CAPITULO 35: FIN DE PLAZO
TRADUCCIÓN: Lorena Espinosa.
"Fin de plazo" leyó Alice.
—¿Te vas? —preguntó
Edward, imperturbable.
Aquella compostura
suya era totalmente artificial. Estrechó a Renesmee un poco más contra el
pecho.
—Sí, sólo faltan
unas cosillas de última hora... —contesté con despreocupación.
Me dedicó una
sonrisa, mi favorita.
—Vuelve pronto.
—Siempre.
"No me gusta guardar secretos" dijo Esme.
"Toda nuestra vida se mantiene en secreto de todos" señaló
Emmett.
"Me refería a la familia" Esme frunció el ceño. "Mira lo
difícil que es en ellos."
"¿Qué? Parecen bastante felices para mí" dijo Emmett y Esme
rodo los ojos.
Tomé su Volvo de
nuevo, preguntándome si había echado un vistazo al cuentakilómetros después de
mi último viajecito. ¿Había sacado ya las conclusiones pertinentes? Era
manifiesto que yo tenía un secreto, pero ¿habría deducido la razón por la cual
no confiaba en él? Aro no tardaría en estar al tanto de todo cuanto él supiera.
Pensaba que Edward podía haber llegado a esa presunción, y eso explicaría por
qué había dejado de pedirme explicaciones.
"Estaba pensando lo mismo" dijo Carlisle. "Pensaba que
le habrías preguntado sobre esto antes, si no tienes una razón para no
hacerlo."
Supuse que era un
intento de no pensar ni especular demasiado a fin de apartar de su mente mi
conducta. ¿Había relacionado esto con mi extraño comportamiento la mañana
siguiente a la marcha de Alice, cuando quemé en el fuego mi libro? Ignoraba si
había sido capaz de atar esos cabos.
"Probablemente no" dijo Edward, "y espero que no este
tratando de averiguarlo... haría que todo esto no tenga mucho sentido si se
demasiado".
Era deprimente el cielo del atardecer, ya coloreado con la
oscuridad del crepúsculo. Atravesé el velo de tinieblas con los ojos fijos en
los nubarrones. ¿Iba a nevar esa noche lo suficiente para cubrir el suelo y
recrear un paisaje como el de la visión de Alice? Nos quedaban unos dos días
según las estimaciones de mi esposo. Luego, nos desplegaríamos en el claro para
atraer a los Vulturis hasta el escenario elegido para el encuentro.
Le estuve dando vueltas a mi último viaje a
Seattle mientras cruzaba el bosque en penumbra. Tenía la impresión de saber
cuál había sido el propósito de Alice al hacerme ir a ese punto de contacto de
mala muerte adonde J. Jenks enviaba a sus clientes dudosos. ¿Habría sabido
siquiera qué pedir de haber acudido a alguna otra de sus oficinas de aspecto
menos sospechoso? ¿Habría descubierto a J. Jenks, proveedor de documentación
ilegal, si le hubiera conocido como Jason Jenks o Jason Scott, un abogado de
verdad? Debía elegir lo opuesto al buen camino. Ésa era mi pista.
"¿Cómo sabías que iba a averiguarlo?" preguntó Emmett.
"Bella siempre resuelve las cosas... a su manera" sonrió
Alice con un encogimiento de hombros.
Era noche cerrada
cuando, tras ignorar a los obsequiosos aparcacoches de la entrada, dejé el
vehículo en el estacionamiento del restaurante con unos minutos de antelación.
"Bueno, ella es definitivamente para nada buena, abandonando a su
marido y al bebé para cenar con otro hombre" dijo Emmett, que le valió un
golpe de Edward y una mirada de todos los demás.
Me puse las
lentillas y me dirigí al interior del local para esperar a J. Aunque yo tenía
una prisa enorme por solucionar aquel deprimente menester y regresar con mi
familia, J se mostraba meticuloso y se tomaba su tiempo para no verse
involucrado con sus clientes más inadecuados. En lo más oscuro del aparcamiento
tenía una entrega de lo más ofensiva para su sensibilidad.
"Sí, tendría" Jasper se rió entre dientes. "Si ese fuera
el caso, habría tenido a alguien como Max que realice la operación."
Facilité el apellido
Jenks en el recibidor y el solícito maitre me condujo escaleras arriba
hasta un saloncito privado caldeado por un fuego chispeante antes de hacerse
cargo de mi gabardina; la prenda de color marfil me llegaba por debajo de la
rodilla, pues la había elegido con el fin de ocultar mi traje de cóctel, un
atuendo satinado de color gris ostra acorde al canon de Alice.
"Sí, muy bien” aprobó Alice.
Fue superior a mis
fuerzas: me sentí halagada cuando se quedó boquiabierto. No me hacía a la idea
de ser hermosa para todo el mundo, y no sólo para Edward.
"Ella tenía al menos otros cuatro admiradores y esos son sólo
algunos de los que sabemos de cuando era humana" Edward rodo los ojos,
pensó que su cara estaba un poco triste cuando dijo eso. "Creo que ella
era hermosa para más personas que sólo para mi."
El maitre balbuceó
un elogio inarticulado mientras salía de la estancia con paso inseguro.
Permanecí junto a la
chimenea y sostuve los dedos cerca de las llamas a fin de calentarlos un poco
antes del inevitable apretón de manos. J estaba muy al tanto de que algo pasaba
con los Cullen, pero se trataba de todos modos de un buen hábito.
"Es cierto" dijo Jasper moviendo la cabeza en señal de
aprobación y estaba contento de que ella había pensado en ello.
Estuve especulando
durante unos instantes con los posibles efectos y las sensaciones de poner la
mano en el fuego hasta que la entrada de J me distrajo de mi mórbida
fascinación.
Edward se estremeció.
El maitre se
llevó también su abrigo, y evidenció que yo no era la única en haberse
camuflado un poco para asistir a aquel encuentro.
—Lamento el retraso
—se excusó J en cuanto estuvimos a solas.
—En absoluto. Es
usted muy puntual.
Me ofreció la mano y
noté sus dedos mucho más cálidos que los míos al estrechársela. La gelidez no
pareció molestarle.
—Si me permite el
atrevimiento, está usted despampanante, señora Cullen.
—Gracias. Llámeme
Bella, por favor.
—Debo decir que
trabajar con usted es una experiencia muy diferente a hacerlo con el señor
Jasper —sonrió, indeciso—. Resulta... menos turbador.
—¿De veras?...
Siempre he encontrado la presencia de Jasper de lo más... tranquilizadora.
"Puedo tener la presencia que quiero tener" dijo Jasper,
sonriendo, y Esme lo miró.
"¿Qué has hecho con él?" dijo Esme bruscamente.
"Nada" respondió Jasper, tan inocentemente que era difícil
estar enfadado con él.
—No me diga...
—murmuró con extrema amabilidad mientras fruncía el ceño en señal manifiesta de
desacuerdo. ¡Qué extraño! ¿Qué le habría hecho Jasper a aquel hombre?
Emmett y Jasper se rieron.
—¿Le conoce hace
mucho?
Mi interlocutor
suspiró con gesto incómodo.
—Hemos tenido
negocios durante cerca de veinte años, y mi antiguo socio le conocía desde
hacía quince... —J se encogió del modo más discreto posible—. Jamás cambia.
—Sí, se divierte lo
suyo de ese modo.
"Sí, estamos todos un poco divertidos
de esa manera" corrigió Emmett.
J meneó la cabeza
como si de esta manera fuese a librarse de sus inquietantes ideas.
—¿No desea tomar
asiento, Bella?
—De hecho, tengo
algo de prisa. Me espera un largo trayecto al volante hasta volver a casa
—contesté mientras sacaba del bolso un grueso sobre blanco con su dinero.
Se lo entregué.
—Vaya —repuso con
una nota de desencanto en la voz. Se guardó el sobre en un bolsillo de la
americana sin molestarse en contar el importe del mismo.
"Hey, es una ventaja. No importa si es suficiente o no" se
encogió de hombros Emmett.
—Confiaba en que
tuviéramos la ocasión de hablar un minuto.
—¿Sobre qué...?
—pregunté con curiosidad.
—Bueno, deje que le
entregue primero su encargo. Deseo asegurarme de que queda satisfecha.
Se dio rápidamente
la vuelta, recogió un maletín y lo depositó encima de la mesa para abrir los
cierres con más facilidad. Extrajo un sobre amarillento del tamaño del papel de
oficio.
No tenía la menor
idea de qué debía buscar, pero aun así abrí el sobre y examiné por encima los
documentos. J había rotado la foto de Jacob y había cambiado la coloración para
que no fuera evidente al primer golpe de vista que las fotografías del carné y
del pasaporte eran la misma.
"Y probablemente no sería evidente para la mayoría de los seres
humanos para averiguar incluso si lo hicieran mirar a ellos" dijo Jasper.
"Sin embargo, habría sido mejor si ella tenía dos fotos de él."
Examiné la imagen
del pasaporte de Vanessa Wolfe durante una fracción de segundo y luego la
aparté enseguida, con un nudo en la garganta.
—Gracias —le dije.
Entrecerró los ojos
de forma imperceptible. Noté su decepción. Esperaba un estudio más concienzudo
de su trabajo.
—Puedo asegurarle
que los documentos son perfectos. Pasarán con éxito el examen de cualquier
experto.
—Estoy segura de
ello. Aprecio de veras lo que ha hecho por mí, J.
—Es un placer,
Bella. Siéntase libre de contactar conmigo en el futuro para cualquier
necesidad relacionada con la familia Cullen.
No había la menor
indirecta, por supuesto, pero aquello tenía toda la pinta de ser una invitación
para que sustituyera a Jasper como enlace de la familia.
"No podría imaginar por qué él lo querría así" sonrió Jasper.
"No pareces demasiado molesto por eso" dijo Emmett.
"¿Por qué lo estaría?" Jasper se encogió de hombros. "No
necesito estar allí para infundir miedo en él para asegurarme de que él hace su
mejor trabajo. La amenaza que iba a comenzar a venir de nuevo si trataba de
engañar a Bella sería suficiente."
—¿Deseaba hablarme
de algo?
—Eh, sí, es un
poquito delicado...
Señaló la chimenea
de piedra con la mano y me invitó a sentarme con la expresión del semblante. Me
apoyé en el borde y él se paseaba a mi lado, sacando un pañuelo del bolsillo
para secar, el sudor que le perlaba la frente de nuevo.
—¿Es usted la
hermana de la esposa del señor Jasper o está casada con su hermano? —preguntó.
—Soy la esposa de su
hermano —le aclaré, preguntándome adonde podría conducir aquello.
—En tal caso, usted
es la mujer del señor Edward.
—Sí.
Esbozó una sonrisa a
modo de disculpa.
—He leído esos
nombres muchas veces, ya sabe. Acepte mis felicitaciones... con retraso. Es una
alegría saber que el señor Edward ha encontrado una pareja tan adorable después
de todo este tiempo.
"La mejor" sonrió Esme.
—Muchas gracias.
Hizo una pausa con
el rostro bañado en sudor.
—He llegado a
apreciar y respetar mucho al señor Jasper y al resto de la familia con el
transcurso de los años, como podrá imaginar.
"O un nivel muy saludable de miedo" corrigió Emmett.
Asentí de forma
cauta.
Inspiró hondo y espiró
sin despegar los labios.
—Haga el favor de
decir lo que desee, J.
Tragó otra bocanada
de aire y empezó a farfullar las palabras a toda prisa y de forma atropellada.
—Dormiría mucho más
tranquilo esta noche si me pudiera asegurar que no planean arrebatarle la niña
a su padre.
"Sí, puedo ver realmente el respeto allí" se rió Emmett.
"Estoy muy sorprendido que tuvo el valor de preguntar eso"
dijo Jasper.
"No se" dijo Rosalie. "Apuesto a que está preocupado por
lo que Edward le haría a él cuando se entere de que su hija había desaparecido
y él ayudó a que sea posible."
—Vaya —solté un
tanto asombrada. No comprendí la conclusión a la que había llegado hasta pasado
un minuto largo—. Oh, no, no tiene nada que ver con eso —le dediqué una ligera
sonrisa intentando tranquilizarle—. Únicamente busco un lugar seguro para ella
en el caso de que nos sucediera algo a mi esposo y a mí.
—¿Y espera que eso
ocurra? —preguntó, entornando los ojos; luego, se puso colorado y se disculpó—:
No es de mi incumbencia.
Observé el modo en
que se extendía el rubor debajo de la piel de las mejillas. Me alegré, como
tantas otras veces, de no ser un neófito medio. Si dejábamos a un lado la
naturaleza delictiva de su actividad, J parecía un hombre agradable y matarle
hubiera sido una lástima.
—Nunca se sabe.
Suspiré.
Él frunció el ceño.
—En tal caso, le
deseo la mayor de las suertes. Y por favor, no se moleste conmigo, querida,
pero si el señor Jasper acudiera a mí y me preguntara por los nombres elegidos
en esos documentos...
—Debería informarle
de inmediato. Nada me gustaría más que poder tener al tanto de toda la
transacción al señor Jasper.
"Por supuesto, sería bueno si algo sucede, que esten con Renesmee"
dijo Esme con tristeza. Se está acercando la lucha y era más difícil no
imaginar lo que iba a venir.
La sincera franqueza
de mis palabras pareció suavizar un tanto la tensión del momento.
—Muy bien —repuso—.
¿Seguro que no puedo convencerla para que se quede a cenar?
—Lo lamento, pero
voy con el tiempo justo.
"Y dudo que el restaurante atienda a nuestra versión del
vegetarianismo" dijo Emmett riendo.
—En tal caso, le
deseo de nuevo salud y felicidad. Por favor, no vacile en contactar conmigo
para cualquier nueva necesidad de la familia Cullen, Bella.
—Gracias, J.
Me marché con mi
adquisición. Al mirar hacia atrás, vi a J contemplarme fijamente con una
expresión en la que se entremezclaban la ansiedad y el pesar.
Invertí menos tiempo
en realizar el viaje de vuelta. La noche estaba muy oscura, por lo que apagué
las luces para no llamar la atención y pisé a fondo el acelerador.
"Ah, ella ya sabe del placer de conducir más rápido" dijo
Edward, sonriendo.
La mayoría de los
coches habían desaparecido cuando llegué a casa, incluyendo mi Ferrari y el
Porsche de Alice. Los vampiros de dieta más tradicional se habían marchado a
fin de saciar la sed lo más lejos posible. Hice un esfuerzo por no pensar en
sus correrías nocturnas, acobardada ante la imagen mental de sus víctimas.
"Sí, es desagradable pensar en ello" Carlisle hizo una mueca.
En el cuarto de
estar sólo quedaban Kate y Garrett, discutiendo de modo juguetón sobre el valor
nutritivo de la sangre animal. El vampiro intentaba probar el estilo de vida
vegetariano por lo que logré deducir y al parecer lo encontraba difícil.
"Hmm... están juntos de nuevo" sonrió Esme, imaginandolos en
la búsqueda de la felicidad.
Edward debía de
haberse marchado para acostar a la niña y Jacob estaba rondando no muy lejos de
allí, sin duda. El resto de mi familia había salido también de caza, quizás en
compañía de los otros miembros del aquelarre de Denali.
Todo aquello me
dejaba la casa para mí sola, y me apresuré a sacarle partido a la situación.
El sentido del
olfato me indicó que nadie había entrado en la habitación de Alice y Jasper en
mucho tiempo, tal vez desde la noche misma de su marcha. Me metí a fondo en el
profundo ropero hasta hallar el tipo de bolsa que buscaba. Debía de ser de
Alice. Una especie de pequeña mochila de cuero negro, de las que se usan
habitualmente como cartera, lo bastante diminuta como para que Renesmee la
llevara sin desentonar. Acto seguido me apropié de todo el dinero que allí
guardaban para gastos imprevistos, una cantidad equivalente al doble de los
ingresos anuales de una familia media.
"Hmm... No creo que eso sea suficiente" dijo Alice seria.
Pensé que ese hurto
pasaría desapercibido con mucha más facilidad en aquel dormitorio que en
cualquier otro, pues todos se entristecían al pasar por allí.
"Sí, pero Edward va a saber que fuiste, si va a cualquier lugar
cerca de nuestra habitación" dijo Alice.
Metí en la mochila
el sobre con el carné de conducir y los pasaportes falsos encima del dinero.
Luego, me senté en la esquina de la cama de Alice y Jasper y contemplé el
insignificante paquete. Eso era cuanto podía darles a mi hija y a mi mejor
amigo para que salvaran la piel. Me dejé caer hacia el poste de la cama,
vencida por la impotencia.
Pero ¿qué otra cosa
podía hacer?
Permanecí sentada y
con la cabeza gacha durante varios minutos antes de que se me ocurriera el
atisbo de una idea.
Si...
Si daba por bueno
que Jacob y Renesmee iban a escapar, eso equivalía a asumir que Demetri tenía
que morir. Y este hecho concedía un cierto respiro a los posibles
supervivientes, Alice y Jasper incluidos.
"Sí, te estoy siguiendo" dijo Emmett con entusiasmo,
esperando a que fuera al grano.
En tal caso, ¿por
qué no iban a ayudar a Jacob y a mi hija? Renesmee gozaría de la mejor
protección imaginable si se reunían y no había motivo alguno para que eso no
ocurriera, salvo por el hecho de que Renesmee y el licántropo era puntos ciegos
para Alice. ¿Cómo podía ella empezar a buscarlos?
Alice entrecerró los ojos; Le irritaba "ese punto ciego" y
sentía que podía haber algo más allá.
"Er... ¿vas a leer?" preguntó Emmett después de pasado diez
segundos de silencio.
"Lo siento" dijo Alice y luego comenzó a leer de nuevo.
Le estuve dando
vueltas durante unos segundos antes de salir de la estancia en dirección al
dormitorio de Carlisle y Esme. Como de costumbre, el escritorio de Esme estaba
abarrotado de planos y guías, todo apilado en cuidados y altos montones. Encima
de la superficie de trabajo tenía varios compartimentos, uno de los cuales
estaba destinado a los útiles de papelería. Tomé del mismo una hoja en blanco
de papel y un bolígrafo.
Entonces me quedé
mirando a la marfileña página en blanco durante sus buenos cinco minutos,
concentrándome en mi decisión. Alice no podía ver a Jacob o a Renesmee, pero sí
podía verme a mí. La visualicé contemplando este momento, esperando con nerviosismo
que no estuviera demasiado ocupada para prestar atención.
Lenta,
deliberadamente, escribí las palabras «RÍO DE JANEIRO» ocupando toda la página.
"Estoy segura de que lo tengo" dijo Alice. "Y fue muy
inteligente de su parte pensar que..."
"¿Vas a entender lo que significa?" preguntó Jasper.
"Depende de lo que vea..." dijo Alice, mirando pensativa y
luego añadió "Probablemente no."
Río me parecía el
mejor lugar para indicarles: estaba muy lejos de aquí, Alice y Jasper ya se
encontraban en Sudamérica según nuestras últimas informaciones y no es que
nuestros viejos problemas hubieran dejado de existir porque los de ahora fueran
peores: todavía quedaba el misterio del futuro de Renesmee, el terror de la
celeridad de su crecimiento. Nosotros nos habríamos dirigido hacia el sur de
todas formas. Ahora el trabajo de Jacob, y con suerte el de Alice, sería
rastrear las leyendas.
"Me quedé con ganas de escuchar más sobre esas leyendas"
suspiró Carlisle.
Alice se quedó pensativo, pero no estaba segurz de cómo que realmente
funcionan.
Incliné la cabeza
ante una necesidad repentina de sollozar, apretando los dientes. Era mejor que
Renesmee continuara sin mí, pero ya la echaba tanto de menos que apenas podía
soportarlo.
Inhalé un gran trago
de aire y puse la nota al fondo de la mochila donde pronto la podría encontrar
Jacob.
Crucé los dedos para
que Jake al menos hubiera escogido el castellano como asignatura optativa, ya
que era poco probable que en su instituto se impartiera el portugués.
"Sí, claro, sería más probable que Renesmee aprenda el idioma
antes que el perro callejero" dijo Rosalie.
No quedaba ya nada,
salvo esperar.
Durante dos días,
Edward y Carlisle permanecieron en el claro donde Alice había visto llegar a
los Vulturis. El mismo lugar donde se produjo la matanza de los neonatos de
Victoria. Me pregunté si Carlisle sentiría la situación como algo repetitivo,
como un déja-vu. Para mí, todo sería nuevo. Esta vez Edward y yo
permaneceríamos al lado de nuestra familia.
"Sabes, nuestro campo de béisbol no parece ser un lugar tan feliz
nunca más" dijo Emmett.
"Estoy sorprendido de escuchar eso" dijo Jasper. "Quiero
decir, pensé que amabas luchar."
"Si" sonrió Emmett.
Imaginábamos que los
Vulturis estarían rastreando a Edward o a Carlisle. Me preguntaba si les
sorprendería que su presa no huyera. ¿Les haría esto comportarse de un modo más
cauteloso? No se me pasaba por la cabeza que los Vulturis sintieran ni siquiera
una necesidad lejana de ser prudentes.
Aunque yo era invisible
para Demetri, o eso esperaba, me quedé con Edward. Claro. Sólo nos restaban
unas cuantas horas para permanecer juntos.
Edward y yo no habíamos
tenido una gran escena de despedida, ni habíamos planeado ninguna, ya que
ponerlo en palabras habría supuesto convertirlo en algo definitivo. Habría sido
como mecanografiar la palabra «Fin» en la última página de un manuscrito. Así
que no nos dijimos adiós y nos mantuvimos uno muy cerca del otro, casi
tocándonos. Cualquiera que fuera el final que nos aguardaba, no nos encontraría
separados.
Colocamos una tienda
para Renesmee a unos cuantos metros dentro del bosque para protegerla, y
tuvimos una sensación más de deja-vu cuando nos vimos de nuevo acampando en
aquel ambiente frío con Jacob.
Edward hizo una mueca ante el recuerdo de ese día.
Todo el mundo se estremeció al pensar en lo devastado que estaba Edward
después de todo lo que había sucedido.
Era casi imposible
creer cómo habían cambiado las cosas desde el pasado junio. Hacía siete meses,
nuestro triángulo amoroso parecía no tener solución, tres clases diferentes de
corazones rotos que no se podían evitar. Ahora todo estaba equilibrado a la
perfección. Resultaba terriblemente irónico que las piezas del rompecabezas
hubieran encajado por fin justo a tiempo de ser destruidas para siempre.
"Creo que es horrible pensar en eso ahora" dijo Rosalie.
"Como si necesitara más razones para sentirse mal."
Comenzó a nevar de
nuevo la noche anterior a Noche-vieja. Esta vez, los pequeños copos de nieve no
se disolvieron en el suelo pedregoso del claro. Mientras Jacob y Renesmee
dormían, con el primero roncando tan sonoramente que me preguntaba cómo era que
la niña no se despertaba, la nieve creó primero una delgada película de hielo
sobre la tierra y luego fue engrosándose capa tras capa. Cuando el sol se alzó,
la escena de la visión de Alice se mostró al completo. Edward y yo, cogidos de
la mano, miramos a través del relumbrante campo blanco y ninguno de los dos
dijo una palabra.
A lo largo de la
mañana, temprano, los demás fueron reuniéndose. Llevaban en los ojos una
muestra muda de sus preparativos, unos de un claro color dorado, otros de un
escarlata intenso. Justo después de que nos reuniéramos todos, escuchamos a los
lobos desplazándose por el bosque. Jacob salió de la tienda, dejando a Renesmee
dormir un poco más, para encontrarse con ellos.
Edward y Carlisle
estaban disponiendo a los otros en una formación abierta, con nuestros testigos
alineados a los lados, como si estuvieran en un museo.
Yo lo observaba todo
a distancia, esperando al lado de la tienda a que se despertara Renesmee.
Cuando lo hizo, la ayudé a vestirse con las ropas que había preparado cuidadosamente
dos días antes. Vestidos que parecían recargados y femeninos, pero que tenían
la suficiente resistencia como para no estropearse; incluso aunque alguien los
fuera a llevar montado encima de un hombre lobo gigante a través de un par de
estados.
"Hmm... esa debería ser la línea de etiqueta de la ropa" rió
Emmett. "Estoy seguro de que todo el mundo querría comprarlos."
Sobre la chaqueta,
le puse una mochila de cuero negro con los documentos, el dinero y mis notas de
cariño para ella y Jacob, Charlie y Renée. Ya tenía suficiente fuerza para que
no le molestara y pudiera llevarla con comodidad.
Abrió los ojos como
platos cuando leyó la agonía que mostraba mi rostro. Pero ella ya había
adivinado lo suficiente para no preguntarme qué estaba haciendo.
"Pobre niña" suspiró Esme. "Ella tiene que entender lo
terrible que es todo."
—Te quiero —le
dije—, más que a nada en el mundo.
—Yo también te
quiero, mamá —contestó ella, y tocó el guardapelo que llevaba al cuello, en el
que había una pequeñísima foto suya, con Edward y conmigo—. Siempre estaremos
juntos.
—Sí, siempre
estaremos juntos en nuestros corazones —le corregí con un susurro tan bajo como
un suspiro—, pero cuando hoy llegue el momento, tienes que dejarme.
Sus ojos se abrieron
aún más y me puso la mano en la mejilla. Su silenciosa negativa fue más fuerte
que si la hubiera proclamado a gritos.
Esme se acostó en el pecho de Carlisle, mirando absolutamente
miserable.
Rosalie agarró la mano de Emmett, también. Puso sus brazos alrededor de
ella y la abrazó con fuerza. No era algo que normalmente hagan frente a todos.
Ella simplemente no podía manejar la angustia de Renesmee, junto con todo lo
demás.
Edward bajó la cabeza. No podía soportar ver a cualquiera de ellos
sufriendo y era difícil cuando ambos estaban de esa manera.
Yo luché para tragar
saliva, pero sentía la garganta hinchada.
—¿Lo harás por mí?
¿Por favor?
Ella apretó los
dedos con más fuerza contra mi cara.
¿Por qué?
—No te lo puedo
decir —le susurré—, pero pronto lo entenderás. Te lo prometo.
En mi cabeza vi el
rostro de Jacob.
Rosalie ni siquiera se sentía amargada por eso.
Y yo asentí, y
después le aparté los dedos.
—No lo pienses —le
susurré al oído—. Y no le digas nada a Jacob hasta que te pida que huyáis,
¿vale?
Esto sí que lo
entendió. Y asintió, también.
Saqué del bolsillo
el último detalle.
Mientras empaquetaba
las cosas de Renesmee, una chispa inesperada de color había captado mi
atención. Un rayo casual de sol a través de una claraboya incidió sobre las
joyas de aquella antiquísima y preciosa caja que había colocado en lo más alto
de una estantería, en una esquina protegida. Lo consideré durante un momento y
luego me encogí de hombros. Una vez recogidas y ordenadas las pistas de Alice,
no podía esperar que la confrontación que se avecinaba pudiera resolverse de
forma pacífica.
"Porque eres una pesimista y todo tiene que terminar mal para ti"
dijo Emmett. "No se preocupen, que todo saldrá bien al final."
Pero... «¿Por qué no
intentar empezar las cosas lo más amigablemente posible? —me pregunté—. ¿Es que
podía eso hacer daño?». Así que debía de atesorar aún algo de esperanza, una
esperanza ciega y sin sentido, porque subí por las baldas de la estantería
hasta recoger de allí el regalo de Aro.
Y ahora me estaba
abrochando la gruesa cadena de oro alrededor del cuello y sentí el peso del
enorme diamante anidado en el hueco de mi garganta.
"Sí, ayudaría al ego de Aro" dijo Carlisle.
—Qué bonito —susurró
Renesmee y entonces deslizó los brazos alrededor de mi cuello como un torno de
banco. La estreché contra mi pecho y entrelazadas de esta manera, la saqué de
la tienda hacia el claro.
Edward alzó una ceja
cuando me aproximé, pero no hizo comentario alguno sobre mi accesorio ni el de
Renesmee. Sólo pasó los brazos a nuestro alrededor y nos abrazó con fuerza
durante un momento muy largo, y luego, con un profundo suspiro, nos soltó. No
pude distinguir ningún tipo de adiós en sus ojos. Quizá tenía más esperanza de
que hubiera algo después de esta vida de la que había sentido hasta ahora.
"O, tal vez tenía más esperanza de que lograríamos salir de esto"
dijo Edward.
"No, eso no puede ser verdad... eso no suena como ella en
absoluto, Eddy" rió Emmett.
Nos colocamos en
nuestros puestos, y Renesmee subió ágilmente hasta mi espalda para dejarme las
manos libres. Yo estaba a unos cuantos pasos detrás de la línea frontal
compuesta por Carlisle, Edward, Emmett, Rosalie, Tanya, Kate y Eleazar. Muy
cerca de mí estaban Benjamin y Zafrina, ya que mi trabajo consistía en
protegerles tanto como fuera capaz: eran nuestras mejores armas ofensivas. Si
los Vulturis no podían verlos, aunque fuera durante unos cuantos momentos, eso
podría cambiarlo todo.
"Sí, Zafrina... dales un poco de su propia medicina" se rió
Emmett.
Zafrina mostraba un
aspecto rígido y fiero, con Senna casi como una imagen especular a su lado.
Benjamin estaba sentado en el suelo, con las palmas presionando el suelo y
mascullando en silencio sobre líneas de falla. La última noche había acumulado
pilas de losas de piedra en posiciones que parecían naturales, y que ahora
estaban cubiertas por la nieve en toda la parte de atrás del prado. No eran
suficientes para herir a un vampiro, pero sí para distraerlos.
Los testigos se
arracimaban a nuestra izquierda y derecha, unos más cerca que otros, ya que los
que se habían declarado a nuestro favor tenían posiciones más próximas. Noté
cómo Siobhan se frotaba las sienes, con los ojos cerrados en plena
concentración, ¿le estaba siguiendo la corriente a Carlisle? ¿O intentaba
visualizar una solución diplomática?
"Eso espero" murmuró Carlisle.
En los bosques a
nuestras espaldas, los lobos invisibles estaban quietos y preparados; sólo
escuchábamos su pesado jadeo y el latido de sus corazones.
Las nubes se
espesaron, difundiendo una luz que tanto podía ser de la mañana como de la
tarde. Los ojos de Edward se entrecerraron y mientras sometía a escrutinio lo
que teníamos delante, estaba segura de que visualizaba esta escena por segunda
vez, ya que la primera había sido cuando leyó en la mente de Alice. Todo debía
de tener el mismo aspecto que cuando llegaron los Vulturis, así que sólo nos
quedaban minutos o segundos.
Nuestra familia y
aliados se prepararon.
Un enorme lobo Alfa
de pelaje rojizo apareció de entre el bosque y se colocó a mi lado. Debía de
haber sido demasiado duro para él mantenerse a esa distancia de Renesmee cuando
ella estaba en un peligro tan inmediato.
La niña se inclinó
para entrelazar los dedos en el pelo sobre su enorme paletilla y su cuerpo se
relajó un poco. Se encontraba más tranquila cuando Jacob estaba cerca, y yo
también me sentí algo mejor. Todo saldría bien mientras Jacob estuviera junto a
Renesmee.
Rosalie hizo una mueca, odiando este hecho, pero sabiendo que después
de todo lo sucedido, Renesmee tenía que estar bien.
Sin arriesgarse a
echar una mirada a sus espaldas, Edward se volvió hacia donde yo estaba. Yo
alargué mi brazo para coger su mano y él me apretó los dedos.
Pasó lentamente otro
minuto y me descubrí aguzando el oído para escuchar el sonido de alguien aproximándose.
Y entonces Edward se
envaró y siseó bajo entre sus dientes apretados. Sus ojos se concentraron en el
bosque justo al norte del sitio en el que estábamos.
Seguimos la
dirección de su mirada y clavamos allí los ojos. Esperamos de esa guisa a que transcurrieran
los últimos segundos.
"Ese es el final del capítulo" dijo Alice, entregandole el
libro a Edward.