lobos habían
despertado en él un gran interés.
—No nos pertenecen,
Aro. No acatan nuestras órdenes como tú crees. Están aquí por voluntad propia.
"Ah, así que él está interesado en los lobos" dijo Carlisle,
aunque esto no le sorprendió.
Jacob gruñó de forma
amenazadora.
—Sin embargo,
parecen estar muy vinculados a vosotros —repuso Aro—, y leales a tu joven
compañera y a tu... familia. Leales... —su voz acarició el vocablo con
suavidad.
—Ellos se han
comprometido a la protección de la vida humana. Eso hace posible la
coexistencia pacífica con nosotros, pero no con vosotros, a menos que os
replanteéis vuestro estilo de vida.
"Sí, no veo que eso suceda” dijo Emmett.
Aro rió con júbilo.
—Sólo era una idea
peregrina —repitió—. Tú mejor que nadie conoces cómo va esto. Ninguno de
nosotros es capaz de controlar por completo los deseos del subconsciente.
Edward hizo una
mueca.
—Sí, conozco de qué
va la historia, y también la diferencia existente entre esa clase de
pensamiento y el de otro con segundas intenciones. Nunca podría funcionar, Aro.
Jacob movió su
gigantesca cabeza hacia Edward y soltó un débil gañido.
—Está intrigando con
la idea de tener... perros guardianes —contestó Edward con un hilo de voz.
"Apuesto a que si" se rió Emmett.
"No vale la pena el olor" dijo Rosalie.
Se hizo un silencio
sepulcral y al cabo de un segundo un coro de furibundos aullidos procedentes de
toda la manada llenó el enorme claro.
"Hm... no creo que les guste esa idea" se rió Emmett.
Alguien impartió una
seca orden, supuse que sería cosa de Sam, aunque no me di la vuelta para
comprobarlo con la vista, y la protesta se cortó de raíz, dejando que reinara un
silencio ominoso.
—Supongo que eso
responde a la pregunta —admitió Aro con otra risa—. Esta manada ha elegido
bando.
Edward siseó y se
inclinó hacia delante. Le tomé del brazo para retenerle al tiempo que me
preguntaba cuál podía haber sido la ocurrencia de Aro para provocar semejante
reacción en mi marido. Félix y Demetri se deslizaron al unísono para adoptar
posiciones ofensivas. Aro los contuvo con otro gesto de la mano. Todos
volvieron a su postura anterior, Edward incluido.
—Queda mucho por
discutir —concluyo Aro con el tono pragmático de un hombre de negocios— y más
por decidir. Si vosotros y vuestro peludo protector me excusáis, mis queridos
Cullen, he de deliberar con mis hermanos.
"Eso es todo" dijo Edward, entregandole el libro a Emmett.
aaaaaaaaaa gracias gracias gracias andava loca x lo del huracan aca en fl esto me a hecho el dia
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