CAPITULO 38: PODER
TRADUCCIÓN: Lorena Espinosa.
"Poder" leyó Jasper.
"No puedo esperar a ver sus caras cuando se enteren de lo que
Bella puede hacer" dijo Emmett sonriendo.
"Em, no podrás ver sus caras... están en un libro" bromeó
Alice.
"Sabes lo que quiero decir" Emmett hizo un puchero.
—Chelsea intenta
romper nuestras ligaduras, pero no logra encontrarlas —me susurró Edward—. No
nos siente aquí —me traspaso con la mirada—. ¿Es cosa tuya?
"Tal vez" dijo Emmett, su sonrisa le hizo gracia.
Le dediqué una
sonrisa fiera.
—He terminado con
todo eso.
De pronto, se apartó
de mi lado y tendió la mano hacia Carlisle. Al mismo tiempo, yo sentí una
punzada muy aguda en el escudo a la altura donde protegía la luz de Carlisle.
No era dolorosa, pero tampoco agradable.
Edward frunció el ceño.
"Estoy seguro de que está bien" dijo Jasper.
"Lo sé... Pero no me gusta oír que ella tuviera alguna molestia"
dijo Edward. "Sin embargo, es mucho mejor que la alternativa a no
protegernos.”
—¿Estas bien,
Carlisle? —pregunto Edward, fuera de sí.
—Si, ¿por qué...?
—Por Jane —respondió
mi esposo.
Esme dejó escapar un silbido.
Una docena de
ataques punzantes chocaron contra la superficie del escudo en cuanto pronunció
su nombre. Doce brillos marcaron las diferentes zonas del impacto. Al parecer,
la menuda vampira no había sido capaz de atravesar mi blindaje. Miré a mi
alrededor de inmediato: todos estaban bien.
"¡Asombroso!" Jasper sonrió, y su buena sensación era
contagiosa.
—Increíble —comento
Edward.
—¿Por qué no han
esperado a la decisión? —siseó Tanya.
—Es el procedimiento
habitual —le respondió Edward con brusquedad—. Suelen incapacitar a los
acusados en el juicio a fin de impedirles la escapatoria.
"Qué bonito de su parte" dijo Emmett con amargura.
Miré al otro lado
del claro. Jane contemplaba nuestras líneas con incredulidad e ira. Yo estaba
muy segura de que nadie había aguantado de pie ni uno de sus feroces asaltos, a
excepción de mí.
Nadie lo había
deducido todavía, pero sabía que Aro iba a tardar medio segundo en suponer, si
es que no lo había hecho ya, que mi escudo era mucho más poderoso de lo que él
conocía a través de Edward. Era absurdo creer que podía mantenerlo en secreto
cuando ya me habían dibujado una diana en la frente, por lo que le dediqué a
Jane una enorme sonrisa de presunción.
"Así se hace, pequeña hermana" se rió Emmett con orgullo.
"No sé si eso sea bueno" dijo Edward preocupado.
"A quién le importa... ¡se está volviendo brillante!" dijo
Emmett, sin dejar de reír.
Ella entornó los
ojos y sentí la presión de otra punzada, ésta lanzada directamente contra mí.
Retiré los labios
para enseñarle los dientes.
Jane profirió un
grito penetrante, sobresaltando a todos, incluso a los componentes de la
disciplinada guardia; a todos, menos a los tres ancianos, quienes siguieron
centrados en su conferencia. Su gemelo la aferró por el brazo para retenerla
cuando se agachaba para tomar impulso y saltar.
Los rumanos
comenzaron a reír entre dientes como muestra de su sombría expectación.
—Te dije que era
nuestro turno —le recordó Vladimir a Stefan.
—Tú sólo mira la
cara de la bruja —le contestó el otro entre risas.
Emmett se reía con ellos.
Alec palmeó con
suavidad el hombro de su hermana antes de ampararla bajo el brazo. Volvió hacia
nosotros su angelical rostro y nos miró con gran serenidad.
Esperé alguna
presión o indicio de su ataque, pero no noté nada. Él continuó con la vista
clavada en nosotros sin descomponer las agraciadas facciones. ¿Nos estaba
atacando? ¿Sería capaz de atravesar el escudo? ¿Era la única que aún podía
verle? Apreté la mano de Edward.
"No te preocupes, nada de eso está sucediendo" dijo Edward,
pero él no sabía lo que estaba ocurriendo tampoco.
—¿Te encuentras
bien? —pregunté con voz ahogada.
—Sí —me contestó él.
—¿Lo está intentando
Alec? —Edward asintió.
—Su don opera más
despacio que el de Jane. Se desliza... Va a tardar en llegar todavía unos
segundos.
Entonces, en cuanto
tuve una pista de lo que debía buscar, conseguí localizarlo.
Una extraña neblina relumbrante
iba cruzando por encima del prado. Apenas era visible por culpa del blanco de
la nieve. Me recordó a un espejismo: una leve distorsión de la vista, la
insinuación de un resplandor débil. Alejé un poco la barrera de protección de
Carlisle y el resto de la primera línea, temerosa de mantenerla cerca de ellos
cuando se produjera el impacto de la calima deslizante. ¿Qué ocurriría si
atravesaba mi blindaje intangible? ¿Debíamos echar a correr?
"En serio, ¿cómo ayuda su don si se mueve tan lento?" Emmett
se burlaba. "Me gustaría pensar que la gente lo veía venir y se iba."
Un murmullo sordo
recorrió el suelo que pisábamos y un golpe de aire alborotó la nieve del
espacio intermedio existente entre nuestras fuerzas y las del enemigo. Benjamín
también había visto la amenaza reptante y ahora intentaba alejar la niebla de
nuestra posición. La nieve permitía ver con más facilidad cómo lanzaba un soplo
de brisa tras otro contra la nube de vaho, pero ésta no se resentía en modo
alguno del embate de los mismos. Parecía airecillo pasando de forma inofensiva
por encima de una sombra, y la sombra era inmune a los efectos del vientecillo.
"Lo que significa que todo está en tu mente, y no tendrá ningún
efecto sobre ti" dijo Jasper con confianza.
Los ancianos se
separaron al fin, deshaciendo esa formación en triángulo, cuando en medio de un
quejido desgarrador, se abrió una brecha honda y estrecha en la mitad del
claro. La tierra tembló bajo mis pies durante unos instantes. Parte de la nieve
acumulada cayó en picado al interior de la abertura, pero la niebla saltó
limpiamente el obstáculo, del que salió tan incólume como del viento.
Aro y Cayo
contemplaron la fisura abierta en la tierra con ojos como platos. Marco miró en
la misma dirección, pero sin emoción alguna en su expresión.
No despegaron los
labios y se pusieron a esperar también mientras la lengua de niebla se acercaba
hasta nosotros. Jane había recobrado la sonrisa.
Entonces la calima
se topó con un muro.
La noté en cuanto
rozó mi escudo. Tenía un sabor denso y muy dulce, hasta resultar empalagosa. Me
recordó en cierto modo ese embotamiento de la lengua tan característico de la
novocaína.
"Interesante" dijo Carlisle, comenzando a preguntarse lo que
cada uno sentía y cómo los diferentes dones algunos de los otros los afectaría.
La lengua de vaho
culebreó arriba y abajo en busca de una brecha, de una debilidad en mi dique
defensivo, y no lo logró. Los zarcillos fuliginosos rasparon de un lado para
otro en su intento de hallar una vía, un acceso, y en el proceso dejaron
entrever el sorprendente tamaño de la pantalla protectora.
Se levantó una
oleada de gritos sofocados y exclamaciones a ambos lados de la fisura abierta
por Benjamín.
—¡Bien hecho, Bella!
—me felicitó éste en voz baja.
Volví a sonreír.
Llegué a ver los
ojos entrecerrados de Alec, y cuando su neblina se arremolinó cerca de los
límites de mi escudo, totalmente inofensiva, leí la duda en las facciones de su
cara por vez primera.
"No entiendo cómo puede estar tan sorprendido. Deben haber pensado
que ella sería capaz de detenerlo" dijo Emmett. "Y por el hecho de
que Jane no era capaz de hacer daño a nadie, sería probable que todo el mundo
este protegido, también. Por supuesto que sería un fracaso al igual que todos
los demás dones."
"Lo que digas, Em, pero sabes que estás sorprendido también"
se rió Jasper entre dientes.
Supe entonces que
podía con esto y también que me había convertido en el objetivo prioritario del
enemigo, la primera que debía morir,
Edward gruñó y el buen humor de todo el mundo desapareció.
"Sólo tenía que señalar eso, ¿verdad?" se quejó Alice.
pues nosotros
podríamos resistir en una posición de superioridad con respecto a los Vulturis
siempre que yo permaneciera en píe. Además de mi persona, seguíamos contando
con el concurso de Benjamín y Zafrina, mientras que ellos ya no tenían ningún
otro sostén sobrenatural. Y así iba a ser mientras no me aniquilaran.
—Debo mantener la
concentración —le confié a Edward con un hilo de voz—. Va a ser más difícil
escudar a la gente adecuada cuando llegue el mano a mano.
—Yo los apartaré de
ti.
—No, tú has de
encargarte de Demetri. Zafrina los mantendrá alejados de mí.
Edward hizo una mueca.
"Ella sería mejor ayudar" dijo Jasper. "Con su don,
sería más difícil llegar a Bella."
"Está bien" dijo Edward entre dientes, obviamente, no
contento con esto.
Ella asintió con
gesto solemne.
—Nadie tocará a esta
joven —le prometió a Edward—. Tenía pensado ir a por Jane y Alec yo misma, pero
aquí voy a hacer mejor papel.
—Jane es cosa mía
—masculló Kate—. Necesita probar un poco de su propia medicina.
—Y Alec me debe
demasiadas vidas, así que voy a ajustarle las cuentas — refunfuñó Vladimir en
el otro costado—. Déjalo de mi mano.
—Yo sólo quiero a
Cayo —dijo Tanya sin vida alguna en la voz.
El resto de los
nuestros empezaron también a repartirse los adversarios,
"No dice con quien voy a luchar" hizo un puchero Emmett.
"Y están hablando de todos los buenos."
"Bueno, deberías haber hablado antes si querías uno bueno" se
encogió de hombros Edward.
pero enseguida se
vieron interrumpidos por Aro que al fin habló con calma, sin parecer muy
afectado por la ineficacia de la neblina.
—Antes de votar...
—empezó. Sacudí la cabeza con rabia. Estaba harta de aquella charada. El ansia
de sangre me impelía de nuevo y me fastidiaba mucho que mi mejor forma de
ayudar me exigiera mantenerme en la retaguardia. Quería luchar.
Emmett sonrió.
—No tiene por qué
haber violencia sea cual sea la decisión del concilio, os lo recuerdo.
"¿Qué... te preocupa?" sonrió Emmett.
Edward soltó una
sombría carcajada.
Aro le miró con
tristeza.
—La muerte de
cualquiera de vosotros sería una pérdida lamentable para nuestra raza, pero
sobre todo en tu caso, joven Edward, y en el de tu compañera neófita. Los
Vulturis acogeríamos de buen grado a muchos de vosotros en nuestras filas.
Bella, Benjamín, Zafrina, Kate. Se os ofrecen muchas alternativas.
Consideradlas.
"Sí, eso es una oferta tan brillante" dijo Emmett con
sarcasmo. "Quiero inscribirse para que mi voluntad sea borrada, y funcione
para villanos malvados que tratan de actuar como los buenos."
Chelsea intentó
predisponer favorablemente nuestros ánimos, pero se estrelló impotente contra
la barrera de mi blindaje. Aro recorrió nuestras filas en busca del menor
indicio de vacilación, mas, a juzgar por su expresión, sólo encontró resolución
en nuestros ojos.
Yo sabía lo mucho
que deseaba retenernos a Edward y a mí, para recluirnos, tal y como había
esperado hacer con Alice, pero aquella lucha era demasiado grande. No podía
ganar mientras yo viviera. Estaba muy contenta de tener tanto poder que no le
quedara más remedio que matarme.
Edward, por el contrario, no se veía contento en absoluto con esas
noticias.
—En tal caso,
votemos —concluyó con aparente renuencia.
—La cría es una
incógnita y no existe razón para tolerar la existencia de semejante riesgo —se
apresuró a contestar Cayo—. Debemos destruirla a ella y a todos cuantos la
protejan.
Se puso a la
expectativa y sonrió.
Marco alzó sus ojos
colmados de desinterés y pareció taladrarnos con la mirada mientras emitía su
voto.
—No veo un peligro
tan inmediato. La chica es bastante segura por ahora. Siempre podemos evaluarla
otra vez más adelante. Dejémosles ir en paz.
Su voz era incluso
más débil que los suspiros etéreos de sus hermanos.
Ningún miembro de la
guardia relajó el ademán a pesar de esa discrepancia. La sonrisa de
anticipación de Cayo no se alteró lo más mínimo. Era como si Marco no hubiera
dicho absolutamente nada.
"¿Por qué esta allí, en ese caso?" preguntó Emmett.
"Él no tiene más opción que la guardia" se encogió de Jasper.
"Además, yo supongo que Aro lo quería allí para ver lo fuerte que eran
nuestros lazos."
—Mío es el voto
decisivo, o eso parece —musitó Aro.
De pronto, Edward se
irguió a mi lado.
—¡Sí! —siseó.
"¿Sí?" todo el mundo repitió, confundido.
"¿Que pasó?" preguntó Emmett. "¿Me he perdido
algo?"
"Estoy seguro de que todos lo vamos a saber muy pronto" dijo
Jasper.
Me arriesgué a
mirarle de refilón. Su rostro refulgía con una expresión de triunfo que no alcanzaba
a comprender. Se asemejaba a la que podría tener el Ángel Exterminador el día
que el fuego redujera el mundo a cenizas. Hermoso y aterrador.
"Bueno, creo que siempre debes sonreír así, Eddy" rió Emmett.
La guardia reaccionó
al fin y entre sus miembros se oyó un murmullo incómodo.
—¿Aro? —le llamó
Edward a voz en grito y con una nota casi triunfal en la voz.
El líder Vulturis
vaciló y antes de responder se tomó unos momentos para evaluar con precaución
este nuevo estado de ánimo.
—¿Sí, Edward? ¿Tienes
algo más...?
—Tal vez —repuso mi
esposo, controlando aquel entusiasmo inexplicable—, pero antes, ¿te importa si
clarifico un punto?
—En absoluto
—contestó Aro, que enarcó una ceja y habló con un tono de voz que sólo dejaba
entrever un interés cordial.
Apreté los dientes.
Cuanto más amable se mostraba, más peligroso era ese Vulturis.
—Según tú, el
peligro potencial de mi hija radica en nuestra imposibilidad para determinar en
qué va a convertirse cuando haya terminado su desarrollo. ¿Es ése el quid de la
cuestión?
Alice de repente empezó a sonreír; tenía la sensación de que sabía
hacia dónde se dirigía.
Edward también estaba sonriendo.
"¿Qué?" preguntó Emmett.
"Ya verás" dijeron juntos.
—Exacto, amigo mío
—convino Aro—. Si pudiéramos estar completamente seguros de que cuando crezca
va a ser capaz de mantenerse a salvo del mundo humano y no poner en peligro la
seguridad de nuestra reserva... –dejó la frase en suspenso y se encogió de
hombros.
—Bueno, pero si
pudiéramos conocer con certeza cómo va a ser de mayor, ¿habría necesidad de un
concilio y todo lo demás? —sugirió Edward.
—Si hubiera alguna
forma de tener una certeza absoluta —admitió Aro con una voz tan suave que daba
escalofríos. No veía adonde quería llevarle Edward, y la verdad, yo tampoco—,
entonces, sí, no habría nada que debatir.
—Y entonces nos
marcharíamos todos en paz y tan amigos como siempre, ¿no? — preguntó Edward con
una nota de ironía en la voz.
Más escalofríos.
—Por supuesto, mi
joven amigo. Nada me complacería más.
"Sí, claro" Emmett rodo los ojos.
"Podría estar diciendo la verdad" dijo Jasper. "Al menos
yo creo que esta un poco preocupado para luchar, ahora que ha visto lo que
Bella puede hacer."
Edward soltó entre
dientes una risita exultante.
—En tal caso, tengo
algo que ofrecerte.
"¿Cómo puedes tener más que ofrecer, de repente?" preguntó
Carlisle.
Después de una mirada de Alice, Jasper empezó a leer de nuevo, no
permitiendo que cualquiera pueda responder a eso.
Aro entornó los ojos
y replicó:
—Ella es única. Sólo
podemos aventurar en qué se va a convertir.
—No tan única
—discrepó mi marido—, poco común, sin duda, pero no es la única de su especie.
"¿Como sabes eso?" repitió Carlisle una y otra vez Jasper
empezó a leer, pero podía sentir la esperanza que todo el mundo se sentía y
estaba seguro de que todos estaban pensando lo mismo que él.
Reprimí la sorpresa.
De pronto, la esperanza cobraba vida y eso suponía una peligrosa distracción,
pues aquella neblina de apariencia mórbida seguía enroscándose cerca de mi
escudo, en cuya superficie noté una punzante presión mientras me esforzaba por
recuperar la concentración.
—Esto..., Aro,
¿tendrías la bondad de pedirle a Jane que dejara de atacar a mi esposa? Todavía
estamos discutiendo las pruebas.
El cabecilla alzó
una mano.
—Paz, queridos míos.
Oigámosle.
La presión
desapareció. Jane me enseñó los colmillos y yo no fui capaz de contenerme, así
que le devolví la más ancha de las sonrisas.
Emmett se rió de esto otra vez.
—¿Por qué no te unes
a nosotros, Alice? —pidió Edward en voz alta.
Alice sonrió y todos aplaudieron. La sala se llenó de aplausos y risas
durante más de un minuto antes de que todos se tranquilizaran.
"¡Estoy tan contenta de que estés de vuelta!" sonrió Esme a Alice.
"Y nunca quiero que te vayas así de nuevo... incluso si es por una buena
causa."
"Está bien" Alice estuvo de acuerdo.
"Así que parece que fuiste a averiguar sobre la leyenda del otro
híbrido" dijo Carlisle. "Y lo más importante, parece que has
encontrado lo que estabas buscando."
"Por supuesto que sí. Yo nunca te defraudaría" sonrió Alice.
"Jazz, creo que deberías comenzar a leer de nuevo. Carlisle está muriendo,
obviamente, para escuchar lo que viene a continuación."
Jasper se rió entre dientes y luego se puso a leer.
—Alice —susurró
Esme, asombrada.
«¡Alice!»
¡Alice, Alice,
Alice!
—¡Alice, Alice!
—murmuraron otras voces a mi alrededor.
—Alice —exhaló el
líder Vulturis.
"Bueno, parece que todo el mundo sabe su nombre" se rió
Emmett.
"Por supuesto que sí" dijo Alice con aire de suficiencia.
Me embargaron el
alivio y una alegría descomunal. Necesité toda mi fuerza de voluntad para
mantener en alto el escudo. Los zarcillos fuliginosos seguían probando suerte
en su búsqueda de puntos débiles y Jane lo vería en el acto si llegaba a
encontrar algún hueco.
Entonces, los
escuché atravesar el bosque a la carrera. Acortaban la distancia en silencio y
lo más deprisa posible.
Ambos bandos
permanecieron inmóviles y expectantes. Los testigos de los Vulturis torcieron
el gesto y se mostraron confusos.
Alice apareció en el
claro desde el sureste con esos elegantes movimientos suyos de bailarina. El
éxtasis de ver su rostro de nuevo estuvo a punto de derribarme. Jasper, cuyos
ojos destellaban con fiereza, le pisaba los talones. Junto a ellos corrían tres
desconocidos.
El primero era una
mujer de cabellos negros, alta y musculosa. Obviamente, se trataba de Kachiri.
Tenía esas extremidades largas tan características de las amazonas, más
pronunciadas incluso.
La siguiente era una
vampira de tez olivácea con una larga coleta de pelo negro agitándose sin cesar
a su espalda. Sus ojos de intenso color borgoña iban de un lado para otro,
recorriendo con un pestañeo nervioso los preparativos bélicos.
El último era un
joven de piel morena y brillante. Sus movimientos al correr no eran tan rápidos
ni tan elegantes como los de sus acompañantes. Examinó el gentío congregado con
unos ojos de color muy semejante a la madera de teca. Tenía el pelo negro y lo
llevaba recogido en una coleta, al igual que la mujer, pero no tan larga. Era
muy guapo.
"Yo tendría que adivinar que es el híbrido" dijo Edward.
"Y mira, es un muchacho, Eddy" sonrió Emmett. "Tal vez
él será otro pretendiente de Nessie."
"¡Cállate!" dijo Edward entre dientes.
Las ondas sonoras de
un nuevo eco se extendieron entre los miembros de la expectante multitud, era
el sonido de otro corazón palpitando más deprisa a causa del ejercicio.
Alice esquivó de un
brinco los zarcillos de la neblina, que ya estaba disipándose, y se ladeó para
atravesar mi escudo y culebrear hasta detenerse al lado de Edward. Estiré una
mano para tocarle el brazo, y lo propio hicieron Edward, Esme y Carlisle. No
había tiempo para mayores bienvenidas. Jasper y los demás la siguieron a través
de mi escudo.
Los guardias
observaron con gesto pensativo cómo los recién llegados cruzaban la invisible
barrera sin dificultad alguna. Los de tez morena, Félix y los que eran como él,
se concentraron en mi blindaje con esperanzas renovadas. No estaban seguros de
lo que podía repeler mi escudo, pero ahora tenían claro que no frenaba un
ataque físico,
Jasper hizo una mueca; él habría preferido que no supieran eso. Se les
habría hecho un poco más dudoso al principio.
"Relajate Jazz, creo que todo debería estar bien ahora" dijo
Edward con confianza.
por lo cual me
convertirían en el único blanco de su ataque relámpago en cuanto Aro diera la
orden de arremeter. Me pregunté a cuántos podría cegar Zafrina y si eso iba a
ralentizarlos lo suficiente para que Kate y Vladimir borraran del tablero a
Jane y Alec. Eso era cuanto podía pedir.
Edward se envaró,
furioso al leer los pensamientos del enemigo, a pesar de lo muy concentrado que
estaba en el golpe de mano. Se controló antes de hablar.
Ahora era el turno de Edward de hacer una mueca.
—Mi hermana ha buscado
sus propios testigos durante semanas —le dijo al anciano líder— y no ha
regresado con las manos vacías. ¿Por qué no nos los presentas, Alice?
—El momento de los
testimonios ha pasado —refunfuñó Cayo—. Dinos tu voto, Aro.
El aludido alzó un
dedo para acallar a su hermano y clavó los ojos en el rostro de Alice,
"Eh... eso es un poco escalofriante" murmuró Alice, no le
gustaba lo que estaba segura de que estaba pensando.
que se adelantó un poco y presentó a los
desconocidos.
—Ésta es Huilen y él, su sobrino Nahuel.
Me sentí como si nunca se hubiera marchado al
oír su voz.
Cayo entornó los ojos cuando Alice hizo
mención del parentesco existente entre los recién llegados y los testigos de
los Vulturis susurraron entre ellos. Todos percibían el cambio operado en el
mundo de los vampiros.
—Testifica, Huilen —ordenó Aro—. Di lo que debas decir.
La menuda mujer contempló a Alice con algo de nerviosismo
y ésta le dedicó un asentimiento para infundirle coraje. Kachiri apoyó su
enorme mano sobre el hombro de la pequeña vampira.
—Me llamo Huilen —anunció la mujer con una
dicción clara aunque marcada por un acento extranjero. Mientras continuó, se
hizo evidente que se había preparado a fondo, había practicado para contar
aquella historia que fluía con el ritmo propio de una canción infantil.
Los ojos de Carlisle estaban ahora llenos de curiosidad que siempre
venía a él cuando escuchaba algo nuevo.
—Hace siglo y medio, yo vivía con mi tribu,
los mapuches. Mi hermana tenía una piel blanca como la nieve de las montañas y
por ese motivo mis padres la llamaron Pire. Era muy hermosa, tal vez demasiado.
Un día me contó que se le había aparecido un ángel en el bosque y que acudía a
visitarla por las noches. Yo la previne, por si los cardenales de todo el
cuerpo no fueran suficiente aviso. — Huilen sacudió la cabeza con melancolía—.
Se lo advertí, era el libishomen de nuestras leyendas, pero ella no me
hizo caso. Estaba como hechizada.
Edward frunció el ceño, pensando en cómo Bella estaba cubierta de
hematomas.
"Espera, ¡esto fue un siglo y medio atrás!" dijo Emmett.
"¡Y aún está vivo!" exclamó Rosalie.
"Eso significa que..." comenzó Carlisle.
"¡Renesmee va a estar bien!" terminó Edward, con su sonrisa
más grande y más genuina de lo que había sido nunca.
»Cuando estuvo segura de que la semilla del ángel oscuro
crecía en su interior, me lo dijo. No intenté desanimarla de su plan de
escapar, pues sabía que nuestros padres iban a estar más que predispuestos a
destruir al fruto de su vientre, y a Pire con él. La acompañé a lo más profundo
del bosque, donde buscó en vano a su ángel demoníaco. La cuidé y cacé para ella
cuando le fallaron las fuerzas. Pire comía la carne cruda y se bebía la sangre
de las piezas. No necesité de más confirmación para saber qué clase de criatura
crecía en su vientre. Yo albergaba la esperanza de salvarle la vida antes de
matar al monstruo.
»Pero ella sentía verdadera adoración por su
hijo. Le llamaba Nahuel en honor al gran felino de la selva. La criatura se
hizo fuerte al crecer y le rompió los huesos, y aun así, ella le adoraba.
"Bueno, todo esto suena muy familiar" dijo Emmett y Edward se
estremeció.
»No logré salvar a
Pire. El niño se abrió paso desde el vientre para salir. Ella murió desangrada
enseguida y no dejó de pedirme todo el tiempo que me hiciera cargo de Nahuel.
Fue su último deseo, y accedí, aunque él me mordió mientras intentaba sacarle
del cuerpo de su madre. Me alejé dando tumbos para esconderme a morir en la
selva. No llegué demasiado lejos, pues el dolor era insoportable. El niño
recién nacido gateó entre el sotobosque, me encontró y me esperó. Desperté
cuando el dolor había cesado y me lo encontré aovillado junto a mí, dormido.
"¿Ella cambio?" dijo Carlisle. "Interesante, eso significaría
que Nahuel es venenoso."
»Cuidé de él hasta
que fue capaz de cazar por su cuenta. Cobrábamos nuestras piezas en las villas
próximas al bosque donde habíamos instalado nuestra morada. Nunca nos hemos
alejado de nuestro hogar hasta ahora, pero Nahuel deseaba conocer a la niña.
"Me imagino" dijo Carlisle. "Me gustaría saber más
acerca de alguien que es como yo."
"Creo que te gustaría saber más acerca de todo" señaló Emmett.
Huilen inclinó la cabeza a modo de reverencia
y retrocedió hasta quedar casi oculta detrás de Kachiri.
Aro frunció los labios y miró al joven de tez
bronceada.
—¿Tienes ciento cincuenta años, Nahuel?
—preguntó.
—Década más o menos, sí —respondió con voz
cálida e increíblemente hermosa. Hablaba sin apenas acento—. No llevamos
registros.
—¿A qué edad alcanzaste la madurez?
—Fui adulto a los siete años, más o menos.
"Siete años" dijo Edward casi con tristeza, deseando tener
más tiempo, pero no pudo detener su sonrisa.
"Ella va a vivir para siempre" dijo Rosalie. "Y nos
aseguraremos de que podamos sacar el máximo provecho de su infancia."
—¿Y no has cambiado
desde entonces?
—No que yo haya
notado —contestó Nahuel encogiéndose de hombros.
Noté el repentino
temblor de Jacob. No quería pensar en eso, aún no. Iba a esperar a que pasara
el peligro y pudiera concentrarme.
—¿Y qué me dices de
tu dieta? —quiso saber Aro, que se mostró interesado incluso a su pesar.
—Me nutro de sangre
casi siempre, pero también tomo comida humana y puedo sobrevivir sólo con eso.
—¿Eres capaz de
crear a otro inmortal? —preguntó el Vulturis con voz de repente muy intensa al
tiempo que hacía una señal hacia Huilen. Me concentré en el escudo, temerosa de
que únicamente estuviera buscando otra excusa.
—Yo, sí, pero no es
el caso de las demás.
"¡Demás!" dijo Carlisle.
Un murmullo de asombro
recorrió los tres grupos y Aro enarcó las cejas de inmediato.
—¿Las demás...?
—Me refiero a mis
hermanas —explicó con un nuevo encogimiento de hombros.
Aro le miró como un
poseso antes de lograr recobrar la calma.
—Quizá fuera mejor
que nos contaras el resto de tu historia, pues me da la impresión de que hay
más por saber.
Nahuel puso cara de
pocos amigos.
—Mi padre vino a
buscarme unos años después de la muerte de mi madre. —El desagrado le desdibujó
un tanto las facciones—. Estuvo encantado de localizarme. — El tono del
narrador dejó claro que la satisfacción no era mutua—. Tenía dos hijas, pero
ningún hijo, y esperaba que me fuera a vivir con él, tal y como habían hecho
mis hermanas.
"’¡Él dejó a su hijo por su propia cuenta durante años!" dijo
Esme con vehemencia.
»Le sorprendió que
no estuviera solo, ya que el mordisco de mis hermanas no era venenoso, pero
quién puede saber si eso es cuestión de sexo o de puro azar... Yo ya había
formado una familia con Huilen y no estaba «interesado» —deformó la palabra al
pronunciarla— en efectuar cambio alguno. Le veo de vez en cuando. Ahora, tengo
otra hermana. Alcanzó la madurez hará cosa de diez años.
—¿Cómo se llama tu
padre? —masculló Cayo.
—Joham —contestó
Nahuel—. El tipo se considera una especie de científico y se cree que está
creando una nueva raza de seres superiores.
No intentó ocultar
el disgusto de su voz.
Todos los demás no podían ocultar su disgusto tampoco.
"Eso es terrible" dijo Esme. "Y él los deja solos... no
se preocupa por las mujeres que mueren dando a luz a sus hijos."
Cayo me miró.
—¿Es venenosa tu
hija? —preguntó con voz ronca.
—No —respondí.
Nahuel alzó
bruscamente la cabeza al oír la pregunta del líder Vulturis. Sus ojos de teca
buscaron mi rostro.
Cayo miró a Aro en
busca de una confirmación, pero el anciano se hallaba absorto en sus
pensamientos. Frunció los labios y su mirada se posó en Carlisle, en Edward y
por último en mí.
—Encarguémonos de
esta aberración y vayamos luego al sur, por el otro —urgió a Aro con un
gruñido.
"No, no te hara caso ahora" dijo Jasper. "Van a sufrir
lesiones de gravedad, si no son derrotados, si tratas de luchar contra nosotros."
Aro clavó sus ojos
en los míos durante un momento interminable y de gran tensión. No tenía ni idea
de qué andaba buscando ni de lo que había encontrado, pues algo había cambiado
en su rostro. La sonrisa de sus labios se había alterado, y también el brillo
de sus ojos. Había adoptado una decisión, lo supe en ese instante.
—Hermano —contestó
Aro con voz suave—, no parece haber peligro alguno. Estamos ante un desarrollo
inusual, pero no veo la amenaza. Da la impresión de que estos niños
semivampiros se parecen bastante a nosotros.
—¿Es ése el sentido
de tu voto? —preguntó Cayo.
—Lo es.
"¡SÍ!" varias personas vitorearon y todo el mundo se relajó.
"Se acabó" sonrió Esme.
"Y todos vamos a lograr salir de esta" sonrió Emmett.
Fue el pensamiento de todo el mundo aunque el resto de los miembros de
su familia no lo mencionaran. En definitiva, todo el mundo estaba demasiado
aliviado para preocuparse de nada, y además, no iban a permitir que eso
ocurriera de todos modos.
—¿Y qué me dices del
tal Joham, ese inmortal tan aficionado a la experimentación?
—Quizá deberíamos
hacerle una visita —convino Aro.
—Detened a Joham si
os place, pero dejad en paz a mis hermanas —intervino Nahuel, que no se andaba
por las ramas—. Son inocentes.
Aro asintió con
expresión solemne y luego se volvió hacia la guardia con una cálida sonrisa.
—Hoy no vamos a
luchar, queridos míos —anunció.
Los integrantes de
la guardia asintieron al unísono y abandonaron sus posiciones de ataque
mientras la neblina se disipaba enseguida. Yo mantuve preparado el escudo por
si acaso. Tal vez sólo fuera una treta.
Estudié sus
expresiones antes de que Aro nos diera la espalda. Su rostro era tan benigno
como de costumbre, pero a diferencia de antes, yo percibía un vacío extraño
detrás de la fachada, como si sus triquiñuelas se hubieran terminado. Cayo
echaba chispas por los ojos, eso resultaba obvio, pero ahora su rabia ardía por
dentro. Marco parecía... aburrido, sí, aburrido, en realidad, no había otra
palabra para describirlo. La guardia volvía a mostrarse impasible y actuaba con
disciplina, sus miembros ya no eran individuos, sino parte de un todo. Formaron
y se dispusieron a emprender la marcha. Los testigos reunidos por los Vulturis
seguían mostrándose de lo más precavidos. Uno tras otro se fueron retirando
hasta perderse por los bosques. Cuando su número fue demasiado pequeño, quienes
se habían rezagado se dejaron de sutilezas y echaron a correr. Pronto no quedó
nadie.
Aro nos tendió las
manos en un gesto de disculpa, o casi. A sus espaldas, la mayor parte de la
guardia, junto con Cayo, Marco y las misteriosas y silenciosas consortes,
empezó a marcharse a toda prisa y en perfecta formación. Sólo remolonearon por
allí los tres componentes de lo que parecía ser su guardia personal.
—Me alegra que esto
haya podido resolverse sin necesidad de apelar a la violencia —aseguró con
dulzura.
Todo el mundo hizo una mueca.
"Oh, genial, tenemos que escuchar más de su falso tópico" se
quejó Emmett.
—Carlisle, amigo
mío, ¡cuánto me alegra poderte llamar amigo otra vez! Espero que no haya
resentimiento. Sé que tú comprendes la pesada carga del deber que hay sobre
nuestros hombros.
—Ve en paz, Aro
—contestó Carlisle con frialdad—. Haz el favor de recordar que nosotros debemos
mantener el anonimato y la reserva en estas tierras, de modo que no dejes que
tu guardia cace en esta región.
—Por descontado,
Carlisle —le aseguró Aro—. Lamento haberme granjeado tu desaprobación, mi
querido amigo. Tal vez llegues a perdonarme con el tiempo.
Carlisle suspiró, no era probable que eso suceda, y ya no podía verlo como una vez lo vio.
—Tal vez, con el
tiempo, y si demuestras que vuelves a ser nuestro amigo.
Aro era la viva
imagen del remordimiento cuando inclinó la cabeza y se deslizó hacia atrás antes
de darse la vuelta. Contemplamos en silencio cómo el último de los Vulturis
desaparecía entre los árboles.
Imperó el silencio,
pero no bajé la guardia.
—¿De verdad ha
terminado? —le pregunté a Edward en voz baja.
—Sí —respondió él
con una ancha sonrisa—, sí. Se han rendido y ahora escapan como matones
apaleados: con el rabo entre las piernas.
"¡Tú lo sabes!" se rió Emmett. "Sabes, es bueno que no
hayamos tenido que luchar... pero realmente deseo que hayamos podido conseguir
asustarlos por lo menos."
Soltó una risilla
entre los dientes y Alice se unió a él.
—Es de verdad, no
van a volver. Podemos relajarnos todos.
Se hizo el silencio
durante otro segundo.
—Así se pudran
—musitó Stefan.
Todos rieron.
"Aw, los pobres rumanos" se rió Emmett. "Supongo que no
obtuvieron su lucha después de todo."
Y entonces, todo
estalló.
Se produjo una
explosión de júbilo. Aullidos de desafío y gritos de alegría llenaron el claro.
Maggie se puso a pegar golpes en la espalda de Siobhan. Rosalie y Emmett se
dieron otro beso, esta vez más prolongado y ardiente que el anterior. Benjamin
y Tía se abrazaron, al igual que Carmen y Eleazar. Esme mantuvo sujetos a Alice
y a Jasper entre sus brazos.
"Y no esperen que los deje ir en cualquier momento" amenazó
Esme con una sonrisa.
Carlisle se puso a
agradecer efusivamente a los recién llegados de Sudamérica que nos hubieran
salvado la vida. Kachiri permaneció cerca de Zafrina y Senna, cuyos dedos
estaban entrelazados. Garrett alzó en vilo a Kate y se puso a darle vueltas en
círculo.
Stefan lanzó un
salivazo a la nieve y Vladimir apretó los dientes con expresión de amargura.
Me encaramé al
gigantesco lobo de pelaje rojizo para retirar a mi hija de sus lomos y
estrecharla contra mi pecho. Edward nos rodeó con los brazos al cabo de un instante.
—Nessie, Nessie,
Nessie —canturreé.
"Parece que le ha gustado el apodo” rió Emmett.
"Sí, supongo" suspiró Rosalie. No era un apodo tan horrible.
Jacob se carcajeó
con esos ladridos suyos y me frotó la nuca con el hocico.
—Cállate —mascullé.
—¿Voy a quedarme
contigo? —preguntó mi hija.
—Para siempre —le
prometí.
El futuro nos
pertenecía, y Nessie iba a estar bien, rebosante de fuerza y salud. Al igual
que el semihumano Nahuel, seguiría siendo joven dentro de ciento cincuenta
años, y estaríamos juntos.
La felicidad se
expandió en mi interior como la onda expansiva de una explosión, tan virulenta
y fuerte que no estuve segura de sobrevivir a sus efectos.
—Para siempre —me
dijo Edward al oído, repitiendo mi promesa.
No fui capaz de
articular más palabras. Alcé la cabeza y le besé con una pasión capaz de
prenderle fuego al bosque.
Y yo ni lo habría
notado.
"Ese es el final del capítulo" dijo Jasper, sosteniendo el
libro.
"¡Voy a leer esta vez!" Esme agarró felizmente el libro.
Gracias 👏👏👏😙😙😙😙
ResponderEliminarGracias 👏👏👏😙😙😙😙
ResponderEliminarmuerooooo!!!Que poquito queda para terminar!!!Gracias por tantos capitulos chicas :) Me sigue molestando que no haya tanta interaccion ahora que la historia esta guay en plan que Edward comente los para siempre o algo..Se nos fue el Edward romantico :(
ResponderEliminarRegresara en Sol de medianoche y en el siguiente libro, jajaja, o eso espero
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