TE HACES IDEA DE LO MAL QUE VA TODO CUANDO TE SIENTES CULPABLE POR SER MALO CON UN VAMPIRO.
Te haces idea de lo mal que va
todo cuando te sientes culpable por ser malo con un vampiro, leyó Alice.
“Bien,
al menos él va a sentirse culpable esta vez por ser grosero con nosotros”, rió
entre dientes Emmett.
Nadie me esperaba en el porche
para recibir mi informe la siguiente vez que acudí a la casa blanca.
¿Seguían en estado de alerta?
Todo está en calma, pensé con
fastidio.
Enseguida atisbé un pequeño
cambio en un escenario ahora muy conocido: la pila de prendas de colores claros
sobre el escalón más bajo del porche. Alargué el paso para investigar cuanto
antes.
Contuve el aliento, ya que la
pestilencia a vampiro se aferraba a las ropas como una garrapata. Revolví la
pila con el hocico.
“Oh,
querido”, suspiró Esme.
Alguien las había colocado
allí. Eh. Edward debía de haber presenciado mi momento de irritación, cuando
hice trizas los pantalones al salir a toda prisa por la puerta. Bueno, aquello
era un detalle bonito, y de lo más extraño.
“Podemos
ser agradables”, dijo Emmett.
“O
por lo menos algunos de nosotros pueden ser agradables”, corrigió Jasper.
“Si
yo soy malo, entonces tú también”, Emmett puso mala cara.
Anduve con pies de plomo
mientras tomaba la ropa entre los dientes, puaj, y me oculté detrás de los
árboles por si sólo era una bromita de la rubia psicópata y tenía por allí a un
montón de chavalas.
Emmett
resopló “ya quisieras”.
“De
ninguna manera permitiría eso”, dijo Esme bruscamente
“Y
no creo que haría cualquier cosa… incluso algo como esto, por el chucho”, siseó
Rosalie.
Le encantaría ver el pasmo de
mi rostro humano mientras estaba en bolas sosteniendo uno de esos trajes de
playa que llevan las chicas.
Solté la pila de ropa
pestilente y recobré la forma humana una vez estuve a salvo de miradas detrás
de los árboles. Agité las prendas y luego intenté quitarles el olor
golpeándolas contra un árbol. No había duda de que eran prendas de tío:
pantalones de color café y camisa blanca con botones. No parecían muy largas,
pero sí lo suficientemente anchas. Debían de pertenecer a Emmett. Doblé los
puños de la camisa, pero poco podía hacer con el dobladillo de los pantalones.
En fin.
Me vi en la obligación de
admitir que me sentía mejor con ropa,
“Bien”,
sonrió Esme.
incluso aunque oliera mal y no
fuera de mi talla. Resultaba duro no poder siquiera volver a casa y echar mano
a un par de pantalones de chándal usados cuando los necesitas. Otra vez el
asunto de andar sin casa y no tener adonde regresar, ni tampoco posesiones.
Ahora no me preocupaba lo más mínimo, pero lo más probable era que acabara por
ser una lata más pronto que tarde.
Ascendí los escalones del
porche muy despacio, a causa de la fatiga, con mis lujosas ropas de segunda
mano, pero dudé al llegar a la puerta. ¿Debía llamar? Era una estupidez, pues
ellos estaban al tanto de mi presencia. Me pregunté por qué nadie reconocía lo
evidente y me decía «entra» o «piérdete». Me encogí de hombros y entré.
“Porque
no eres digno de nuestra atención, chucho”, sonrió Rosalie.
Encontré más cambios en el
cuarto de estar. Había recuperado la normalidad con respecto a los últimos
veinte minutos. La pantalla de plasma volvía a estar encendida, aunque el
volumen se oía muy bajo. Estaban echando una de esas pelis para tías, pero
nadie la veía. Carlisle y Esme se hallaban de pie junto a las ventanas de la
parte posterior, las que tenían vistas al río, nuevamente abiertas. Alice,
Jasper y Emmett no estaban a la vista, pero escuchaba sus murmullos escaleras
arriba. Bella se hallaba en el sofá, al igual que el día anterior. Le habían
quitado todos los cables, salvo uno, y el gotero estaba detrás del sofá.
Un par de gruesos edredones la
envolvían como la tortilla de trigo a los frijoles y la carne de un burrito.
Junto a su cabeza, Rosalie se sentaba con las piernas cruzadas en el suelo.
Edward se sentaba en el otro
extremo y tenía en el regazo las piernas envueltas en los edredones. El alzó la
vista y curvó levemente los labios a modo de sonrisa cuando yo aparecí, como si
se alegrara de verme.
“Podría
ser el hecho de que Bella está mejorando, ¿no crees?” dijo Emmett.
“Podría”,
sonrió Edward, “Aunque, no sé porque tengo que conseguir sus pies”.
“Porque
ella me gusta más”, dijo Rosalie y todo el mundo resopló a eso. “... ahora”,
ella añadió entonces.
Bella no me había oído.
Únicamente levantó la vista cuando lo hizo su esposo; entonces me dedicó otra
sonrisa.
Lo hizo con verdadera energía
y el rostro iluminado por la felicidad. Ni me acordaba de cuánto hacía que no
mostraba semejante alegría al verme.
¿Por
qué esta tan emocionada de verlo?”, Alice frunció el ceño.
Edward
y Rosalie se estremecieron ante eso, pero nadie dijo nada.
¿Qué le pasaba? Por decirlo
alto y claro: ¡estaba casada! Y más todavía, felizmente casada. Su amor hacia
el vampiro iba más allá de los límites de la cordura, y era incuestionable. Y
también estaba embarazada, embarazadísima.
Por tanto, ¿a santo de qué
venían esos júbilos al verme? A tenor de esa reacción, parecía que le había
salvado el maldito día por el simple hecho de cruzar la puerta.
“Sí…
¿por qué?”, Emmett se rió entre dientes de acuerdo con el cachorro.
Sería mucho más fácil
permanecer lejos si a ella no le preocupara, o mejor aún, si no me quisiera por
allí cerca.
Edward parecía estar de
acuerdo con el hilo de mis pensamientos. Daba la impresión de que, en las
últimas horas, él y yo estábamos en la misma longitud de onda.
“Ah…
¿no es eso precisamente lo que siempre quisiste saber, Eddy?”, Emmett se rió
entre dientes.
“Creo
que se olvida… o tal vez él no sabía, que a menudo tenemos las mismas
preocupaciones cuando se trata de Bella”, dijo Edward.
El vampiro torció el gesto al
estudiar el rostro de su esposa mientras Bella me sonreía resplandeciente.
— Venían
a hablar, nada más —informé, arrastrando la voz a causa de la fatiga—. No
preveo ataque alguno durante los próximos días.
— Sí
—repuso Edward—. He escuchado la mayor parte de la conversación.
La frase me despertó un poco.
El encuentro se había producido a unos cinco kilómetros largos del edificio.
— ¿Cómo
es pos...?
— Ahora
te leo la mente con mayor claridad. Es una cuestión de familiaridad y de concentración.
“Estoy
seguro de que le encanta escuchar eso”, dijo Emmett. “Oh… así que tendrías que
haber escuchado los pensamientos de los otros, también.”
“No
lo sé…no estoy familiarizado con ellos…sería difícil desde lejos”, Edward se
encogió de hombros.
Además, resulta más fácil
sintonizar tus pensamientos cuando adoptas forma humana. He oído casi todo lo
que habéis hablado.
- Ah —me
sentó como una patada en la tripa, y no por un motivo concreto. Me encogí de
hombros—. Bien. No me gusta repetirme.
- Te
diría que durmieras un poco —intervino Bella—, pero supongo que vas a salir por
la puerta en cuestión de seis segundos, así que probablemente pedírtelo no
tenga sentido.
Resultaban asombrosas la gran
mejoría experimentada y la fuerza recuperada. Seguí el olor de sangre fresca
hasta ver otra copa en manos de la enferma. ¿Cuánta habría bebido para
recuperarse? La reserva se les iba a acabar en algún momento. ¿Necesitarían
merodear por el vecindario en busca de más?
Todo
el mundo rodó los ojos.
“Realmente
no tenemos vecinos”, aclaró Emmett.
“Sí…
es por eso que no estamos haciendo lo que cree”, Alice rodó los ojos de nuevo.
“Lo
sé”, convino Emmett.
Me encaminé hacia la puerta, y
mientras andaba, llevaba la cuenta de los segundos en voz alta a fin de que
Bella la oyera.
— Todos
cuentan hasta seis en el arca de Noé: uno... dos... tres...
— ¿Dónde
está el Diluvio, chucho callejero?
— ¿Sabes
cómo se ahoga a una rubia, Rosalie?
“Argh”,
gruñó Rosalie. “Grandioso… bromas de rubias”.
“Sí…
tu siempre las has amado”, Emmett se rió entre dientes.
“No
realmente y no especialmente después de oírlas por centésima vez”, de nuevo
gruñó Rosalie.
—le pregunté sin detenerme ni
volverme a mirarla— Pega un espejo en el fondo de una charca.
Mientras cerraba de un
portazo, llegué a escuchar la risa entre dientes de Edward,
“¿Te
estás riendo de eso, Edward?” Alice sacudió la cabeza. “Esperaría eso de
Emmett, pero no de ti.”
“Debo
estar riéndome de lo que Rosalie está pensando,” explicó Edward.
“Oh…
Eso es aceptable entonces,” Alice sonrió.
cuyos cambios de humor
coincidían exactamente con la evolución de la salud de Bella.
“
¡Caramba!, !qué sorpresa!,” dijo Jasper con sarcasmo.
— Ya lo
había oído —gritó Rosalie detrás de mí.
Bajé con pesadez los escalones
sin otro objetivo que arrastrarme hasta los árboles, lo bastante lejos para que
el aire volviera a ser puro y respirable. Planeé enterrar las ropas a una
distancia conveniente de la casa para un uso futuro, lo cual me convenía más
que atarlas a la pata, pues así tampoco tendría que olerlas. Mientras
jugueteaba con los botones de la camisa, caí en la cuenta de por qué los
engorrosos botones nunca estarían de moda entre los hombres lobo.
Oí las voces mientras caminaba
trabajosamente entre la hierba.
— ¿Adónde
vas? —preguntó Bella.
— Se me
ha olvidado decirle una cosa.
— Deja
dormir a Jacob, lo que sea puede esperar.
Sí, por favor, deja dormir a
Jacob.
“No,
Edward… va a salir y hablar con él,” dijo Rosalie.
“Al
menos sería más interesante que el uso de la ropa de los hombres lobo,” Emmett rio.
“mmm…
eso es algo en lo que pensar” dijo Alice, pensando en la creación de algo de
moda para ellos.
— Será
sólo un momento.
Me volví con lentitud. Edward
ya había salido por la puerta y se acercaba a mí con una expresión de disculpa
escrita en las facciones.
— Bueno,
¿y ahora qué?
— Lo
siento —se excusó. Luego se mostró dubitativo, como si no lograra verbalizar lo
que le pasaba por la cabeza.
¿Qué tienes que decir, lector
de mentes?
— He
estado retransmitiendo a Carlisle, Esme y los demás los pormenores de tu
encuentro con los delegados de Sam —murmuró—. Están preocupados...
— Mira,
no tenemos intención de relajarnos,
¿vale?
“No
estamos preocupados por eso,” dijo Esme.
No tenéis que creerle como
hacemos nosotros, pero en todo caso, vamos a mantener los ojos bien abiertos.
— No,
no, Jacob, no tiene nada que ver con eso. Confiamos en vuestro buen juicio. La
cosa va por otro lado. Las incomodidades por las que ha de pasar tu manada han
causado una gran turbación a Esme, que me ha pedido que hable contigo en
privado.
Eso me pilló en fuera de
juego.
— ¿Incomodidades...?
— Me
refería sobre todo a las privaciones propias de vivir sin un hogar. Le
contraría que estéis tan... desvalidos.
Bufé. La vampiresa resultaba
ser como una gallina clueca con sus polluelos...
“No
es extraño… es maravilloso,” dijo Esme. “Bien, excepto cuando ella les impide luchar
entre sí.”
— Somos
duros. Dile que no se preocupe.
“Eso
no va a funcionar,” dijo Jasper sonriendo.
— Aun
así, le gustaría hacer todo lo posible. Tengo la impresión de que Leah prefiere
no alimentarse en su forma lobuna, ¿es cierto?
— ¿Y
qué...? —inquirí.
— Bueno,
tenemos comida normal en casa, Jacob. La compramos para cubrir las apariencias
y, por supuesto, para Bella. Leah es bienvenida si así lo desea. Todos lo sois.
— Se lo
diré.
— Leah
nos odia.
“Por
lo que no va a tomar nuestra comida, no importa que,” dijo Emmett.
“Bueno,
estoy seguro de que al menos el cachorro tendrá nuestra comida,” dijo Jasper
cuando se dio cuenta que Esme suspiro.
— ¿Y...?
— Pues
intenta transmitirle esta información de una forma que le permita considerarlo
y aceptar, si no te importa.
— Haré
cuanto pueda.
— Y luego está el asunto de la ropa. Bajé la
mirada hacia las prendas que llevaba.
—
Ah, sí, gracias.
Me
daba la sospecha de que no iba a ser muy educado por mi parte mencionarle el
pestazo de su ropa.
“Puesto que estás hablando con
Eddy, acabas de mencionarlo,” Emmett rio entre dientes.
Él esbozó una leve sonrisa.
— Bueno,
nos resultaría muy fácil ayudaros a cubrir ciertas necesidades. Alice rara vez
nos permite vestir la misma ropa dos veces. Tenemos pilas y pilas de prendas
destinadas a las tiendas de ropa y artículos de segunda mano. Además, he
calculado que Leah es del tamaño de Esme, más o menos...
—
No estoy seguro de cómo
va a encajar eso de aceptar ropa usada de los chupasangres. No es tan
pragmática como yo.
“Y eso es decir
algo,”Emmett resopló.
—
Confío en que a la hora
de presentarle la oferta le sabrás dorar la píldora. La oferta se extiende a
cualquier otra necesidad física que podáis tener, como transporte u otra cosa,
como las duchas, dado que preferís dormir al aire libre. Por favor, no os
consideréis privados de los beneficios de un hogar.
Pronunció la última línea en voz baja. Esta vez no
intentaba aparentar calma, quería controlar alguna emoción real.
“¿Y qué tipo de emoción
real sería esa?” murmuró Edward, preguntándose lo que su yo del libro estaba
pensando en ese instante.
Le miré fijamente durante un segundo, bizqueando con sueño.
—
Esto... bueno... Muy
amable de vuestra parte. Dile a Esme que apreciamos la... idea, pero que el río
pasa varias veces por el perímetro, por lo que podemos mantenernos bastante
limpios, gracias de todos modos.
—
En cualquier caso,
apreciaría mucho que informaras de la oferta a tus compañeros.
—
Claro, claro.
—
Gracias.
Me giré para apartarme de su lado, pero me quedé seco como
si me hubiera alcanzado un rayo al oír un débil gemido de dolor procedente de
la casa blanca.
“Bella,” dijo Edward,
sus ojos mostraban preocupación de nuevo.
Rosalie suspiró. Ella
esperaba que las cosas se quedarán tranquilas un poco más que esto.
El vampiro se había esfumado para cuando volví la vista
atrás.
¡¿Qué pasaba ahora?!
Fui tras él, arrastrando los pies como un zombi y usando el
mismo número de neuronas que uno, eso también.
“La misma cantidad que
usas normalmente,” Rosalie murmuró.
Me abrumó la sensación de no tener otra alternativa. Algo
se había torcido y yo debía averiguar qué era. No podría hacer absolutamente
nada y entonces me sentiría todavía peor.
Parecía irremediable.
Me arrastré de nuevo hasta el interior del edificio. Bella
jadeaba, aovillada alrededor de la protuberancia de su vientre. Rosalie la
sostenía mientras Edward, Carlisle y Esme revoloteaban alrededor. Mis ojos
captaron un atisbo de movimiento: era Alice en lo alto de las escaleras, desde
donde miraba el cuarto de estar y mantenía las manos fijas en las sienes.
Resultaba de lo más chocante, era como si tuviera vedada la entrada.
“Esto es raro… ¿por qué
no he estado a su alrededor?” preguntó Alice, sonando sorprendida.
“No lo sé,” dijo
Edward, confundido, como todos los demás. Ellos sabían cuánto se preocupaba
Alice por ella.
“¿Y por qué estoy
presionando mis sienes?” Alice hizo otra pregunta nuevamente, una y otra
vez, nadie respondió.
—
Dame un segundo,
Carlisle —jadeó Bella.
—
He oído un chasquido,
muchacha. He de examinarte.
—
Lo más seguro... Ay...
es que sea una costilla. Oh. Uf. Sí, justo ahí.
Ella señaló un punto del costado izquierdo, teniendo mucho cuidado
de no tocarlo.
“¿Se rompió la
costilla?” Edward gimió.
La cosa había empezado a romperle los huesos.
—
Necesito una placa de
Rayos X. Tal vez queden astillas y no queremos que perforen nada.
Bella respiró hondo.
—
De acuerdo.
Rosalie alzó en vilo a Bella con sumo cuidado. Edward hizo
ademán de discutir, pero su hermana le enseñó los colmillos y gruñó:
—
Ya la llevo yo.
“Vamos, bebé, les estás
quitando todos su derecho de preocuparse a Edward,” Emmet rio.
“Lo siento, Edward”
dijo Rosalie.
Ahora, Bella tenía
más fuerza, pero también el feto. Era imposible hacer morir de hambre a uno sin
que el otro corriera la misma suerte y a la hora de fortalecerlos ocurría lo
mismo. No había victoria posible.
Edward gimió ante eso.
“Realmente desearía que
el chucho dejará de pensar en cosas así”, Rosalie se quejó también.
“Sí… sólo está causando
más dolor a Eddy,” dijo Emmett.
La Barbie llevó escaleras arriba a Bella. Edward y Carlisle
le pisaron los talones. Ninguno de ellos se percató de mi presencia en el
umbral, donde me quedé sin habla.
¿Tenían los Cullen un banco de sangre y una máquina de
Rayos X? Supuse que el doctor se llevaba trabajo a casa.
No me quedaban fuerzas ni para seguirlos ni para marcharme.
Me apoyé sobre la pared y me dejé resbalar hasta el suelo. Me había dejado la
puerta abierta; orienté hacia ella mi nariz, agradecido por el soplo de aire
fresco que se colaba por la abertura. Recliné la cabeza contra el marco y agucé
el oído.
Escuché el zumbido de la máquina de Rayos X en la planta de
arriba. O tal vez sólo fue un sonsonete cualquiera y me imaginé que era eso. En
ese momento, unas pisadas ligeras descendieron por las escaleras. No me molesté
en mirar para saber qué vampiro las bajaba.
—
¿Quieres una almohada?
—me preguntó Alice.
—
No — farfullé.
¿Qué se proponían con esa hospitalidad tan insistente? Se
acercó con sigilo.
“Lo siento. Voy a ser
grosera contigo la próxima vez,” Alice resopló.
—
Esa postura no parece
muy cómoda —observó.
—
No lo es.
—
Entonces, ¿por qué no
te mueves?
—
Estoy reventado. ¿Por
qué no vas al piso de arriba con los demás? —le espeté de inmediato.
—
Por la jaqueca
—respondió.
“¿Dolor de cabeza?”
Alice preguntó y todos los demás parecían confundidos también; los vampiros no
tienen dolores de cabeza.
Apoyé la cabeza en la pared y la giré para observarla.
Alice era realmente menuda. Parecía tener el tamaño de uno
de mis brazos.
Jasper tenía el ceño
fruncido en esta ocasión, a él nunca le gustó ver a su esposa en esta
condición… rara vez sucedía.
—
¿Los vampiros tenéis
jaquecas?
— Los normales, no.
Resoplé. Vampiros normales.
—
¿Cómo es que ya nunca
estás con Bella? —quise saber,
Alice casi sonrió ante
la pregunta. Ella realmente quería saber la respuesta a eso también.
formulando la pregunta con el tono de una acusación. Hasta
ese momento no se me había ocurrido, porque tenía la cabeza muy ocupada con
otros marrones, pero se me hacía extraño que Alice jamás estuviera junto a
Bella. En ese caso, quizá Rosalie no hubiera permanecido con ella.
“No lo creo,” dijo
Rosalie.
“No creo que nadie aquí
piense eso,” Emmett rio entre dientes.
-
Pensé que erais uña y
carne.
Junté dos dedos.
—
Te lo he dicho:
jaqueca.
Se acomodó encima de una baldosa a poca distancia de mí y
rodeó las delgadas piernas con los brazos, no menos finos.
—
¿Bella te provoca
jaqueca?
—
Sí.
“¿Qué?... ¿Cómo?”
pinchó Alice.
“Tal vez estas tratando
de ver algo sobre el embarazo y no puedes,” proporciono Jasper.
“Tal vez” dijo Alice,
“pero entonces ¿por qué entonces no dejo de tratar de ver?”
“Tal vez no tienes otra
opción,” dijo Edward y Alice asintió con la cabeza antes de comenzar a leer de
nuevo.
Torcí el gesto. No estaba para muchas adivinanzas. Dejé
rodar la cabeza a fin de que recibiera el aire fresco y cerré los ojos.
—
En realidad, no es
Bella —rectificó—. Se trata del... feto.
“Entonces, tu estás de
su lado,” Rosalie frunció el ceño.
“Está haciendo daño a
Bella,” suspiró Alice.
Ah, alguien más sentía lo mismo que yo. Y mira que era
fácil de ver. Ella había pronunciado la palabra «feto» a regañadientes, igual
que Edward.
—
No puedo verle —me
hablaba a mí, pero en realidad podría estar conversando consigo misma, como si
yo ya me hubiera marchado—. No veo nada acerca de él. Me ocurre igual que
contigo.
“No me gusta que
compares al chucho con el bebé,” siseó Rosalie.
“Lo siento,” dijo
Alice.
Sentí una sacudida y apreté los dientes. No era plato de mi
agrado verme comparado con la criatura.
—
Bella se ve envuelta
por el influjo del feto, por eso la noto... poco definida, como la imagen de
una tele que recibe mal la señal. Es como intentar fijar los ojos en los
actores borrosos de la pantalla. Verla me hace polvo la cabeza, y no lo soporto
más de unos pocos minutos al día. El feto forma parte importante de su futuro.
Cuando ella decidió... Bella desapareció de mi vista en cuanto supo que quería
tenerlo. Me llevé un susto de muerte.
“Por supuesto que me lo
llevaría… no tendría idea de lo que eso significaba,” dijo Alice.
“¿Por qué no me
avisaste de la falta de visión?,” preguntó Edward.
“No tenía idea de lo
que significaba,” Alice repitió airadamente.
“Correcto… lo siento,”
dijo Edward. “Así que parece que estás tratando de ver lo que va a pasar con
Bella.”
“Y me parece que no
está funcionando,” Alice suspiró.
Alice se mantuvo en silencio durante un segundo, y luego
agregó
—
He de admitir que es un
alivio tenerte cerca a pesar de tu olor a perro mojado. Se borran de mi mente
todas las imágenes. Es como si cerrara los ojos. El dolor de cabeza se
aletarga...
—
Encantado de servirla, señorita
—murmuré.
—
Me preguntó qué puede
tener en común contigo la criatura... No entiendo por qué estáis en la misma
onda.
“Ellos no tienen nada
en común,” siseó Rosalie.
“No puedo ver bien”,
dijo Alice, casi en broma.
Rosalie la miró, pero
no dijo nada.
De pronto, estalló una oleada de calor en el centro de mi
anatomía y tuve que cerrar los puños para controlar los temblores.
—
No tengo nada en común
con ese devorador de vida —repliqué entre dientes.
—
Bueno, ahí hay algo.
No le contesté. El calor empezaba a atenuarse y estaba
demasiado hecho polvo como para continuar enfadado.
—
No te importa que me
siente cerca de ti, ¿verdad? —inquirió.
—
Supongo que no. El
hedor está por todas partes.
—
Gracias —contestó—.
Esta es la mejor cura de todas, supongo, dado que a mí no me hacen efecto las
aspirinas.
“Lo siento mucho tienes
que pasar mucho rato alrededor de ese chucho,” dijo Rosalie.
—
¿Podrías controlarte?
Intento dormir.
Ella no contestó, pero de inmediato se sumió en un silencio
absoluto. Me quedé sopa en cuestión de segundos.
Soñé que me moría de sed y tenía un gran vaso de agua
helada enfrente de mí. La condensación se acumulaba en los lados del
recipiente. Lo agarré y bebí un gran trago, sólo para averiguar enseguida que
no era agua, sino lejía. La escupí de golpe y lo pringué todo. El efluvio se me
metió por la nariz, quemándola hasta hacerme sentir que estaba en llamas.
El dolor nasal me despertó lo bastante como para acordarme
de que me había dormido.
El olor era fuerte si considerábamos que había sacado la
cabeza y tenía la nariz fuera de la casa.
Uf. Había mucho ruido. Alguien se estaba riendo con
demasiada fuerza. Las carcajadas me resultaban familiares, pero no eran de
alguien que estuviera relacionado con ese olor. Ese efluvio no le correspondía.
“¿Qué?” dijo Emmett.
“Creo que está diciendo
que no era un vampiro,” dijo Jasper.
“Así que, ¿Es Bella
entonces?” preguntó Emmett. “aunque ¿no habría dicho que era ella?”
“Quizás no es ella
entonces,” Jasper se encogió de hombros.
“Tal vez es el
cachorro” ofreció Alice.
“Oh… sí, tal vez,” dijo
Emmett.
Gemí y abrí los ojos. Era de día a juzgar por el color gris
apagado del cielo, pero no había indicios para poder determinar la hora. Tal
vez estuviera a punto de anochecer, dada la escasez de luz.
—
Ya iba siendo hora
—murmuró la Barbie no demasiado lejos de allí—. Empezaba a estar harta de la
escandalera de tus ronquidos.
“Eso va a hacer que se
quiera parar,” Emmett rio entre dientes.
Giré sobre mí mismo y me contorsioné para sentarme en el
suelo. Averigüé en el proceso de dónde procedía el hedor. Alguien me había
puesto debajo de la cabeza un cojín de plumas en un probable intento de ser
amable, supuse, a menos que hubiera sido cosa de Rosalie.
“Oh, querido,” dijo
Esme, seguro que ella era la que le había puesto la almohada, con la esperanza
de que estuviera más cómodo…por supuesto Rosalie estaba sonriendo, con la
esperanza de que ella fuera la causa de ese tipo tortura en el chucho.
Percibí otros aromas en cuanto alejé el rostro de la
pestilencia de las plumas. El aire olía a canela y a panceta, todo
entremezclado con el efluvio a vampiro.
Parpadeé mientras intentaba captar la estancia.
Las cosas no habían cambiado demasiado, excepto que ahora
Bella se sentaba en medio del sofá y que le habían quitado las agujas
intravenosas. La rubia se sentaba a sus pies, con la cabeza apoyada en las
rodillas de la embarazada. Era una memez dadas las circunstancias, bien que lo
sabía, pero me seguía dando dentera la forma en que los vampiros tocaban a
Bella. Edward estaba junto a ella y le cogía la mano. Alice se hallaba en el
suelo, de la misma guisa que Rosalie. Su rostro no delataba contrariedad alguna
y era fácil saber el motivo: había encontrado otro «analgésico».
—
Eh, Jake, ven aquí
—cacareó Seth.
“Sip, es el cachorro,”
rio Emmett.
“Alegre como siempre,
también,” Jasper sonrió.
El pequeño de los Clearwater se sentaba al otro lado de
Bella, sobre cuyos hombros le había pasado el brazo con ademán despreocupado.
Sostenía en el rezago un plato de comida lleno hasta los bordes.
¿Qué rayos estaba...?
—
Vino a buscarte —me
aclaró Edward mientras yo me ponía en pie— y Esme le convenció de que se
quedara a desayunar.
“Estoy seguro de que
eso fue difícil de hacer” Emmett rio entre dientes.
Seth me miró a la cara y se percató de mi mosqueo, por lo
que se apresuró a explicarse.
—
Exacto, Jake. Vine a
ver si estabas bien, ya que ni siquiera habías cambiado de fase y Leah empezaba
a estar preocupada. Le dije que probablemente te habrías quedado frito en tu
forma humana, pero ya la conoces. Y claro, bueno, ellos tenían aquí toda esta
comida, y maldita sea —continuó mientras se volvía hacia Edward—, tú sí que
sabes cocinar, tío.
—
Gracias —murmuró el
aludido.
Respiré despacio mientras intentaba calmarme y dejar de
apretar los dientes, pero no era capaz de apartar la vista del brazo de Seth en
torno a Bella.
—
Bella se estaba
quedando fría —expuso Edward en voz baja.
Vale. En cualquier caso, no era de mi incumbencia, ya que
ella no me pertenecía.
“No, ciertamente no lo
hace,” silbó Edward.
Seth escuchó el comentario de Edward, miró mi careto de
malas pulgas y de pronto se acordó de que necesitaba las dos manos para comer.
Retiró el brazo y se puso a manducar con verdadero entusiasmo.
Caminé hasta ponerme a un par de metros del sofá mientras
seguía intentando recobrar la compostura.
—
¿Sigue Leah de
patrulla? —le pregunté a Seth, con voz aún pastosa a causa de la modorra.
—
Sí —contestó él sin
dejar de masticar. El joven Clearwater llevaba también ropas nuevas, y encima
le sentaban mejor que a mí—. Sigue en ello, no te preocupes. Aullará si ocurre
algo. Nos turnamos a eso de la medianoche. He corrido doce horas.
El tono de voz dejaba a las claras cuánto se enorgullecía
de ello.
—
¿Medianoche...? Aguarda
un momento... ¿Qué hora es...?
—
Está a punto de
amanecer —contestó él tras lanzar una mirada por la ventana para asegurarse.
Maldición. Había dormido el resto del día y una noche
entera. No había cumplido mi parte.
—
Mierda. Lo siento
mucho, Seth. De verdad. Deberías haberme despertado de una patada.
“No, todo el mundo es
más feliz cuando estás dormido,” dijo Rosalie.
“¿A pesar de que ronca?”
Emmett se rio entre dientes.
“Es mejor que cuando
está hablando,” Rosalie se encogió de hombros.
—
No, tronco, necesitabas
dormir de verdad. ¿Desde cuándo no te habías tomado un respiro? ¿Desde la noche
que patrullaste para Sam? ¿Lo dejamos en cuarenta horas? ¿Cincuenta? No eres
una máquina, Jake. Además, no te has perdido nada de nada.
¿Nada de nada? Lancé una rápida mirada hacia Bella. Había
recobrado el color y ahora estaba como yo la recordaba: pálida, sí, pero con
esa pincelada sonrosada en la piel y los labios también estaban rosáceos.
Incluso el pelo estaba más lustroso. Me evaluó con la mirada y luego me dedicó
una ancha sonrisa.
—
¿Qué tal la costilla?
—
Vendada y sujeta. Ni
siquiera la siento —me contestó.
Puse los ojos en blanco mientras oía el rechinar de dientes
de Edward. Imaginé que esa actitud de quitarle importancia al asunto le
disgustaba tanto como a mí.
“¿Preferirías que se
quejara todo el tiempo?” siseó Rosalie.
“Al menos entonces
sabría cómo se siente,” murmuró Edward.
“Pero eso solo haría
que te preocuparas más por ella, que a su vez, haría que ella se preocupara más
también,” dijo Rosalie.
—
¿Qué? ¿Qué has
desayunado? —inquirí, un poco sarcástico—. ¿O negativo o AB positivo?
Me sacó la lengua. Volvía a ser ella por completo.
—
Tortilla —contestó,
pero lo hizo con la mirada gacha...
... y vi la copa de sangre entre su pierna y la de Edward.
—Tómate algo de desayuno, Jake —me instó Seth—. Hay un
montón de cosas ricas en la cocina. Debes de estar con el depósito vacío.
Examiné el plato de comida situado encima de su vientre.
Una tortilla de queso ocupaba la mitad del recipiente y la otra mitad, un
rollito de canela del tamaño de un cuarto de Frisbee. Empezó a sonarme el
estómago, pero lo ignoré.
“No parece probable que
acepte la hospitalidad de cualquiera de los dos,” dijo Emmett, y Esme suspiró.
—
¿Qué ha almorzado Leah?
—le pregunté con ánimo censor.
—
Eh, le he llevado
comida antes de probar bocado —se defendió Seth—. Aseguró que prefería comerse
un animal atropellado en la carretera, pero apuesto a que al final cae... Estos
rollitos de canela...
Pareció extraviarse en esas palabras.
“Apuesto a que ella no
lo hizo,” dijo Emmett, “No importa lo bien que oliera.”
—
En tal caso, iré a
cazar con ella.
Seth suspiró mientras me giraba con ánimo de marcharme.
—
¿Tienes un momento,
Jacob?
Era Carlisle quien me lo pedía, por lo cual mi rostro fue
bastante menos irrespetuoso de lo que se habría encontrado cualquier otro que
hubiera pretendido detenerme.
—
¿Sí?
El doctor se me acercó mientras Esme se dirigía a otra
habitación. Carlisle se detuvo un poco más lejos de lo habitual entre dos
humanos que conversan. Le agradecí que me concediera ese espacio.
“Si claro,
probablemente estaba dándose un poco de espacio lejos de ti,” Rosalie siseó y
Carlisle la miró. “Bien… tú le estás dando espacio.”
—
Hablando de caza
—empezó con tono lúgubre—, verás, este tema va a ser de cierta importancia en
mi familia. Doy por hecho que el pacto no es operativo en la situación actual,
por lo cual deseaba pedirte consejo. ¿Nos dará caza Sam fuera del perímetro que
has creado? Nuestro deseo es no correr el riesgo de herir a nadie de tu familia
ni de perder a uno de los nuestros. Si te calzaras nuestros zapatos, o sea, si
estuvieras en nuestro lugar, ¿cómo actuarías?
“¿Por qué molestarse en
preguntarle?” Rosalie rodó los ojos.
“Él sabe lo que están
pensando mejor de lo que nosotros lo hacemos,” dijo Jasper. “Es inteligente
preguntarle.”
Me quedé pasmado y me eché hacia atrás cuando me soltó
aquello. ¿Qué iba a saber yo de las andanzas de los vampiros ni de sus zapatos
de lujo? Bueno, por otro lado, conocía perfectamente a Sam.
—
Corréis un riesgo
—contesté, procurando olvidar que todos los demás habían fijado en mí la
mirada, y seguí hablándole sólo a él—: Ahora mismo, Sam se ha calmado un poco,
pero estoy más que convencido de que en su fuero interno considera el tratado
simple papel mojado. En cuanto se le meta entre ceja y ceja que la tribu u otro
humano cualquiera están en peligro, no se va a cortar un pelo, no sé si me
explico, pero entretanto, su prioridad sigue siendo La Push. Ahora no son tan
numerosos como para vigilar a la gente y al mismo tiempo organizar partidas lo
bastante grandes como para causaros un daño real. Apostaría a que va a mantener
el culo cerca de casa.
Carlisle asintió con ademán festivo.
—
Entonces, supongo que
yo te recomendaría... no cacéis en solitario, sólo por si acaso —continué—. Tal
vez convendría también que fuerais de día, ya que a causa de todas esas
supersticiones sobre los vampiros, esperan que salgáis por la noche. Sois
rápidos, podéis peinar las montañas y cazar lo bastante lejos como para que no
haya ocasión de algún posible encuentro con alguien que Sam haya enviado lejos
de la reserva.
—
¿Y dejar a Bella
desprotegida?
Bufé.
—
¿Qué somos, hígado
picado?
“Yo nunca le pediría
luchar por nosotros,” dijo Carlisle.
“Incluso si no lo
hiciste, no me siento muy cómodo con la reducción de nuestros números,” dijo
Jasper.
Carlisle rió, pero luego su semblante adoptó la seriedad de
antes.
—
No puedes enfrentarte a
tus hermanos, Jacob.
Entorné los ojos.
—
No digo que vaya a ser
fácil, pero seré capaz de detenerlos si vienen con ánimo de matarla.
Carlisle sacudió la cabeza, presa de la ansiedad.
—
No, no, no pretendo
decir que seas incapaz, sino que sería un error muy grave. No puedo tener ese
peso en mi conciencia.
—
El peso estaría en la
mía y no en la suya, doctor, y lo puedo asumir sin problemas.
“Dices eso ahora, pero
si algo terrible sucede…siempre te lamentarías por eso,” dijo Carlisle.
—
No, Jacob. Vamos a
asegurarnos de que nuestras acciones hagan imposible esa situación — frunció el
ceño con gesto caviloso— Iremos de caza de tres en tres —decidió después de un
segundo— Probablemente eso sea lo mejor.
—
Lo dudo, doctor. La
división en dos grupos no me parece la mejor estrategia.
“Actualmente, creo que
es una buena idea,” dijo Jasper. “podríamos proteger y cazar al mismo tiempo”.
—
Contamos con algunos
dones adicionales que igualarán las cosas. Si Edward es uno de los tres
cazadores, es capaz de brindarnos varios kilómetros de seguridad.
“¿De verdad crees que
me gustaría dejar a Bella ahora?” cuestionó Edward.
“No… supongo que no,”
Carlisle suspiró.
Ambos nos volvimos hacia el recién casado. Su expresión
hizo que Carlisle echara marcha atrás enseguida.
—
Y estoy persuadido de
la existencia de otros caminos —apostilló Carlisle, pues quedaba bien a las
claras que, en ese momento, no había fuerza capaz de separar a Edward de Bella—.
Alice, imagino que podrías saber qué rutas debemos evitar, ¿no?
—
Es muy fácil —contestó
ella, asintiendo—, las que desaparezcan de visión.
Emmett se rió en
silencio de eso.
“Al menos estoy
aprendiendo a lidiar con el hecho de que no puedo verlos,” refunfuñó Alice.
Edward se había puesto muy tenso con la primera parte del
plan, pero ahora se relajó bastante. Bella miraba con tristeza a Alice, que
había arrugado el ceño como hacía siempre que estaba estresada.
—
De acuerdo, entonces
—acepté—. Está decidido. Me limitaré a ir por mi cuenta. Seth, te espero de
regreso al anochecer para que puedas dar una cabezada, ¿de acuerdo?
—
Claro, Jake, cambiaré
de fase en cuanto me haya terminado esto. A menos que... —vaciló y se volvió
para mirar a Bella—. ¿Me necesitas?
—
Tiene mantas —le espeté.
“Tú no tienes que estar
celoso del cachorro… estoy seguro de que está tratando de ayudarla,” Emmett rio
silencioso.
“Y prefiero mucho más
que él este allí que tú en su lugar,” murmuró Edward.
—
Estoy bien, Seth,
gracias —se apresuró a decir Bella.
Esme regresó con sus rápidos andares. Traía un plato
cubierto en las manos. Se detuvo con indecisión al llegar junto al codo de
Carlisle y fijó en mi rostro sus enormes ojos oscuros. Me tendió el plato y dio
un paso hacia mí con timidez.
—
Soy consciente de que
la idea de comer aquí te resulta poco apetecible, Jacob, dado que el olor no es
de tu agrado —dijo con voz menos aguda que la de los demás—, pero me sentiría
mucho mejor si te llevaras algo de comida cuando te fueras. Estoy al tanto de
que no puedes volver a casa por nuestra culpa. Por favor, alivia un poco mi
remordimiento. Acepta algo de sustento.
Me tendió el plato con una muda súplica escrita en sus
suaves facciones y no sé cómo lo hizo, porque a pesar de tener una apariencia
de veintitantos años y un rostro blanco marfileño, su expresión de pronto me
recordó a la de mi madre.
Emmett rio entre
dientes. “Ella tiene ese efecto, ¿no?”
Vaya.
—
Eh, claro, claro
—murmuré—. Supongo, bueno, tal vez Leah siga con apetito y tal...
Tomé el plato y lo sostuve con una mano, manteniéndolo lo
más lejos posible, todo cuanto daba de sí mi brazo. Iba a tener que vaciarlo al
pie de un árbol o algo por el estilo. No quería que se sintiera mal.
“Bueno eso no está
ayudando con nuestra Esme,” Emmett rio disimuladamente así como Esme bajo la
cabeza.
“Bien, él está tratando
de no ser grosero por lo menos,” Esme suspiró.
Entonces me acordé de Edward.
¡No le digas ni pío a
Esme! Déjale creer que me lo he comido.
“Desde luego,” dijo
Edward. “Esto solo trastornaría a Esme si lo descubriera.”
No le miré para ver si estaba o no de acuerdo. Más le valía
estarlo. El chupasangre me lo debía.
—
Gracias, Jacob —repuso
Esme con una sonrisa. Cielo Santo, ¿cómo podía tener hoyuelos un rostro de
piedra?
—
Eh, de nada —contesté
con las mejillas al rojo vivo, más calientes de lo habitual.
El problema de alternar con vampiros era que terminabas
acostumbrándote a ellos.
“Parece que nos estamos
acostumbrando a los hombres lobo también,” comentó Jasper.
Rosalie gruñó ante eso.
Y acababas por hacerte un lío en cuanto a la forma de ver
el mundo. Al final, pensabas en ellos como amigos.
“Oh, no… no amigos,”
rio entre dientes Emmett.
—
¿Vas a volver luego,
Jake? —preguntó Bella mientras yo intentaba huir.
—
Eh, no sé.
Frunció los labios para contener una sonrisa.
—
Por favor, ¿y si tengo
frío...?
“Argh,” gruñó Edward.
Inhalé profundamente por la nariz, y en ese instante me di
cuenta de que no había sido una buena idea.
La peste a vampiro se me metió por la nariz. Contraje la
cara a causa del asco.
—
Puede que sí.
—
¿Jacob? —me llamó Esme.
Retrocedí hacia la puerta mientras ella proseguía a unos cuantos pasos de mí—:
He dejado una cesta de ropa en el porche. Es para Leah. Las prendas están
recién lavadas y he procurado tocarlas lo menos posible —frunció el ceño—. ¿Te
importaría llevársela?
“Si su sentido del
olfato es igual de bueno que el nuestro, se necesitaría más de un lavado para
sacar el olor de la ropa,” dijo Jasper.
“Como si eso fuera a
hacer alguna diferencia,” dijo Emmett. “Ella no va a tomar la ropa no importa
que.”
“Cierto,” concedió
Jasper.
—
Enseguida —murmuré.
Acto seguido, me escabullí por la puerta antes de que nadie
me hiciera sentir culpable por algo más.
“Eso es todo,” dijo
Alice, sosteniendo el libro.
“Supongo que podría
intentar leerlo”, dijo Edward, tomando el libro.
Me ha encantado
ResponderEliminarSigue así
Gracias
Gracias, ambas sabemos como es esto, jajaja, es una locura ser fan y no poder obtener mas de lo que te gusta. :)
ResponderEliminarGracias, me alegra que te animarás a continuar con la historia.
ResponderEliminarGracias a ti por el apoyo, es muy importante para mi :).
ResponderEliminarHola buenas tardes, era para saber si ibas a seguir traduciendo la historia? y De antemano muchas gracias por seguirla y espero que la termines T-T estaria muy feliz.
ResponderEliminarPerdona el retraso, había estado muy liada con la Universidad, quita un buen de tiempo, además era Ingeniería y siempre había trabajos que entregar, no me daban respiro, pero ahora ya tengo traducida hasta Eternal Sunrise, solo hace falta que edite los capítulos, los iré subiendo poco a poco.
Eliminargracias por continuarla.
ResponderEliminarAlguien sabe donde leer el libro de jacob?? U.u se los agradecería mucho, gracias
ResponderEliminarLibro de Jacob? Existe uno?
EliminarCreo que se refiere a la parte completa de jacop . Que no lo has puesto desde el principio. Creo que es el capítulo 8 y tú lobttienes al 14
ResponderEliminarTe puedo preguntar donde leer el fanfic completo?
ResponderEliminar